Bogotá, 20 de julio de 2024 (@mincultura). ¿Sabías que hay un capítulo poco explorado en la historia del Hospital San Juan de Dios que se conecta con la celebración patriótica más importante del país?
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La Independencia de Colombia —que se recuerda en la fecha del 20 de julio de 1810, pero que implica un periodo más amplio— fue un proceso complejo que no solo supuso la ruptura con el imperio español, sino también la transición de un antiguo régimen a la modernidad política. En ese contexto, el papel del hospital, cuya fundación se fija en 1564, fue trascendental.
En la que fue su segunda sede, en la calle San Miguel —actual calle 12 entre las carreras 9 y 10 en pleno centro de la capital— y bajo la administración de la orden de San Juan, el hospital recibió y atendió a decenas de hombres que integraban las tropas que participaron en las batallas de la independencia.
El 16 de julio de 1818 Fray Lorenzo Amaya, provincial del Convento Hospital San Juan de Dios de Santa Fe, denunció que la gran cantidad de soldados heridos del primer Batallón de Numancia saturó el claustro del Hospital al punto que los fondos para dar asistencia se hicieron insuficientes, según lo relata el libro Los ejércitos del Rey. 1818-1819, de Fray Alberto Lee López.
Unas semanas después, para el 22 de agosto del mismo año, el prior de la orden de San Juan de Dios le expresó a José María Barreiro, quien tenía a su cargo las tropas españolas de la tercera división, su preocupación por una epidemia de viruela entre los militares en un momento en que el Hospital tenía sus camas llenas. Por esta razón, le sugirió aislar a los afectados para evitar el contagio y la hospitalización.
La concentración de personas, la precariedad y la proximidad favoreció la propagación de enfermedades infecciosas que diezmaron no solo a los militares sino a la población civil. En todos los casos, el Hospital San Juan de Dios intentó desplegar sus recursos humanos, económicos y hasta espirituales para atender, con celo y dedicación, a los heridos de la guerra.
El San Juan no solo contribuyó con la campaña militar de la Independencia, sino con el Estado Nación que era preciso construir tras la derrota de los españoles. De hecho, se constituyó oficialmente como el hospital de la ciudad, y fue reconocido y atesorado tanto por Simón Bolívar como por el General Santander.
Este último, en su calidad de vicepresidente, accedió a destinar una guardia al Hospital San Juan de Dios para custodiar al reo militar José María Sarmiento, como lo sugieren las fuentes incluidas en el Archivo Santander y publicadas por la editorial Águila Negra en 1916. Por su parte, Simón Bolívar emitió varios decretos sobre el funcionamiento del Hospital y sobre el de otras instituciones asistenciales. Con ello esperaba ordenar uno de los aspectos más importantes para la República: la asistencia en salud.
Tan relevante fue el San Juan en ese período de la historia de Colombia que Bolívar intentó, con sus normas, evitar la “dilapidación” de todas las rentas de los hospitales que estaban a cargo de los religiosos de San Juan de Dios, según consta en la Gaceta de Colombia número 399 del 8 de febrero de 1829. Los mayordomos de los hospitales de la orden de San Juan de Dios, —decretó Bolívar— “debían custodiar una de las llaves del arca en que se guardan los intereses que pertenecen a los pobres”.
Los comienzos en La Hortúa
Pero los vínculos del San Juan de Dios con la Independencia no terminan ahí. Un 20 de julio de 1913, hace 111 años, en el marco de la celebración del centenario y de los primeros impulsos modernizadores del siglo XX, se colocó la primera piedra en el terreno que ocupa la sede actual del Hospital, en la localidad Antonio Nariño. Este acto se llevó a cabo en el predio Molino de la Hortúa y consistió en la inauguración de la construcción de un conjunto de tres edificios que serían destinados al llamado ‘Manicomio moderno’, según el informe de la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca, una entidad creada en 1869 para intentar organizar los servicios de asistencia social.
Según el libro publicado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) Historia del Hospital San Juan de Dios de Bogotá (2016), con la colocación de dicha piedra se inició la construcción de un manicomio mixto con un edificio administrativo y los pabellones ‘Varones tranquilos’ y ‘Mujeres tranquilas’, basado en el diseño del ingeniero Ramón J. Cardona.
¿Por qué un manicomio? Como parte de los esfuerzos por organizar la asistencia social, en 1907 la Beneficencia de Cundinamarca empezó a buscar mayor amplitud en sus servicios. El Asilo de Locos, que había sido construido en 1873, ubicado en la calle 5 con avenida caracas, en la hacienda conocida como Ningunaparte, no daba abasto para la cantidad de ‘enfermos mentales’ que se recibían de todo el país. Además, según lo señala la publicación del IDPC, “los ‘locos’ habían sido expulsados —tal es la palabra— de los asilos de San Diego y el Aserrío”.
El predio denominado Molino de la Hortúa fue comprado por el gobierno del general Rafael Reyes (1904-1909) a varios propietarios por un valor de 100.000 pesos. En 1911, el gobierno de Carlos E. Restrepo lo cedió al Departamento de Cundinamarca con la condición de tomar posesión y construir en un plazo máximo de cuatro años. De lo contrario, el lote retornaría a manos de la nación. Ante la amenaza de perderlo, el Gobernador de Cundinamarca adquirió un préstamo con los bancos de la ciudad por 80.000 pesos. Así, el 21 de junio se instaló la primera piedra, pero el evento público se dio durante la ceremonia centenaria.
El manicomio nunca llegó a operar y los edificios que fueron construidos en esa primera obra se dedicaron a otros usos. Hoy en día son conocidos como los pabellones San Roque y San Jorge y el edificio Administrativo.
De
izquierda a derecha: Detalle de los edificios San Roque, Administrativo y San
Jorge. Foto: Ministerio de las Culturas.
La Junta de Beneficencia quería establecer un manicomio en terrenos más amplios y retirados de la ciudad y convertir el predio de la Hortúa en una colonia infantil a campo abierto. Sin embargo, a las 6 y 36 minutos de la mañana del 31 de agosto de 1917, la ciudad fue sorprendida por el terremoto que más destrucción y pánico ha dejado en sus calles. Eso obligó a que muchos enfermos del Hospital San Juan de Dios, que entonces se encontraban en su segunda sede de la Calle San Miguel, tuvieran que ser trasladados a los pabellones del predio Molino de la Hortúa. Como no había mobiliario, los pacientes fueron acomodados en el suelo. Casi un año después también se atendió en aquellos pabellones a las víctimas de la pandemia de gripe de 1918-1919, una de las calamidades sanitarias más graves del siglo XX en el mundo.
Finalmente, la Junta de Beneficencia acordó comprar los terrenos de El Tablón, cerca de la estación de Sibaté, para continuar el proyecto del manicomio en 1924. Según el documento notarial que registra la propiedad de los terrenos del hospital, citado por la publicación del IDPC Historia del Hospital San Juan de Dios de Bogotá (2016), el predio de la Hortúa fue entregado legalmente ese mismo año al Hospital San Juan de Dios, pero solo entró en funcionamiento en 1926. Allí comenzó otro capítulo.
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