Recuperar la admiración del asombro
Juan David Correa
Cultura para el cuidado de la diversidad de la vida, el territorio y la paz se llama este Plan quindenial que lanzamos esta tarde con todas y todos los colombianos. Un plan, como se sabe, es una intención, un proyecto, un modelo que busca sistematizar una actuación o una política pública que se elabora con anticipación para encauzarla.
Me gustaría entonces referirme a las palabras con las cuales hemos decidido encauzar esta serie de discusiones e ideas que comenzaron a promoverse desde 2019, cuando se pensó que era necesario promover un nuevo Plan de Cultura para renovar aquel realizado en la primera década de este siglo, tras cuatro años de existencia del Ministerio, en el año 2001. Se reunieron para dicho fin, en tres años, unas 98.000 personas, según cifras entregadas a través de asambleas y reuniones, muchas de ellas realizadas en uno de los años más dolorosos y complejos que hayamos atravesado como humanidad, que fue el año largo de la pandemia. Tras esas rondas, expertos, artistas, sabedores sistematizaron la información y produjeron un primer documento que me fue entregado al llegar al Ministerio. A casi todos los que participaron en esta primera etapa los conocía, y los conozco, y sé de su trabajo denodado por crear una institucionalidad cultural en el país, lo cual no es poco. A ellos, también, mi reconocimiento esta noche. Gracias a esas bases, pudimos entonces crear, a partir y con el enfoque de nuestro Plan Nacional de Desarrollo ‘Colombia, potencia mundial de la vida', una nueva propuesta que nos tomó seis meses. Consideramos que, aunque había en aquel plan decenal propuesto una estructura que podíamos aprovechar, era menester hacerlo coincidir con un país que se expresó a través de sus jóvenes, en los sucesivos estallidos sociales que comenzaron a producirse desde 2019, con la emergencia de sensibilidades y poblaciones excluidas que habían empujado por décadas un verdadero reconocimiento dentro del relato nacional, como los pueblos afro, negros, palenqueros, Rrom, indígenas, campesinos, poblaciones LGBTIQ+, entre muchos otros, con la tercera ola de emancipación feminista, con el fin de promover una transformación cultural que cuestione, desde la paz a ultranza, valores y costumbres desuetos que solo le han hecho daño a la sociedad como el clasismo, la aporofobia, el racismo, el centralismo y el patriarcado.
De esa manera, reunimos a quince personas que consideramos paradigmáticas y representativas dentro de esas sensibilidades y los invitamos a conciliar las propuestas de nuestro Plan Nacional de Desarrollo, con lo propuesto por los miles de ciudadanos que se expresaron, como lo dije anteriormente. Un verdadero plan se entiende a sí mismo como poroso, penetrable, discutible, perfectible. Los planes unívocos, autoritarios, que imaginan que deben mantenerse intocados, en general, fracasan. Esta, entonces, es una idea abierta, pensando a quince años distancia y ello, lo sabemos, es una especulación.
Por estas razones, creemos que las palabras de su título encierran los sentidos profundos de su propuesta filosófica. Hemos olvidado, como sociedad, que antes de que apareciera la seguridad, la vigilancia y todos los métodos coercitivos y punitivos como formas de control social, antes y ahora, hay sociedades y comunidades capaces de entender que cuando se cuida, se siembra; que cuando se quiere, se ilumina; que cuando se entrega libertad, se produce responsabilidad.
El cuidado, entonces, debe ser un nuevo principio esencial: por ello, insistir, a fuerza de fracasar o de ser mirados con extrañeza ante cualquiera de las instancias de poder comunitario, municipal, departamental o nacional, que no se está por fuera de la cultura y que sólo una puesta en marcha ambiciosa, decidida y audaz de poner en el centro de las acciones políticas, económicas y sociales de nuestra nación a las políticas culturales es una de las propuestas centrales de este Plan que piensa que una verdadera transformación social es, sin duda, una transformación cultural.
Un verdadero cambio de paradigma no se produce en unos cuantos años. Hemos vivido bajo uno, creado durante doscientos años desde la creación de la república, que ha dejado legados importantes, pero que desconoció sistemáticamente, y con mayor ascendencia en los últimos ochenta años, la segunda palabra de este Plan: la diversidad. Lo racional, la autoridad de lo único, como dice el profesor José Bernal Pastor en un texto llamado El rastro del otro en Jacques Derrida, nos quitó la admiración del asombro para trocarla por “la sordidez de lo temible. Lo que en otro tiempo fue la autoridad de lo único, enmascaraba ahora al omnímodo e insaciable poder ciego de lo exclusivo; la unidad de lo racional, uniformidad al servicio de una devastadora instrumentalización tecnológica; la inteligibilidad unitaria de las cosas, la destructiva homogeneización conducente a la aniquilación de las diferencias; y aquel pequeño pueblo asombrado de antaño había evolucionado hasta convertirse en la autocomplaciente civilización occidental, la mayor maquinaria política, económica y militar que nunca antes se haya puesto a disposición de la universalización de un modelo único de información de la humanidad y que no tiene el más mínimo reparo en emplearse, en reducir toda forma de vida y todo objeto que no se conformen con él”. Lo diverso y lo múltiple de una nación como la nuestra son la suprema oportunidad que tendremos de convertirnos en un ejemplo para el mundo: sólo con la consciencia de que los principios culturales, de cuidado y diversidad, podremos alcanzar una verdadera paz en los territorios colombianos que han sido olvidados por quienes han hecho crecer los centros de poder colombianos.
A ellos, hoy también, hay que darles la bienvenida a este nuevo país que nos proponemos, persuadirlos de vencer el miedo y la sospecha que tienen sobre los marginados, los pobres, los negros, los indígenas; invitarlos con decisión desde el estado a invertir juntos, a soñar, como dice la gobernadora del Chocó, Carolina Córdoba, a que es posible imaginar en un mismo lugar la fuerza de nuestros ríos, de nuestros dos océanos conectados por un canal interoceánico, en la vibrante fuerza de quienes fueron esclavizados y no han dejado de resistir y de insistir en que la cultura es la vida misma.
Para llevar a cabo este Plan se harán necesarias dos acciones centrales que les queremos proponer a quienes nos están viendo esta noche. La primera será presentar una reforma a la Ley general de cultura de 1997 que se armonice también con este nuevo país, bajo los principios que les he expuesto hasta aquí. La segunda, un verdadero fortalecimiento institucional que comience a poner en marcha, sin pausa y con decisión, un cambio en las formas de relación institucional desde el poder con las comunidades y los ciudadanos, la recuperación de al menos 300 cargos públicos para el Ministerio y la apertura de al menos cuatro oficinas regionales de este Ministerio en el país. Además, este Plan, que será actualizado y discutido según la historia nos lo vaya imponiendo, llegará en una versión popular y plegable a todos los municipios colombianos.
Hoy entregamos este Plan como posibilidad, abrimos nuestra mano para ofrecerla a ustedes. Estamos seguros que tendremos fracasos, pero la actitud tendrá la convicción de que una mejor sociedad es posible si aprendemos a reconocernos con la curiosidad y la generosidad que nos ha caracterizado culturalmente. Somos capaces. La esperanza es siempre mucho más poderosa, aunque más difícil, que el relato de la derrota que hoy nos quieren imponer de antemano.
Buenas noches y muchas gracias.