El colorido bloque, declarado Patrimonio Nacional en 1996, está encerrado entre drywall y polisombras. Y a pesar de los tres años que lleva así, aún se pueden ver los restos de una huerta y los grafitis que narran una historia, la de los jóvenes durante el estallido social de 2021.
En el ambiente hay recuerdos de destrozos y parecen oírse los ecos de los gritos desgarrados de hace casi tres años, el 28 de junio, cuando un grupo de jóvenes mujeres decidió tomarse este lugar, la antigua estación del ferrocarril de Antioquia El Bosque, a pocas cuadras del Parque de los Deseos (Parque de la resistencia) en Medellín.
“No violaras, nuestros cuerpos no son territorio de guerra”, dice en una de las paredes de bahareque de la parada, ubicada entre la avenida del Ferrocarril y Carabobo, cerca al parque Explora y frente al barrio Moravia. Una alusión a la presunta violación de una menor de edad, aquel día y en este espacio, por parte de un miembro del Esmad.
Todo había comenzado días atrás, en el Parque de los Deseos. Este era el punto de encuentro donde las voces de inconformidad clamaban educación, empleo y, además, llamaban la atención contra la pobreza que había aumentado por la pandemia.
Personas de diversos barrios convergieron, cada una con sus propias experiencias, algunas con más recursos que otras. Muchos de los presentes encontraban un espacio para escapar de sus problemas cotidianos.
Y fue en los momentos de ocio, cuando cesaban las protestas, que hubo oportunidades para aprender, compartir lecturas y debatir sobre diversos textos. Los libros empezaron a hacer su entrada.
Los jóvenes, para preservarlos, utilizaron un antiguo mueble de madera que encontraron en la plaza, convirtiéndolo en un modesto puesto de libros donde aparecían títulos de autores como
Gabriel García Márquez y Sigmund Freud.
Lo que sucedió a continuación fue algo casi increíble. Para sorpresa de los manifestantes, a pesar de los enfrentamientos y disturbios que ocurrían tras cada protesta, esta improvisada biblioteca permanecía intacta, sin sufrir ni el más mínimo daño.
Tatiana, líder de este movimiento, rememora con emoción: "Después de 18 horas de represión y varios intentos de desalojo por parte de la fuerza pública, la biblioteca popular seguía en pie de lucha. Nunca fue destruida. Así como la dejábamos, así la encontrábamos: repleta de libros y cargada de historias por compartir".
Cuando decidieron tomarse la antigua estación del ferrocarril El Bosque llevaron consigo la biblioteca para allá.
Betsabé Espinal, en un retrato hecho por Melitón Rodríguez. Archivo Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
Betsabé
Y fue bautizada como Biblioteca Pública Betsabé Espinal, una oportunidad para convertir un espacio envilecido, en uno para enseñar a leer, a escribir, y adquirir herramientas artísticas para expresarse.
Después de los disturbios, cuando terminó el paro, los jóvenes limpiaron y acomodaron los libros. Cada miércoles se juntaron para hacer talleres de yoga, teatro, telas, grafitis y distintas expresiones de interés.
Además, alcanzaron a hacer 160 ollas comunitarias y un mes después, gracias a la asistencia, ampliaron los talleres a sábados y domingos. Tenían ya un entorno para la expresión colectiva.
El nombre de
Betsabé Espinal no apareció por casualidad. Tatiana recuerda que se encontraron, en la biblioteca improvisada, el libro en el Betsabé Espinal: Liderazgo Fugaz Transcendental, un texto de Carlos Uribe, que cuenta la historia de una joven de 23 años, nacida en Bello, que luchó por los derechos de las trabajadoras y movilizó a 400 obreras en 1920.
Fue un texto que inspiró a las nuevas jóvenes de estas manifestaciones desde sus primeras líneas: “Hablar de Betsabé Espinal es hablar de juventud, de valentía, de ímpetu, de feminidad combativa. Hace parte de esa miríada de heroínas que, por dignidad, en un mundo en extremo machista, sobreviven en la memoria del pueblo y de sus luchas sociales”.
Betsabé era una humilde campesina que lideró una huelga que marcó un hito. En febrero de 1920, al frente de aproximadamente 400 mujeres trabajadoras de la Fábrica de Tejidos de Bello, demandó igualdad salarial, condiciones laborales dignas y el cese del acoso sexual por parte de los supervisores.
Tras 21 días de protesta, las obreras lograron sus demandas: un aumento salarial del 40%, una jornada laboral de 10 horas con más descanso, el derecho a usar calzado en el trabajo y el despido de los empleados abusivos.
Falleció a los 36 años en 1932 debido a una descarga eléctrica, mientras intentaba levantar un cable de energía que había caído sobre su casa durante una tormenta.
Un espacio conquistado
Pero las exigencias de los fundadores se hicieron sentir: cambiar el nombre de Antigua estación del ferrocarril El Bosque por Biblioteca Popular Betsabé Espinal, que hubiera un acuerdo de corresponsabilidad con los actores públicos y privados de esa zona, y contar con este espacio para continuar con la “reparación a la juventud popular que fue amenazada, desplazada, desaparecida, cegada y encarcelada”.
Un grupo de jóvenes remodela la fachada de la estación del ferrocarril de Antioquia El Bosque, ahora Biblioteca Pública Bestsabé. Foto: @betsabe_espinal_biblioteca
Sin embargo, ni la alcaldía ni el parque Explora lograron solucionar sus peticiones por diferentes motivos: el comodato, su condición de inmueble de interés cultural de la Nación, la vigilancia, etc.
Hoy, a pesar de no poder entrar, fundadores y asistentes siguen resistiendo con la lectura, con los talleres, compartiendo ollas comunitarias, proyectando películas, a las afueras del lugar, a niños, niñas, jóvenes y mujeres de Moravia, que no tienen cerca otro espacio como este. Así, desde el arte, la memoria y el reconocimiento, mejoran su entorno.
“La estación El Bosque es un territorio en disputa por la memoria. La biblioteca es el espacio de lo que quedó del estallido. La diversidad formó la familia de Betsabé”, dijo Yisus uno de los integrantes, de la biblioteca.
El Ministerio de la Culturas, las Artes y los Saberes es garante en esta negociación entre estos jóvenes, el Parque Explora y la alcaldía de Medellín. El propósito es continuar con la biblioteca y reconocer los movimientos artísticos y culturales como una herramienta que transforma la sociedad y brinda nuevas oportunidades.
“Vamos a seguir viniendo porque zona norte no tiene un lugar para la gente pobre. No sabemos qué va a pasar, pero este es un espacio para que los niños del barrio Moravia salgan de su realidad”, asegura Yisus.
La Biblioteca Pública Betsabé Espinal se erige como un símbolo viviente de la resistencia y la memoria. Y el legado de su inspiradora perdura como recordatorio de la lucha por la igualdad y la dignidad.