Raiza Isabela Salazar aún resiste.
Aún les dedica una sonrisa a sus visitantes.
Aún los recibe con ternura.
Aún vive en su casa en el municipio de Dagua, cerca de Cali.
“Está animada, llena de vida, de propositividad, de lucha, de resistencia y abriéndose a los corazones que podemos tocarla con todo el respeto y el cariño”, asegura Déborah Skenassy, directora ejecutiva de Santamaría Fundación, una organización que busca exigir la garantía de una ciudadanía digna para las mujeres trans.
La relación entre Déborah y Raiza comenzó en Bogotá, en un evento nacional de personas trans liderado por Diana Navarro. Cuenta Déborah que, antes de este encuentro, ella ya había escuchado de Raiza y de su activismo.
“La parcería fue mucho más estrecha cuando la compañera manifestó la necesidad de ser acompañada en su caso concreto”, añade la directora ejecutiva de Santamaría.
Y es que este caso tiene algo de histórico.
Desde 2001, Raiza sufrió hostigamientos por parte de algunos habitantes de Dagua (Valle del Cauca), que la atacaron y la amenazaron para que abandonara el municipio.
La hostigaron por ser quien era.
El caso
Durante cuatro años, tuvo que soportar estos ataques e incluso, en 2005, le dispararon balas de salva, causándole lesiones graves, por lo que decidió abandonar su hogar. En 2009, Raiza regresó a Dagua, pero las persecuciones discriminatorias continuaron y, a pesar de denunciarlas ante las entidades competentes, no recibió la atención necesaria para detenerlas.
A través del acompañamiento jurídico del abogado Germán Humberto Rincón P., de la organización Synergia y de Santamaría Fundación, el caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en 2018 emitió un informe de admisibilidad según el cual el Estado debía asumir la responsabilidad internacional por su omisión y la no atención a los hechos violentos perpetuados contra Raiza Isabela Salazar.
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Luego de un proceso en el que participaron la CIDH y la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, se llegó a un acuerdo de resolución amistosa entre el Estado y Raiza y sus apoderados, en cuyo marco se llevará a cabo un acto público de reconocimiento de responsabilidad que ejecutará el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes.
Ese acto de reparación, liderado por Santamaría Fundación, se realizará este martes 19 de marzo en la Casa de Mono en Cali. El evento hace parte de la Semana de la Visibilidad Trans: Memoria y Reparación, que va del 19 al 22 de este mes.
“El ejercicio de Raiza siempre me ha parecido a mí de admirar. No solamente su activismo propiamente dicho, porque hizo mucho sola, sino toda la resiliencia y la tenacidad con la que esta mujer ha llevado ese caso a pesar de las afectaciones y los hechos victimizantes de los que fue objeto”, afirma Déborah Skenassy.
Portada de la video semblanza de Raiza Isabela Salazar que se proyectará en el acto de reconocimiento de responsabilidad este 19 de marzo.
Santamaría Fundación ha acompañado a Raiza desde que la activista presentó su caso a la Procuraduría del Valle del Cauca en 2011. El acto de reparación que prepara la Fundación incluirá, además de las intervenciones protocolarias, un recorrido por la exposición La guerra nos ha tocado, un performance poético, un conversatorio y una video semblanza de Raiza.
Común unidad
En todo ese proceso, el nombre de la activista se ha convertido en una especie de metáfora, pues se han desarrollado relaciones y encuentros con otras integrantes de Santamaría que han sido claves para potenciar su resistencia.
“El mejor nombre que le hemos podido encontrar al proceso es ‘enraizar’. A partir del caso de Raiza podemos significar cómo se ha movido la lucha trans en Colombia: nuestras madres, las mayores, que han estado y están antes que nosotras, enraizaron un fruto de vida, un árbol que hoy está dejando acciones transformadoras”, comenta Skenassy.
Por su parte, Renata Jank Vivas Antonelli, facilitadora de procesos de Santamaría Fundación, asegura que la relación con Raiza ha sido cercana porque, como personas trans, entienden que a partir de las experiencias comunes que han tenido que atravesar se construye una red de apoyo.
Renata relata que entre ellas comparten ese estar prevenidas con muchas personas, no porque esté en su naturaleza, sino porque hace parte de los mecanismos de defensa que han desarrollado como seres humanos frente a todas las adversidades.
“Cuando estamos en esos lugares que resultan muy violentos, hace falta llegar a espacios donde nos encontramos con otras pares, con las que nos podemos desprevenir, ser, estar, habitar y relacionarnos abiertamente como somos. Eso es lo que hemos visto en todo ese proceso con Raiza”, agrega.
Para Déborah hay otra palabra clave que suele ser muy usada en estos espacios de lucha: comunidad. Ella separa el vocablo en común –que se refiere a esa colectiva trans que es la sumatoria de experiencias y el desafío de construir futuros posibles– y unidad -que tiene que ver con sus individualidades y especificidades-.
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“La sujeta trans individual y la sujeta trans colectiva están apuntando a impulsar una lucha transformadora que nos permita tener mejores condiciones, acceder a estos asuntos que nos han prometido en el marco del Estado social de derecho y tener una vida en condiciones dignas”, asegura.
¿Qué sigue después del perdón?
Déborah Skenassy cuenta que recientemente estuvieron en el hogar de Raiza Isabela Salazar, en Dagua, para grabar un video de semblanza. Durante la grabación, una de las preguntas que Déborah le hizo a su compañera activista fue:
¿Qué pensás vos del acto de perdón?
“Ahí se tiró un discurso, que para nosotras es muy humano y supremamente humilde, en el que agradece que el Estado colombiano le pida perdón, pero dice que también debería pedirles perdón a otras mujeres que como ella han sufrido asuntos muy graves, y también debería pedirle perdón al movimiento indígena, al movimiento afro, a todas las poblaciones que han sido históricamente segregadas y violentadas”, dice Déborah.
La directora ejecutiva de Santamaría Fundación afirma que la organización comparte la mirada de Raiza y, de hecho, sus palabras de apertura del acto estarán muy en clave de llamar la atención sobre la necesidad de implementar acciones transformadoras que le permitan a la comunidad trans el acceso y el disfrute de sus derechos.
La Semana de la Visibilidad Trans: Memoria y Reparación incluye actividades como 'Historias enraizadas'.
Más allá de que este acto da cuenta también de ese espíritu resistente, comprometido y comunitario que ha impulsado tanto a Santamaría Fundación como a Raiza, también queda colgando la pregunta de ¿para qué el perdón?
“Raiza –dice Déborah Skenassy– hace consciencia de que sí, se le va a pedir perdón, pero en el sentido práctico eso no va a redundar en nada para su vida. Y lo pongo así en un dramatizado irónico: no le van a rebajar la leche, no la van a llevar gratis en el transporte, los vecinos no van a dejar de hostigarla, no va a dejar de recibir miradas rayadas cuando pase y la identifiquen como mujer trans”.
Renata Jank Vivas Antonelli insiste en el hecho de que Raiza tiene que convivir con las afectaciones psicológicas que le dejó la persecución que sufrió; más allá de ese punto clave, para ella el acto de reconocimiento de responsabilidad sienta un precedente significativo que marca el destino de la lucha de la comunidad trans.
Uno de los llamados principales en ese sentido es a que el Estado garantice que ese tipo de ataques no le vuelvan a suceder ni a Raiza ni a ninguna otra mujer trans en Colombia.
“Queremos el goce efectivo de esos derechos, que todavía seguimos sin conocer más allá del papel y del discurso, y queremos evidentemente conocerlo en la práctica para tener una vida libre de estigmas, de violencia, de discriminación y de todo lo que tenemos que seguir atravesando”, finaliza Renata.
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