Por: Mateo Barney
El carnaval de Riosucio, Caldas es una amalgama de saberes en torno a las artes manuales, la danza y lo que se conoce como “literatura matachinesca”.
Tradicionalmente, se congregaban, tras la figura del diablo, indígenas, colonos y esclavos africanos que convivían en esta región de explotación minera.
Se celebrado cada dos años en la semana de la fiesta de reyes (6 de enero) y es un acto simbólico que unió dos pueblos enfrentados históricamente en la región: San Sebastián de Quiebralomo y pueblo de La Montaña.
El carnaval además de ser un acto simbólico cargado de diversos elementos, es la empresa más importante actividad que más visibiliza al municipio de Riosucio en el país. Su afluencia de turistas reboza al municipio durante las festividades. El carnaval genera toda una cadena de producción y consumo alrededor de él. En la confección de vestidos, elaboración de tocados, disfraces y elementos propios para el carnaval se benefician varios sectores de la economía del lugar.
La Corporación Carnaval de Riosucio es la organización encargada de llevar a cabo toda la gestión y organización del Carnaval desde 1984. Hoy día hay un fuerte debate en la comunidad en torno al festival: Están los que lo ven como excelente oportunidad de generar turismo al municipio y celebrarlo cada año para traer más beneficios al territorio. Otro sector de la comunidad percibe que su crecimiento exponencial ha generado una afluencia de turismo que desborda a la ciudad y termina siendo el festival un evento entorno a los foráneos más que para las personas de la comunidad. Hoy el debate persiste donde la tradición y las costumbres de una comunidad atraviesan la delgada línea de la comercialización de una festividad popular.
Pasará el tiempo para saber si el Diablo de Riosucio vuelve a ser el mediador de una comunidad en disputa por su tradición.