Por estos días, en la reserva arqueológica del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) reposan 77 nuevas piezas arqueológicas que llegaron esta semana, repatriadas desde Alemania. Las urnas funerarias, piedras con grabados, ollas, cuencos, platos, copas, figurinas y varias piezas de metal de diferentes tamaños, que salieron del país en los años 70 en manos de un coleccionista privado, fueron devueltas por sus descendientes al consulado colombiano en Frankfurt.
Las piezas tienen estilos, formas, iconografías, colores y desgastes que hacen pensar a los expertos del ICANH que podría ser todo un tesoro para el patrimonio arqueológico del país: objetos provenientes de culturas precolombinas como Tairona, San Agustín, Guane, Calima y Quimbaya. Ahora el reto del equipo del instituto, liderado por Juan Pablo Ospina, coordinador del grupo de arqueología, es estudiar en detalle cada una de las piezas y determinar si esto es así.
“Cuando uno tiene un objeto arqueológico, lo que uno hace es hacerle preguntas -explica Juan Pablo Ospina-. Y lo interesante está en qué tipo de preguntas les podemos hacer a estas piezas”.
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Para él, cada uno de estos objetos puede hablar sobre la experiencia humana de las comunidades que los utilizaron. Desde el pensamiento religioso o los rituales que llevaban a cabo, hasta la forma de alimentarse (las dietas que seguían), las técnicas de manufactura o la procedencia de materiales, que pueden dar pistas del intercambio comercial y de cómo era la rutina de su día a día.
“Con estos objetos, si resultan originales, nosotros podremos complementar la información que tenemos con información nueva para entender un montón de cosas que aún son incomprendidas. Uno no se imagina todo lo que hay por conocer y que está distribuido entre todo este montón de piezas”, dice Ospina.
Lo cierto es que la tarea de investigarlos será ardua. La primera parte, que empezó desde antes de que las piezas vinieran a Colombia en el avión presidencial (luego del viaje del Presidente a la Conferencia de Seguridad de Múnich), fue un peritaje preliminar a partir de las fotos y videos que había enviado el consulado.
Los expertos evaluarán el estado de las piezas y si hacen parte del patrimonio arqueológico del país.
Allí, a través de las pantallas, los expertos intentaron buscar pistas o señales de que esos objetos que veían podían ser parte del patrimonio arqueológico del país. Como los encontraron, dieron un concepto positivo para trasladar las piezas.
Una vez en Colombia, fueron transportados hasta el Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería. Allí mismo, Ospina y un equipo del ICANH fueron a recibirlos y a darles un primer vistazo. Después los llevaron a la reserva arqueológica del instituto y este lunes comenzaron a estudiarlos de manera detallada.
Lo que están haciendo actualmente es comparar las piezas que llegaron con las fotografías y videos que habían revisado. Deben verificar que sean las mismas y que sí estén las 77. Luego vienen una serie de estudios preliminares que los especialistas de arqueología, antropología, conservación y preservación harán en los laboratorios y que pueden tardar varias semanas e incluso meses.
“Son muchas piezas y toca establecer en qué estado están y también si hacen parte o no del patrimonio arqueológico de la Nación”, explica Ospina. El resultado de esas pruebas podría dar que algunas de las piezas son, en realidad, réplicas muy bien hechas o también que son piezas prehispánicas, pero de comunidades que hacían parte del territorio que hoy ocupan otros países.
Cuando una pieza llega a Colombia pasa por seis fases: peritaje, trámite de entrega, asistencia en transporte y embalaje, registro e inventario, acciones de conservación y divulgación.
No sería extraño porque en los años 70, cuando las piezas salieron del país, no había controles ni para evitar que sacaran objetos arqueológicos ni formas que los coleccionistas extranjeros que los compraban supieran que eran originales. Incluso, explican en el ICANH, hay muchas piezas que se presentan en colecciones como auténticas y en realidad no lo son.
Una vez verificado cuáles y cuántas son piezas precolombinas originales, el ICANH procederá a incluirlas en su inventario. Ahí comienza otro proceso: primero, las piezas serán sometidas a una evaluación exhaustiva para valorar su estado de preservación y determinar si necesitan algún tipo de intervención inmediata. Luego, a cada una le harán un diagnóstico y una especie de hoja de vida.
En ese momento, ya como parte de la colección arqueológica del instituto -que actualmente tiene alrededor de 60.000 registros- , estas piezas estarán disponibles para ejercicios de divulgación, investigación o consulta de universidades, expertos o ciudadanos en general.
También podrán ser solicitadas por alguna persona natural o jurídica (museos, casas de la memoria, etc) que garanticen un sitio idóneo para tenerlas, preservarlas y -lo más importante- dejarlas exhibidas para que los colombianos puedan verlas cuando quieran.
Los expertos y expertas del ICANH ya están evaluando las piezas. Pronto se conocerán los resultados.
El regreso de estas piezas, así como de las otras 640 del patrimonio arqueológico colombiano que han regresado al país durante el Gobierno del presidente Gustavo Petro (en un trabajo coordinado de los consulados, la dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería, el ICANH y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes) es clave para ampliar la memoria social del país, apropiarnos de nuestro patrimonio arqueológico y entender mejor quienes somos, a partir de lo que fuimos muchos años atrás.
Los investigadores, que han trabajado por ampliar esa memoria y ese entendimiento, lo saben. En sus manos está el describir esa parte de lo que fuimos y cómo nos puede hablar a los colombianos de hoy.
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