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Entre bambucos y cumbias: un recorrido histórico por el cine musical en Colombia

 Tres conocedores de la historia del cine colombiano, Julián David Correa, Augusto Bernal y Rito Torres, repasan el género musical que se ha producido en el país, y su papel en mostrar la diversidad rítmica.

02-03-2024
Cine Musical
 
‘Allá en el trapiche’ (1943), inspirada en el filme mexicano ‘Allá en el rancho grande’. Foto: blog Echando Flores.

​​Actualmente, en cartelera aparece la película colombiana El bolero de Rubén​, una apuesta por el cine musical realizada por Juan Carlos Mazo, director de la serie Rigo.

Esta historia se presentó en 2013, pero como obra de teatro. Su protagonista es Marta, una mujer de Medellín que espera que su pareja salga de prisión; una tragedia que se cruza con los conflictos de otros personajes.

Casi 10 años después llega a la pantalla grande como musical. A propósito de este estreno, preguntamos qué tanto se ha hecho de este género en Colombia que, como bien lo explica Rito Alberto Torres, subdirector técnico de la Fundación Patrimonio Fílmico, tiene una trama, una razón de ser, donde sus personajes expresan sus emociones y conflictos a través del canto y el baile.

El contexto​​

En 1927, se estrenó El cantante de jazz, de Alan Crosland, considerada como la primera película sonora de la historia. Aparecen escenas con cantos. Pero es en 1929, con La melodía de Broadway, de Harry Beaumont, que muchos consideran que comienza el cine musical, en ella, además de canciones, hay baile.

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Paralelamente, en Colombia finalizaba lo que se conoció como el periodo de oro del cine en el país (1920-1928), época de los pioneros y el cine mudo con películas como María (1922), Aura o las violetas (1924), La tragedia del silencio (1924) o Bajo el cielo antioqueño (1925).

Y se aproximaría lo que el crítico e historiador de cine Diego Rojas llamó “la tragedia del sonido”. Aunque el cine sonoro llegó a nuestro país, paradójicamente, Colombia se quedó en silencio -cinematográficamente- hasta la década de 1940. En los años treinta la producción fue nula.

“Aparece el cine sonoro y el cine colombiano no logra adaptarse a los cambios tecnológicos”, cuenta Julián David Correa, escritor, cineasta y gestor cultural.

En los años 40, recuerda, se realizan 10 películas que son el primer periodo sonoro de Colombia. El primer largometraje sería Flores del valle (Máximo Calvo, 1941).

En 1936, en México, se estrenó Allá en el rancho grande, que marcó el inicio de la Época de Oro cinematográfica de ese país. Dirigida por Fernando de Fuentes, no solo fue un éxito en taquilla, sino que también se convirtió en un símbolo de la identidad mexicana. Varias de sus canciones fueron reinterpretadas por Jorge Negrete años después.

Augusto Bernal, sociólogo, investigador, crítico y docente cinematográfico, dice “el musical es un género cien por ciento norteamericano. En Latinoamérica son importantes en Argentina, con los tangos de Carlos Gardel, y en México aparece una tradición del periodo de oro del cine mexicano con las rancheras”.

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Rancheras y bambucos​

Y, justamente, Allá en el rancho grande sería la inspiración de la colombiana Allá en el trapiche (1943), descrita por Proimágenes como “Comedia musical que narra la historia de Dora, la hija del dueño de la hacienda El Trapiche”.

En el trapicheEstas portadas están exhibidas en la ‘Exposición virtual de carteles de cine colombiano’- sección de 1925 a 2021 de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano.


El peso musical lo lleva el compositor Emilio Murillo, acompañado por el Conjunto Típico Radio Mundial y la Orquesta Voz de la Víctor, con una selección de canciones como El trapiche, El guatecano, Barranquilla y Dos corazones. Además, interpretan El Mar y la luna, de Alberto Ahumada, y Ninfa divina, de José Macías.

Un fragmento de 28 minutos de esta cinta fue restaurado por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y el Instituto Distrital de Cultura y Turismo vía la Cinemateca Distrital de Bogotá, con apoyo del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y la Filmoteca Española.

Existió un periodo, según Torres, que algunos críticos denominan 'el cine bambuquero'. Así lo explica él: “La película ‘Bambucos y corazones’ (1945) incluye bailes y músicas tradicionales. En 1961 también se presentó ‘Mares de pasión’, con interpretación de bailes donde participa Delia Zapata Olivella”.

Mares de pasiónEstas películas representan la diversidad musical que se buscaba exaltar en esa época. Cartel de la izquierda: Retina Latina; derecha: Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano.

De la primera, Bambucos y corazones, dirigida por Gabriel Martínez, sobresalen composiciones de La Orquesta del Caribe, dirigida por Lucho Bermúdez, Los gauchos melódicos, Conjunto Panamericano y Emilio Murillo. Aparecen las cantantes Maruja Yepez y las hermanas María y Mercedes Pérez.

La trama se desarrolla en un pueblo donde el chisme y el decoro son moneda corriente, mientras que se exploran las tensiones entre la visión tradicional y moderna a través de sus personajes. La Fundación Patrimonio Fílmico conserva dos minutos de esta obra.

Otra película de este género es La canción de mi tierra (1945), dirigida por Federico Katz, una comedia musical folclórica que, a pesar de sus intentos por crear un ambiente típico y folclórico, no logró el éxito deseado y condujo a la disolución de Cofilma.

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En 1955, en el Teatro Junín de Medellín, se estrenó Colombia linda, de Camilo Correa. La historia de un joven que, al regresar al país, enfrenta el rechazo de su novia y amigos, quienes cuestionan su fascinación por lo foráneo.

En Farándula (1961) de Carlos Pinzón, con Otto Greiffestein como protagonista, se exploran situaciones del mundo del espectáculo entretejidas con canciones, entre otros, de Tony Moro, Alberto Granados y el Trío Simpatía. Una parte de la película se averió.

En un artículo para la revista El Malpensante, Jaime Andrés Monsalve, jefe musical de Radio Nacional de Colombia, escribe: “… Cómo habría sido ver a los artistas del rollo irreparable: Los Isleños, el clarinetista español Luis Rovira, la cantante Blanquita Sierra”...

CumbiaLa esencia de estos musicales eran las danzas y las músicas tradicionales. Carteles: ‘Exposición virtual de carteles de cine colombiano’- sección de 1925 a 2021 de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano.​

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Diez años más tarde, en Cumbia, dirigida por Zacarías Gómez, se cuenta la historia de Evaristo y su tambor, un personaje que sueña con la fama mundial, con Julio Aldana y Dora Cadavid como actores principales.

Hay música de Eduardo Cabas y Santander Díaz, además de canciones como La pollera colorá, La piragua, Yo me Llamo cumbia, Esclavo, Hijo de esclavo.

Años más tarde, aparece Tiempo para amar (1980), protagonizada por Claudia de Colombia, Julio Alemán y Amparo Grisales, y Tacones (1982), dirigida por Pascual Guerrero. Ambas ofrecen dos miradas al cine musical, el primero con un elenco estelar que se enamora con baladas, y el segundo ambientado en Cali, pura salsa, inspirado en West Side Story.

Por su parte, Ciudad Delirio (2014), dirigida por Chus Gutiérrez, fusiona la historia de un médico español que se enamora de una bailarina de salsa en Cali, destacando la música como elemento central de la trama en esta película colombo-española.

TaconesTacones está inspirado en el musical estadounidense West Side Story. Cartel de la izquierda: blog ‘Que viva nuestro cine’; derecha: portal ‘Movie Poster’.​


Costosas de producir​

Así, en Colombia, la influencia multicultural se refleja en su cine musical. Según Correa, al igual que la literatura, la música migró al cine, al teatro y la televisión para enriquecer el melodrama latinoamericano.

Esta tradición musical arraigada en Colombia se ve reflejada, actualmente, en series donde músicos colombianos protagonizan o inspiran historias de vida, resaltando la conexión íntima entre la música y la vida cotidiana.

“Para los colombianos cantar y caminar es casi lo mismo, es una cosa natural a nuestra cultura. En el Pacífico colombiano, por ejemplo, despiden a los niños con gualíes en los funerales. Eso hace parte de nuestro mestizaje”, afirma Correa.

Al revisar las películas musicales colombianas, es cierto que no hay muchas y que no se hacen con regularidad.

Según Augusto Bernal y Rito Torres, esto se debe a que cuestan mucho dinero, ya que se necesitan escenarios, artistas que canten, bailen y actúen, y se suma que hay que pagar por los derechos de las canciones.

Estas producciones ofrecen a través de sus números musicales una visión alternativa y escapista de la realidad, donde las voces y movimientos de los personajes construyen historias cercanas que contribuyen a enriquecer la experiencia del espectador.

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