Tras un intermedio de una década, en 1984 el Festival de Teatro de Manizales reanudó su función. Atrás quedaron las visitas de figuras rutilantes de la literatura, como Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa y Ernesto Sábato. En esta nueva etapa, bajo una la batuta artística de Octavio Arbeláez, el festival asumió una nueva identidad: sería una especie de hervidero creativo.
Allí, se empezarían a mezclar, a cocción lenta, las enseñanzas de los grandes maestros de la escena latinoamericana con las propuestas de nuevos creadores, que más adelante ocuparían las primeras filas del arte escénico del continente.
En esa edición 1984, casi como un presagio, el grupo estadounidense Bread and Puppet Theater presentó Muerte y crucifixión de monseñor Romero, una especie de homilía que se tomó la Plaza de Bolívar, justo al frente de la Catedral de Manizales. A través del lenguaje de marionetas, este grupo representó la vida del sacerdote salvadoreño, defensor de los derechos humanos y asesinado en plena eucaristía.
La calle como escenario, y el escenario como espejo a las complejas realidades de Latinoamérica, continuarían siendo las marcas más profundas de este, el festival de teatro más antiguo de Latinoamérica -su primera edición fue en 1968-.
En 1984, año en que empezó la segunda etapa del festival, se presentó el grupo Bread and Puppet Theater.
Ya fuera en su teatro principal, Los Fundadores, o en otras salas como el Galpón de Bellas Artes o el Auditorio de la Universidad Nacional, e incluso en bodegas de fábricas abandonadas, el encuentro ha sido un crisol de la historia latinoamericana. Los espectadores han sido testigos de dramas familiares de la dictadura uruguaya contados a través de la ciencia ficción, de la corrupción que se tragó las ayudas destinadas para un pueblo boliviano que sufrió un terremoto, de la cotidianidad de dos exhibicionistas chilenos que juran ser la reencarnación de Marx y de Freud o de la Revolución México contada a través un Macbeth que sonaba como Rulfo.
Además de insignias del teatro colombiano como Santiago García, Ricardo Camacho, Carolina Vivas, Cristóbal Peláez, Fabio Rubiano, Beatriz Camargo, Misael Torres, Juan Carlos Moyano y los hermanos Heidi y Rolf Abderhalden, Manizales también ha recibido a creadores y grupos que hoy son leyenda de la dramaturgia latinoamericana.
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En esos escenarios emplazados en sus montañas escarpadas se han presentado el argentino Eduardo 'Tato' Pavlovsky, emblema del psicodrama teatral; el actor y dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra y los grupos Yuyachkani de Perú, Teatro Arena de México, Teatro de Los Andes de Bolvia, Malayerba de Ecuador, Rajatabla de Venezuela y Teatro do Ornitorrinco y Galpao de Brasil.
En este más de medio siglo, el teatro español también ha tenido su protagonismo con la presencia de José Sanchís Sinisterra, Ananda Dansa y La Zaranda, entre otros. Este último, un grupo de culto que suele estrenar sus obras en el Teatro Español de Madrid o el Teatro Romea de Barcelona, comenzó su historia en Manizales en 1988 con la presentación de su clásico Mariameneo Mariameneo.
Eusebio Calonge, dramaturgo de La Zaranda, destaca que uno de los valores de este festival es que no sólo pone a circular lo que se hace a nivel de continente, sino que abre la ventana a una diversidad de lenguajes de creación. Allí, dice Calonge, él conoció y aprendió de maestros como Tato Pavlovsky o el italiano Claudio de Girolamo.
La Zaranda, grupo emblemático del teatro español, presentó en 2018 'Ahora todo es noche'.
“Yo creo que la importancia está en ese equilibrio entre los maestros y lo que se descubre con esos nuevos impulsos de jóvenes compañías, esto cementa una tradición teatral y sigue haciéndola crecer. Manizales y el Teatro Los Fundadores lleno a rebosar de público para Zaranda son lugares míticos, que forman parte de nuestra historia", dice el autor de obras como Ahora todo es noche y Cuando la vida eterna se acabe.
De esos nuevos impulsos de los que habla Calonge, uno de los ejemplos más representativos es el uruguayo Gabriel Calderón, quien en Manizales ha presentado desde su primera obra, Mi muñequita – la farsa, que escribió a sus 17 años, hasta la más reciente, Constante. Calderón, quien actualmente dirige la Comedia Nacional de Uruguay, acaba de presentar su obra Història d'un senglar (o alguna cosa de Ricard) en el Festival d'Avignon, uno de los más importantes de la escena mundial.
Desde Francia, Calderón asegura que el Festival de Manizales para él ha significado, primero, una comunidad de encuentros y, segundo, una escuela. “Las primeras funciones que yo tenía que hacer eran a las tres y a las cinco de la tarde, en una universidad fuera del centro de Manizales. Yo decía: ¿quién va a ir a esas horas a una sala tan grande? Ver cómo, poco a poco, se iba llenando de jóvenes, de público general, de personas mayores, lo guardo en el corazón hasta ahora", dice Calderón.
El dramaturgo y director, que estrenó en Manizales Ex: que revienten los actores y La mitad de Dios, añade que en el festival aprendió y vio por primera vez obras de compañeros de Chile, Argentina, Bolivia y Colombia.
“Es una ciudad donde se valora el teatro, sus ciudadanos saben el valor de la cultura. Así que celebro su continuidad y ansío que sepan cuidar el oro que tienen allí", añade.
'Constante', de Gabriel Calderón, una de las obras más aplaudidas de la edición 2023. Foto: Andrés C. Valencia.
De la platea a la escena
Cuando estudiaba artes escénicas en la Universidad de Antioquia, la directora y dramaturga María Adelaida Palacio solía viajar en un bus hacia Manizales junto a sus profesores y compañeros. El objetivo era ver, durante dos o tres días, todas las obras que pudieran del festival de ese año.
Con los años, el festival se convirtió en un espacio de circulación para Palacio, pues actuó en varias obras de La Maldita Vanidad que se presentaron allí. Para la artista, esas presentaciones posibilitaron no sólo el crecimiento de las compañías invitadas, sino de la individualidad de cada uno de los artistas.
“Después, yo dejé de ser parte de La Maldita Vanidad, me dediqué a escribir y empecé a visitar el Festival desde otro lugar, desde una espectadora ya no estudiante, y me pareció maravilloso el movimiento de la ciudad y las posibilidades que brindaba con las charlas y con todos los espacios académicos", asegura.
Ya como dramaturga y directora, Palacio presentó en la edición de 2020 -que debido a la pandemia del Covid-19 fue virtual- una versión en radioteatro de Maravilla Estar, un homenaje al maestro Santiago García. Además, el año pasado, su obra ¿Quién es Margarita León? hizo parte de la programación.
'¿Quién es Margarita León?', de María Adelaida Palacio, se presentó el año pasado. Foto: Lina Castaño
Este año, el Festival realizará su 56.ª edición del 2 al 8 de septiembre, con invitados de México, España, Argentina, Brasil y Portugal. El Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes apoya el evento a través de la Lista Bienal de Proyectos de Interés Nacional 2024-2025.
Este año, una de las obras invitadas es 'Estela', del grupo de danza contemporánea L'Explose, escrita y dirigida por Juliana Reyes. Esta agrupación, que fundó el fallecido coreógrafo español Tino Fernández, se ha presentado en varias ediciones del festival desde su debut en 1998 con 'La irrupción de la nada'.
Reyes, que también estuvo en el festival como actriz en la obra 'Ruleta rusa' del antioqueño Víctor Viviescas, asegura que Manizales ha sido testigo de las diversas facetas tanto de su carrera como artista como la de L'Explose como compañía.
"Es el festival por excelencia, el que ha perdurado en los altos y en los bajos, y esa capacidad de resistencia y de resiliencia ha hecho que haya podido ver la evolución de todas las compañías colombianas y que haya marcado una mirada muy importante sobre lo iberoamericano", concluye Reyes.
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