CUENTOS, RELATOS
Y POEMAS
ESCRITOS DESDE LA CÁRCEL
“LIBERTAD BAJO PALABRA”
UN PROGRAMA DE RELATA
CUENTOS, RELATOS
Y POEMAS
ESCRITOS DESDE LA CÁRCEL
RELATA, RED DE ESCRITURA CREATIVA
Y TERTULIAS LITERARIAS
CUENTOS, RELATOS Y POEMAS
ESCRITOS DESDE LA CÁRCEL
RED DE ESCRITURA CREATIVA
Y TERTULIAS LITERARIAS
RELATA 2022
MINISTRA DE CULTURA
Patricia Ariza Flórez
VICEMINISTRO DE CREATIVIDAD
Y ECONOMÍA NARANJA
Jorge Zorro Sánchez
VICEMINISTRA DE FOMENTO
REGIONAL Y PATRIMONIO
Adriana Molano Arenas (E)
SECRETARIO GENERAL
Fernando Augusto Medina Gutiérrez
DIRECTORA DE ARTES
Ángela Marcela Beltrán Pinzón (E)
COORDINADORA DEL GRUPO DE LITERATURA
María Orlanda Aristizábal B.
EQUIPO DE LITERATURA
Santiago Humberto Cepeda
Vanessa Morales Rodríguez
Daniel García León
Andrés Giraldo Pava
Carlos Octavio Cómbita Villamil
Alexandra Paz
ASESOR Y EDITOR DE LIBERTAD BAJO PALABRA
Cristian Valencia Hurtado
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Paula Andrea Gutiérrez Roldán
PRODUCCIÓN EBOOK
eLibros Editorial
UNIVERSIDAD LA GRAN COLOMBIA
COORDINADOR DE LIBERTAD BAJO PALABRA
Álvaro Josserand Camargo Pérez
© MINISTERIO DE CULTURA,
REPÚBLICA DE COLOMBIA
© RED DE ESCRITURA CREATIVA Y DE
TERTULIAS LITERARIAS – RELATA
© DERECHOS RESERVADOS PARA LOS AUTORES
MINISTRO DE JUSTICIA Y DEL DERECHO
Néstor Iván Osuna Patiño
DIRECTOR GENERAL DEL INPEC
Teniente Coronel
Daniel Fernando Gutiérrez Rojas (E)
DIRECTORA DE ATENCIÓN Y TRATAMIENTO
Martha Isabel Gómez Mahecha (E)
SUBDIRECTORA DE EDUCACIÓN
Rocio Nataly Rincón Tobar
TEXTOS LOGRADOS EN LOS TALLERES
DE ESCRITURA CREATIVA DEL PROGRAMA
LIBERTAD BAJO PALABRA DEL AÑO 2022
PRIMERA EDICIÓN: DICIEMBRE DE 2022
ISBN: 978-958-753-549-5
ISBN DIGITAL: 978-958-753-550-1
Cristian Valencia Hurtado
Editor
ANTIOQUIA
Cárcel y penitenciaría de media
seguridad de Bello
¿Es Dios una casualidad o una coincidencia?
Carta a mi hija desde la prisión
Sebastián Rodríguez 1973 (seudónimo)
Dennys Alexander Aguilar Londoño
Cárcel y penitenciaría con alta
y media seguridad La Paz, Itagüí
Cartagena… entre el cuento y la realidad
Complejo Carcelario y Penitenciario
con Alta y Media Seguridad de Medellín Pedregal
Cárcel y Penitenciaría de media seguridad
de Puerto Triunfo
¡Volante, volante, volante!
O La Fuga
Edir Lezcano y Felipe Hernández
Lección de anatomía o añoranzas
ATLÁNTICO
Cárcel de media seguridad de Barranquilla
Harold Enrique Cantillo Mariano
Luis Hernando Quintero Gutiérrez
BOLÍVAR
Establecimiento Penitenciario
de media seguridad de Cartagena
BOYACÁ
Establecimiento Penitenciario de Mediana
Seguridad y Carcelario de Santa Rosa de Viterbo
CALDAS
Cárcel y Penitenciaría con Alta y Mediana
Seguridad de La Dorada
Instrucciones para contar una historia
Rafael Hernando Amariles Baquero
Establecimiento Penitenciario de mediana
seguridad y carcelario de Manizales
CAUCA
Establecimiento Penitenciario de Mediana
Seguridad y carcelario de Bolívar
Cárcel y Penitenciaría con Alta y Mediana
Seguridad de Popayán
¡Feliz cumpleaños mi hijo amado!
CESAR
Establecimiento Penitenciaría de mediana
Seguridad y Carcelario de Aguachica
Cárcel y penitenciaría con
alta y media seguridad de Valledupar
Como negarás que te amé en la ireverente distancia
CUNDINAMARCA
Cárcel y penitenciaría de mediana
seguridad de Fusagasugá
Establecimiento Penitenciario de Mediana
Seguridad y Carcelario de Girardot
Una celebración a pesar de la restricción…
Nuestro día en el retiro de Emaus
Juan Alejandro Villanueva Sanabria
QUINDÍO
Establecimiento Penitenciario de Mediana
seguridad y Carcelario de Armenia
En el infierno también se ríe
y en el cielo
también se llora
SAN ANDRÉS
Establecimiento penitenciario de Mediana
Seguridad y Carcelario de San Andrés
SANTANDER
Cárcel y Penitenciaría con Alta y
Mediana
Seguridad de Girón
Cárcel y Penitenciaría con Mediana
Seguridad de Bucaramanga
TOLIMA
Cárcel y Penitenciaría de Mediana
Seguridad del Espinal
Yonis Grarzón
VALLE
Establecimiento Penitenciario de Mediana
Seguridad y Carcelario de Cartago
Una historia de mi vida durante el encierro
Complejo Carcelario y Penitenciario
con Alta y Media Seguridad de Jamundí
En este libro convergen todos los géneros literarios de manera asombrosa. Difícilmente se puede encontrar un ejemplar parecido —salvo en las otras ediciones de Fugas de Tinta—, porque sería improbable que un taller de escritura creativa tuviera esta diversidad humana.
Si bien abundan autobiografías y relatos muy naif de situaciones personales, también hay piezas de literatura negra, ejemplos maravillosos de cuentos fantásticos y óperas primas de autores que podrían haber aparecido en revistas especializadas. El lugar común le casa a la perfección: en este libro hay de todo, como en botica.
Paso por alto conscientemente que las personas que aportaron sus obras a esta antología estuvieron privadas de la libertad; y lo hago porque prefiero creer que ya son libres y que andan por ahí contando sus historias en corrillos familiares o de amigos. Y que se llevan esta experiencia de pensar y de escribir para sus casas, como una de las mejores cosas que les pasó mientras estuvieron en prisión.
En vista de que la gran mayoría de relatos tienen cifras escritas en números, como editor tomé la decisión de unificarlas de esa misma manera. Para la gran mayoría de personas que hicieron esta antología se trata de cifras tan sólidas que suenan como si fueran de duro metal cuando las escriben sobre el papel.
Es importante reconocer el enorme esfuerzo del Ministerio de Cultura, que año tras año, puja y empuja este programa, y lo hace con el mismo empecinamiento hermoso de los artistas para sacar a adelante sus obras. Reconocer la voluntad del INPEC, que a pesar de todas las dificultades siempre hace su mejor esfuerzo para que el programa continúe; y agradecer, de paso, al equipo de talleristas de la Universidad La Gran Colombia, que por segundo año se ha encargado de estos talleres virtuales, al servicio de los noveles escritores.
Siempre será necesario hacer homenaje al creador del programa Libertad Bajo Palabra, el enorme José Zuleta Ortíz —premio Nacional de Novela 2022, con su libro Lo que no fue dicho—, porque además de todo se ingenió la única forma posible y permitida de fugarse de las prisiones del mundo: Fugas de tinta.
No existe en el universo ninguna entidad capaz de apresar la imaginación y la libertad que tienen los escritores del mundo, se encuentren en la situación que se encuentren. Valga entonces decir que este libro es una oda a la libertad de expresión, una oda a la libertad de pensamiento, y un homenaje a la gran ventana que ofrece la literatura para escapar y sobrellevar más ligeramente el implacable peso de la existencia y el tiempo.
CRISTIAN VALENCIA HURTADO
Editor
ANTIOQUIA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA
DE MEDIA SEGURIDAD DE BELLO
Yoana Pinzón
Director del taller
Luis Solrak 58
(Seudónimo)
Dos individuos se unen para realizar un atentado; han planeado la forma de hacer volar un C.A.I (Centro de Atención Inmediata). Consiguen un vehículo, lo cargan con explosivos y se disponen a realizar sus planes. Tienen detectado el punto donde se encuentra el C.A.I, para poner el vehículo cargado: es un barrio de clase media y tiene un parque donde concurren gentes de todas las edades. Cuando van llegando a una pequeña falda les falla el carro, un Chevrolett, y se bajan a empujar; en esa misma calle se encontraba un camión repartidor de gaseosas que estaba descargando o surtiendo una tienda; su conductor, un hombre de mediana edad y muy presto ayudar a su prójimo, mira lo que está pasando y se acerca a ellos. Les pregunta si puede ayudarles, ellos aceptan y él se une a empujar. Estando en esa labor mira la placa del carro y … ¡Oh Sorpresa! Es la placa de su propio carro un R.5 pequeño y viejo. Terminada la ayuda él se devuelve a su camión, en su serendipia, llama a la policía y les cuenta el incidente. Los hombres, como es natural, fueron detenidos. ¿Cuántas personas se salvaron al impedir este atentado? Las posibilidades de que esto ocurra pueden estar de una en un millón, que el dueño de la placa aparezca en ese suceso, en esa fecha, en ese día y en esa circunstancia.
¿Fue casualidad, fue coincidencia, fue Dios?
Sebastián Rodríguez 1973
(seudónimo)
Hola Hija:
Buenas noches. ¿Sabes? es difícil encontrar las palabras adecuadas para decirte cuánto extraño tus abrazos y decirte «hija te amo», yo sé que para ti ha sido más difícil y duro este tiempo que hemos estado separados, primero por estos muros y luego por la pandemia que nos azotó.
Pero hija, no puedo hacerte juramentos ni promesas vacías, lo que si te puedo asegurar es que la misericordia de Dios es grande. Que por esa misericordia ya todo esto que nos pasó se está acabando, y pronto estaremos juntos en familia y podremos disfrutar del tiempo juntos. ¿Sabes? yo tal vez nunca te lo he dicho y si te lo he dicho no te lo he repetido muchas veces como me gustaría, hija, tu eres el regalo más grande que la vida me ha dado, no te imaginas qué tan orgulloso me siento de ti ahora que te vas a graduar. Voy a tener mi propia enfermera en casa. Te amo hija, te amo, y te voy a amar toda la vida. Nunca pienses que el amor de padre se quiebra o se fragmenta, tú eres mi más grande tesoro, yo sé que tú tienes tus sueños, tus anhelos y tal vez en ocasiones sientas que todo se te derrumba a tus pies y que nada te sale como tu querías, pero ¿sabes hija?, si las cosas fueran fáciles la vida no tendría sentido, ¿no crees? Si te parece que no puedes es normal, pero no te des por vencida, pide la fortaleza a Dios y dí «yo soy hija de un Zuleta que jamás se ha rendido y sigue adelante». Tu puedes vencer todos los obstáculos que se te presenten.
Tal vez sea un hombre viejo y creas que por ser duro en algunas ocasiones, —bueno, casi siempre contigo—, no sea el más indicado para hablarte de sentimientos de amor, pero ¿sabes, hija? aunque no creas yo también tengo mis sentimientos, mi corazoncito, y te puedo decir que tu eres un ángel, una princesa muy hermosa.
El hombre que te conozca, se enamore de ti y te deje, ha de ser el más bruto y cavernícola del mundo y no te merece, ni merece una carita triste tuya. ¿Sabes, hija? Cuando menos pienses, y sin darte cuenta, el amor de tu vida llegará a tu puerta y vas a ser la mujer más feliz del mundo porque tú te mereces lo mejor.
Te amo hija. Dios te bendiga.
MEDELLÍN, 11 DE MAYO DE 2022
Kelvin Montero
Hoy es un día como cualquier otro, ¡claro! eso trato de pensar todo el tiempo para no confundirme y de esa manera no llegar a cometer ninguna locura, como tratar de matar a una persona o como tratar de fugarme o incluso tratar de matarme, aunque eso sería lo último en lo que yo pensaría. Sé que llevo mucho tiempo encerrado, pero esa no es la solución a mis problemas.
Hay veces que me siento tan pensativo, que de tanto pensar me dan dolores de cabeza. Por esa razón trato de cerrar los ojos para imaginarme afuera de este horrible lugar, y con los ojos cerrados me imagino lugares donde quisiera estar. Lugares como centros comerciales, parques acuáticos, las hermosas playas que la naturaleza me puede brindar para pasar un día agradable con mi familia; a veces imagino que tengo muchos viajes porque quiero conocer tanto como me sea posible. Pero quisiera que no solo sea en mi imaginación, quiero que todo se haga realidad en el momento que obtenga la libertad.
Ahora falta que el tiempo de todos los días pase mucho más rápido y para que mi estadía sea más corta en este lugar trato de leer, trotar, juagar al fútbol y de esa manera no sentir que estoy privado de la libertad.
Nosotros los presos somos la basura, la escoria de la sociedad, nos odian y nos señalan por los errores que alguna vez cometimos y algunas de todas esas personas son fiscales, alcaldes, diputados, congresistas, jueces y muchos otros, que son los verdaderos delincuentes. Los llamo bandidos con corbatas. Ellos hacen lo que quieren con nosotros, pero nadie les dice nada, nadie les juzga y nosotros tenemos que pagar por todas las fechorías que ellos cometen a la sociedad; por eso a veces me hago la pregunta ¿Qué pasaría si ellos estuvieran en mi lugar? me pregunto ¿Cómo se sentirían, que harían? me pregunto si llorarían, igual eso es algo que jamás voy a saber, pero sea como sea creo que igual sentirían y vivirían todo lo que yo he sentido desde el primer día en que entre a este lugar.
Espero salir pronto pero tengo que pasar por muchas pruebas. No será difícil, solo tendría que tener buen comportamiento todo el tiempo, solo tendría que asistir a la rebaja para redimir las horas diarias; las mismas que se convertirán en meses y luego en años para obtener por fin mi libertad.
J.E.O.
(Seudónimo)
La cárcel es un sitio que nos priva de muchos beneficios o comodidades. Nos limita físicamente, pero interiormente el que quiera sentirlo seguirá siendo libre, y podrá seguir soñando y luchando por sus ideales. Este sitio tiene una ventaja que se debe aprovechar y valorar mucho, pero mucho es mucho: el tiempo. Con el tiempo podemos adquirir conocimientos y destrezas, que incluso estando libres no supimos que las teníamos.
Con la lectura y con la escritura, con estas maravillas que cualquier persona puede usar, podemos adentrarnos en un mundo de aventuras y dejar volar nuestra imaginación. Ser muy creativos y lograr que las letras vuelen alto y lleguen lejos con esos mensajes que queremos transmitir y que no tienen límites.
Por todo esto decidí darle rumbo a mis pensamientos, decidí entonces leer mucho, documentarme, aprender y luego decidirme a escribir. Alguna vez me encontré con los recuerdos, y en especial con uno de ellos que plasmé con gran lujo de detalles sobre ese papel, y con muchos sentimientos que llegaron esa tibia tarde del mes de julio, mes en el que cumplo años. Esa tarde llegaron los recuerdos y escribí, sentí al final mucha alegría, una paz, una tranquilidad, que permitió sacar de mi corazón una pesada carga de culpabilidad que tenía desde mi infancia, que llevaba conmigo desde hacía cincuenta años, y que logré quitar de mi vida. Logré deshacerme de un peso angustioso, de este lastre por la culpabilidad en la muerte de mi hermano. Fue una terapia genial.
06 de septiembre de 2022, Bello Antioquia
Dennys Alexander Aguilar Londoño
«Acá hay que buscar formas de matar el tiempo… porque de lo contrario, ¡el tiempo te mata!»
Según la física y la ciencia, el tiempo es relativo. Aplicando las teorías científicas y llevándolas a la vida cotidiana de los seres No vivos en sociedad, el tiempo, llámese días o noches, pasa tan rápido entre tantas contadas y alimentos, que pasa desapercibido por aquellos que viven libres en sociedad: los vivos. Los vivos malgastan su tiempo entre consumos vanos, viven tan rápido que envejecen sin darse cuenta para perderse así en el olvido. Singularmente, los no vivos en nuestro tiempo prevalecemos en un éxtasis casi de criogenia, con una mentalidad joven, anhelando revivir algún día y continuar así el ciclo de consumo y olvido que nos lleve a envejecer y morir eternamente.
¿Y que es morir?
Morir puede tener muchas connotaciones. Para los budistas puede significar un nuevo ciclo, trascender o incluso llegar al nirvana; para otras religiones puede ser simplemente abandonar este plano terrenal, ser juzgados por nuestros actos buenos o malos, y luego ser condenados o bendecidos para vivir una eternidad en el infierno o en el paraíso; y así sucesivamente hasta llegar incluso a quienes creen que el cuerpo terrenal es solo materia del cosmos; que somos energía universal que al morir no se pierde, que solo nos transformamos en algo más que conforma el infinito, como lo señaló la teoría de la conservación de la materia energía.
Yo, precisamente, y mis otros yo interiores, pensamos que la palabra correcta para designar al cosmos es «multiuniverso», perfecto y singular multiuniverso creado por una fuente superior, llámese Dios, Yahvé, Alá, Buda, etc, Un ser que no diseñaría un espacio tan basto y limitado en vida creando «muerte», más bien crearía un recurso universalmente natural de renovar, reciclar esa vida, esa materia y energía. En la naturaleza infinita hay equilibrios, nada es a la suerte. Ahora bien, si lo vemos mejor, la muerte es un paso natural. Verdaderamente morimos al ser olvidados y desapegados de los corazones de aquellos que nos conocen y/o aman, mejor dicho, aquellos seres de los cuales formamos parte.
En este lugar donde estamos los No vivos, tiende a pasar este fenómeno fúnebre tan frecuentemente como si fuese un invierno perpetuo. Tomo de ejemplo el fenómeno de la niña «destrucción de corazones a su paso»; esto realmente es morir, morir de olvido es peor que morir de una grave enfermedad. Los No vivos sabemos cómo se siente. Basta con una llamada para escuchar un silencio eterno en un día a día de cuatro muros fríos, en donde nadie quiere a nadie.
ANTIOQUIA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA
CON ALTA Y MEDIA SEGURIDAD LA PAZ, ITAGÜÍ
Sandra Fúquene
Director del taller
Javier Salazar Viana
Hoy el sol sale a su nombre, solo puede irradiar frente a su presencia, al compás de tan soberbio caminar, el mismo con el que silente jaguar va por doquier. Su inconfundible silueta, aquella, la que en tantas ocasiones mis ojos viesen pasar por la misma calle mientras algo quería salirse de mi pecho en desaforado latir, sin dejar pasar el cautivante tono en tan dersa piel y sus delicadas líneas de flameantes labios cual tierna sandía.
Eres inspiración e insignia, eres la fresca tentación, el idilio de la más hermosa canción de Willi Colón; eres el cataclismo de mi vida, esa mezcla de niñez y experiencia —aunque más lo primero que lo segundo—; pero eso no es tan grave. Lo más grave es el temor a perderte y perderte después, aun sin haberte tenido; lo grave es la confusión de la embriagadora sensación, ese desdén de ideas puestas en libertad al azar del poniente mundo, el mismo que a mi mente engaña sembrando míticas ideas convertidas en imaginarios celos, mientras mi alma grita sollozante. Baldío el barco sin mástil e inútil la vela sin viento.
Vano recuerdo de mis manos cansadas recorriendo los fragantes caminos de sus cabellos, cabalgando en aras del amor. Quise la estatua, adoré la diosa, construí un puente indestructible para no perder de vista todo aquello que debo olvidar. Mi táctica es pasar del sollozo en trémula noche a la escala del júbilo; mi estrategia en cambio es habitar en cada nuevo instante… ahora que todo tengo y nada poseo. De manera esquiva me acerqué a las cosas mas queridas. Comprendí los robles y las rosas en mitad de la mañana; el cielo y el agua le dieron esa leve melodia a su nombre. Como los lirios en medio de la diademada yerba, cual rocío diera honor a coronar tan majestuoso ser.
Raúl Rodrigo Ospina Ortiz
A la memoria de ese fantástico pasado de la ciudad que ha inspirado y conjugado el arte, la literatura y la arquitectura; Cartagena, histórica plaza militar de la América Española, hoy declarada por la UNESCO Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Este texto es una narración descriptiva basada en hechos y situaciones conmemorativas, mientras su autor discurre de manera imaginaria, acompañado de su ratón, y resaltando hechos y situaciones, tanto de su vida, como de la historia de Cartagena; algunas veces hechos rústicos o sofisticados pero llenos de solemnidad, respeto y admiración por los acontecimientos sucedidos en uno de los territorios más importantes de Colombia, Cartagena de Indias, además de la influencia que tuvieron sobre ella personajes importantes de la historia, dentro de lo cual se citan tres en particular: el Rey Felipe II de España, Simón Bolívar y Gabriel García Márquez.
Después de despedirnos mi ratón y yo de mi esposa Beatriz en nuestro hogar en Medellín y luego de un largo viaje de doce horas llegamos a la ciudad de Cartagena. Mi ratón era un hermoso ratón hámster blanco, que desde el primer instante que lo vi me vino a la memoria el nombre de «Gabo», y así lo seguí llamando. Lo conocí en una tienda de venta de mascotas unos meses atrás. Recuerdo el día que pasaba por allí, no sé por qué ingresé curioso, como si algo me hubiera llamado la atención, y allí lo vi, en una de las jaulas al lado de otros especímenes iguales a él. Este ratón, que ahora es mi ratón, cuando me vio se acercó al enmallado de la jaula y aferrándose a la rejilla, en ademán de escudriñarme como si quisiera decirme algo o saber quién o qué era yo, en movimientos rápidos y emocionados dirigió su hocico hacia mí, que lo miraba con detenimiento, y él, como tratando de preguntarme algo parecía exclamar: ¿quién eres tú?, ¿qué haces aquí?, ¡llévame contigo!... Nunca he estado de acuerdo con este tipo de negocios que hacen contrabando con animales, pero de alguna manera tenía que obtener esta hermosa criatura, ¡sí!, ¡te llevaré conmigo!, le dije. Lo compré, y desde entonces nos hemos vuelto inseparables.
Mientras acariciaba mi ratón y disfrutábamos de unas ricas obleas, que de paso por el sector había comprado en una venta ambulante, y de la agradable luminosidad del crepúsculo del atardecer producto de los últimos rayos del sol, el reflejo de los arreboles, la alegría de las personas del lugar, el movimiento rutinario de la ciudad y de uno de sus principales sitios turísticos (la famosa torre de la gran puerta del reloj) venían a mi pensamiento los recuerdos de ese pasado inolvidable de Cartagena, ciudad de femenino engalamiento con que se rodea ahora este corralito de piedra, y desde hace mucho rato, lugar escogido por grandes personajes de nuestra historia de los cuales ya hemos nombrado tres y a quienes haremos una corta referencia más adelante, porque son parte fundamental de la historia de esta ciudad.
Es así, que mientras continuábamos recorriendo la ciudad y llegábamos a un sitio desde donde se divisaba, a unos cien metros, la escultura de la India Catalina iluminada por los rayos de luz de neón de las lámparas de los alrededores (bueno, esta es otra historia bien interesante para comentarla en otra oportunidad), de pronto se escuché una voz que me llamaba: ¡señor!, ¡señor!, exclamaba alguien desde una venta de frutas del lugar. Se trataba de una niña de aproximadamente seis años, vestida con ropa ocasional.
—¡Señor!, ¡señor!,¿ese ratoncito es suyo?
—¡Sí!, exclamé con curiosidad.
—¿Me deja acariciarlo? —me dijo.
—¡Sí claro!, ¡ven con tu mami! —le dije.
Su madre se encontraba en ese momento pagando la manzana que ya la niña se estaba saboreando,
—¿Cómo se llama?
—Gabo —le respondí.
—¿Gabo?¡qué lindo!, ¡ven!, ¡ven Gabito!...
Entonces el ruido del rechinar de los rodillos del carro de la venta ambulante de frutas me devolvió a los pensamientos y a los recuerdos del pasado…
… El lento pero inexorable paso del tiempo trajo consigo, en el siglo XIX grandes penalidades durante la independencia y la República, a decir: sitios impuestos por Bolívar y Morillo; tomas a manos de distintas facciones de las contiendas civiles, bloqueos navales de Inglaterra, Francia e Italia en reclamo de deudas. Dieciocho ataques totalizaron la historia militar de la ciudad. Aunque fue la primera provincia en declarar la independencia absoluta de España en noviembre de 1811, fue también la primera en sufrir el asedio que le impuso el rey Felipe II —el propio constructor de las defensas de esta Cartagena de nuestro pasado— al emprender allí la reconquista en 1815, con el costoso sacrificio de un tercio de la población.
Sumido en mis pensamientos y en mis recuerdos, los recuerdos de este nuestro pasado glorioso, me había olvidado por unos momentos de Gabo y su nueva amiga que, sin darme cuenta cómo, le había entregado la bolsa con el contenido de los pedacitos de las obleas que había resquebrajado para irla compartiendo con mi querido amigo y compañero. Esta preciosa y cariñosa niña desbocaba toda su atención en el ratón con el beneplácito y comprensión de su querida madre, que también terminí hechizada por mi ratón que tampoco escatimaba oportunidad para saltar y recorrerlas por sus brazos y cuerpo. Observando el ir y venir de transeúntes y el acosado flujo de vehículos, me percaté de uno en particular de servicio público que se estacionó delante de la venta de frutas. Se bajóun hombre de aproximadamente uno con setenta de altura, tes morena, moderadamente vestido de ropa propia para trabajar.
—María, Susana, ¿qué hacen?, ya es muy tarde —dijo.
—Es mi esposo!, anotó María.
Solo en ese momento caí en la cuenta que en ningún momento nos habíamos presentado. María era la madre de la niña y Susana el nombre de la pequeña
—Buenas noches!, me llamo Rodrigo y voy de paso por el lugar mientras hago remembranza del pasado de esta agradable e histórica ciudad.
—Mucho gusto, soy Carlos y vengo por mi esposa y mi hija, pero veo que están bien entretenidas con ese bello ratón, ¡es un hámster!, ¿verdad?
—Sí, y muy especial por cierto —le contetsé
—Bueno, mis mujeres —dijo don Carlos—, se nos hace muy tarde, y recuerden que tenemos compromisos mañana muy temprano
—¡Sí papi —contestó la niña con tristeza y se despidió de Gabo.
Se subieron al vehículo y se fueron alejando entre el tráfico, rápido en la distancia, dejándonos solo a mi Gabo y yo con los recuerdos de la historia de esta ciudad
De nuevo hundido en el abismo insondable del pasado histórico de Cartagena con mi ratón aferrado a mi hombro y la brisa cálida pero refrescante proveniente del océano Atlántico golpeando sobre nuestros rostros, testiga muda de todos estos acontecimientos ocurridos de los cuales vale la pena resaltar el de la imagen del prócer más importante de nuestra independencia, Simón Bolívar, en el marco de su «Manifiesto de Cartagena». En el escenario mismo de esta ciudad que fue camino obligado para nuestra emancipación.
Simón Bolívar en su Manifiesto de Cartagena de Indias, el 15 de diciembre de 1812, luego de la caída de la Primera República en el momento mismo de la Independencia de Colombia y Venezuela, hace un análisis crítico—reflexivo de los errores militares, políticos e institucionales; así como también de las debilidades sociales, económicas, naturales y religiosas que condujeron a la caída de la Primera República.
Se hace necesario recordar, en nuestro pequeño recorrido por la historia de Cartagena, que Simón Bolívar (1783—1830), fue el más importante de los caudillos de la emancipación. Prócer de la Independencia latinoamericana y luchador infatigable en pro del panamericanismo.
A la muerte de Bolívar, tras el asesinato de Sucre, se pone punto final a la Gran Colombia, la única que permaneció unida hasta 1830, bajo su dictadura.
En cuanto a Cartagena, sigamos viajando, acompañados de mi ratón en nuestra imaginación, y evoquémosle un día cualquiera doscientos años atrás:
En las calles llenas de bullicio los pilluelos juguetean, las gentes chismorrean y se mesen —como hoy— a la puerta de sus casas; piquetes de soldados marchan por la calzada arrastrando cañones de un fuerte a otro; carruajes de caballos, silletas cargadas de negros y burros repartidores de agua. En las playas, los traficantes que subastan esclavos; pregoneros, vendedores de frutas y lectores del Gobernador de los edictos del tribunal de la inquisición. A esta Cartagena colonial acude cada año el convoy de galeones, portadores de mandatos reales, oidores, armas, esclavos y mercaderías…
Hoy, continúa erguida e imponente, enmarcada por el mismo paisaje de otrora, esta antigua ciudad encerrada por sus gruesas murallas y a los pies del inmenso fuerte —el más grande castillo militar americano, San Felipe de Barajas— con el viento del océano golpeando sobre ellos y el tic tac del reloj de la torre, que seguía marcando el tiempo sin cesar al ritmo de los años,
Si, Cartagena, que fue la gran plaza militar de la América Española, a ella dedicó Felipe II un histórico lamento por el costo excesivo de sus fortificaciones. Fueron tres siglos de ruda defensa, primero contra los indios, después contra las potencias europeas enemigas de España, corsarios y aventureros, y una gran galería de atacantes ingleses y franceses. Aun hoy, los cartageneros recuerdan con orgullo dos de esos episodios; la legendaria victoria ante la flota inglesa del Almirante Edward Vernon en 1741, y una dolorosa derrota ante el asedio que le impuso el Rey.
Hoy en día, si la miramos desde lo alto de una aspillera de cañón en lo alto de los baluartes, entre la fronda de árboles añosos, nos daremos un minuto de imaginación hacia ese maravilloso pasado, donde Cartagena ha sido nuestro más auténtico regalo.
A mediados de los años sesenta se comenzó la restauración de su sector histórico. Sus buenos efectos están a la vista, y los confirma la declaración de la UNESCO, que hace poco consagró a Cartagena como Patrimonio Histórico de la humanidad. Hoy en día es Distrito Turístico de Colombia. Esto, para muchos, es prenda de garantía de la supervivencia de este valor histórico colombiano y latinoamericano.
Pudiéramos seguir hablando de Cartagena, porque hablar de Cartagena es algo mágico, como mágicas son sus murallas y su arquitectura, sus atardeceres, sus costas, la música, el aire, la temperatura y la energía de sus gentes. Hasta su cocina está inspirada en los atardeceres, los olores y la música de sus costas con la playa y la brisa del mar soplando sobre ella como en eterna invitación a disfrutar del siempre escenario perfecto de La Heróica.
Cabe anotar, finalmente, que este mismo mar y su contexto histórico fue también motivo para la inspiración de nuestro otro referente, el novel de Aracataca, Gabriel García Márquez, el cual tuvo muchas razones para su gran amor por esta antigua e histórica ciudad amurallada. Así la recuerda el Nobel en Vivir para contarla:
«Habíamos llegado a la gran puerta del Reloj. Durante cien años hubo allí un puente levadizo que comunicaba la ciudad antigua con el arrabal de Getsemaní y con las densas barriadas de pobres de los manglares, pero lo alzaban desde las nueve de la noche hasta el amanecer. La población quedaba aislada no solo del resto del mundo sino también de la historia. Se decía que los colonos españoles habían construido aquel puente por el terror de que la pobrería de los suburbios se les colara a medianoche para degollarlos dormidos. Sin embargo, algo de su gracia divina debía quedarle a la ciudad, porque me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer».
Desde de su época de estudiante, Gabriel García Márquez había tomado la decisión de continuar sus estudios en Cartagena de Indias, pues para entonces ya maduraba la idea de ser escritor y no abogado como querían sus padres. «Comerás papel», le dijo su padre cuando se enteró de su determinación. Se retiró, entonces, de la Universidad Nacional de Bogotá, donde cursaba su primer año de derecho, carrera que continuaría luego en la Universidad de Cartagena.
Después de este emocionante recorrido por la historia y por la maravillosa ciudad de Cartagena y con el recuerdo de nuestros amigos, María, Susana y su esposo y padre Carlos, sin darnos cuenta habíamos llegado a la terminal del transporte, mi ratón y yo. Compramos, entonces, el pasaje con destino a mi querida ciudad de Medellín, abordamos un pulman, y mientras nos alejábamos de la ciudad, ésta parecía volverse más pequeña, solo el imponente Castillo de San Felipe de Barajas seguía allí, fijo, en el fondo del horizonte, iluminado por los últimos reflejos de sol de ese hermoso anochecer; se mantenía fijo como fiel testigo, como dándonos a entender, «¡aquí estaremos por siempre!»
Me recosté en el espaldar de la silla reclinable, tomé mi ratón que en la misma cajita donde lo había traído. Gabo estaba feliz, se se daba gusto con los pedacitos de oblea. Mientras tanto, desde el equipo de sonido ubicado al lado del conductor del vehículo, llegaban a mis oídos los acordes de una melodía argentina, «suavemente», interpretada por Armando Moreno, con la orquesta de Enrique Rodríguez, que decía:
«Suavemente yo, mi amor te di/ Suavemente tu viniste a mi»
Y traje a mi memoria recuerdos hermosos. Los momentos de aquellos días en que conocí a a Beatriz, la que hoy en día es mi esposa y la madre de mis tres queridos hijos y con ellos nuestros nietos y bisnietos, pero ello, ya es otra historia.
Bibliografía:
Hombres de América, José Enrique, 3° edición.
Historia Universal, Cesar Cantú, tomo 38.
Nueva Historia de Colombia, Planeta Colombia Editorial.
Revista Semana 201, La heróica celebro sus 200 años de independencia.
Trascendental
(seudónimo)
Es un hermoso día primaveral, el sol anaranjado, resplandeciente, un cielo azul celeste relajado, tranquilo, que lo adorna e interrumpe la gran variedad de aves, unas rápidas, otras lentas, coloridas y el inmenso bosque reflejando tonos verdes oscuros y verdes claros, con grandes árboles de colores, hermosas flores multicolores revoleteando sobre estas, además de un gran lago transparente.
En el bosque hay una gran colonia de hormigas, todas ellas muy activas, trabajadoras. En esta colonia hay una hormiga especial; la hormiga Margarita, es joven, bonita, tierna, optimista. La hormiga Margarita se quiere independizar y construir su propia casa. Margarita es muy creativa y visualizó mentalmente la casa de sus sueños: grande y bonita como un volcancito; parece que la hormiga Margarita quiere una casa diferente de las demás. La hormiga Margarita escogió un pequeño y hermoso valle para construir su casa, sin embargo, en el lugar hay una roca que obstaculiza la construcción y alcanzar su tan anhelado sueño.
La hormiga Margarita ha estado pensando cómo echar la roca de este lugar. Se le ocurrió la idea de ir donde sus hermanas y pedirles ayuda. Claro que sus hermanas son arrogantes, orgullosas, egoístas; igual les dijo: hermanas voy a construir una casa ¿me pueden ayudar a echar una roca? sus hermanas con movimientos corporales, tonos modulares e indirectas manifestaron su negativa. ¡Qué hermanas tan insensibles y nada solidarias! Desconcertada la hormiga Margarita no dejó de seguir mirando y pensando que solución darle a esta situación. Se acordó de su amiga Sara, la cigarra, solicitándole y suplicándole su ayuda para cambiar de lugar la roca. Sara se estremeció, desatendió a la hormiga Margarita y con aires de envidia moduló con un rotundo no y se fue corriendo. La hormiga Margarita se indispuso, afligió, se sintió desgraciada, insignificante y rompió en sollozos. Lloró y lloró tanto que se formó un río de lágrimas que generó la suficiente fuerza para desplazar la roca. Sorprendida, la hormiga Margarita, aún con lágrimas en sus ojos se puso henchida de alegría. Gritaba, brincaba y brincaba de felicidad, pues ya podía darse a la tarea de construir su anhelada casa que había imaginado. La hormiga Margarita fue progresando en la construcción de su casa y también en los preparativos de un festín para celebrar tal acontecimiento.
Cumplida la tarea de construir su casa linda y grande, la hormiga Margarita contrató hormigas payasas, músicos, malabaristas y preparó una suculenta cena con ricos aderezos y licores. Complacida la hormiga Margarita y teniendo todo listo invitó a toda la colonia de hormigas a su celebración, a sus hermanas y a su amiga la cigarra. Apareciendo la penumbra fueron llegando los invitados con sus llamativos atuendos y peinados. La anfitriona, la hormiga Margarita, sorprendió a los invitados con un vestido color violeta oscuro y un velo suelto violeta claro, un hermoso peinado del cabello recogido sobre su cabeza y unos labios color violeta claro. Todos estaban alegres compartiendo felices y acompañando a la hormiga Margarita. Algunos invitados disimuladamente, cuchicheaban entre ellos cosas que sucedían en la celebración. Fue una fiesta alegre, ruidosa y celebraron hasta altas horas de la madrugada.
Luis Alberto Triana Llano
Ahora podrá acceder no solo a la educación básica, sino, también a la media, a nivel técnico, e incluso tecnológico o profesional. Ha llegado desde lejos, tan lejos que su vereda no aparece en el mapa. Cuenta que para llegar al área urbana de su pueblo debe trajinar a lomo de mula unas cinco horas, que caminando son casi ocho, eso sí, sin descansar. Tiene una mirada tranquila, refleja la nobleza de nuestros campesinos, pero triste, claro, como no estarlo, jamás se imaginó que estaría en una cárcel. Es prácticamente un niño, su cuerpo apenas formado y su escasa estatura reflejan serios problemas de nutrición. Ya le apodaron «chinga», pero no nos engañemos, Fernando es un adulto, tiene 22 años y una serie de delitos encima.
Desde niño Fernando trabajó, sí, aunque al parecer son incompatibles estas dos palabras, trabajó y trabajó como lo hacen los adultos; al punto que sólo una vez fue a la escuela. Recuerda la felicidad que le invadió su menudo cuerpo cuando su papá le dijo que la primer semana de enero iban para la escuela de la vereda; casi de inmediato su rostro se sonrojó, se alegró tanto que eso era una nueva sensación, nunca en sus nueve años de vida había estado feliz, estaba alegre. Pronto iniciaría ese maravilloso viaje a través de culturas, saberes, historias, datos, teorías, problemas, soluciones, leer, escribir, sumar, restar, entender, educarse, es decir, a lo que coloquialmente le decimos «salir adelante». Fernando hizo un viaje virtual, imaginado, por esa realidad; sin embargo, la alegría e ilusión poco le duró.
Nandito, desgarbado, de ojos negros y cabellera dorada mantenía a su corta edad una mirada triste, esa mirada de los sueños no soñados, de los sueños inalcanzables. Sin embargo, esa primera semana de enero Nandito estaba radiante, feliz y más inquieto que de costumbre. Estaba preparado para su viaje a la escuela de la vereda y esto lo tenía al borde de la locura infantil, pero no imaginaba lo que pasaría. Nandito tenía una intuición, ¿una mala intuición?, no lo sabía, lo que había notado era que su mamá no se levantó a organizar su lonchera, no hubo maleta con cuadernos y lápices, no hubo uniforme.
—¿Pá, a que vamos a la escuela? —preguntó inocentemente .
—Nandito, vamos a jornaliar, hay que desyerbar toda la escuela, ya casi entran los niños a estudiar —contestó el padre pausadamente.
Esa fue la única vez que Nandito fue a la escuela, ¡llora recordándolo!
Nunca olvidó ese día; a pesar de la maleza y la maraña ocasional y en este caso vacacional, Nandito observó con una mezcla de alegría y tristeza aquel derruido caserón pintado de rojo con blanco, paredes de barro y caña brava con tejas de hojalata; era linda, pequeña, humilde y de alguna manera muy particular, era como su casa, pero se notaba un aura de alegría, de conocimiento, de vida. Al llegar, y saber que no podía estudiar, la tristeza le invadió su enclenque cuerpo a tal punto que recuerda que cuando su hermanita le llevó el portacomida, ni la probó, no le provocaba. Solo quería lo que no podía tener, solo quería educarse, y lo que consiguió fue una cicatriz, no solo en el alma, sino en su pierna izquierda debido a un corte limpio, delgado y profundo que se propinó al estar desyerbando ypensando en su educación.
Nandito se sintió morir, no por el corte, al fin y al cabo la hemorragia cesó; sintió que se perdía, que no podría avanzar en la vida, todas sus ilusiones se hicieron trizas, todas sus expectativas se destruyeron. Su padre, sin saberlo, lo estaba encadenando a una vida sin oportunidades. Una serie de eventos infortunados terminaron por traerlo a la cárcel, donde Fernando, si le va bien, saldrá una vez haya cumplido su condena —si no se mete en otro lío, que no es difícil—. Tal vez quiera estudiar, quiera hacer valer ese derecho fundamental que a Nandito le negaron porque la educación es un derecho para todos los seres humanos y es una obligación del Estado. En la cárcel, el Estado debe proveerle el acceso a la educación. Con ello Fernando volverá a ser «Nandito»y explorará ese mundo perdido que sin saber muy bien por qué, le fue negado; a
Hoy, 13 años después de la visita a la escuela, su padre, Don Fernando, aún recuerda este incidente, y no porque se haya asustado con la herida de su pequeño Nandito, sino en su conciencia. Se lo carcome el recuerdo y se atormenta por haberle cerrado las puertas de la educación a su hijito. ¿Qué hubiera sido de su vida y la de su familia si Fernando hubiera estudiado? En su insomnio en medio de una noche calurosa de verano se promete y le ruega al Divino Corazón de Jesús, que, a su nieto, a Fernandito el hijo de Fernando, no le falte el estudio, porque el sí «saldrá adelante».
Fernando decidió dejar a Nandito en el pasado. Esa mañana se afeitó, a pesar de que no era domingo. No esperaba visita. Y aunque era un miércoles, se vistió como si fuera para visita. Salió del pabellón, caminó a paso firme hasta el área de educación del penal, preguntó y le orientaron sobre lo que debía hacer para estudiar. Pronto tuvo la documentación necesaria y empezó a estudiar.
El tiempo, aquel sempiterno guardián de la pena ya no pasaba igual de leeento como antes, ahora era más fugaz. Le parecía que había sido ayer cuando empezó a estudiar, pero ya estaba a punto de graduarse de bachiller, ¡no se lo podía creer!
Fernando hablaba, dialogaba, debatía y en uno de esos acalorados debates con los compañeros de celda sobre lo parcializados que son los medios de comunicación; le increparon:
—¡Así es el sistema, nada puedes hacer! o ¿Qué vas a hacer? —le dijeron.
Esto, para Fernando fue su motivación y decidió estudiar comunicación social, a punta de bolsos de hilo pagó la universidad; en su tránsito no presencial por la universidad aplicó la teoría con la praxis cotidiana en la penitenciaría; se preocupó por el estado de la comunicación en la cárcel; pero no se quedó preocupado, se ocupó. Ahora el penal cuenta con un canal de televisión propio, y una emisora de radio que se puede sintonizar vía Frecuencia Modulada (FM) o directamente en la aplicación JailRadio APP.
Fernando está próximo a recuperar su libertad. Son casi 12 años sin salir. Esto le asusta pero está animado. Si logró educarse estando privado de la libertad y además ser un Comunicador Social, nada le detendrá en su sueño de «salir adelante». Desde la libertad contribuirá a cambiar prejuicios sociales sobre las personas privadas de la libertad y su proceso de resocialización, pues ya ha transitado dichas sendas.
ANTIOQUIA
COMPLEJO CARCELARIO Y PENITENCIARIO
CON ALTA Y MEDIA SEGURIDAD
DE MEDELLÍN PEDREGAL
Hernán Gómez
Director del taller
Lina María Orjuela Ramírez
Eduardo, fuiste mi amor intrépido y un gran motivo de alegría para mi vida. Siempre sentí fascinación de tu bizarría.
¿Sabes? nunca imaginé que tu partida me cambiara la vida; después de tu muerte sentí que perdía un pedazo de mi vida.
Hoy en día es peor aún: no poder estar junto a mis hijas, que han sido el regalo más bello que me ha dado la vida; no poder verlas crecer y no poder verlas sonreír, lastima mi alma y mi corazón.
Llegó el día en que me sentía con ganas de mucho y alientos de poco. Así pasaba mis días. Hasta que agarré fuerzas para vivir, por mis hijas, por tu recuerdo. Solo así me llené de fortaleza para vivir y de muchas ganas para seguir.
Amor mío ¿qué hago sin ti? cuando nos enamoramos éramos dos locos soñadores que andábamos sin temor en una relación que se convirtió en un amor indestructible. Pero la muerte te arrancó de mi vida y se astilló mi corazón.
Eduardo, amor mío… lo bello no se olvida, pues sólo muere quien es olvidado.
Señor tallerista, gracias por la oportunidad y por todo lo aprendido.
Carolina Buriticá Henao
Si hoy saliera en libertad,
abrazaría mi familia,
guardaría mil abrazos a mi hijo y
le agradecería a Dios por cumplir con su promesa.
Si hoy saliera en libertad,
me levantaría tarde,
me bañaría con agua caliente y
haría burbujas con mi cabello.
Si hoy saliera en libertad,
abrazaría un árbol,
me regalaría una flor y
andaría descalza por la grama.
Si hoy saliera en libertad,
me acostaría en un parque mirando al inmenso cielo,
me tomaría miles de fotos
y haría un collage para regalarlos a desconocidos.
Si hoy saliera en libertad,
haría un cuadro de pájaros y plumas,
firmaría mi libro
y terminaría la poesía que tenía inconclusa.
Si hoy saliera en libertad,
besaría un cachorro
le daría un dulce a un niño y
Correría detrás de un avión.
Si hoy saliera en libertad,
me lanzaría al mar desnuda,
comería helado en bicicleta
me haría las uñas con plastilina
y elevaría miles de cometas de colores.
Si hoy saliera en libertad,
me tiraría de la cascada más alta
pegaría muchos corazones en mi mural mágico
y pintaría arco iris en los semáforos.
Si hoy saliera en libertad sería libre
Mauricio López G.
Cómo nace la tolerancia
En un pueblo muy lejano vivía una bonita comunidad, donde existía el orden, el respeto por lo ajeno y la cooperación de todos; sin embargo, había allí algo de inconformidad, pues se podía ver que los habitantes eran muy diferentes, muy distintos entre sí; lo que, de alguna manera, provocaba división, sentimientos de superioridad, inferioridad y envidia de unos hacia otros.
Un día, no sabemos de dónde, llegó alguien que se hacía llamar «tolerancia». Traía consigo cierta creencia y convencimiento de que el ser diferente al otro, hacía de la comunidad un lugar más diverso, interesante y alegre para vivir. Dijo que la diversidad nos permitía aprender y enseñar a los demás otras formas de ver el mundo y de vivir la vida.
Desde aquel momento la comunidad tuvo un cambio definitivo en su forma de convivir. Todos comenzaron a respetarse entre sí y a entender que lo bello del otro estaba en su diferencia. Así nació la tolerancia como un nuevo valor en la vida humana.
ANTIOQUIA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA DE MEDIA SEGURIDAD
DE PUERTO TRIUNFO
Diego Armando Sierra
Director del taller
Edir Lezcano y Felipe Hernández
25 de noviembre.
1:00 a.m.
A esa hora, adentro, todo permanece en silencio. Al parecer todos duermen; afuera, los gatos juegan sobre los techos.
De repente, un grito rompe la quietud de la noche y empiezan los golpes, los ruidos. Las pisadas se acercan en cada movimiento brusco de las botas…
3:00 a.m.
Todos permanecemos en posición de cuclillas; con las manos a la cabeza, la mirada hacia abajo. Nadie se atreve a hacer o decir nada. Ellos caminan entre nosotros arrastrando en el aire un bolillo en mano y, en la otra, un gas pimienta que enrarece el aire.
¡Nadie se mueva! Nos gritan. Estiro la mirada de rabillo intentando no ser descubierto. Observo el lugar donde dormimos mientras cinco de ellos revuelcan nuestras cosas. Todo está en el suelo. Uno de ellos pisa mis pertenencias y luego de la mis otros compañeros. ¿Por qué no hacen lo mismo con las cosas o la vida de ellos? Esa pregunta escapa de mi mente mientras percibo que, en la puerta, espera el pan que con mucho esfuerzo guardé para poder desayunar. Pienso a qué gato se lo regalaré cuando todo acabe.
Que confusión, que rabia, nosotros no hicimos nada.
3:02 a.m.
Pienso entre dormido y despierto que algo pasa, pero no entiendo el qué.
¡Volante, volante, volante!
Ese grito que todo interno conoce, me despierta; mejor dicho, nos despierta a todos. Se ven linternas iluminar a todas direcciones. Decenas de ellos entran a nuestro patio con disposición de acabar con todo; lo percibo en sus miradas, los conozco muy bien, sé que no les gusta estar acá. ¿Será que creen que a nosotros sí?
Aquella madrugada se realizó un operativo al patio y a las celdas donde habitamos. Nos registraron las celdas buscando equipos celulares, estupefacientes, armas o cualquier elemento prohibido. En el proceso nos dejaron todo revolcado, nos tiraron las cosas al piso que, por cierto, estaba mojado porque como parte del proceso vaciaron los baldes en los que almacenamos agua para los días en que este preciado bien no nos llega. Y sí, es común pasar días enteros sin agua. Nuestros libros, aquellos que nos dan libertad han sido estropeados, pisoteados, mojados, esculcados, rotos, los han violado.
«La volante estuvo dura», es el comentario en general.
24 de Noviembre
09:50 p.m.
Cae una lámpara desde el segundo piso hacia la parte trasera de la cárcel. Es una de las lámparas que se encuentran incrustadas en la pared para iluminar el interior de las celdas. Acto seguido, cae una especie de cuerda hecha con sábanas, camisetas y otros trapos que, misteriosamente, nadie ve; nadie percibe que por ella baja una persona.
11:59 p.m.
El dragoneante de turno hace su ronda habitual por el pabellón, mira a través de los barrotes de las celdas y verifica el total de internos. Al llegar a la celda 15 del 2 piso del pabellón No 3 se detiene, vuelve a contar, vuelve a contar, mira su lista, vuelve a contar y, sin pensarlo dos veces, sale corriendo al rastrillo, o puesto de control.
25 de Noviembre
Estábamos en plena pandemia del COVID 19 cuando la noche se rompió en dos pedazos. Del silencio nocturno pasamos al terremoto de las requisas. Nos tensionamos porque sabíamos la que se nos venía. Sin embargo, se nos hizo muy extraño que ocurriera a esa hora de la mañana. Llegaron directamente a la celda 15 y empezó el rumor «fue una fuga», «fue una fuga»; y, en efecto, se fugaron los de la celda 15.
Todos quedamos estupefactos. Según las versiones, a las 09:00 de la noche del día 24, dos internos se salieron por la lámpara de la celda. La Guardia gritaba y abrían las celdas diciendo: «! SALEN YA…!».
Nos formaron en el patio para contarnos y, aunque la fuga fue en la celda 15, en el operativo revisaron cada una de las celdas minuciosamente con el pretexto de buscar que no hubiese más lámparas sueltas por donde se pudiesen fugar más internos. Esto duró más de dos horas. Se llevaron a los demás internos que quedaron dentro de la celda 15 para interrogarlos y, nuevamente, nos encerraron a los demás.
3:15 a.m.
El operativo ha terminado. Nos hacen formar, nos cuentan y nos devuelven a la celda. Llaman uno a uno a los integrantes de cada celda y al terminar la cierran y prosiguen con la siguiente. No sé por dónde empezar: mi ropa se confunde con la de mi compañero, mi comida ensucia las cartas enviadas por mi familia que guardaba con tanto amor y sigo la línea de tinta que corre por el piso que, al mezclarse con agua, camina por encima de ellas hasta mezclarse con el color amarillento que desprende los restos de la sopa que mi compañero aspiraba tomarse al despertar.
Rompieron la escoba y la trapera. No entiendo por qué. Las hice traer en una encomienda desde mi casa; ellos nunca nos dan esos implementos, ahora debemos limpiar todo con las manos. Mis libros…, mis libros…, no puedo verlos. ¡Ya no son libros! Me desespero y me acuesto en mi plancha que por cierto, tiene una colchoneta que no es mía y está llena de gas pimienta. La tiro al piso y me acuesto en hormigón, no puedo pelear, no puedo llorar, no puedo gritar, me hago un ovillo e intento dormir.
Mañana será otro día, uno más de los 1850 que aún me faltan.
Jesús María Salazar Urrea
Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo. Estaba esposado y con dos policías detrás mío, esperando, mientras que el guardia al otro lado de la reja introducía la llave en la cerradura y la giraba hasta abrirla para que yo entrara. ¡Qué eternos se hicieron aquellos minutos!
Luego de traspasar dos o tres rejas más, llegamos a la celda, nunca en mis 50 años de vida pensé que caería a una cárcel… ¡Pero allí estaba! Era el 3 de septiembre de 2014: 6:30 de la tarde.
Casi no logro acomodarme, el lugar estaba al tope, para ir al baño había que pasar por encima de los compañeros teniendo mucho cuidado de no pisarlos, para no tener un problema. Estuve pensando toda la noche en mi desgracia ¡Lloré en silencio! Sí… ¡Lloré...! Por largo rato hasta que el sueño me venció.
La falta de libertad era solo uno de los problemas que tenía. Ahora, la mala comida, todas mis pertenencias tenía que acomodarlas debajo de mi plancha o cama de cemento; sin privacidad para nada, sin autonomía de nada. Todo esto me parecía aterrador. Para nada me imaginaba que mi verdadera desgracia comenzaría seis años más tarde.
El tiempo en la cárcel municipal transcurrió con uno que otro contratiempo, pero en realidad no pasó nada relevante, aparte del infarto que ocasionó que me practicaran una cirugía a corazón abierto el 20 de diciembre de 2018. Luego de 4 meses de revisiones mensuales regresé a la cárcel municipal de Puerto Nare, donde permanecí hasta el 23 de septiembre de 2019.
En esa fecha, a eso de las 10 de la mañana, llegaron unos guardias del INPEC por 6 compañeros para traslado y solo 3 tenían los papeles en regla. Los mismos 3 que completaron el viaje conmigo a pesar de que el secretario de gobierno intervino para que no me trasladaran.
Luego de dos horas de viaje ya estábamos ocupando las celdas primarias de la cárcel El Pesebre. Allí permanecimos durante 3 días, al cabo de los cuales nos trasladaron al patio 7.
Todo transcurrió con cierta normalidad hasta el 20 de agosto de 2021, cuando me llegó la fase de mediana seguridad y fui trasladado al patio dos, celda 17. Desde ese momento empezó la tortura de compartir la celda con un tipo al cual apodan Cabrilla. Desde mi llegada me la montó; todo era un problema para él y cualquier tontería era motivo de alegato.
Si yo trataba de bañarme primero, brincaba por que llevaba más tiempo que yo en la cárcel. Si le decía que le tocaba el turno de bañarse, me elegaba porque yo no tenía por qué decirle nada, y ya se armaba el problema; así era con todo.
En varias ocasiones me vi tentado de tirarle, porque a pesar de que gritaba y alegaba por todo, nunca intentó realmente golpearme. Tal vez buscaba que yo le tirara primero. Sin embargo, me controlaba y me abstenía para no dañar mi conducta.
Cabrilla era un tipo bajito, negro, con una boca grandísima, la misma que utilizaba para decir todas las palabrotas que había aprendido de su vida en las calles. Muy allegado a los guardias que le traían mecato (dulces, galletas, frescos) para vender tres o cuatro veces más caro. Vendía mucho; tanto que lo dejaban por fuera de la celda después de que nos encerraban a todos para que vendiera más. También vendía cigarrillos y otras cositas…
En muchas ocasiones lo dejaban hasta altas horas de la noche haciendo ‘cascaos’ en el patio, como dicen por acá, y cada cinco minutos entraba haciendo rechinar la reja cada vez que entraba. Y por supuesto, eso nos despertaba a todos los de la celda. Y si a eso le sumamos los gritos que lanzaba hacia afuera, pueden imaginarse la incomodidad de todos los de la celda.
Una mañana de septiembre de 2022 yo salí de la celda con mis cosas y tuve que volver por algo que se me había quedado. Cuando iba a salir, Cabrilla me increpó, alegando por la entradera a la celda. Yo le respondí que si él era el único que podía entrar y salir cuando quisiera. Eso lo alteró más y me dijo: «para matar este violo hp»; yo le dije: ¡Qué vas a ser capaz, trepete maricón!, y salí de allí con un zapato volando sobre mi cabeza.
Por largo rato estuve esperándolo fuera con mi bisturí listo y a la mano, para cuando saliera y me dijera algo. Luego de mucho rato salió y no me dijo nada, pero estaba listo todo el día, dispuesto a pasárselo por la garganta.
Afortunadamente no me dijo nada, y cosa rara desde ese momento cambió un poco; pero sólo un poco, y luego se puso pesado nuevamente. Los compañeros de celda me buscaron para que hiciéramos algo para que lo cambiaran de celda. Entonces redacté un papel manifestando nuestra inconformidad y lo hice firmar de todos.
¡Bueno…! Como era de suponer, el papel cayó en manos del guardia que lleva el patio. Inmediatamente me mandó llamar. Le dije que no nos lo aguantábamos; entonces, prometió hacer la gestión él mismo.
Hoy, 9 de noviembre de 2022, el problema persiste. Aquí en la cárcel uno debe ser muy prudente y hay que aguantarse muchas situaciones si de verdad uno quier salir. Ponerse uno de guapo puede significar seis, siete o más años de cárcel. O, como dicen aquí, coparse, es decir, no tener ninguna posibilidad de salir nunca.
Pedro Villamil
Era una tarde de un hermoso domingo soleado. Como de costumbre, mi familia y yo estábamos reunidos en casa para tomar el algo. Ese día era siempre especial pues estábamos todos, incluido papá.
—Hagamos unas arepitas con queso —dijo mamá—, para acompañar el chocolate.
Yo tenía ocho años, era el Benjamín de la familia.
—Pedrito hoy vas a ayudar a moler el maíz para las arepas —dijo mamá.
Con desgano, pero muy obediente, me dispuse a hacer la tarea. En ese momento llegó Bernardito, mi mejor amigo, saludó y preguntó por mí.
—Está en la cocina hijo —dijo mamá—. Pasa por favor.
—Gracias, doña Isabel —dijo mi amigo y se dirigió a la cocina.
—Qué hubo ¿Te tienen de guisa? —preguntó Bernardito.
En ese momento escuché que alguien más llegaba. Era Verónica, una amiga de mi hermana Lucia, que había llegado a su colegio trasladada de Bogotá. La invitaron a seguir al salón y mi hermana la presentó a todos.
Al verla, a mi hermano Libardo se le salieron los ojos. Inmediatamente supe que su objetivo era conquistar a la hermosa rolita, así que, sin ningún preámbulo y cual galán de telenovela, se acercó y comenzó a hablarle.
—Hola nena, no sabía que mi hermanita tuviera angelitos por amigas.
—Gracias por el cumplido —contestó sonrojada mientras lo miraba.
—Y ¿cómo te has sentido en Medellín? Me gustaría invitarte a conocer la ciudad.
—Gracias, tal vez uno de estos días —le dijo—. Y ¿tú que estudias?
Mi hermano, que aparte de ser muy enamoradizo, era más chicanero que Cosiaca, le respondió.
—Bueno, en este momento estoy cursando el cuarto semestre de medicina.
—¡Oh, qué bien! —dijo ella.
Lo que no sabía Verónica, era que Libardo estaba en décimo grado y ya había repetido tres años escolares.
Mientras esto sucedía en el salón, mi amigo Bernardito, que era más maldadoso que un chucho, se había propuesto hacerme una broma.
—Pedrito —me dijo—. ¿Podrías darme un poco de jugo?, porfa; estoy seco. Vine en la cicla y mira el calor que hace.
Mientras me dirigí a la nevera, el pequeño Maquiavelo le quitó el tornillo a la manivela de la máquina de moler sin que yo me diera cuenta. Regresé a la mesa de la cocina, le di su vaso de jugo y me dispuse a seguir moliendo el maíz.
—Dale rápido Pedrito, para que salgamos un rato a montar en cicla — me dijo mi amigo.
Mientras tanto, el romance de mi hermano Libardo, en medio de sus chicaneradas, iba viento en popa.
—Sí, nena, tendrás tu médico de cabecera —le decía
Ella asentía coqueta a cada una de sus palabras.
Yo mientras tanto, empecé a moler. Y cuando le di vuelta a la manivela, de pronto, se desprendió, dio un giro en el aire y vino a posarse entre mi rodilla y mi tobillo del pie derecho. El dolor fue brutal. Lancé un grito tan bestial que todos corrieron a la cocina a ver qué había sucedido.
Bernardito, riendo al principio, pero ahora pálido, me miraba aterrado.
—¡Qué pasó, por Dios! —dijo mamá.
Yo gritaba y señalaba el lugar donde se comenzaba a notar un leve morrito. En ese momento Libardo aprovechó la oportunidad para lucirse frente a su chica y dijo con total seguridad.
—Por Dios, ¡esto es muy peligroso!, se ha golpeado precisamente al lado del esófago.
Todos quedaron en silencio. Primero se miraron, incrédulos de lo que oyeron, y al momento se escuchó la carcajada colectiva.
Verónica, con el ceño fruncido, miró a Libardo. y le dijo:
—¡Fanfarrón! —le dijo y salió.
Mi hermano miró a Papá y le preguntó:
—¡Qué…! ¿Es que esa cosa no queda por ahí, papá?
Jesús María Salazar Urrea
Visiblemente cansado de revisar las diferentes fórmulas una y otra vez, Franklin levantó la cabeza y miró a su alrededor… ¿Qué faltaba? Se preguntaba una y otra vez, ¿por qué se demoraba tanto en salir del cascarón?
Franklin Godoy era biólogo genetista y estaba trabajando en un importante experimento, muy secreto, por cierto. Había tomado una crisálida de mariposa y le había implantado una célula madre de una hermosa mujer que siempre lo había obsesionado.
No tenía idea del resultado final. En un comienzo no esperaba nada, pero pasados cinco meses en que la crisálida había crecido mucho, se empezó a inquietar. Ésta ya alcanzaba los 40 cms de largo cuando en realidad no debía sobrepasar los cinco centímetros.
Se dirigió al bar y se sirvió un trago, sí… eso me reanimaría, ¡pensó!, dio una vuelta por la habitación y absorto en sus pensamientos casi choca con el bebe elefante, que le jugueteaba con su trompa como queriéndole decir algo.
—¿Qué pasa, Luky? Te veo un poco inquieto.
El elefantito no hacía más que empujarlo con su trompa hacia la ventana. Fue hacia allí y quedo sorprendido con lo que vio. Junto a la ventana había una hermosa mariposa tomando el sol de la tarde, movía sus alas suavemente como buscando que se secaran totalmente.
Hasta ese momento no se había percatado de su gran tamaño, absorto en su belleza, no había visto que sus alas cubrían la totalidad de la ventana creando un hermoso contraluz.
—Por Dios, que hermosura.
—¡Gracias, si lo dices por mí!
—¿Qué?, ¿quién habla?
—¡Yo!... ¡O no lo decías por mí! —la mariposa plegó sus alas y volteó hasta quedar frente a él.
Una hermosa mujercita de unos 70 centímetros de altura era quien sostenía esas hermosas alas; sus ojos eran verdes como esmeraldas; su cabello rubio y rizado caía sobre sus hombros cubriendo en parte sus senos, pero dejando entrever unos hermosos pezones rosados; su vientre plano incitaba a seguir explorando con la vista hasta su entrepierna que dejaba ver claramente su sexo semicubierto por unos cuantos vellos dorados como el sol.
A pesar de su tamaño podía preverse una mujer de unos 16 años, igual a Pamela, ¡pues claro!, pensó, ¡Es Pamela…! sólo que esta mide 70 centímetros y se ve un poco más joven.
—¡Qué tanto me ves…!
— Nada estaba pensando.
Visiblemente afectado salió del apartamento y se dirigió al bar de la esquina. Necesitaba urgentemente un trago, pero no tomo solo uno, allí estuvo un buen rato pensativo. ¿Qué fue lo que hice? ¿Cómo fue posible? Y, ahora… ¡Esa belleza de mujer! De solo pensar en ella tuvo una nueva erección, pero sacudió su cabeza y pensó que debía volver. Cada vez más consternado salió del bar rumbo a su apartamento, seguía muy sorprendido por los resultados del experimento. Y, ahora ¿Qué seguía?
Al llegar al apartamento sacó las llaves, abrió la puerta, pero se quedó parado allí un momento; luego entró y recorrió el espacio con la vista hasta posarla en el pequeño elefante que estaba cerca de la ventana. Sobre él, acurrucada en cuatro patas estaba la mariposa, o mejor, la mujer mariposa. Estaba de espaldas, y dejaba ver su voluptuoso sexo. Mientras estuvo fuera había crecido el doble, por el largo de sus piernas le calculaba 1,40. Se acercó hasta ella, pausadamente, temblando de deseo. Quería poseerla allí mismo, pero algo se lo impedía; sin embargo, solo se imaginaba penetrando esa hermosa vagina.
—Hola, te demoraste mucho... —Al voltearse se puso de pie.
Había calculado mal. Estaba más grande. Y su sexo se veía húmedo. Estaba sorprendido, no sabía que decir.
—Te demoraste mucho ¿Por qué no tienes alas?
—Yo... este... Levantó la vista y se quedó mirándola a los ojos.
—Debo aparearme antes que anochezca.
—¿Cómo así?, no te entiendo.
—Así como me oyes; debo aparearme antes que llegue la noche.
—¡Claro! ¡Antes que anochezca!
Ya se estaba quitando la ropa desesperado, embriagado. Esta mujer emanaba un olor embriagante y antes de pensarlo dos veces ya estaba acariciándola, abrazándola, besándola, penetrándola… Una vez…otra vez…
¡Y otra vez!... No supo cuánto tiempo duró, pero fue algo maravilloso. La mujer mariposa yacía extasiada a su lado, blanca, hermosa, la besó nuevamente y cerró los ojos por un momento. Luego se levantó y sacó un trago; lo bebió despacio sentado en el borde de la cama mientras la observaba. De pronto, se puso a pensar en cuán rápido había crecido. 85 centímetros en tres horas; ¡claro!... La vida de las mariposas es mucho más corta que la de los humanos, ¿Y si muriera mañana? ¡No!... eso sería terrible. Empezó a llorar pensando en la posibilidad de que ella muriera. Lloró y lloró hasta el cansancio.
De pronto, algo le comenzó a mover la cabeza. Algo como una manguera, algo áspero, algo… ¡como la trompa de un elefante!... Abrió los ojos, aun llorosos, y allí estaba el pequeño elefante acariciándolo con el moco. Le acarició la cabeza mientras miraba a su alrededor. Se percató de que tenía la ropa puesta. Instintivamente se tocó en la entrepierna y notó que estaba muy mojado. La cama estaba vacía. Miró a todos lados. Salió de la habitación y fue hacia la ventana.
Allí estaba ella. La mujer mariposa estaba en frente de la ventana tomando el sol de la mañana. Miraba con ansia hacia fuera de la casa como anhelando estar allí tras esa barrera de vidrio que estaba en frente de ella. Quería volar y no podía hacerlo, se le veía muy inquieta.
El contraluz que producía su presencia en frente de la ventana era alucinante. La luz de la mañana se filtraba brillante a través de sus alas, formando deliciosos destellos sobre su cabello dorado, cruzando su entrepierna con suaves movimientos. ¡Era…realmente fascinante!
—¡Hermosa! —pensó en voz alta.
—¿Qué dices?
—Que eres realmente hermosa.
—Gracias!... quiero salir a volar!
—Este... ¡Sí, claro! ¡mentira, No!... ¡No es posible!... ¡No aquí! Debemos ir a la finca —terminó de decir. Casi no recordaba la finca. Tan absorto estaba en su trabajo que hacía mucho tiempo no iba por allá.
Se puso a empacar presuroso y, luego de un reconfortante baño, metió todo en su camioneta. Cubrió a Lida, como decidió llamarla, y la sentó en la parte delantera. El pequeño elefante iba en la parte de atrás.
—Vamos a un lugar muy hermoso! Allí podrás volar todo lo que desees.
—¿De verdad? ¡Estoy muy ansiosa!
— Hay muchos árboles y muchas flores —dijo—, aunque está un poco abandonado.
Lida no paraba de mirar a través de las ventanillas y de hacer preguntas, luego de casi una hora de camino llegaron a una cabaña abandonada, en donde pudo exhibir su belleza sin limitación alguna.
ATLÁNTICO
CÁRCEL DE MEDIA SEGURIDAD
DE BARRANQUILLA
Andrea Romero
Directora del taller
Cristian Gonzáles Camargo
Querido hijo:
Hubiese deseado ahorrarme estas palabras, pero el vacío y la ausencia tuyas son motivos suficientes para escribirte. Un día como hoy se supone que iniciaría mi mañana con mi café y tu desayuno que te llevaría a la cama, y te daría un beso en la mejilla y te diría buenos días hijo como amaneció el rey de la casa. Pero hoy inicie esta mañana solo con la distancia forzada que me separa de ti. En silencio elevo mi voz para decirte buenos días hijo. Qué saben los guardias del dolor que nos da esta ausencia. Acaso conocen ese dolor implacable de las entrañas y que cada día aumenta cuando pienso si estarás bien, si comiste, si hiciste tus tareas, si no te maltratan, si estás triste. ¿Qué saben? Qué saben esas personas del daño que nos hacen al separarnos, si no conocen esta terrible agonía de pensarte lejos, sufriendo cada día por mi suerte, encerrada en estas cuatro paredes.
Extraño mucho de ti. Ellos no saben que este hombre encerrado, un día te tuvo en sus brazos. Vi tus primeros pasos, atendí tus quebrantos, respondí a los llamados nocturnos de tu llanto y arrullé tus sueños y consentí tus palabras cuando empezaste a decir papá.
No hijo, ellos no saben quién soy. Por eso muchas veces me tratan mal. Nos separan porque no conocen nada de mi. Solo te pido que resistas, así como resisto yo desde mi pequeño y caluroso cuarto. Pronto se impondrá el amor y la esperanza por encima del odio. Hoy es un día que desearía tenerte aquí porque me enseñaste que la felicidad solo es posible a tu lado, quisiera volver a festejar las fechas especiales.
Recuerdo mi adolescencia y quiero que la tuya sea mejor. Que seas feliz.
Te amo hijo, quiero que creas en lo más profundo de tu corazón que eres capaz de lograr lo que te propongas. Nunca perderás, simplemente ganarás o aprenderás.
Y recuerda que ni una hoja se mueve sin la voluntad de Dios.
Harold Enrique Cantillo Mariano
Recuerdo que una noche llegué de viaje, de tantos que hacía por mi trabajo, y observé a mi esposa. En varias noches que estuve en nuestro hogar (nido de amor, como le solemos llamar al dulce hogar), cuando llegaba la noche mi esposa se ponía a observar una fotografía de cuerpo entero en vestido de baño de dos piezas, que le tomaron en un día de paseo al mar cuando tan solo ella tenía 18 años de edad. Se quedaba ida, mirando esa fotografía por varios minutos. Luego se desnudaba y, frente closet, reparaba en su cuerpo actual y lo comparaba con la fotografía. Yo fingía no observarla. Me di cuenta que su autoestima decaía al mirar la fotografía. Parecía preocupada, apretaba su panza, conteniendo el aire en sus pulmones, se levantaba las puchecas, empinaba el trasero, se acomodaba los gorditos de su hermosa pancita y observaba su cuerpo como si todo no estuviera en su lugar.
Pasados unos días decidí esconder la fotografía. La saqué de nuestra alcoba. Ella llegó esa noche de casa de mi suegra. Se desvistió, se quedó en pantys y se devolvió hasta el closet. Se asustó al no observar la fotografía donde ella solía guardarla.
—¿Amor, dónde está mi fotografía? —me preguntó.
—Amor, la escondí.
—¿Por qué la escondiste?
—Porque verdaderamente esa fotografía no refleja la mujer que mis ojos ven. Yo veo una hermosa reina que hace todo lo posible, que trabaja duramente para poder lograr todas sus metas y lo que se propone en su corazón; veo la madre más hermosa de mis hijos porque además de trabajar, se las ingenia para salir a disfrutar de un buen paseo con los niños y conmigo. Y sé que cuando te observas en el espejo no ves reflejado lo que eras en ese tiempo de juventud.
Ella se puso muy sentimental, de sus hermosos ojos brotaron lágrimas. La tomé en mis brazos y la llené de besos. Los niños también la contemplaron y ella, emocionada, me dijo:
—¿Qué sería de mi vida sin ti y estos hermosos hijos?
A veces se necesito tan solo que digamos una palabra con mucho amor. Hacerle saber a esa persona que amamos, que a pesar de todas sus imperfecciones siempre la vamos a amar en cada momento, aunque pasen los años.
Luis Hernando Quintero Gutiérrez
«Los cielos cuentan la gloria de Dios,
y el firmamento anuncia la obra de sus manos».
(Salmo 19:1)
Aún no ha sonado el timbre. En esto estaba pensando mientras me ajustaba los zapatos. En ese mismo instante una fuerte brisa cerró la puerta de la celda, ¡Cataplum!.
—Viejo, es agosto y comienza a soplar duro el viento —me dijo el Malacara, un compañero de prisión que estaba parado afuera.
¿Agosto? Me pregunté. Otro agosto privado de la Libertad.
Recuerdé cuando volábamos cometas, qué tiempos aquellos. Éramos felices y no lo sabíamos. La única angustia era elevar la cometa.
De repente, lo esperado, el timbre suena repetitivamente, ¡riiiiimmm! ¡rimmm! ¡riiiiimmm! ¡rimmm! ¡riiiiimmm....
—Todo mundo baja porque es contada —gritó fuertemente La Bocina[1] del patio.
No había puesto un pie en la escalera cuando mis mejillas sintieron las caricias dulces y cautivadoras de aquel fuerte viento. Un pensamiento a travesó mi mente y mi corazón palpito alegre y fuerte: ¡vamos hacer una cometa y la haremos volar!
Bajé con entusiasmo la escalera rodeado de muchas personas, que con los años empiezas a tenerles una gran familiaridad. Hice la fila y el guardia hizo el conteo matutino de la mañana. Miré hacia a mi alrededor. La gran mayoría de las personas eran jóvenes con el rostro caído. Se veían aburridos, un gran porcentaje sin ganas ni de caminar.
Apenas salieron los guardias, busqué a Tirofijo y a Bertulfo,
—Compañeros, empecemos un acto revolucionario.
Ellos soltaron la carcajada.
—Es en serio —les dije—, hagamos una cometa.
—¿Una cometa
Detrás de nosotros estaba un parcero de Buenaventura que había escuchado todo y empezó a cantar la canción de Jerry Rivera «extraño aquella cometa que yo de niño volaba y a mis amigos del barrio, que mis canciones bailaban». Y todos sonreímos al tiempo.
—En la cárcel las paredes tienen oídos le dije.
Y se carcajeó el Bonaverense.
Era una mañana acogedora, el sol brillaba como nunca; la fuerte brisa refrescaba el lugar y hacia sonar los ventanales; las palomas que caminaban por la cancha eran movidas por el viento y se veían incomodas. En ese momento ya habían amarrado cuerdas de lado a lado de la cancha y estaban colgando ropa para sercarla. Eso nos podría causar un problema pensé, mientras Bertulfo recogía unas bolsas y Tirofijo partía un palo de escoba.
Aun estábamos reciclando los materiales, cuando me percaté que ya no éramos tres. Éramos más de 20 personas; sí, personas llenas de sueños y con ganas de participar en algo que de una u otra manera nos sacaría de la rutina carcelaria.
Habíamos pasado varias horas construyendo la cometa y ya estaba lista. Se veía un poco rara. No era la cometa como las de la tv, o de las que venden en los semáforos, ¡no! Esta era más hermosa. Tenía muchos colores y se veía fuerte; su cola era muy larga y su materiales resistentes; estaba bien amarrada y pegada (había aparecido colbón, que en la cárcel es oro, nadie lo presta ni mucho menos regala), y sus medidas eran, literalmente, perfectas.
Miré hacia mi alrededor. Parecíamos niños, sonrientes y emocionados. La disputa era por quieén la volaría primero. Y sí, lo decidimos al azar, que en esta ocasión estaba a mi favor. Me gané el privilegio de volarla primero. Todo quedó en suspenso. La habíamos construido, pero no sabíamos si podría volar. La sentí pesada, pero ese no sería problema puesto que había buen viento.
Llegó el momento. Tirofijo sostenía la cometa como a diez metro de mi posición. Yo templaba la pita, la gente con gran emoción gritab. Ya no éramos más de 20, éramos más de 300 los que estábamos alrededor de la cometa. Era más que obvio que algo había interrumpido la rutina en ese lugar. Mis manos temblaban y mi corazón palpitó fuertemente, esta vez más fuerte que cuando llegó la idea de la cometa a mi mente. Todos opinaban a la vez. Unos decían: suéltele pita; otros, recójale; y otros que debía correr.
De repente un momento mágico surgió en el lugar, una bocanada de viento dulce, más dulce que la misma miel y más suave que el mismo algodón, le arrebató la cometa de las manos a Tirofijo. Yo le vi el asombro en sus ojos. Sus orejas se le movieron como un caballo fino cuando algo lo asustaba. Comenzó una gritería impresionante. Era emoción y conmoción al mismo tiempo. No sentí a qué horas había soltado la gran mayoría de la pita. La cometa, aquel maravilloso artefacto, estaba volando en el cielo azul, pidiendo más pita para poder volar más alto. Me detuve a detallarla: el sol hacia destellar sus múltiples colores, y con su larga cola parecía un dragón que se movía y revoleteaba, como cuando atrapas a un pez con tu red que se quiere escapar a como dé lugar. La pita se templaba con fuerza, había llegado el momento definitivo. Este dispositivo era hermoso y había logrado volar.
No, esa cometa no merecía quedarse en este lugar. Así que después de un consenso rápido y por decisión unánime de todos, le solté la pita y aquella creación ingeniosa que había nacido en cautiverio y que nos dio un momento de felicidad se fue con vida propia en Libertad.
[1] Bocina del patio. Persona encargada de hacer los llamados.
Álvaro Arrieta Castro
La noche y madrugada volando se pasan
Dando vueltas en mi cama no puedo dormir
Miro el reloj, son las 4 de la mañana
Mejor me levanto, hago un café y empiezo a escribir
Ya son las 6 y miro por la ventana
Me doy un baño y busco mi mejor vestir
Se hacen las 7 bajemos a la contada
Por que muy pronto ella, ella estará aquí.
Y es que por fin es el día
El día en que viene a verme mi princesa
Estoy nervioso y el reloj las 8 marcan
En cualquier momento entrará por esa puerta
Llegan las 9 y no me ha vuelto la calma
Estoy temblando y mi voz se torna tensa
La brisa es suave y mientras las aves cantan
Se hacen las 10 y por fin veo su silueta.
Y se alteran mis sentidos
Mientras corro para abrazarla
Se acrecientan mis latidos
Al fin la cargo y me vuelve la calma
En un fuerte abrazo nos fundimos
De nuestros ojos brotan lágrimas
Hay emociones y más de un suspiro
Tu eres mi hija la dueña de mi alma.
La mañana y tarde volando se pasan
Y jugando con ella soy el hombre más feliz
Bailamos, cantamos y almorzamos en la cama
Le cuento las historias que en la semana le escribí
Las 3 se asoman y se acerca la contada
Suena un silbato, ya es hora de partir
Hay un gran beso, un fuerte abrazo y un tenue llanto
Hija de mi alma, contigo me quisiera ir.
BOLÍVAR
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO
DE MEDIA SEGURIDAD DE CARTAGENA
Catalina Wilches
Directora del taller
Wilfer Sneider López
Cuentan por ahí, que el tiempo conoce los misterios más ocultos, que sabe muy bien acerca de la actualidad e incluso sabe cosas del futuro.
Cuentan que el tiempo es sabio y que a la vez es juez. Dicen que el tiempo todo lo ordena, que es infinito e intangible.
Cuentan también sobre el reloj, que hace un trabajo constante para alcanzarlo y que cuando llega a la hora ya el tiempo se ha ido.
Cuentan que el tiempo es un tesoro muy valioso, tanto que los ricos no lo disfrutan, y que lo tienen siempre ocupado en sus empresas, haciendo crecer cada vez más sus fortunas, tanto que no les alcanza para disfrutar con sus familias o simplemente disfrutar de ese gran tesoro como es el tiempo.
Cuentan también que el tiempo ha sido testigo de grandes evoluciones en la humanidad.
Que el tiempo mucho se cuenta en realidad.
Por eso siento que es tiempo de seguir cambiando todo eso que con el tiempo se olvida, todo eso que quedará para la historia.
Tiempos buenos y tiempos malos.
Todo lo cuenta el tiempo…
Francisco Mora Palencia
Me desperté con esa sábana blanca encima de mí y pensé por un momento que había fallecido. Miré a mi alrededor y observé planchas llenas de muertos. ¿Pero yo estoy muerto?, me preguntaba. Luego quedé estupefacto cuando entró una señora de blanco y gritó y gritó hasta que se desmayó.
Como pude, me incorporé para auxiliar a la señora, antes de ser rodeado por un grupo de médicos de la morgue. De un cómodo silencio se pasó a un ruido comprometedor. Unos para ayudar a la señora desmayada y otros para interrogarme.
De pronto recordé que estaba privado de la libertad en la cárcel de ternera de Cartagena y no sé por qué razón había ido a parar allá. Me hice el tonto y salí corriendo hacia la principal de la morgue con la intención de fugarme. Fui detenido por dos guardianes del INPEC y por mi esposa, antes de ser montado en la patrulla rumbo al centro penitenciario. Me extrañó ver a mis familiares felices, ¿pero por qué se alegran que me lleven preso otra vez?, me preguntaba. Solo después comprendí su felicidad, cuando mi esposa gritó desde la carretera: ¡preso, pero vivo!
El viaje de retorno estuvo cargado de mucha adrenalina mental. Ni siquiera el bullicio de las calles o la música de la pantalla lograban sacarme del ensimismamiento. No me afectaban tanto las esposas físicas en mis manos, como las esposas de mis pensamientos. Me intrigaba el hecho de no saber qué había pasado. Si me hubiera hecho el muerto, hubiera esperado el momento oportuno para escaparme, me decía, en un profundo monólogo de preguntas sin respuestas.
Luego vino a mi memoria que en la noche anterior había soñado un encuentro con mi padre, ya fallecido. Debía pasar por un túnel lleno de luz y una paz sin igual para acudir a él. Con sus brazos abiertos y en medio de su sonrisa, asintió: «estoy feliz de verte, pero todavía no es tu hora, regrésate». Fue en ese momento cuando me desperté y me encontré con la señora de blanco gritando.
Las sorpresas siguieron conmigo, cuando al ingresar al centro penitenciario, los compañeros privados de la libertad me recibieron con aplausos.
—Llegó el resultado —decían unos.
—Hierba mala nunca muere —Gritaban otros.
Hasta que se me acercó Pedro, con quien convivía en la misma celda, y exclamó:
—Perdóneme mi hermanito, no fue mi intención.
—Pero ¿perdonarte qué? —lo interrogué.
—El día de ayer cuando jugábamos fútbol en la cancha, fuimos a disputar un balón en el aire y yo le di un cabezazo a usted que lo envió al suelo. Como no reaccionaba lo llevamos al servicio de salud del penal sin signos vitales. Los médicos lo declararon oficialmente muerto.
Una vez le reconocí que todo fue un accidente deportivo, entré a reflexionar acerca del sueño que tuve con mi padre. ¿Fue realmente un sueño? o ¿estuve muerto? Y si es así, ¿por qué me regresaron?, ¿qué propósito tiene Dios conmigo para seguir con vida? Por otro lado, también me cuestionaba, ¿por qué no me organicé bien para fugarme de la morgue? ¿No hubiera sido mejor morir para recuperar la liberad? Hasta que entré en razón y me recriminé cuando recordé las palabras que me había gritado mi esposa: ¡preso, pero vivo!
Carlos Cárdenas
El crepúsculo en silencio me hacía sentir tu ausencia. Ya se acercaba la noche con sus mil facetas, mientras el reflejo de la luna iluminaba mi rostro. Noté en mi semblante cuánto te extrañaba, mujer.
Quise esconderme también, pero seguí con el viento jugueteando. Luego vi que algo pasó de prisa y me sorprendió la brisa mientras yo estaba llorando.
Me dijo: «no sufras más y cuéntame tu desespero; aconsejarte quiero en esta agonizante vida. Olvida ya esa perdida que es tan solo una coqueta».
La noté tan inquieta, pues se quería despedir y solo me pudo decir: «Cuídate humilde poeta».
En ese bello momento, una escena tan sencilla, noté yo con maravilla cuando me tenía abrazado, y luego se marchó con un beso en la mejilla.
En esa playa que arde, donde el sol muere también, ella acarició mi piel y me dio un sutil abrazo, y me acompañó a mi paso. Es tan dulce y pura como una doncella.
Allí voy todas las tardes a caminar sobre la arena, pues allí se extinguen mis penas. Allí murió aquel fracaso, allí espero el ocaso para, finalmente, encontrarme con ella.
BOYACÁ
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO
DE MEDIANA SEGURIDAD Y CARCELARIO
DE SANTA ROSA DE VITERBO
Andrey Porras
Director del taller
Aldemar Amaya
Mis años más jóvenes transcurrieron en una hermosa estancia muy cerca a la ribera del río Chicamocha. En la casa de mis abuelos paternos, aunque no tuve el gusto de conocerlos, viví mis primeros años junto a mis padres y mis hermanos. Este lugar de ensueño es una casa de adobe con teja de barro, puertas de madera; y en su exterior ,la rústica pintura era opacada por el colorido de las flores que en materas de diferentes tamaños mi madre cultivaba y alegraban el ambiente; en cada pared y columna alrededor del patio los floridos colores y los fragantes aromas alegraban el ambiente. Estas fragancias, junto al aroma hogareño emanado por las delicias preparadas por mi madre, eran un auténtico deleite para mis sentidos.
Cabe destacar en mis recuerdos, las moliendas de la caña. Me acuerdo que comenzábamos a realizar diversas actividades donde desde el más pequeño de nosotros se integraba a las faenas propias de esta actividad y, con gran entusiasmo, al arrullo de los arrieros, el caminar de los bueyes o caballos y el crujir dulce de la caña en el trapiche. Así, embriagados por el aroma de la miel al cocinarse, transcurría la jornada matutina. En la noche, principalmente, las actividades eran de recreación. Los más jóvenes, primordialmente, jugábamos al escondite en los laberintos de piedra de los alrededores; y los mayores se reunían en sus tertulias junto a la hornilla, al calor de unos buenos aguardientes. Eran momentos inolvidables para todos.
También recuerdo que hacia la mitad del cultivo de caña se encontraba un Stonehenge criollo, mi propia fortaleza, una formación de piedras que mis ancestros habían agrupado en dicho sitio y que formaban una especie de torre. Dicho sitio se convertía en mi imaginación de niño en toda suerte de lugares: castillos, naves espaciales, vehículos de carga… Este hermoso lugar era todavía más agradable con el aroma de las flores de granadilla que perfumaban continuamente el ambiente, ya que dicha planta cubría con sus largos brazos, casi por completo, mi rincón de juegos. De vez en cuando era grato encontrar los frutos de dicha planta y disfrutarlos bajo el calor del mediodía. Las horas volaban cuando me encontraba en la cima de la torre de mi castillo.
Mi padre, un hombre de campo, día tras día se levantaba a afrontar con tenacidad las duras labores del campo. Se esmeraba en darnos ejemplo, nos quería mostrar que es necesario ganar el pan con el sudor de la frente. Pero no era el típico campesino de ruana y sombrero. Además de alpargatas, siempre usaba una boina naranja, una camisa a cuadros de manga corta, y pantalón de tela muy formal. Su rostro era, como hasta el día de hoy, siempre jovial, iluminado por su carisma y cordialidad, y un caracter festivo y picaresco, algo que heredé —no en la misma medida—, y que conservo como sello personal. Este hombre que debido a sus ocupaciones no era dedicado a lo académico, siempre nos estimulaba a prepararnos cada día y a no quedarnos como simples campesinos. Promovía en sus hijos no solo valores morales sino también académicos con tal de lograr en sus retoños mayores logros que los alcanzados por él. Es grato recordar la disciplina con la cual impartía en nosotros sus enseñanzas siempre acompañadas por su cariño. Junto a mi madre, por otro lado, forjé mi gran amor por la lectura, pues ella siempre estuvo junto a nosotros estimulándonos.
La vida en el campo tiene momentos dichosos y momentos duros. Los recuerdos, tanto gratos como desagradables, pueden volverse fugaces a la tenue luz de la memoria. Por tanto, el movimiento de la pluma puede verse más limitado al recurrir a esta que al guiarnos por la luz de la imaginación, más rica en matices y variedad de universos, pero más cuestionada por su naturaleza. Tal vez por ello poner por escrito las memorias puede ser un ejercicio más complejo, en mi opinión, que permitir que los universos del imaginario guíen el cauce de los ríos literarios. Por ello, de esa frontera entre mi memoria y mi imaginación traigo al presente algunas imágenes para compartir. Momentos inolvidables como aquella soleada mañana de mi infancia en la cual me encontraba de cuclillas en aquel huerto cosechando arveja verde. Estupefacto en mi labor, no percibí lo que justo bajo mis pies comenzó a fraguarse. Solo cuando sentí las múltiples mini quemaduras que, casi en simultáneo se extendían a lo largo de mi cuerpo, me percaté de la penosa situación en la que me encontraba. Las hormigas, conocidas en mi tierra como «quitasueños», habían construido su hogar justo en el sitio en el cual me había acomodado a realizar mi labor. Debí despojarme de toda mi ropa y correr al tanque a arrojarme agua para aliviar la tortura infligida por estos minúsculos pero agresivos seres y retirar algunas de estas persistentes guerreras que permanecían aferradas a mi piel. Y aunque comprendí con esta experiencia dolorosa de qué habla el tradicional dicho: «si quiere aprender a bailar, siéntese en un hormiguero», esa experiencia poco le aportó a mi habilidad para el baile,. No culpo a las hormigas, pues es poco lo que se puede hacer para lograr ser gran bailarín cuando se nace con dos pies zurdos.
Amé los micrófonos desde la juventud. En mis momentos de recocha en las aulas, usanba mis bolígrafos como émulo de aquellos, improvisaba graciosas entrevistas con mis amigas del colegio, con lo cual no solo ganaba su simpatía sino algunas confesiones y desventuras de sus vidas amorosas. Por ello, en la primera oportunidad que se me presentó comencé a participar de talleres de producción radial donde conocí la magia de la radio y de la cual me enamoré. Como herramienta de apoyo a esta pasión surgió el descubrimiento de los sistemas con la cual también encontré una afinidad sin par. Y aunque mi voz se haya convertido en la herramienta principal de mi profesión, el micrófono quedó relegado temporalmente de mis sueños cuando el espejismo del periodismo se rompió en mil pedazos con la cruda realidad de esta profesión en el país y la triste muerte de un grande: Jaime Garzón.
No obstante, proseguí mi formación. Como dentro del proceso educativo de la Normal en la cual cursé mis estudios era fundamental el desarrollo de prácticas pedagógicas, cuando comencé esas prácticas percibí el gran aporte de la comunicación en la construcción del futuro. El carisma de los niños con quienes compartí esta primera experiencia abrió ante mis ojos un nuevo panorama, una nueva misión una nueva meta: Ser docente, profesión que culminé y la cual venía desarrollando hasta el momento en el que mi libertad se truncó, pero que aún tras las rejas efectúo con mis compañeros de prisión.
Pero no me olvidé de mi primera pasión. Durante muchos años llegué a los hogares de muchas personas a través de la radio comunitaria y las redes sociales, compartiendo mi tiempo libre con cada persona que encendía su radio y me permitía entrar en su casa a amenizar sus noches a través de las ondas hertzianas.
Evidentemente, los micrófonos han estado muy presentes en mis sueños: También recuerdo que en mi niñez la escoba se convertía en micrófono, en conciertos a viva voz con la música a todo volumen del radio de mi casa. Yo era el artista, mi escenario el corredor de mi casa y, mi público, las gallinas y los perros que recorrían el patio y sus alrededores. Un sueño que como los anteriormente relatados espero algún día cumplir.
En mi situación actual, el concepto de tiempo es muy relativo y tengo espacios suficientes para reflexionar muchas situaciones de mi existencia. Por ello espero algún día sanar las heridas de mi interior y poner en manos de Dios a quienes contribuyeron para que hoy día me encuentre sin mi libertad física. Solo por Dios he podido sobrellevar esta situación y por su amor soy libre espiritualmente.
Por mi actual situación, mi voz no tiene el nivel de eficiencia al cual estoy acostumbrado para expresarme. Por ello, debo recurrir a una labor que hasta hoy poco había despertado mis pasiones debido al ejercicio físico que conlleva poner en marcha bolígrafos o teclados. No obstante, reconozco que me permite compartir con un público selecto parte de mis percepciones de la vida. Escribir, en el sentido estricto de la palabra, ha sido una experiencia nueva y realmente gratificante. Puedo decir que con disciplina y perseverancia son muchas las metas que podemos alcanzar.
Segundo Granados
Han pasado 40 años y aún recuerdo claramente lo feliz que era en un sitio tan maravilloso lleno de fantasías y bellos momentos, acompañado de mis hermanos menores y de dos o tres vecinos con quienes jugábamos y corríamos alegremente. Este lugar era el solar de mi casa. Pasé muchas horas disfrutando de lo que allí encontraba. Árboles de pera, durazno, ciruela, manzana, tomates, curubas, eran la atracción principal, ya que, si uno no tenía frutos otro sí, pues las cosechas no eran al mismo tiempo.
Mi padre cuidaba muy bien estos árboles y no le gustaba que jugáramos en el solar porque partíamos las ramas al tratar de coger los frutos. También había varios animales como perros, gallinas, conejos, con los cuales también pasé gran tiempo correteando de un lado a otro, o alimentándolos.
Siendo aún un niño, con tan solo 12 años, atrapé mi primer enjambre de abejas y las ubiqué en el solar, sin saber absolutamente nada sobre la vida de estos e importantes seres. Todos los días observaba cuidadosamente si salían o entraban abejas de la caja y esto me hacía muy feliz. Aunque varias me picaron por molestarlas siempre estuve pendiente de ellas.
Fueron muchos los momentos y sucesos que compartí allí con mis hermanos y mis amigos. Hoy en día, con 52 años de vida, todavía visito ese hermoso lugar cada vez que visito a mis padres. Ya no hay árboles frutales como antes, pero si conservo aún ese gran tesoro que encontré cuando tenía solo 12 años, ese tesoro que con el tiempo se ha metido en mi mente y disfruto con grandeza. Ese tesoro son mis abejas, claro que no son las mismas que atrapó ese niño, pero son abejas que he conseguido en distintos lugares con el transcurrir del tiempo.
Desde niño siempre fui muy consentido por mi papá a pesar de ser el quinto de ocho hermanos. Cada vez que llegaba del trabajo al primero que preguntaba era a mí. Siempre decía: «¿Dónde está el segundo?», como si fuera el único hijo. Mi padre trabajó durante 38 años en una empresa hasta salir pensionado y siempre fue muy trabajador. Hoy en día con 85 años de vida sigue trabajando, no en empresas, pero sí en las huertas que ha adquirido, donde cuida de plantas pequeñas y árboles frutales. Se la la pasa de un lado a otro y parece que nunca se cansa. Por esto siempre lo he admirado y he tratado de imitarlo, trabajando casi que a diario para sacar adelante el hermoso hogar que Dios me ha concedido.
Mi hijo menor tenía tan solo 6 años y el miedo que le tenía a las ovejas era incomprensible. Cerca de mi casa había un lote donde pastaban cuatro o seis ovejas diariamente. Cada vez que podía lo llevaba a verlas con el fin de que perdiera ese miedo hacia ellas, pero él nunca quiso acercarse, pues si lo obligaba siempre rompía en llanto. Cierto día, mi esposa preparaba el almuerzo. Sobre la mesa colocó cáscaras de arveja, papa y mazorca. Ella me miró y me dijo: «Vaya le echa estas cáscaras a las ovejas». De inmediato cogí una bolsa donde llevé las cáscaras y le dije a mi niño: «vamos a llevar de comer a las ovejas». Al llegar al lote donde pastaban, le dije al niño: «Venga le damos de comer que ellas no hacen nada». No quiso acercarse, pero yo cogí la bolsa y la vacié junto a las ovejas para que comieran. Para mi sorpresa, al darles la espalda, un cordero me dio un tope haciéndome dar botes en el pasto y mi hijo, que me miraba, solamente reía al ver mi accidente. Al llegar a casa le contó a mamá y hermanas, que se burlaron de mi desgracia.
La gran enseñanza que me deja esta anécdota es que no debemos presumir de cosas o acciones de las cuales no estamos realmente seguros.
Aunque en el transcurso de mi vida he desempeñado varios oficios o profesiones como soldador, mecánico, tornero, electricista, auxiliar de panadería, carpintería, y albañil, incluso trabajé como sacrificador de ganado en el matadero de mi pueblo. En fin, han sido muchas mis profesiones o trabajos realizados, pero solo han sido pasajeras, aunque me han dejado grandes enseñanzas. Solo existe una que difícilmente dejaré de ejercer, la cual he ejercido desde que era un niño con tan solo 12 años de vida. Esta gran profesión se llama apicultura que es el arte del cuidado, reproducción y explotación de las abejas, en especial, la Apis melífera que es la abeja más común en nuestro entorno. Mi pasión por estos maravillosos seres inició cuando una tarde del mes de mayo de regreso del colegio a mi casa me encontré a un amigo que me dijo: «vamos a tirarle piedra a las abejas». Me quedé en silencio y suspenso porque realmente no sabía de qué abejas me estaba hablando. Cuando le pregunté qué abejas, rápidamente me indicó un sitio cercano y me contó que había un montón de abejas. Me invitó nuevamente a tirarles piedras, solo con el fin de ofenderlas y provocarlas para luego salir corriendo y evitar ser picados, ignorando que el vuelo de una abeja es mucho más rápido que una simple carrera de un niño. Bueno, la idea de él era solo divertirnos sin analizar el peligro al cual nos podríamos estar enfrentando. Solo bastó uno o dos minutos para estar frente a un gran enjambre de abejas, todas unidas dando la apariencia de un gran balón de fútbol, unas veinte o treinta mil abejas formaban esta gran familia, pero aun mi amigo deseaba tirarles piedra.
Jamás en mi vida había visto tantos seres unidos entre sí formando un solo ser, Me acerqué un poco más, pero con un miedo que casi no podía caminar por el temblor de mis piernas; casi sin respirar me aproximé más o menos a unos dos metros de distancia, aprovechando la sombra que me ofrecían unos pequeños arbustos cercanos al sitio donde posaban las abejas. Pude observar mejor ese grupo maravillosos. Noté que ellas no se quedaban quietas, sino que todo el tiempo se movían cambiando de sitio, las de adentro salían y las de afuera entraban. Las que llegaban se posaban encima, pero pronto se incorporaron hacia dentro del enjambre. Que espectáculo tan hermoso corría ante mis ojos, todo era muy nuevo para mí, pues jamás había tenido la oportunidad de contemplar esa maravilla tan cerca.
En ese momento escuché a mi amigo que me llamaba. En efecto me incorporé y empecé a retirarme lentamente para evitar molestarlas y posiblemente ser atacados. Al llegar al sitio donde estaba mi amigo noté que estaba algo nervioso. Cuando miré sus manos, vi que en cada una tenía una piedra para llevar a cabo su objetivo y salir corriendo. Me indicó un sitio donde había un montón de piedras y me dijo: «agarre unas para tirarle a las abejas». Recogí dos piedras, un poco más pequeñas. Mi amigo se acercó un poco y lanzó una piedra con la intención de golpear aquella gran bola de abejas que cada vez parecía más grande. Esa piedra cayó junto al arbusto, pero no dio en el blanco; sin embargo, él salió corriendo y yo hice lo mismo tras de él sin darnos cuenta de que ninguna abeja nos perseguía. Mi amigo me insistió en regresar para lanzar otra piedra y tal vez, en ese nuevo intento, lograr su objetivo de golpear esa gran bola de abejas para luego salir corriendo nuevamente.
Al devolvernos para llevar a cabo ese nuevo intento, me detuve un momento mirando mis manos cada una con una piedra, pero sucedió algo extraño. Esa imagen del montón de abejas una sobre otras y todas formando un solo ser llegó a mi mente. Entonces dije a mi amigo: «Esperé un momento, ¿Por qué no las cogemos y las dejamos en el solar de mi casa para después sacarles miel?» Mi amigo no quería, pero como pude logré convencerlo. «¿En qué las echamos?», me preguntó él. Yo sin jamás haber visto una caja para abejas le dije: «hagamos una caja con tablas de las cajas donde viene la fruta». Efectivamente, logramos armar una caja que sería nuestra colmena. La colocamos junto a las abejas. Afortunadamente comenzó a caer una llovizna y las abejas, para protegerse de la lluvia, poco a poco se fueron metiendo a la caja hasta entrar todas. Al llegar la noche, cubrimos la caja con un plástico, la llevamos al solar de mi casa y la colocamos sobre unos ladrillos como base y cubrimos con una teja de la lluvia. Ahora nos enfrentábamos a algo más difícil: el cuidado de las abejas. Un día mi amigo me dijo que él no quería nada de abejas y que yo mirara qué hacía con ellas.
Fue entonces cuando empecé a indagar y averiguar todo lo que podía sobre abejas. Han pasado 40 años en los cuales he aprendido mucho, he asistido a varios congresos internacionales sobre apicultura y hace año y medio estoy llevando a cabo un gran proyecto sobre mejoramiento genético en abejas Apis melífera.
Me siento muy feliz con mis abejas. Tengo más o menos unos dos millones de individuos distribuidos en tres apiarios cada uno con diez colmenas. Espero algún día culminar ese gran proyecto sobre mejoramiento genético y decir con orgullo que soy un apicultor.
El proyecto consiste en lograr obtener abejas mansas o menos agresivas pero muy productivas tanto en miel como en polen. Esto, mediante el cruce de reinas mansas con zánganos hijos de reinas muy productivas, ya que las abejas que existen en la región son muy agresivas y esto está obligando a los apicultores a desplazar sus colmenas a sitios lejanos o a abandonar esta hermosa profesión.
El gran anhelo de mi vida ha sido comprar una finca en el campo, en donde pueda tener animales como ganado, ovejas, gallinas, y otros propios del campo y, por supuesto, donde pueda tener mis abejas; y cultivar productos de mi región, pues siempre he sido un gran admirador de la vida del campo. Ojalá mi Dios me conceda cumplir ese sueño aunque sea en los últimos días de mi vida.
Hoy en esta situación de encierro he pensado y analizado mucho con respecto a mi estado y estoy seguro de que debo perdonar a todas las personas que han hablado mal de mí y de mi situación, sin saber realmente la verdad de los sucesos. De igual forma, a quienes me acusan y son responsables de mi encierro ya que solo ellos saben la verdad.
En mis 52 años de vida he adquirido muchos conocimientos y he compartido infinidad de vivencias con muchas personas Todo este tiempo ha transcurrido tan rápido que no me he dado cuenta cómo es posible haber vivido tanto tiempo casi sin darme cuenta.
Pero hoy, en este sitio, me he preguntado cómo es posible que tuve que llegar aquí para darme cuenta de cuán importantes han sido para mí muchas personas, en especial mi familia, y me arrepiento de no haber compartido mucho más tiempo con ellos, no decirles cuanto los quiero y los extraño.
Antes, todos estos detalles tal vez no eran tan importantes para mí, solo me preocupaba por trabajar, sin importar el sitio ni la distancia a donde tuviera que ir. Nunca tuve el suficiente tiempo para mi familia y hoy me arrepiento mucho, con lágrimas en mis ojos y el corazón destrozado.
Nunca hizo falta nada en mi casa y procuré brindar comodidad a todos. Hoy creo que siempre hizo algo falta: mi presencia, y el cariño que mi esposa y mis hijos necesitaban para ser felices. Si Dios y la Virgen me permiten salir pronto de este sitio, prometo ser ese padre y esposo que hizo falta en mi hogar, trataré de compartir al máximo con ellos, seré ejemplo para mis hijos, para que ellos sean felices y brinden felicidad en sus hogares.
CALDAS
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA CON ALTA
Y MEDIANA SEGURIDAD DE LA DORADA
William Cifuentes
Director del taller
Fune
(Seudónimo)
Era una noche muy fría y oscura, de esas en que a nadie le gusta salir de su casa para nada. Juan se dirije a su lugar de trabajo en una funeraria en la ciudad de Medellín. Son las 9:45 de la noche. Juan acelera el paso para llegar porque hace frío. El compañero de trabajo lo recibe con un buen tinto y le entrega el turno.
—Juan, hoy fue un día muy trajinado, muchos cuerpos para preservar. Ahí quedan 2 que no pude terminar: uno es por muerte violenta, y a la mujer de muerte natural te la recomiendo porque la familia la espera a las 12 de la noche en su lugar de velación en el cementerio Campos de Paz, sala número 3.
Juan se pone el traje de tanatólogo, que es parecido al de un cirujano, pero de muertos y empieza su labor. Con la mujer se demora 1 hora y 30 minutos. Luego se quita el traje de laboratorio y se pone el uniforme de gala de la funeraria, que lo hace ver muy elegante. Juan organiza todo para salir hacia el lugar develación. Monta el féretro en el coche fúnebre y comienza el recorrido hacia la autopista norte. No hay casi carros y todo está muy solo. A lo lejos se alcanza a ver la cruz grande del cementerio. Juan baja la velocidad, gira hacia la izquierda y frena en la portería.
—Caballero ¿a qué sala se dirige? —le pregunta el celador.
Cuando le dice que a la sala número 3, el celador dice que hay mucha gente en esa sala. Abre la gran puerta y le señala dónde es el lugar.
Juan escucha que se rompen muchos llantos al llegar. Baja el féretro del coche fúnebre y deja la señora en su lugar de velación. Se retira del lugar, se monta en el coche fúnebre y sube los vidrios porque hace frío. Mira el reloj y marca la 1 de la madrugada. El celador abre la puerta nuevamente y sale del cementerio.
A las afueras del cementerio se da cuenta de que hay una mujer bien organizada y abrigada y a simple vista se ve que lleva mucho tiempo ahí. Juan arranca y la mujer le pone la mano como si fuera un taxi. Piensa en las políticas de su empresa, que en los coches fúnebres sólo puede ir personal de la funeraria. Pero al ver que hace frío y que la mujer le puso la mano decide frenar.
—Señorita, ¿en qué le puedo colaborar?
Juan está sorprendido con la belleza de la mujer.
—¿Te queda fácil darme una arrimada hasta donde se vea transporte que me pueda llevar a mi casa? —le pregunta la mujer
Juan, muy cortés, le abre la puerta y la mujer se monta.
—¿Hace rato estabas ahí?
—como 1 hora si no estoy mal, hasta te vi llegar al cementerio —contesta la mujer.
Juan concentrado en el volante pero atónito con tan hermosa mujer le pregunta su nombre.
—Mucho gusto Juan, me llamo Sara.
—¿Cómo sabes mi nombre si no te lo he dicho?
Sara sonríe y le dice que en la escarapela está su nombre completo. Juan mira rápidamente su escarapela que cuelga de su cuello hasta el ombligo, y ve que la mujer no tiene cómo ver la escarapela porque el saco de su uniforme la está tapando, pero no le presta mucha atención a esto
—¿Qué haces a estas altas horas de la noche a las afueras de un cementerio? —le preguta Juan
—Estaba en un velorio de una gran amiga que falleció, y como en vida no nos pudimos ver vine a darle su último adiós y a despedirme, así ya no esté en este mundo —contesta Sara y suspira profundamente, con tristeza
—Sara. te puedo llevar a tu casa —le dice Juan para subirle el ánimo—. Como ves hace frío y no podría dejar tan hermosa mujer por ahí a estas altas horas de la noche.
Sara le sonríe,
—Qué amable eres Juan, ¿sabes? nunca me había montado en un carro de estos —dice Sara—, pero sí te agradezco que me puedas hacer ese grande favor.
Cuando Juan le pregunta en qué parte de la ciudad vives, ella le dice que en el barrio Héctor Abad Gómez y que están cerca.
—¿Si ves esa casa blanca con puerta plateada? Esa es mi casa, te agradezco mucho tu formalidad.
—Hace mucho tiempo que te queda muy bien tu uniforme, pareces un ejecutivo —le dice Sara como si lo conociera; luego le da un beso en la mejilla, cierra la puerta y le dice—: hasta pronto Juan, sé que nos volveremos a ver.
Sara se dirige hacia su casa, saca las llaves, abre la puerta, entra y cierra. Juan arranca y se dirige nuevamente hacia su lugar de trabajo mientras pensaba: «que mujer más hermosa». Estaciona el coche fúnebre. Al bajarse nota que en el asiento donde estaba Sara había un abrigo negro que ella tenía puesto cuando la recogió. Juan no le ve problema, sonríe y piensa en que ya tiene un motivo para ver a Sara. Juan coge el abrigo y lo guarda en su maleta mientras sigue en su labor.
A las 6 a.m., después de una larga jornada de trabajo, Juan termina su labor. Se dirige hacia su hogar, pensando en esa hermosa mujer que había conocido y con la ilusión de volverla a ver. Mira el abrigo de Sara y piensa en llevarle el abrigo a Sara. Pero cuando mira el reloj se da cuenta de que está muy temprano.
Juan por fin llega a su hogar, se acuesta cansado y se olvida de todo. Solo quiere descansar y dormir . Después de unas largas hora de sueño, Juan se despierta y lo primero que se le viene a la mente es esa hermosa mujer.
Juan se levanta, almuerza y se organiza para salir a entregarle el abrigo a Sara. Se pone su mejor pinta para impresionarla. De repente ve que está cerca de la casa blanca con puerta plateada, y se le acelera el corazón.Toca tres veces hasta que sale una señora de edad, muy formal, pero su cara refleja tristeza.
—Buenas tardes, joven ¿qué se le ofrece?
—¿Será que usted es tan amable de llamar a la señorita Sara?
La señora lo mira a los ojos y luego, agachando la cabeza, abre la puerta y deja ver una foto de Sara en un altar con veladora y flores.
—Ella murió hace cinco días en un accidente de tránsito, y apenas ayer le dimos cristiana sepultura.
—No y no —dice Juan—. Estoy seguro de que yo ayer la traje en la madrugada. Es más, dejó este abrigo en el carro y vengo a devolvérselo.
La señora mira el abrigo y le dice a Juan:
—¿Usted por qué tiene ese abrigo de mi hija?, ella solo se lo ponía cuando tenía mucho frío.
La señora vuelve a romper en llanto y Juan, sin saber qué decir y anonadado por esta noticia, reacciona y le dice a la señora:
—¿Está segura de lo que me está diciendo? Es que yo la traje ayer hasta acá, hasta esta casa. La recogí en el cementerio a la 1 de la mañana.
—Allá descansa el cuerpo de mi hija.
Cuando la señora ve que aquel joven no sabe qué pasa y lo ve tan desconcetrado, le entrega un recordatorio de esos que dan en los velorios, con el nombre de Sara, con la fecha en la que nació y el día en que murió.
—No puede ser —repite Juan.
—Joven, si quiere ir a su tumba le voy a dar la ubicación del lugar donde está, a ella la enterramos al lado de la cruz, es la tercera a mano izquierda de la cruz.
Juan le da su sentido pésame y se despide de la señora. Se va muy consternado por lo que le dijo la señora. Vuelve a mirar el recordatorio con el nombre de Sara y se dirige rápidamente al cementerio. Sigue las instrucciones que le dio la señora: al pie de la cruz, hacia la izquierda. Entonces cuenta con la mirada tres tumbas, y sí, en la tercera habían flores frescas, Juan se va acercando con algo de nostalgia de ver la tumba de Sara que decía: descansa en paz, hija.
Jhonatan Andrés Bueno
La historia sucede en la cordillera central de nuestro país, entre la zona que limita a los departamentos de Antioquia y Caldas. En la zona alta del municipio de Riosucio, Caldas. Por muchos años estuvo ese municipio como zona roja, por la violencia y el conflicto armado.
Desde muy niño mi deseo era ser parte del Ejército Nacional. Veía tanta violencia en mi territorio y al ver a los soldados que llegaban por allá me ponía a pensar que algún día sería igual que ellos, llevaría puesto un uniforme y llevaría conmigo un arma.
Mi madre siempre se opuso a eso, pero al cumplir mi mayoría de edad, me voy de casa y termino en una jornada de reclutamiento del ejército. Me presento y me aceptan. Fueron 18 meses de servicio, 18 meses que me sirvieron para ver lo bueno y lo malo de estar allí. A pesar de todo, decido seguir como soldado profesional. Hago todo lo requerido, me vuelvo a presentar y me aceptan nuevamente.
Después de un año decido que haría un curso de tiro, para especializarme en armas del largo alcance. Lo hago para poder incorporarme en un batallón de comandos especiales y lo logro. Después de un tiempo y por mi desempeño me convierto en hombre de confianza del capitán de ese batallón. Resulta que en cada operación que hacíamos siempre había muy buenos resultados, porque cuando entrábamos a una zona de conflicto yo era quien me encargaba de buscar a los subversivos y darles de baja.
Esto siempre lo hacía con el consentimiento de altos mandos y, desde luego, del capitán del batallón. Ellos eran quienes se daban el crédito de los resultados y a mí casi no me daban permiso para ir a ver a la familia. Me daban permiso solo cada año, y si estaba de suerte, cada 6 meses.
Un día pienso que ya es tiempo y que me merezco un buen descanso, porque tengo al menos 6 meses en el área y ya quiero volver a casa para estar con mi familia. Hablo con el capitán y le solicitó el permiso. Él me dice que sí: «cuando lleguemos al batallón, me recuerda y negociamos ese permiso. Yo me suento motivado porque para mi suerte la llegada del batallón sería una en una semana. Ese día andábamos en una jornada muy dura. Nos toca andar en la noche. Al fin llegamos a un sitio adecuado para descansar. Al amanecer, todos nos levantamos y el capitán nos dice qué es lo que debemos hacer: unos a prestar centinela, otros tantos a descansar, «pero sin dormir», dice el capitán, porque estábamos en zona roja. Todos hacen lo que les corresponde. Yo hablaba con un lanza que sabía que yo era de un municipio cerca de donde nos encontrábamos en ese momento y si él tenía razón mi familia vivía cerca, por así decirlo.
En esos días nos encontrábamos precisamente entre Antioquia y Caldas, pero estábamos más hacia el lado del departamento de Antioquia, a unos cuatro días caminando del municipio de Riosucio. Yo le contaba al lanza que yo conocía muy bien la zona, porque antes del ejército yo andaba por esas montañas con un grupo de guardia indígena, y que andábamos mucho por esas montañas. El lanza me dice que ya se retira, porque debe ir a hacer el relevo del centinela y yo me quedo observando todo el paisaje que podía ver.
Era un día normal como todos había sol, el cielo muy despejado no había nube que cubriera el Sol. Me encontraba descansando porque la noche anterior me dejó muy agotado de energías y debía tomar un descanso
Eran las 14:00 y por parte del comando general recibimos una información donde decía que nos debíamos mover de esa zona para ir apoyar una unidad contra guerrilla que estaba en una emboscada. Para ese entonces me desempeñaba como tirador de alta precisión «francotirador». El capitán me informa la situación y me da la orden de ir en avanzada. Como yo ya sabía qué tipo de orden era, por eso salí 20 minutos antes que el resto de tropa.
El enfrentamiento estaba dándose lugar a 25 km de distancia de nuestra posición y nos demoramos al menos 1 hora para llegar a ese lugar. Pero como yo conocía la zona, sabía de varios senderos que me conducirían al lugar en menos tiempo. Cuando llegué me encontré con un fuerte enfrentamiento entre guerrilla y ejército. Hombres, mujeres de un lado y del otro lado soldados que solo hacían su trabajo y quedaron en esta emboscada por parte de la guerrilla.
Una vez allí, me ubico en una zona alta para tener más precisión con el objetivo. Luego le envío nuevas coordenadas al capitán de nuestra unidad y al Comando General. De allí recibo la orden principal: fuego a discreción. Lo más importante para mí en ese momento es neutralizar a los de las armas de apoyo que son ametralladoras. Había 6 esa tarde repartiendo fuego desde diferentes lugares y uno uno fui dándoles de baja con tiros precisos en la frente o el cuello.
Esa tarde todo marchaba muy mal para esa móvil de contra guerrillas, porque por la falta de rapidez en reacción habían perdido ya a varios hombres. Cuando el capitán de esa unidad recibe la información de que yo ya me encontraba en la zona, me dice que debo estar atento porque había un tirador y que por eso los tenían acorralados. Me informan de dicha situación y para cuando están terminando de hablar me siento que algo impacta a unos 40 cm de distancia de donde estoy yo. A juzgar por el agujero, me hace creer que es de un Barrett Rg 80 de calibre 50 dmg. Una vez me percato de que ya mi posición fue descubierta me retiro de inmediato a otro sitio. Pero antes de irme, debía esperar en qué momento me dieran un respiro, porque una vez me muevo empezaron a dispararme. Salí a buscar otro sitio más alejado. Un rato después me ubico nuevamente y dtecto la posición del tirador. El sujeto estaba a unos 950 m de mi posición, pero estaba a unos 620 m de la unidad emboscada. Así que, sin pensarlo, una vez fijé mi objetivo accioné mi rifle: un M24 Remigton de calibre 7.79 x 46 mm. El proyectil impactó al sujeto en la cara. Como entró por el ojo izquierdo, perdió la mitad de la cabeza. Luego de esto informó que la situación con el tirador ya está controlada.
Pero ahí no termina todo. Aun siguen enboscados por los otros guerrilleros que con fusiles Ak 47 atacan y nuestra unidad aun está a 10 minutos. Lo que veo más posible es tratar de dar de baja a todo guerrillero que vea. Al darse cuenta que el fuego subversivo baja, los soldados salen 1 por 1 y yo los cubro.
Ya había dado de baja a por lo menos 20 subversivos cuando el capitán de mi unidad me informa que ya están en la zona y que le diga cómo está la situación. Le digo que un poco controlada pero que aún hay muchos subversivos.
El capitán me dice que entrará por un lado y que los cubra. Así lo hago. Como ellos terminan el trabajo, sacan a los soldados emboscados o al menos los que podían caminar. Desde el comando general nos informan que el apoyo va en camino; 20 minutos más tarde llega el apoyo aéreo con helicópteros Arpías Blakhawk OH 60 y el avión fantasma, y reparten fuego sin miedo por las montañas donde los guerrilleros se esconden.
Al terminar el día, después de 2 horas de un intenso combate, los resultados son 45 bajas de subversivos entre hombres y mujeres y 18 hombres del ejército. Luego de reunir y de hacer un helipuerto para que los helicópteros pudieran aterrizar, nos sacan de la zona y nos llevan para una base militar. Nos reciben los altos mandos y, después de una inspección de nuestros equipos de campaña, nos llevan a un alojamiento para que descansemos un poco. Al día siguiente después de la diana—formar para recibir instrucciones, uno se preparan para dar informe de la situación; otros para ir a hablar con sus familiares y contar lo sucedido;y otros solamente se dedican a descansar o hacer labores de mantenimiento. Al paso de unas cuantas horas nos vuelven a formar para decir quién saldría de permiso las próximas 12 horas.
Por mi parte, digo hacia mis adentros, que no me darán permiso. Pienso que no me dejaran salir porque ya ha sucedido en ocasiones anteriores. Soy el que más me desempeño en el área de combate y los que salen son otros; pero esas no son penas, ya me darán el permiso digo yo. Sin embargo me acerco donde el coronel y les solicitó que si me puede dar un permiso para ir hasta donde vive mi familia. Al ver que la respuesta que me da es ya se les dijo a los que iban a salir y que no me podría dar ese permiso, me regreso para mi escuadra a limpiar mi rifle, un poco disgustado por lo sucedido. Luego de un rato llega el capitán y el coronel. Cuando los veo acercándose a mi lugar de descanso, lo primero que hago es pararme y presentarme con la cortesía militar adecuada. El capitán le dice al coronel, «éste es el soldado de quien le hablo mi coronel». El capitán me mira y con un gesto me dice que puede estar saliendo. Me felicita por la labor que realicé en combate y me dice que puedo ir a ver a mi familia. «Vaya comparta con ellos un mes, cuando el tiempo se le termine se me presenta, porque hay mucho más trabajo que hacer», me dice.
En ese momento no pensaba en el trabajo, ni en lo que tendría que hacer al volver. Solo deseaba ir a casa a ver a mi madre porque ya llevaba un año sin verla y sin compartir con ella. Cuando salgo de esa base militar, me detengo unos cuantos metros de distancia de la entrada y siento una sensación de alivio, porque después de todo, y de tanto tiempo, descansaré sin peligro alguno. Me detengo y vuelvo a decir: después de todo tengo muy bien merecido este permiso, me lo he ganado con sudor y sacrificio.
Entonces sigo mi camino porque me espera un viaje de dos horas en moto hasta llegar donde mi familia.
Rafael Hernando Amariles Baquero
Recuerdo que estando en quinto de primaria el profesor nos dijo que necesitaban un alumno de nuestra escuela para que fuera a representarla en un concurso de canto que iba a haber entre varias escuelas de la ciudad, y que por eso debíamos salir a cantar todos los de su curso para él ver si alguno de nosotros podía representar a la escuela.
Muchos de mis compañeros salieron a cantar, otros no quisimos salir a cantar. Personalmente no salí al frente porque tenia muchos argumentos en mi mente tales como: canto mal, que boleta, eso no es para mí, aunque en verdad la sumatoria de todos estos argumentos era el miedo y no iba a salir por nada del mundo, eso decía yo en mi interior.
El profesor al ver esta actitud en algunos de nosotros dijo, bueno el que no salga a cantar le pongo una «I» en artística. Yo era uno de los mejores estudiantes y no quería una mala calificación. Al final me enfrenté al miedo y decidí salir a cantar. Recuerdo haberlo hecho con mis ojos cerrados y mientras entonaba mi canción también me expresaba con mis manos. Después de que todos habíamos salido al frente, el profesor nos preguntó: ¿para ustedes quién cantó mejor? A una sola voz, dijeron mi nombre y yo no lo podía creer y la verdad me sentí feliz.
La vida a veces es una frustra metas. Solo podemos conseguirlas enfrentándonos a los problemas.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, si no de poder, de amor y de dominio propio. Timoteo 1: 17.
CALDAS
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO
DE MEDIANA SEGURIDAD Y CARCELARIO
DE MANIZALES
Johana Barragán
Directora del taller
Sandra Patricia Vera
Mi nombre es Patricia y toda mi vida he vivido en Belalcázar Caldas, llevo 2 años en la cárcel de Manizales por uno de mis errores más dolorosos.
He cometido muchos errores, pero hoy quiero contarles dos de ellos, los que han marcado una huella imborrable. Uno de ellos fue cuando empecé a consumir bazuco con el padre de mis hijos, el hombre que me dio maltrato físico y psicológico, tanto que hasta me cortó la cara. Después de separarme de él, seguí consumiendo droga porque ya estaba adicta.
Descuidé mi casa, mi familia y, lo más importante, a mis hijos. Mi hijo mayor cayó a la cárcel mientras yo consumía cada día más bazuco.
Un día llegó el Bienestar Familiar a mi casa y se llevó a mis 2 hijas menores: una niña de 9 años y otra de 1 año y medio. Me dieron a escoger si quería seguir con mi vida desorbitada o me dejaba ayudar y recuperar a mis hijos. Sentí tanto dolor ver a mis hijas sufrir las consecuencias de mi error que decidí dejarme ayudar y me llevaron para un centro de rehabilitación. Salí bien, gracias a Dios, y recuperé mis hijas.
El otro error doloroso es el que me tiene acá lejos de mis hijos. Yo trabajaba en la prostitución para sostener mi hogar. Pero cuando llegó la pandemia y cerraron los bares cometí el error de trabajar vendiendo drogas y acá me tienen pagando una condena de 51 meses.
Es muy doloroso estar lejos de mis hijos, jamás podré borrar de mi mente el dolor que les causé a mis hijos el día de mi captura. Las lágrimas que corrían por los ojitos de mi niña de 11 años cuando me pusieron las esposas y me leyeron mis derechos.
Ahora solo le pido a Dios que llegue pronto mi libertad para estar con mis 5 hijos y mis 6 nietos y disfrutar de tantos momentos lindos que les debo. Siento que nunca podré borrar de mi mente ni de la mente de mis hijos los momentos dolorosos por los que hemos pasado. Pero de los errores se aprende, para no repetirlos y darnos cuenta del valor que tiene la familia. Gracias a Dios aprendí la lección.
Ya estoy libre de la droga y esperando mi libertad de rejas, Bendecida por Dios.
Marleny Orozco
Había una vez un niño que vivía con su madre y su abuela porque su padre había muerto en un accidente. Su madre siempre estaba trabajando para llevar el sustento a la casa. El niño se sentía triste porque no tenía el cariño de su madre y su padre no estaba para brindarle el cariño, el apoyo y los consejos que necesitaba.
El niño fue creciendo y tomando malos ejemplos de malas compañías: se metió a las drogas. Entonces no le respondía a su madre cuando ella lo lllamaba. No le importaba nada en la vida. Una vez, en una sobredosis, falleció y ahora su madre lamenta no haber estado ahí con su hijo dándole todo el amor y el apoyo que los hijos necesitan.
Olga Yaneht Cardona Lozano
Era de noche. Iba por la calle y conocí el amor de mi vida. Nos saludamos, salimos y nos enamoramos. Fue un amor puro y sincero. El amor más grande de mi vida. Ese tipo de amor que solo existe una vez y es para siempre.
Ya no estamos juntos pero el amor en mí está tan vivo como el primer día. La vida es difícil a veces. Tenemos lo que queremos y luego se nos va. Pero sigue viva la esperanza de volver al amor, a ese amor que tuvimos y ya no lo tenemos.
Cada día recordamos un amor bajo la luna. Un amor eterno y duradero.
CAUCA
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO
DE MEDIANA SEGURIDAD Y CARCELARIO
DE BOLÍVAR
Lina Moncada
Directora del taller
Paisa
(Seudónimo)
Querída amada mía:
Te escribo desde la penitenciaria de Bolívar, Cauca. Estoy seguro de que pronto estaremos juntos para terminar de formar a nuestros hijos. Yo todos los días le pido a Dios por ti, por tu salud y la de toda la familia.
Te pido de corazón que cuides muy bien de nuestros hijos y mis nietos. Con el poder de Dios pronto estaré en casa para que lleguemos a viejos en paz y armonía.
Te envío muchos besos para que día a día te den calor y fuerza para seguir adelante.
Te ama y te recuerda,
El paisa
Tortimotos
(seudónimo)
Queridísima y recordada amiga mía:
Hoy te escribo desde la penitenciaria de Bolívar, Cauca, llena de abarrotes que me detienen y me impiden verte. Sé que nuestra amistad es fuerte y nos ayuda a sobrellevar lo que está pasando. Sé que algún día no muy lejano, esta amistad se convertirá en algo más y llegará a convertirse en un cuento de amor. Quisiera estar mirándote a los ojos fijamente y decirte que te pienso mucho. No veo el día en que se cumpla esta condena y disfrutar de ti porque si los besos son como palabras desearía tenerte cerca y así tener mucho de qué hablar.
Te recuerda y te quiere,
Tortimotos
Artista
(Seudónimo)
Saludo cordial madre querida, éxitos en tu vida cotidiana.
Madre, esta carta tiene el propósito de manifestar mi más sentida voz de tristeza por tu lejanía para conmigo, ya que este encierro no me permite tenerte cerca.
Empero, esto no es impedimento para demostrarte el inmenso amor que brota por mis poros hacia ti. Madre, que Dios, la gloria y la misericordia te cuiden y protejan siempre.
Desde lo más profundo de mi corazón.
Te ama tu hijo,
Artista
Pepeson
Queridísima y amada madre mía:
En tiempos difíciles tú eres la que más aliento de fuerza me da. Le pido todos los días a Dios nuestro Señor de los cielos y de la tierra que te guarde y te de muchos años más de vida. Le doy gracias por la madre tan maravillosa que me ha regalado.
Te escribo esta carta para decirte lo mucho que te amo y darte las gracias por la educación y los consejos que me diste. Madre mía eres irremplazable. Si tuviera la oportunidad de volver a nacer solo pediría una sola cosa:
¡Dios! que mi madre volviera a ser mi madre.
Te amo madre de mi corazón,
Atentamente,
Tu hijo.
CAUCA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA CON ALTA
Y MEDIANA SEGURIDAD DE POPAYÁN
Lady Marcela Bastida
Directora del taller
Luis Muñunga
En esta mañana, un poco fría y tímida, trato de buscar en mis recuerdos algo que logre calentar el ánimo, el espíritu ¡y sí! viene a mi mente aquel 19 de junio, cuando por suerte mi primo nos presenta. Ese día, a lo lejos te veía con tu caminar maravilloso y esa larga cabellera cuidada, crespa y brillante. Esos ojos eran los más bellos que había visto hasta ese instante, tus facciones, ni hablar, tan bien definidas, con esa nariz «ñata» como tu apodo, tus labios de tamaño medio pero deseables como el agua al sediento, y… tu voz, ¡oh tu voz!, que como canción me llevó al cielo escuchando un ángel que Dios situaba en mi camino para cambiar mi vida.
Recuerdo aquella maravillosa charla que entablamos, coincidimos en muchos gustos, y así, las horas se hacían minutos, y los minutos segundos, de repente, el tiempo se paralizó cuando fijamente te miré a los ojos, y lograste hechizarme para siempre, pues mi mente no se cansaba de dibujar tu sonrisa, tus gestos y todas esas virtudes que te hacían más especial en mi mundo y en mi corazón.
Hoy, después de algún tiempo, reafirmo que Dios bendijo mi vida desde el momento que escuché de tus dulces palabras, que aceptabas ser mi novia, el poder abrazarte, darte un beso, beber el dulce néctar de tus labios, compartir mi vida junto a ti, recordar el momento cuando fuimos al altar y al tenerte frente a mí, escuchar de tu boca: ¡sí, acepto!, hiciste que fuese un momento excepcional, alegre e irrepetible.
Sí, el tiempo ha pasado y con sus desatinos ha dejado una huella irreparable en mis sueños, pues mis ilusiones se han quebrado. Hoy no te tengo, no te he vuelto a ver, pero me pregunto en mi soledad si habrá algún día, no lo sé, simplemente aquí estoy, en medio de unas paredes y rejas que me impiden salir. Desde lo más profundo del alma, surge el deseo inmenso de verte, pero no puedo, con el pasar de las horas y los días, soy consciente de que ese deseo se hace cada vez más lejano e imposible. Tengo la certeza de que saldré en libertad, y te tendré en mi mente, en mis recuerdos, en mi vida, eternamente te veré, también sé que tú me ves aunque yo no pueda pues el destino te arrebató de mis manos.
Cuánto anhelo poder decirte todas estas palabras personalmente pero no puedo, tan solo me quedo con sentirte aquí a mi lado, abrazándome fuerte, dándome un beso en la mejilla y coqueteándome para que te dé un beso en la boca.
Tal vez nunca leas estas líneas, ni veas mi tristeza deambular, solo te puedo asegurar que esta carta termina perpetuando aquel día frío y triste cuando me dieron la noticia de tu muerte. En ese preciso momento comprendí que tú eras un ángel y que tenías que retornar al lugar de donde viniste. En verdad sí, sí, quisiera decírtelo personalmente…pero lo escribo, sí, lo escribo porque sé que esta es una carta que nunca enviaré.
Juan Carlos Játiva
10 de septiembre de 2022, patio 12 del establecimiento penitenciario y carcelario de Popayán. Allí me encontraba yo, lucía una polo amarillo claro y jean azul que hacía juego con mis tenis, apuesto para la ocasión esperaba de manera paciente el tan anhelado llamado para trasladarme al patio de visitas de Mediana Seguridad y por fin encontrarme con mi hijo amado, Camilo.
Esa espera fue incrementándose como una bola en declive y mi mente divagaba en un escape por tranquilizarme. Por fin, a las 7:45 de la mañana, después de 35 minutos de infinita espera, escucho al auxiliar de custodia del INPEC en un tono tenue: Juan Carlos Játiva Rúales, tiene visita.
Como un niño al que su papá invita a un helado, agarro mi mochila negra y emprendo mi camino. A mi espalda escucho la reja cerrar, e inicio la travesía por ese camino angosto que me separaba del patio de visitas, más o menos unos 53 metros que se me hicieron eternos. Allí por fin me encontraría con ese ser amado.
Como todo en la cárcel, pido permiso al «comando», para recoger la torta que había mandado a preparar para esta ocasión tan sublime para mi hijo y para mí. Continúo con mi andar silencioso mientras observo vertiginosamente las imágenes a mi alrededor: el cielo, las nubes, el prado a mi izquierda y a mi derecha, la pared exterior del patio de visitas. Esperanzado de compartir ese encuentro por la celebración de los veinte años de mi hijo llegué a mi destino.
El auxiliar tomó el candado niquelado en su mano izquierda y la llave en su mano derecha procediendo a abrir la puerta al patio de visitas, lugar frío a pesar del sol veranero que reinaba en el exterior.
Mi corazón latía a más de 120 pulsaciones por minuto, al fondo detallo la figura de un hombre corpulento, de tez mestiza, cabello negro liso, vestía una camiseta amarilla, sudadera gris y como protocolo de visitante, chanclas transparentes. En su mano derecha, sostenía la ficha diez junto con el formato de visitante. Mientras se acercaba a mí, percibí un escalofrío y atiné a decir: es mi hijo amado.
Acercándonos para nuestro encuentro, recordé el momento maravilloso de hace diez años, cuando celebré su décimo cumpleaños y aún estaba en libertad, lo perpetuaba tan diferente; en aquella ocasión con sus facciones propias de la niñez, 1.50 metros de estatura, indefenso, iniciando su bachillerato y con total dependencia hacia mí. Ahora se mostraba como un hombre fornido que conservaba algunas características sutiles en su rostro, 1.70 metros de estatura, maduro, próximo a graduarse como psicólogo y muy aplomado.
En el momento que nos encontramos frente a frente, me cobijó con sus brazos fuertemente, y mis ojos se debilitaron, permitiendo que fluyera un llanto mezclado entre alegría y nostalgia. Quise hablar pero un nudo en la garganta ahogaba mis palabras, así que me dejé llevar hasta que pude desahogarme, pues han sido casi diez años de cohibirme, dejando de compartir gratas etapas y momentos de la vida con mi Cami.
Pasados varios minutos, ya más tranquilos, nos sentamos, me detuve para retomar mis pensamientos de camino a este encuentro, realizando un paralelo entre el recuerdo y el presente, lo cual me lleva a concluir que son tan iguales y, sin embargo, tan diferentes.
—¿Cómo has estado papá?— preguntó Camilo con voz gruesa y aplomada.
—Gracias a Dios, muy bien mijo— apunté con un tono expectante.
Creo que ninguno de nosotros pensaba en alguna objeción en ese instante y sostuvimos un diálogo sosegado y constructivo. No podía creer, no solo el cambio físico que había tenido mi hijo, sino también el enriquecimiento de su léxico y fluidez verbal. Realmente sentía que una parte de mí asimilaba la nueva situación y la otra recordaba con nostalgia aquellos momentos del pasado. En medio de nuestro coloquio, encontramos un espacio para cantar el famoso feliz cumpleaños, cuando de repente alguien interrumpió gritando: «Últimos en pollo», y salimos corriendo a la fila para reclamar nuestro almuerzo. Al realizar la oración de acción de gracias por los alimentos, recordamos los años maravillosos que compartimos una década atrás.
—Me siento orgulloso de ti mijo— expresé con un sentimiento de satisfacción y de gratitud a Dios.
Agradeció mi cumplido. Faltaba un solo momento para hacerlo completamente feliz, así como solíamos hacerlo tiempo atrás, por lo tanto, saqué mi Biblia y tomamos la cita bíblica de Corintios 13: 4—10, donde se conceptualiza lo que es el amor. Reflexionamos y adaptamos la palabra a ese preciso momento, sintiéndonos en plenitud y gozo.
Habían trascurrido tres horas y ocho minutos, mirando a mi hijo con tanto amor expresé con un hondo suspiro: «Qué rápido pasa el tiempo cuando se es feliz».
Mi hijo tan solo asintió con su cabeza.
Una voz con tono militar irrumpió el momento: «Señores, la visita terminó. Gracias.»
Rápidamente tomé las manos de mi hijo y afirmé con todo mi corazón: «Jehová Dios te bendiga en el nombre de Jesucristo».
Un contacto visual sin palabras fue suficiente para despedirnos, sin embargo, unas palabras hicieron eco en mi corazón: «Sigo a tu lado, volveré, ¡te amo!»
Y con un abrazo se selló ese día inolvidable, vi cómo se alejaba mi hijo físicamente, pero quedará para siempre en mi corazón.
Irné Asonier Yama
(Seudónimo)
Al principio de oír, lo oí, pero no lo entendí. Mi madre me lo contó; aun así, no lo comprendí. De un año, el virus se me aferró; la meninge, se me inflamó. Fui desahuciado; velado en una mesa que permaneció por tiempos anunciando lo que nunca fui. A San Martín de Porras, decía mi madre, le debía el seguir coleando por las carreteras de aquellas marañosas veredas.
Crecí lánguido, sin mucho peso y de poca estatura. Aquellos galenos ofrecieron augurios, muy similares a lo que tenían diagnosticado. Por genialidades de su ciencia longeva, ellos expresaron: «no poca necedad mostrará este niño». Me llenaron de vacíos, lo que podía ser mío. «De poca inteligencia, de carencia habilidosa y enfermizo por constancia, así será la vivencia de esta criatura que cerca estuvo del Tánatos». Quizás ellos me prefiguraban entre los desventurados, como a los que a muchos al campus enviaron.
Mi mente de niño ignorante estaba, mis cogniciones elementales sólo se guiaban por vivir con afluencia. Juegos por aquí, amiguitos por allá, caídas sin decir, raspaduras sin cesar. Todo era un gozar, nada del pasado, podía rasgar la alegría de afrontar el ver mi vida avanzar.
Siempre he sido muy querido por mis padres. Ni siquiera la verdad de aquella enfermedad, nada, arruinó; los cariños, los momentos de fraternidad, los regalos, y los regaños de los que, con asombro, creyeron alguna vez que dejaría de ser.
Tampoco reprocho lo que ahora me ha tocado, vivo con fluidez mi lógica, mi estrechez, mi desfachatez y el poder llegar a la vejez. No mucho menos a lo anterior, el saber vivir con notas llenas de armonías polifónicas, notables audibles sólo en mis recuerdos, en mis fondos inaccesibles de lo que sobrepasé y pasaré más allá de estas letras admirables, deícticas y confortables.
Ser admirado no deseo, aunque más de una vez fui señalado para no serlo. Busco ser lacónico, palmario soy; quizás por mi padre, y aunque algunas veces me desplaye en verborrea, algunas, con bellezas fónicas derrumban pedestales icónicos.
Por ahora no he dejado de asombrarme de esa historia tan particular, de arraigue familiar. Pensar sobre ello me llena de una perspectiva insesgada, cargada de dádivas para aquel Dios que me ha mantenido con una existencia avivada.
Solo a él, por él y para él es quien vivo, con un propósito que otros no visualizaron, ni podrán visualizar. Me querían en la tumba sin auscultar que, de la seudo fosa, yo tenía un futuro que inaugurar. Futuro que hoy puedo parafrasear, con estos grafemas cogitados de esta autobiografía que aquí ha de finalizar.
Ofy
(Seudónimo)
Una mañana de septiembre del año 2012, en la URI de la ciudad de Pasto, yo me encontraba en uno de los tres pequeños calabozos de 5x5, allí alcanzábamos a estar 22 sindicados en total hacinamiento, pues nuestros movimientos eran completamente limitados. En la incomodidad, me doy cuenta que llega privado de la libertad un hombre cuyo nombre conocería más adelante.
A dicho sujeto no lo ubicaron en ninguno de estos espacios reducidos con los demás sindicados, seguramente veían vulnerada su seguridad. Así que extendió su pequeña colchoneta por fuera de los calabozos. Me llamó la atención su rostro cabizbajo, su actitud desconcertada, temerosa y preocupada. Pensaba para mí que él no quería estar inmerso en medio de bandidos, delincuentes y criminales. Se evidenciaba antipático, engreído y elitista, no saludaba a nadie. Así duró dos días y fue trasladado a la cárcel judicial de Pasto. Cómo no recordar a Adrián Bravo, un exsargento de la Policía Nacional.
Por mi parte, duré dos meses en la URI, me trasladaron a la cárcel a los veinte días que subieron a Adrián. Allá lo volví a encontrar aunque este encuentro no fue el mejor. A mi llegada al patio 1, cerca de las 6:30 de la tarde, ya entrada la noche, observo un largo y delgado pasillo, pegada a la pared una fila de colchonetas, con sus respectivos cambuches. Ya estaba ahí, tenía que asumir mi nueva realidad.
El guardia abrió el candado, y a su vez, la puerta llena de barrotes. Ingresé con la cabeza en alto, saludando a las primeras personas que encontré en mi camino. En mi mano derecha llevaba una bolsa negra con todas mis pertenencias, debajo de mi brazo izquierdo dos cobijas, esto era mi pequeño tesoro.
Después de haber avanzado unos 10 pasos, me abordaron 4 internos, 2 de ellos con el rostro cubierto, pidiendo mis elementos personales. A ellos se fueron sumando más internos con puñales y otro tipo de elementos cortopunzantes. En cuestión de segundos me raparon la bolsa, solo me quedé con el nudo que le había hecho, me quitaron las cobijas y ya rodeado, escuchaba que decían «los tenis son míos».
—¡Quítese el pantalón! —gritaban otros.
—¡Esa es mi chaqueta! —exclamaban otros más.
Mi corazón latía a mil, estaba muy asustado, pero me negaba a entregar lo único que me quedaba.
En ese momento, observo a Adrián corriendo hacia mí y en tono delincuencial dice: «¡Esa chaqueta es mía!», mientras otros intentan quitármela.
Por un instante, todo se congeló en mí y en medio del susto le pregunto:
—¿Tú no eres el sargento que se la pasaba llorando en la URI?
Él contestó: «Eso era allá, acá es otra cosa».
Para mi fortuna, esa era una mala broma de bienvenida al patio.
CESAR
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARÍA DE MEDIANA
SEGURIDAD Y CARCELARIO DE AGUACHICA
Mary Elen Niño Molina
Directora del taller
César Camacho Blanco
Estoy en estas cuatro paredes privado de mi libertad como consecuencia de un error cometido por dejarme llevar por el dinero fácil y las malas amistades. En este lugar lo que piense o diga no significa nada, todo es tan confuso, unos llevan otros traen, pero pocos encajan en la convivencia y en las leyes que tenemos que cumplir. Cada día que pasa todo se vuelve más complicado y cada vez entiendo menos el por qué debemos pasar por todo esto y llego a la conclusión de que la ley es para las personas de menos recursos e influencias, vivimos en un mundo donde reina el dinero y el poder político.
Esta experiencia me enseña muchas cosas, por ejemplo que no hay que confiar en nadie, todos te venden al mejor postor; no por un montón de dinero o por privilegios, lo hacen por una dosis de droga o por el simple hecho de quedar bien con El Pluma.
Acá todos los que creías que eran tus «amigos» se vuelven solo fantasía, todos te olvidan, te dan la espalda, simplemente hacen como si no existieras. Solo cuento con el apoyo, aliento y el acompañamiento de mi familia, en especial de mi madre. En este lugar solo hay desolación y tristeza y cada paso que damos puede ser fatal. Si te endeudas tienes que tener en cuenta si puedes pagar; en estas instalaciones no se ve el dinero, pero hay algo que vale más que el oro y es «la palabra», si te comprometes a pagar algo para un día en especial, es mejor asegurarse de hacerlo, de lo contrario esto traerá problemas para tu convivencia.
Al mismo tiempo que pasan los días y las noches y no encuentro tranquilidad alguna, me acuesto a pensar y a observar a las demás personas, cada quien tratando de salir adelante con los problemas de cada día y anhelando nuestra esperada libertad.
H
(Seudónimo)
Por tantos años sufriendo, por tanto tiempo llorando, tanto tiempo luchando contra el infierno de la calle y los demonios de las drogas, esos mismos que me hicieron infeliz, esos mismos que tantas veces quisieron hacerme desistir de querer vivir, y aunque armado con escudo y espada siempre ellos me derrotaban, llevándome al tenebroso pantano, donde habitan otros demonios. Nuestras almas nos quitaban volviéndonos sus esclavos pues ni el tiempo ni la vida misma ya nos importaba.
Recuerdo.
Hoy solo vivo del recuerdo, fantasías e ilusiones pues día a día he de pensar en esos momentos lindos que solía pasar. Quizás no con personas que me dieron su leal amistad porque lamentablemente hasta hoy caigo en la cruda realidad. Aunque muchas veces me hicieron reír y también llorar, no voy a negar que lo que más me hiere es aquel adiós de la mujer que me decía te amo mi amor.
Con el rencor de mi corazón.
Cuán desconsolado me siento, tanto rencor hay en mi corazón, siento el abrazo ardiente que ha de quemar todo mi interior. De esas rejas que aprietan destrozándome tan rápidamente y sin ninguna compasión, todos aquellos sentimientos que tal vez se derivan de la palabra amor. Inusual palabra, no le hallo sentido, estúpida palabra que marchita mi destino.
He quedado inútil e inerte, pues la llamarada que emana de mis ojos solo desea muerte. Sed de venganza exclama mi llanto; asqueroso sufrimiento que te deseo tanto, para que así te carcoman todos esos gusanos que de tu boca a mí has arrojado. Como no hay más sinceridad que lo que dice una mirada, hoy con la mía te digo: «Que te coman todos esos demonios que en el infierno, allí en tu corazón, se encontraban».
Javier Molano Chinchilla
Cuando me enamoré por un error de una mujer que estaba comprometida con otro hombre, nunca pensé que esto me pasararía. Era una mañana del año 2019 del mes de abril. Estaba por la carrera 1 con Jabacita en este municipio con mi motocicleta, cuando de repente se me atraviesa una patrulla de la policía y se baja un comandante y me pregunta mi nombre y me pide documentación.
Le presento mi documentación y me dice que tengo una orden de captura por el delito de actos sexuales con menor de 14 años. Yo no sabía qué estaba pasando, le pregunté al comandante que ocurría y me responde que allá en la Fiscalía se da cuenta quién le puso la demanda.
Llegamos a la Fiscalía y me estaban cogiendo los datos y de repente miro hacia el computador del comandante y veo el nombre de la persona que me acusa, y le digo al comandante ese nombre yo lo conozco. Como todos nosotros los capturados tenemos un derecho de una llamada, me regaló una llamada. Llamé a la mamá de la víctima, que en ese tiempo andaba conmigo, pero desafortunadamente no me contestó. Llamé a mi hermana, le conté que estaba detenido y le pedí que fuera a la casa de la mujer, o mejor dicho la mamá de la víctima, para que se acercara a la Fiscalía. Mi hermana fue a esa casa y le avisó. La mamá llegó a la Fiscalía a preguntar por qué me habían detenido y el comandante le informó. El comandante le informa también que la demanda fue interpuesta por su pareja sentimental y la abuela de la menor. Bueno, en ese momento me llevaron a la estación de policía a esperar la audiencia de legalización de captura, que era el día siguiente a las 3 de la tarde.
Llegó el día y me dirigieron al juzgado. Empezó la audiencia, la jueza leyó el debido proceso y el fiscal también, el abogado qué me consiguió mi familia alegó inocencia pero desafortunadamente no pudo hacer nada. El fiscal y la juez estaban con todo su deber y se cobijaron en las leyes y los códigos penales. Se acabó la audiencia me dieron medida de aseguramiento en cárcel penitencial.
Me llevaron para la estación de policía donde esperaba que los días pasaran y pasaran, que llegara el día de la audiencia de acusación y de la preparatoria y del juicio. Finalmente llegamos a las audiencias del juicio y la Fiscalía comenzó a mostrar las pruebas que tenían en contra mío. Comenzó con la comisaria de familia, que declaró en contra mío, después con la abuela y después con el papá de la presunta víctima. Después venía la declaración de la presunta víctima, pero no quiso declarar y la juez dijo que no se podía obligar. Se terminó la audiencia y esperamos nueva fecha para la otra audiencia del juicio, la programaron para 30 días después. Llegó el día de presentar las pruebas que yo tenía en mi favor. Comenzó mi hermana a declarar a mi favor, luego fue mi madre y la tercera prueba, la más importante que tengo para mostrar mi inocencia, que es la madre de la víctima, declaró a mí favor diciendo que eso no era cierto porque ella era la que estaba pendiente de su hogar. Bueno, se acabó la audiencia y esperamos el día del fallo para ver qué decisión tomará la juez. Llega el día del fallo, comienza la audiencia y la juez comienza a leer todo lo visto y sucedido en el transcurso del proceso. A lo último me dicta 12 años de prisión por el presente delito, no tuvo en cuenta las pruebas que tenía mi favor. Mi abogado interpuso una apelación.
El día de la audiencia de la apelación eran otros jueces de la rama judicial de Valledupar. Afortunadamente mi abogado logró que me rebajaran dos años.
Pero un magistrado que estaba en la audiencia como veedor, el magistrado Miranda, analizó la debida respuesta que la jueza había tomado y él como juez dijo que a mí no me debían condenar porque no hay prueba suficiente. Como juez de la rama judicial, me regaló un salvamento de voto para una apelación pero hasta este momento no lo he podido utilizar por falta de recursos.
Y así termina mi historia. Por estar enamorado de una mujer con pareja terminé en este infierno. Pero tengo fe en que pronto estaré en libertad, porque sé que Dios va a mandar a la juez para que revise mi proceso y analice bien las pruebas que tengo en mi favor, y pronto estaré de vuelta con mi familia.
Camilo Andrés Becerra de Alba
Este relato es algo real que me sucedió y no quisiera que otra persona lo viviera, por la forma y las circunstancias que me ocurrieron a mí.
Un 21 de febrero me encontraba pagando una condena, por hurto, en la cárcel de Aguachica, César. Ya llevaba 9 meses de estar en ese lugar y las únicas visitas que yo recibía eran la de mi tía y mi abuela, quienes con su amor y su mirada profunda me abrazaban y anhelaban mi felicidad. Porque donde estoy no hay distancia ni tiempo solo sentimientos.
Ellas siempre venían, no importaba cómo estuviera la situación allá afuera ellas me amaban y siempre me brindaban esa motivación y combustible para seguir el día a día en este sitio. El domingo que vinieron de visita, mi abuela está entusiasmada por mis cumpleaños ya que yo era el primero de toda la familia en cumplirlos ese año. Me comentó que quería traerme una torta y celebrar con mis compañeros el domingo 12 de marzo que era visita, porque a pesar del daño que yo había hecho, yo era un ser lleno de bondad, de cosas buenas, un hombre que merece otra oportunidad.
Pero dos semanas antes de ese domingo 12 tuve un sueño una noche, veía a mi abuela de visita acá en la cárcel, contenta y alegre como siempre solía estar para que yo me sintiera bien, pero había algo raro en ese sueño, ella me decía unas palabras que yo no comprendía. El sueño fue el siguiente:
Mi abuela me tomaba de las manos y me decía: «Hijo quiero que te portes bien, que dejes la droga, que cuides mucho a tu mamá, porque ya no voy a estar más con ustedes, recuerda pórtate bien y nunca se te olvide que te amo con todo mi corazón». Me dio un beso y en ese momento me desperté y me di cuenta de que ese sueño era la revelación y definitivamente la muestra de amor infinito que tenía mi abuela por mí.
Al día siguiente llamé y todo está bien, pues eso fue lo que me dijeron porque no pude hablar con mi abuela, pues se encontraba durmiendo, solo me quedaba esperar el 12 de marzo que era domingo de visita y ver cómo estaba ella.
El domingo llegó y con él la visita de mi tía y mi abuela, como siempre con ese amor y alegría con la que siempre entraban. Después de un rato de hablar de una cosa y de otra decidí contarle mi sueño tal y como lo relaté anteriormente. Para mi sorpresa ella soltó una risa hermosa y en broma me dijo: «Hijo, eso que me voy a morir y ya me despedí de vos». Yo, en vez de reírme también, me sentí raro y lo único que respondí fue que no dijera eso, que ella tenía que esperar a que yo estuviera en libertad para que conocieran a mis hijos.
Al terminar la visita me despedí de ella pero esta despedida fue una invasión a mi alma, a mi corazón y nada nunca será suficiente para demostrar mi amor así que la abracé, le pedí la bendición y le di un beso en la frente y le dije que la esperaba con esa torta para que celebráramos mis cumpleaños.
Con alegría y muchas expectativas, el domingo pues ya todo estaba arreglado para que me dejaran entrar la torta. Pero ese domingo no llegaron. Ya eran las 11 de la mañana y no entraban más visitas, intenté comunicarme con alguien en la casa pero nadie contestó. Después que se fue la visita yo seguía con una angustia porque si ya todo estaba arreglado por qué no vinieron, qué había pasado, qué razón tuvieron para no venir. La noche llegó y con ella el desespero, la ansiedad de no saber qué había pasado, por qué no llegaron, pero no contestaron. Esa noche no dormí bien, daba vueltas en mi cama, bajaba al baño, caminaba de un lado a otro como cuando se siente algo feo pero no sabes qué es y que todo te va a cambiar y tú no sabes qué hacer. Porque simplemente estás encerrado y no te lo permiten las reglas. El lunes el día se sentía raro, como si algo me hiciera falta pero no sabía qué era. Espere a la noche y un amigo muy amable al verme que tenía mucha angustia porque no me contestaban en mi casa decidió prestarme al celular para que intentará llamar hasta que contestaran.
Al fin contestó mi madre pero se oía extraña y solo me decía que tenía que ser fuerte, que no me fuera a derrumbar por nada y se puso a llorar y colgó. Volví a llamar y la que me contestó fue mi prima hermana que con la tranquilidad que a ella la caracteriza me dio una noticia que me partió el alma, y de la manera más fría me dijo: «Camilo, lo que pasa es que mamá Carmen se murió».
En ese momento sentí que el mundo se me vino encima, no lo podía creer, mi abuela, mejor dicho mi mamá, la persona que toda la vida me había criado, la que siempre supo cómo apoyarme, la que con solo hablarme podía dominarme incluso en estado de los efectos de la droga, incluso sin medir las consecuencias de cómo podría yo reaccionar en ese estado… Todo se me volvió oscuridad, tristeza, amargura, rabia, una mezcla de los sentimientos más tristes que se pueden vivir. Me bajé de donde me encontraba y me puse a llorar, a darle patadas a la reja, no me controlaba. Hasta que los compañeros decidieron drogarme para que yo pudiera calmarme. No dormí, solo pensaba en que quería verla o por lo menos despedirme de ella viéndola.
14 de marzo. Día de mi cumpleaños y el día en que sepultaron a mi abuela, a mi madre, la persona que lo era todo, cómo describir lo que se siente, la verdad no puedo, porque no encuentro palabras que describan el momento en que mi madre llegó acá a darme el pésame y felicitarme por mi cumpleaños. Ella no tuvo palabras para dirigirse a mí, solo me abrazó y lloraba, y me decía que fuera fuerte, que no cometiera locura. Yo solo pude decirle que me diera de cumpleaños la oportunidad de verla y despedirme de ella, que la trajeran acá, que eso se podía, pero no la verdad no sé si fue porque no quería que viera cómo estaba o para que no sintiera más sufrimiento del que estaba viviendo, por más que le supliqué que me permitiera verla ella no quiso, me dijo que era mejor que la recordara como antes, que me llevará el más lindo recuerdo de cuando estaba viva.
En ese momento recordé el día que le conté el sueño, la manera como ella lo tomó y lo que me dijo aún sin saber lo que iba a pasar, recordé que ese día la despedida no fue común, ese día la abracé fuertemente y le dije que la amaba y le pedí la bendición.
Entonces comprendí que ya nos habíamos despedido y que la despedida que ella me dio fue más hermosa que cualquiera de los hijos le hubiera dado, que me dio el privilegio de despedirme en vida y que le dijera todo lo que la amaba.
Por eso le puse a esta crónica Marzo inesperado, porque ahora todos los años no sé si en marzo debo celebrar mis cumpleaños o celebrar que mi abuela ya no está a mi lado porque como no la enterré, para mí ella no está muerta, sigue viva en mi corazón y mi alma y cada cumpleaños de mi vida voy a recordar que con un sueño mi abuela me mostró todo el amor que me tenía, al despedirse de mí con la más bella alegría, aunque en el fondo ella no sabía que de este mundo partiría.
CESAR
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA CON ALTA
Y MEDIA SEGURIDAD DE VALLEDUPAR
Aurora Vanegas
Directora del taller
Jeison Jiménez Pérez
5:21 p.m. ,
Se aproxima el final de la tarde, cientos de personas terminan con su día laboral, para Reminton es el momento adecuado de salir a trabajar.
Mujeres y hombres transitando en medio de una selva de cemento tras caer el telón de la noche…
Una fiera que al acecho está.
2:35 p.m.
1,2,3,4,5,6 continúa su conteo hasta el 30 alcanzar.
¡¿En dónde estas?! ¡Te voy a encontrar! Sal de ahí… le escuchó decir su papá.
Tras la puerta del ropero una hermosa carcajada la va a delatar.
3:18 p.m.
La policía está en la puerta y te vienen a buscar, lo mejor es que te escondas que yo no los voy a dejar pasar.
Al abrir la puerta el agente le comienza a preguntar y negándolo todo, ella no piensa en colaborar.
Acercándose a la puerta, la inocencia y la sorpresa que sus padre jamás podrán olvidar.
En respuesta a sus preguntas la pequeña le comienza a relatar:
Estamos jugando con mami y si la quieres encontrar agáchate bajo la cama y sin dudas tú vas a ganar.
Adalberto Marrugo Narváez
Fueron tus oídos los que deleitaron
Escuchando las enamoradas notas que hacían
Rima al amplio y enriquecido vocabulario de un verdadero amar. Cuántas palabras se multiplicaban en una íntima
Conversación que filtraba tus oídos y robaba todo tu tiempo y atención
Cuánto cariño, cuánto afecto, cuántas sonrisas
Y cuánto derroche de sentimientos tan solo expresado en simples momentos de gran emoción. Cuántas veces se vio apagada tu tierna mirada
Y cerrados tus ojos, dejabas que el zumbido tocante de mis palabras, personificara los dedos que felizmente acariciaban
Tus cabellos mientras sonreías e imaginabas cómo mis labios besaban tus suaves mejillas Cuánto deseo expresado en palabras, cuánto sentimiento al desnudo en el silencio irreverente de la distancia
Que nos separa, y… «Como negarás que te amé sin tocarte...»
Julio H. Ortíz Ruíz
I
Llega libertad,
no tardes más,
ya la cita se ha cumplido.
No aguanto más
este cautiverio.
Soy un pájaro herido.
II
Llega libertad.
Mi familia me espera,
aunque ya no está completa,
el amor de mi vida
ya se fue, se cansó
la puerta dejó abierta.
III
Llega libertad.
Te veo venir en el amanecer
y me llenó de alegría
pues es sólo ilusión
porque en la noche
te vuelvo a ver.
IV
Llega libertad.
Que te estoy esperando
Jesucristo hasta cuándo
dame otra oportunidad.
V
Llega libertad
son muchos años.
He pasado primaveras
inviernos y otoños.
Llega en verano
¿Qué esperas?
Constantine
(Seudónimo)
Un viaje al pasado. Un viejo álbum, como en un nostálgico recorrido por un hermoso Zagran de mármol multicolor y de imágenes de infancia, un delicioso sabor a Cuchuco y entorno adornado por perros canarios y un palomar, hacía llegar esos aportes de mi espacio familiar. Desde una banca larga en el pórtico de la casa en compañía de mi bisabuelo, más o menos a las tres de la tarde, siempre para descansar y esperar con ansias aquel anhelado permiso de ir a jugar en los cuatro parques de mi barrio natal.
Los findes, como los llaman ahora los chicos de cristal» (ja ja ja ja), lleno de ansias sabatinas veía la tele y aguardaba sobre una clásica alfombra para disfrutar las diversas hazañas, como las de Japi Lora, Lucho Herrera y el júbilo que Fredy Rincón en su momento nos supo dar.
Con las pausas de enseñanzas, esperaba y soñaba noche y día el llamado a empacar para ir a mi segunda tierra y deleitarme al vacacionar. A ese sitio mágico, en donde las llanuras y paisajes evocaban heroísmos, batallas y bellezas naturales sin igual.
Oh! majestuosa cuenca del Ariari. Madre natural que siempre me supo adoptar, paraíso más que insólito desde Loma Linda, Charco Trece, La Bocana y mi favorito aljibe y manantiales de agua, siempre para recordar.
En su momento aprendí allí a impulsar y generar energía en nuestra planta sister para iluminar ese lugar que en diciembre y en San Pedro a medio año, se abarrotaba para festejar, con buenas costumbres, entre familias, mucha comida, buenos acompañantes, vino y bailes hasta el otro día sin parar.
Ya en orillas de mis corrientes amadas nos solíamos deleitar con banquetes en hojas de bijao, con esencia puesta en buenas manos. Reflejo del amor y el vínculo familiar, que en ese entonces me supo dar enseñanzas de la mano de los míos, aprendí a respetar a ser bueno y a nadar.
Quien diga que en la adultez no se pueden recordar las miles de cosas buenas que de niño pudieron pasar se acerca a la desdicha y no al amor y a la felicidad.
Remembranzas son alicientes y nunca las debes olvidar.
CUNDINAMARCA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA DE MEDIANA
SEGURIDAD DE FUSAGASUGÁ
Aseneth Pardo
Directora del taller
Henry Fernando Gómez
Comienzo esta historia diciendo que de pronto no es lo que quieran escuchar, o mejor, leer; pero es lo que yo quiero contar.
Mi nombre es Henry Gómez y les voy a contar como logré cambiar mi vida, porque sería muy fácil contarles lo que yo era, o mejor, fui.
Esta historia comienza en el 2018 cuando ingresé por segunda vez a la cárcel y de nuevo me enfrentaba a perder todo lo poco que pude construir. Tenía una relación que en ese momento pensé que era la adecuada, pero estaba lejos de serlo. Fuera de tener problemas sentimentales, me encontraba en una situación económica muy mala ya que lo que tenía lo había invertido y todo estaba en manos de esta mujer, que lejos de ser mi ayuda idónea era más bien un fantasma que solo me atormentaba y que a la semana de haber sido capturado, desapareció dejándome con más deudas que nunca. Todo esto fue transcurriendo mientras mis emociones me destruían y ya había perdido hasta las ganas de vivir.
En ese momento cuando ya creía que nada valía la pena, recordé que tenía un amigo, pero no estaba seguro de que quisiera saber de mí. Ya en otras ocasiones me había ayudado, pero yo solo lo buscaba cuando estaba en problemas o cuando necesitaba un favor.
Cuando le empecé a hablar, me di cuenta de que ahí estaba para mí, con sus brazos abiertos y listo para correr en mi auxilio con solo invocar su nombre. Sí, aunque esto suene a cuento viejo, fue mi Señor Jesús el que me salvó de todos los problemas que afrontaba. En ese momento no salí a la libertad sino que me permitió tener un proceso de restauración personal y familiar, y en su debido tiempo me regaló una domiciliaria, sin importar que tuviera una orden de captura. Me permitió estar 14 meses en mi casa y pude comenzar de nuevo, haciendo las cosas bien. Pude demostrarle a mi familia que cuando uno se dispone puede cambiar.
Mi Dios me regaló una vida nueva, llena de buenos momentos y alegrías, una futura esposa que me acompaña todos los días y está conmigo en las malas y en las más pesadas, porque ella ama a Dios y me ama a mí y por fin aprendí que es mejor de la mano de Dios.
Felix Alberto Carvajal Muñoz
Es de mediana estatura, un poco delgado y cabello largo, tiene 16 años.
Al escribir esto me siento mal porque veo lo afortunado que he sido, y en el momento desaproveché mi suerte por darle prioridad a muchas cosas que realmente no valen la pena.
Cuando el Felo —como me decían muchos amigos del barrio donde me crié— tenía 16 años, por rebeldía desaprovechó la oportunidad de estudiar y de estar en una escuela de fútbol, solo le gustaba estar con sus parceros tomando guaro y desperdiciando todo lo bueno que le brinda la vida a uno en ese edad, como estudiar y mirar qué queremos ser cuando seamos grandes o a qué nos podríamos dedicar. Muchos quieren ser doctores, futbolistas, criminalistas, y a mí muy en el fondo me gustaba la ingeniería civil, pero en mi «realidad» o lo que yo me decía, el estudio de las universidades no es para la gente de estratos bajos. Es algo muy común escuchar esto en los barrios populares, y yo, como tenía una mentalidad cegada por lo que dice la gente, opté por no estudiar y me dediqué a trabajar y solo a vagar en mi barrio hasta el punto que mi madre sintió que me perdía y me mandó para el Valle del Cauca a trabajar. A los tres meses ya quería estudiar, no quería saber nada del trabajo del campo y para un diciembre volví a casa con muchas ganas de estudiar.
A principios de enero de 2007 ingresé a la institución educativa San Judas Tadeo del barrio París en el municipio de Bello. Fue allí donde vi, al entrar al salón, en una fila pegada a la pared, en la primera silla para ser más exactos, a la niña más linda que he podido ver hasta ahora, una niña que solo se reía, con una sonrisa que fue lo que más me gustó en el momento. Me hice al lado de ella pero no fui capaz de presentarme, por primera vez una niña me hacía sentir algo raro. Recuerdo que ella se presentó y nos hicimos buenos amigos, yo también le gusté a ella, se le notaba por la forma cómo se quedaba mirándome, pero nunca nos dijimos nada. A la semana yo tenía muchos amigos en el colegio a los cuales les gustaba la marihuana y consumían, pero a mí nunca me gustó ese vicio, al perico si le hacía y mi adicción fue el poper, lo consumía con frecuencia, pero en mi casa jamás pensaron que me gustaba consumir, solo sabían que fumaba cigarrillo.
Los amigos del colegio me hacían reír, me hacían diferente, no quería que supiera cómo era en realidad, pero con los amigos de la cuadra era todo copa, me seguían, con algunos robaba, con otros solo jugaba, con otros en ocasiones consumía perico ya que a ninguno le gustaba el poper. Como me gustaba mucho el dinero y que la gente del barrio dijera que yo era un muy muchacho, trabajaba en una panadería en las mañanas y en las tardes estudiaba; pero en las noches, no todas, salía a ver qué podía hacer. En esos días conseguí un amigo con buenas influencias que vio todas mis capacidades.
Llegaba al otro día a estudiar como si todo anduviera bien, pero en el fondo sabía que cada vez la embarraba más, ya tenía 17 años, el burro viejo del salón cursaba octavo, en algunos momentos me acostumbraba todo bien y no quería volver a molestar con todo lo malo que hacía, los paracos del barrio tenían un gran «aprecio» por mí, eso decían pero en el fondo yo sabía que eso solo lo decían para que me sintiera bien y entrara a trabajar con ellos, me recogían a la salida del colegio en motos y cuando faltaba según ellos se ponían bravos, pero eso era solo rutina para que yo terminara trabajando con ellos, gusto que nunca les di, para no decepcionar a mi madre tan directamente. Como me recogían a menudo en el colegio, eso me daba cierto poder y me sentía engrandecido porque los niños del colegio me daban mucha cosquilla. A lo mejor fue por eso que nunca se me dieron las cosas con Vanessa, porque me gustaba tanto que yo mismo me decía, meterme con ella es para hacerla sufrir.
Una mañana cuando estaba ya próximo a cumplir mis 18, me cogió una pensadera en la vida, en cómo la estaba llevando y opté por irme a prestar servicio militar, una gran experiencia, juré bandera y cuando me dieron un permiso de 10 días, me sentí muy bien ya que todos los de la cuadra me miraban distinto, en esos días busqué a Vane solo una vez, ya que sabía que por estar en el ejército no era conveniente tener novia, porque simplemente me daría más duro el estar metido allá, sin poderle dedicar el tiempo que ella se merecía. Se acabaron los 10 días y me tocaba volver, cuando llegamos nos dieron los pagos retenidos de los primeros 3 meses con un deducible, nos dieron 160.000 pesos.
Que un soldado como yo hiciera esto, pero no aguanté y le conté y le entregué todo lo que tenía en marihuana, y me salió barato ya que lo busqué yo y le conté todo, me castigó por unos días. Terminé mi servicio militar, no quería hacer nada malo y me quedé por unos días en la civil, para ese tiempo Vane tenía novio, pero eso no me preocupó mucho, porque así ella tuviera novio solo con una llamada, ella salía dónde le dijera o viceversa: si yo tenía novia siempre estaba para ella, a los dos se nos veía el amor por el otro, pero cada quien tenía su vida por aparte. Yo recién salido del ejército consumía mucho perico pero un día me pegué una drogaba muy fuerte y decidí no volver a consumir, gracias a Dios hasta el sol de hoy no sé qué es inhalar perico.
Ya tenía planeado empezar a robar con un grupo de fleteros, yo tenía mi fierro, pero en esos días me entere que Vane estaba embarazada, un golpe muy duro para el Félix que me hizo tomar una decisión apresurada pero que fue buena, me presenté como soldado profesional. Me quedé unos días y después me retiré, esa experiencia todavía me pesa, no haber seguido en la fuerza. En el momento me salí, porque me gustaba mucho una joven, Mariluz, la mamá de mi hijo, pero a pesar de todo a Vane nunca la olvidé, ese era un amor, el único y verdadero.
Cuando me salí de la profesional empecé a trabajar en construcción, y luego en el trabajo de vigilancia. Como siempre las cosas solas me siguen, un «buen amigo», el que me metió en el mundo de los automotores, conseguía los clientes y vendía las motos robadas, otro chicharrón más para mi vida. Después trabajando como mensajero me abordó un señor y me propuso trabajar clonando tarjetas de crédito, y yo empezaba otra nueva experiencia en la que ganaba muy bien, pero por la mamá del niño lo dejé y empecé a trabajar como tapicero, un tiempo legal, no se ganaba mucho pero estaba tranquilo. Me dicen un día que sería papá, de las mejores noticias que he recibido, pasó un tiempo y todo estaba bien, trabajaba, nació mi hijo, y días después empecé a trabajar con Rappi.
Monté un taller pero tocó cerrarlo por muchas circunstancias, las cuales en este momento no quiero decir, seguí trabajando en Uber y otras aplicaciones de transporte, liquidaba un carro y me estaba yendo bien, como les dije antes he tenido suerte, me dieron un carro para que lo manejara, ya tenía carro propio todo iba muy bien pero volvió otra vez ese amor por el dinero y esas ganas del poder, empecé a trabajar en el carro y en cosas no muy buenas, moviendo prepagos, llevándoles encargos y moviendo todo lo que me diera dinero, buen dinero, cargaba el carro de marihuana y la llevaba a Ibagué y Bogotá, me estaba yendo bien. Aparentemente porque esto quería acabar con mi hogar, mi mujer ya me había dicho que dejara el trabajo, pero como buen adicto al poder y el dinero escogí ese precioso y suave papel, que muchos pensamos que es todo en la vida, y que en ocasiones nos lleva a tener poder antes muchas personas y nos ganamos hasta un falso respeto.
El 15 de agosto salgo a hacer un trabajo de rutina muy normal para mí, en esta ocasión tenía que llevar marihuana de Ibagué a Bogotá, al llegar les comento a las personas que no trabajaría más con ellos, que ese era el último viaje, ellos nunca supusieron las razones, creo yo, pero con los días me enteré de lo contrario, yo no quería continuar con ellos, porque comenzaría como independiente, ya tenía todo preparado.
Privado de la libertad en una cárcel de Fusagasugá, luchando por salir a hacer las cosas mejor, para no tener que volver a pasar por esto, ni que mi familia sufra más por este loco Felo que les ha dado muchas tristezas en la vida.
Aprovechemos todo lo bueno que nos da la vida y las buenas oportunidades, que no son aquellas que más adelante nos meterán en problemas y nos consumirán la vida poco a poco. El dinero y el poder no son todo, el dinero se acaba y el poder se derrumba.
Daniel Díaz González
Bogotá, Colombia, 1988
Tenía 12 años de edad y estaba estudiando quinto de primaria y en el año 89 pasó al Liceo Agustín Nieto Caballero a cursar primero de bachillerato, pero este colegio era muy diferente, había más alumnos cansones y así resultó perdiendo el año. No había perdido ningún año hasta el momento, solo éste.
“El Flaco», así le decían, amable, alegre, sincero, un poco de mal genio, parado en la realidad, comprometido con lo que hace y con ganas de salir adelante.
Pasó a otro colegio un poco más decente y logró llegar a séptimo de bachillerato. Pasaron 2 o 3 años más y «el flaco» había decido trabajar de día y estudiar de noche, porque ya le empezaba a gustar la plata y «El Flaco» ya empezaba a formarse físicamente, era delgado, de pelo negro, color trigueño y de 1,73 de estatura, de ojos cafés. Le empezó a gustar el microfútbol, salir a bailar, a pasear y comer helado, pero al fin decidió dejar el estudio a un lado y empezar a trabajar de lleno.
“El Flaco» tenía un compinche en el colegio con el que hacía las tareas de matemáticas; y un día, Darío, el compinche de «El Flaco» le presentó a su hermana Sandra y Sandra le presentó a Chela. Y es allí cuando Chela entra en la historia.
“Chela» de 15 años de edad, delgada, de pelo negro crespo y de ojos verdes, conquistó el corazón del flaco y de ahí en adelante la historia cambió.
Todo era color de rosa, el color del amor, pero cuando recién llega, porque cuando el amor se va, cambia de color; pero esto «El Flaco» no lo sabía, aunque parecía que Chela sí. Así pasaba el tiempo, cada vez más crecía el amor. «Flaco y Chela», «Flaco y Chela», «Flaco y Chela», se veía escrito en los muros, en los postes, en las cartas; Flaco y Chela se sentían los reyes del mundo. Y el amor dio frutos: Daniel Steven y Diana Valentina, primero él y casi dos años después, ella. Es así como un par de inexpertos e inmaduros (más que todo el flaco), comienzan una travesía por la responsabilidad.
Hay algo que no se ha mencionado y es que el alcohol reinaba en estas vidas; es decir el padre del Flaco era alcohólico y esa fue la herencia que le dejó, el alcoholismo. Y Chela no se quedaba atrás porque también solía beber con su mamá, es más, a veces bebían todos juntos.
Hasta allí todo iba bien, pero un día, «Flaco y Chela» dejaron a Steven y Vale donde la mamá de Chela para irse a beber. Cuando terminaron de beber fueron por los hijos para irse luego a casa, pero la mamá de Chela no quiso entregarlos por el estado en que Flaco y Chela se encontraban, es decir, totalmente borrachos; cuando el flaco se dio cuenta y el alcohol cumplió con su deber, se enfureció porque decía que cómo era posible que no los entregaran, pues eran sus hijos. «El Flaco» influenciado por un mal amigo, que dijo que le rompiera los vidrios de aquella casa lo hizo y se armó tremendo pleito. Por esta razón al otro día terminaron viviendo en el apartamento donde vivía el papá del Flaco.
Así pasar unos días, los hijos de «El Flaco y Chela» continuaban donde la mamá; Chela de 19 años de edad y 1,70 de estatura, trabajaba en un almacén de zapatos y entraba a trabajar a las 9 de la mañana.
El Flaco de 21 años de edad tenía un futuro prometedor, estaba iniciando laboralmente en el área de artes gráficas y publicidad, como impresor y entraba a trabajar a las 8 de la mañana, una hora más temprano que Chela. El Flaco se levantó de su cama mientras Chela continuaba durmiendo supuestamente, se dirigió hacia el baño a ducharse, pero antes se cepilló los dientes, cuando escuchó el sonido de la cama de un lado a otro. Sospechosamente el Flaco salió en silencio del baño y abrió la puerta de la habitación y ¡oh sorpresa!, cuando ve al papá subirse la cremallera del pantalón y a Chela que debajo de las cobijas se subía la ropa. El Flaco se devolvió para el baño sintiéndose morir, como lo más despreciado y sin valor. Así fue como el amor empezó a cambiar de color, de rosa pasaba a rojos con intenciones de oscurecerse.
El Flaco se bañó como pudo, se vistió y antes de salir de la habitación, escupió en la cara a Chela, que todavía estaba en la cama y le dijo «perra» y salió.
Supuestamente iba a trabajar, pero no tenía fuerzas, se fue más bien a una panadería que quedaba cerca y se tomó como diez tintos, uno tras otro, mientras se imaginaba a su padre y «su mujer», la mamá de sus hijos haciendo el amor después de que él había salido de ese apartamento; y no solo eso, también maquinaba cuánto tiempo llevaban en esas y él no se había dado cuenta, cuando habían empezado y peor aún, llegó a pensar que sus hijos no eran sus hijos sino de su papá. Muchas preguntas sin resolver, muchos sentimientos dando vueltas sin rumbo fijo, mucho voltaje para una mente inexperta e inmadura. Desafortunadamente esa mente y ese corazón colapsaron.
“El Flaco» inició un camino hacia el fondo del abismo, mientras Chela iniciaba una relación con otro (y no precisamente el papá de El Flaco) y de esa relación Chela quedó embarazada de otra niña, mientras que El Flaco se hundía en el fango de la droga.
Así pasaron casi 18 años, fue el 2 de diciembre de 2016 que al Flaco por gracia de Dios se le quitó la venda que tenía en los ojos y empezó un camino de salida del fondo del abismo.
Dios se acordó de él y extendió su mano y lo sacó del fango en el que se encontraba. En ese tiempo transcurrido, Chela formó otro hogar, los niños crecieron y de ese tiempo en la calle del Flaco, quedó un proceso judicial abierto y El Flaco no sabía. Habían pasado casi dos años de que El flaco había logrado su resocialización en un proceso de rehabilitación con la Secretaría de Integración Social en Bogotá, el cual terminó con éxito. Estaba trabajando de asesor comercial en la empresa Claro, cuando un día iba al trabajo y unos policías le pidieron cédula, con la novedad que tenía orden de captura por el delito de estupefacientes; es así como la vida de El Flaco vuelve a dar un giro total. Estaba llamado a pagar una condena.
Actualmente, octubre del año 2022, Chela todavía es alcohólica, pero El Flaco está agradecido con ella por haber criado y cuidado de sus hijos y hacer de ellos buenas personas, gracias a Dios.
El Flaco se encuentra recluido en la cárcel de Fusagasugá, Cundinamarca, lleva 44 meses preso y está cerca de su libertad condicional, con la esperanza de volver a ver a sus seres queridos y a sus dos grandotes y bellos hijos, pidiéndole a Dios otra oportunidad para continuar con su vida.
(Podría escribir más sobre «El Flaco y Chela» pero por cuestiones de tiempo no es posible)
Gracias por tu atención, Dios te bendiga.
César
(Seudónimo)
Era flaco y bajito. Tenía 14 años y era muy activo, me gustaba salir a jugar micro y tenía una novia que tenía 18 años. Era gordita y muy bonita. Después de jugar me iba para la casa de ella, pero un día fui y ella ya tenía otra persona y me dijo que no la volviera a visitar y así fue. Me sentía mal porque estaba enamorado, ella era muy agradable y besaba delicioso, pero por la edad no quiso nada y me dio mucha tristeza, fue como un trago amargo.
Al pasar el tiempo yo me olvidé de lo que había pasado con la mujer gordita que besaba rico pues no la volví a ver, pero ocurrió algo que no me esperaba. Pasaron muchos años y un día iba en mi moto como a las 3 de la tarde y en un semáforo me detuve. Vi a la hermana de ella, y al verme, se sorprendió. Me dijo que por qué no había vuelto a buscar a Yolima. Yo le dije que ella ya no quería saber de mí y la respuesta fue que yo tenía un hijo con ella y de un momento a otro no volví a saber más. Mi hija se puso en la tarea de buscar a su hermano y lo encontró, de 26 años y cumple el 23 de marzo.
Me sentí muy bien escribiendo esto porque es un recuerdo muy bonito, como si me hubiera ido de vacaciones al mar. Fue una sensación agradable la cual volví a vivir y me llevó a esa etapa de adolescente y mi infancia, es algo difícil de describir. Recordé a esa mujer que me hizo sentir muy bien en mi estómago y el sentirse enamorado fue algo que no creí volver a sentir. A demás recordé a mis padres y otras cosas muy bonitas, ya que después de esto no he vuelto a tener más experiencias así.
CUNDINAMARCA
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO DE MEDIANA
SEGURIDAD Y CARCELARIO DE GIRARDOT
Daniel Cruz
Director del taller
El profe
(Seudónimo)
Son las 5:00 a.m., se escuchan en un radio las noticias que arrancan diciendo que en las últimas 24 horas se han contagiado más de 1200 personas, se han muerto 117 y recuperado 256 a causa del Covid—19, según el ministerio de salud; sin embargo, Camilo despierta muy contento, al parecer no escuchó la estadística ya que su cara de felicidad contrasta con la de sus compañeros de celda quienes, al igual que la mayoría de los internos, ven que es un día como cualquiera en donde no hay razones diferentes que las impuestas por la cotidianidad de los días de encierro. Pero para Camilo, el día es muy especial y quiso celebrarlo por lo alto, por ello hizo una lista de invitados para que lo acompañaran en su particular celebración a pesar de la restricción. Consideró que la hora del encuentro sería antes de la encerrada a las 2:00 p.m., cuando la mayoría de sus invitados estarían desocupados y procedió a llamarlos para que asistieran puntuales, sin aglomeraciones, que estaban prohibidas, sin regalos ni sobres, más bien con tapabocas y gel antibacterial.
Su lista no era muy larga pero sus invitados eran muy particulares:
Invitó a la vida porque es el regalo más grande de Dios y nos permite reconocernos para cambiar las fallas cometidas; invitó a la esperanza ya que es la última que se pierde y mantiene vivos nuestros deseos; invito a los sueños porque el de hoy era uno de ellos que se hizo realidad; invitó a la felicidad para que nunca se apartará de él y no lo dejará volver a decaer; invitó a su mamá pero ella por la distancia y la pandemia se disculpó, sin embargo lloró por la buena noticia porque se dio cuenta de que su «niño» estaba cambiando en la cárcel y le envió muchos besos y un «te amo hijo, Dios te bendiga y cuídate del virus»; invitó a la salud ya que la consideraba como otra bendición que no lo abandonaba entre otras cosas porque el Covid no lo atacaba; invitó al orgullo para que se diera cuenta que desde hacía mucho tiempo no se sentía orgulloso de sí mismo; invitó a la perseverancia ya que es la que vence lo que la dicha no alcanza; invitó a la amistad pero de inmediato se disculpó porque había salido positiva en la prueba del virus, además dijo que no asistiría ya que en la cárcel no hay amigos; se acordó del amor y pensó en invitarlo pero también se disculpó porque por su forma de ser y actuar había hecho que perdiera a quienes lo amaban; pensó en invitar al pasado para ponerlo en ridículo frente a los demás porque ya no era el mismo de antes, pero como se trataba de una celebración no había espacio para rencores; invitó a la fortuna, aquella que es tan difícil de alcanzar, pero le dijo que estaría siempre y cuando fuera constante y dedicado; invitó también a la cotidianidad porque a pesar de ser como la cenicienta del cuarto, es la que nos reta a luchar por los sueños día tras día; le hizo una invitación especial a la sabiduría para que lo ayudara a organizar sus pensamientos y a actuar sin caer en odios o venganzas. Estos eran los invitados más importantes, no podían ser muchos dadas las restricciones por la pandemia.
A las 2 la mayoría de los invitados llegaron muy puntuales, otros se disculparon porque debido a las recomendaciones de las autoridades no vinieron, pero enviaron muchas felicitaciones y se unían de corazón a la celebración.
Por un momento Camilo sintió vergüenza porque no tenía un sitio digno para acomodarlos, no habían sillas ni mesas con mantel, tampoco había siquiera una torta para compartir, pero nada de esto hacía falta, nada opacó la felicidad que ese día embargaba a Camilo.
Pidió silencio para iniciar la celebración, todos los invitados guardaban el distanciamiento social, estaban expectantes y notablemente ansiosos pero un estallido de aplausos, abrazos y sonrisas brotaron de ellos al saber que ese día Camilo cumplía 2 meses sin consumir basuco.
Al terminar todos salieron contentos, abrazaron a Camilo con pasión desenfrenada a pesar de la prohibición, mientras algunas lágrimas brotaban de sus ojos porque reconocía que a sus 26 años de vida era un día para celebrar a pesar de estar en la cárcel.
Nunca es tarde para que te dejes abrazar por la convicción de tus sueños, lucha sin cansancio y vencerás las dificultades aún en medio de una pandemia.
Rafael Martínez
Emaús es un movimiento laico basado en la doctrina católica, cuyo fin es evangelizar a través de los retiros espirituales y las obras sociales, fundado por Abbé Pierre en 1949, en Paris Francia.
Emaús es una organización internacional sin ánimo de lucro, que contribuye a la resocialización de las personas privadas de la libertad.
Del griego Emaús, en latín Emaus, en hebreo hammat, significa primera temporada.
Los retiros de Emaús están basados en el pasaje del evangelio de San Lucas 24,13—35, dónde los discípulos con tristeza por la muerte del maestro se dirigen a un pueblo llamado Emaús, cerca de Jerusalén: mientras ellos conversaban, un hombre se acerca y entra en diálogo con ellos explicándoles las escrituras… y ya en casa, al momento de partir el pan, los dos discípulos reconocieron al resucitado, que transformó su tristeza en gozo desbordante. Los retiros de Emaús son de tipo testimonial y vivencial durante 3 días seguidos y su lema es: «Lo que sucede con Emaús, se queda en Emaús».
El día 16 de marzo del 2017, con gran expectativa entramos al retiro número doce de Emaús en la cárcel La Modelo de Bogotá, un total de 108 «caminantes». La capilla del establecimiento fue nuestro lugar de encuentro; era una construcción moderna, cómoda y espaciosa. Estaba rodeada por un hermoso jardín interior con amplias zonas verdes que parecían alfombras extendidas a nuestros pies, su lindero está demarcado por altas y frondosas esmeraldas, una variedad de flores multicolores, en el centro del jardín había una fuente cristalina que descendía de la elevada gruta de la virgen para alegrar el ambiente con su melodiosa caída, y dar su vida a cuanto a su paso encontraba: plantas, peces, aves, insectos y reptiles de diferentes especies
Todos estábamos muy emocionados porque allí todo era agradable, todo era armonía y el canto de las mirlas, los halcones y gorriones parecían darnos la bienvenida.
La mañana era lluviosa y hacía un frío intenso, de esos que calan hasta los huesos y mientras saboreamos un aromático café, podíamos observar a la distancia los cerros orientales con su espeso collar de perlas y el húmedo bosque a sus pies, mientras el dorado astro despertaba de su letargo.
A las 7 horas escuchamos una campanilla invitándonos al primer momento de oración y alabanza presidida por el capellán del establecimiento, el padre Edgar Galeano, que nos dio la bienvenida con un abrazo fraterno y terminada la oración, recibimos de sus manos el material de trabajo para el retiro.
El capellán era un hombre de mediana estatura, de mejillas sonrosadas, de cabellos de ébano, un pastor inalcanzable, de paso seguro y de alta moral.
Luego, a las 7:30 horas, Juan Andrés, coordinador general del retiro, un hombre de corazón noble y generoso, inteligente, seguro de sí mismo, joven dinámico, con voz muy sonora, nos explicó el mapa panorámico del retiro, los objetivos y las normas a seguir durante el retiro.
A las 8 horas tomamos un nutritivo desayuno a base de frutas y cereales integrales, cerca del comedor se podía oir el susurrar de un par de palomas.
Hacia las 8:30 horas se dio inicio a la primera sesión de testimonios y de alabanzas, dirigido por los «servidores externos de Emaús», en un ambiente fraterno y caluroso.
A las 10 horas tomamos el primer refrigerio del día, aprovechando el momento para darnos a conocer mejor a nivel personal.
A las 10:15 horas escuchamos atentamente la proclamación del texto bíblico, eje central del retiro; terminaba la proclamación, nos dirigimos al jardín, caminando en parejas, para reflexionar el mensaje del texto, que nos dejó el corazón en ascuas.
Hacia las 10:30 horas todos acudimos a la oración de adoración y abalanza frente al santísimo sacramento expuesto.
Desde las 11 horas y hasta las 12:30 horas se realizó la sesión de testimonios y alabanzas bajo la dirección de las «servidoras externas de Emaús».
Siendo las 12:30 horas del día, pasamos a la mesa para desayunar una deliciosa y tradicional «bandeja paisa» acompañada con un refrescante vaso con agüita de coco. Al observar la pequeña fuente sobre la mesa sentí deseos de consumirla en un solo trago, pero me contuve pensando que podía incurrir en una falta grave de civismo. Inmediatamente recordé la estricta disciplina impuesta por mi padre en casa para educar a la familia. Mientras almorzamos, un hermoso gatito pardo nos observaba con sus azules lentes, desde lo alto del techo, envidiando nuestros platos.
A las 13 horas participamos de la dinámica del perdón y reconciliación, con el propósito de poner nuestra casa en orden y sanar las heridas en la historia de nuestra vida.
Hacia las 14 horas exactamente, hicimos un momento especial de alabanza con la intervención del coro y de la orquesta del establecimiento, bajo la dirección del profesor Miguel Barrera. En ese preciso momento pude recordar los días de estudiante en el conservatorio de música en el Tolima y los grandes conciertos internacionales que allí podía disfrutar.
Finalmente, a las 14:30 horas tomamos el refrigerio del día y ordenamos el lugar para nuestro siguiente día de retiro.
Juan Alejandro Villanueva Sanabria
Por medio de estas palabras, quiero expresar lo que siento en mi corazón: un dolor o una culpa, o puede ser que nunca tuve la valentía de pedir perdón en vida a quienes fueron mis padres.
Para que me entiendan un poco de mi historia, se las voy a contar:
Mi nombre es Juan Alejandro Villanueva Sanabria, nací el 13/08/1975, fui un hijo no deseado, es decir, mi madre quedó embarazada por accidente, producto de una aventura, de una noche de locura o puede ser que se entregó por amor.
Mi madre se llamó Flor Alejandra Sanabria Piñeros, de origen campesino, humilde y trabajadora, de un pueblo del departamento de Santander, llamado municipio de La Belleza. A la edad de 14 años, siendo muy niña se vino para la ciudad de Bogotá, sin estudio, sin conocer a alguien en una ciudad tan grande y fría donde era difícil salir adelante sin el apoyo de algún familiar o pariente o amigo. Tuvo que trabajar en oficios varios, es decir muchacha de servicio doméstico sin beneficios laborales o prestaciones sociales, tenía que trabajar bajo las condiciones que le impusiera la persona que la trajo, con ilusiones o mentiras para salir adelante, para un futuro mejor.
Siendo una niña campesina, ¿qué podría ella conocer de las situaciones que nos da la vida?, sí sólo sabía ordeñar vacas, alimentar gallinas y marranos, hacer siembras y cultivos, no conoció juguetes, jamás fue a un colegio, no tuvo una infancia normal, aparte de eso mis abuelos fueron muy duros con ella, el machismo, la ignorancia hacia los derechos de la mujer en aquellos tiempos, no tenía ni voz ni voto, los castigos hacia los menores eran demasiado fuertes como colgarlos de una viga, desobedecer era una cosa de suicidio, en fin algo tenaz.
Era tanto el miedo y el respeto que se tenía hacia los abuelos en esos tiempos, pues cuando les pegaban a los menores, como castigo les daban con un rejo salido del cuero de una vaca, seco, también con ortiga o con un leño, como para matarlos, así que era mejor ser obediente. Las soluciones para salir de esa situación, para una mujer en una sociedad machista, eran que consiguiera marido o volarse de la casa.
Fui creciendo, los días pasaban. Llegó un momento en que mi madre no tuvo con qué darme los alimentos, ni para pagar el arriendo donde vivíamos, allí apareció mi padre nuevamente, siendo policía.
La vida de un policía es muy dura, pues casi nunca están en casa. Siempre Llegaba con regalos y la plata del arriendo de la vivienda, pero con mi madre tenía muchos problemas, pues ella lo que decía era que mi padre tenía otras mujeres, que «mirara a ver qué iba a hacer con Juan Alejandro», porque a mí, mi madre no me quería, que buscara a alguien a quién regalarme, porque yo era un estorbo en su vida. Mi madre, como siempre, salía a trabajar, me dejaba encerrado en la habitación donde vivíamos bajo llave todo el día, algunas veces me dejaba el desayuno que consistía en agua de panela y pan todo el día.
Yo hacía mis necesidades en una vasenilla o mica, como se le decía en esos tiempos, pero muchas veces no alcanzaba y me hacía en mis pantalones y ensuciaba la ropa que tenía puesta. También me comía todo lo que encontraba de comer, las cosas que ella guardaba en la alacena o una mesita, como panela, chocolate, azúcar, etc. Siendo un niño, volvía la habitación una nada, Dios mío, cuando mi madre regresaba de sus labores a nuestra habitación, me daba unas palizas tremendas, me cogía a golpes como a un muñeco, cómo me levantaba cogiéndome del cuello, abría la ducha para hacerme tomar agua, cómo me decía: ¡Perro hijueputa, es el engendro del diablo! En otras oportunidades me metía de cabeza en un tanque o alberca y me dejaba ahí por unos segundos, lo que para mí era una eternidad. Así mismo, tomaba el cable de un radio o de una plancha y me daba con él sin piedad, sin tener ningún dolor o sentir arrepentimiento alguno. Para mí siempre fueron las malas palabras que retumbaban en mi conciencia o pensamiento, en verdad que le tenía mucho miedo, nunca tuve una caricia de madre a hijo o un gesto de amor materno de parte de ella.
En algún momento Llegaron de visita mis tíos Ada y Jesús, tíos de mi madre, y en algunos días se dieron cuenta, al igual que los vecinos, del maltrato que mi madre me daba, que ella no me quería, por lo que me propusieron llevarme para Santander, mi madre no lo pensó dos veces y les dijo «se los regalo si quieren, es un demonio, allá ustedes», empacó lo poquito de ropa que tenía y me entregó a mis tíos sin mostrar tristeza alguna.
Amor entre hermanos
Yo quería mucho a mi hermana Rosa, muchas veces mi madre compraba golosinas como galletas y pan, y le daba solamente a ella, quién al recibirlas los compartía conmigo a escondidas de mi madre, pues también corría el riesgo de ser castigada.
Un año en el cual no hubo cupo para mi estudio, para mi hermana sí lo hubo. Recuerdo que todas las mañanas mi madre pegaba un grito para despertarla con voz de mando: «Rosa» y si ella no contestaba al llamado mi madre gritaba: «hola sapa malparida, ¿no escucho que la llamaba?». También refiriéndose a mí decía: «¿será que la belleza se irá a levantar o quiere que el desayuno se lo lleve a la cama? La verdad, yo quedaba de pie de una, pues sentía temor y mucho miedo sólo con escuchar su voz.
Cuando mi hermana se demoraba alistándose para ir a estudiar o cuando la estaba peinando al estilo de la «chilindrina» con sus moñas, y no se estaba quieta mi madre la halaba del cabello y le decía: «quédese quieta china hijueputa».
Mi primer dia de clases
Mi madre me llevó a la escuelita, iba feliz, no tanto por aprender sino la verdad por salir del encierro de la casa, del maltrato de mi madre y de sus golpes, insultos y abusos psicológicos, quería huir de todo aquello. Durante la primer semana mi madre me llevaba todos los días, ella se manifestaba toda cariñosa delante de otras personas demostrándome amor, pero todo era fingido, creo que si hubiera sido actriz hubiese ganado varios premios. Yo en la escuela era buen estudiante, recuerdo que aprendí rápido a escribir y leer, como también a entender. Mi profesora me dio mi primer trabajo, aprenderme el cuento del hijo de rana Rin Rin Renacuajo, de la cartilla nacho. Me lo aprendí, lo recité y me felicitaron, pero como a todos los niños o estudiantes siempre hay una materia que nos hace sufrir, para mí fueron un dolor de cabeza y sufrimiento las matemáticas.
Un día, mi profesora le envió una nota a mi madre, que por favor me repasará los números de uno a mil, pues que yo era muy inteligente pero que los números los confundía y a veces se me olvidaba cómo se escribían. Para cualquier padre sería fácil enseñarle a su hijo. Para mi madre fue algo súper grave, llegué a la casa, me cambié como siempre lo hacía, guardé mi uniforme y limpié mis zapatos. Depronto escuché a mi madre gritar: «¿usted a qué va, a estudiar o solo a calentar pupitre?», cuando sentí el primer fuetazo con Margarita, como ella le decía a una correa de cuero que mi padre tenía, dijo «siéntese aquí, vamos a ver si es que no aprende», me trajo un cuaderno, un lápiz y un borrador, empezó su sermón de las palabras, mejor dicho se transformaba con sus palabras vulgares.
Así empezó mi enseñanza. Por cada vez que yo me equivocaba escribiendo me daba un correazo que me hacía doblarme del dolor, le pedí que no me pegara, y como le respondí, me cambió la correa por un cable: «A ver hijueputa perro, aprende a las buenas o a las malas, de mí no se va a burlar, hacerme quedar mal, si no fuera por su papá lo mataría a golpes», y así pasaron muchos días hasta que aprendí más por miedo que por gusto.
Mi hermana también sufrió las consecuencias de la violencia de mi madre para aprender, nos volvimos unos niños asolapados, hacíamos las cosas a escondidas juntos, por el miedo y los golpes. En la escuela empecé a pelear con otros niños que me trataban mal, llegaba a la casa con la camisa rota, la verdad ya no me importaba que mi madre cometiera abusos conmigo, empecé a sentir algo dentro de mí que no sé explicar, también dejé de entrar a clase, me quedaba por fuera del salón, me ponía a jugar con mis compañeros, mis juegos eran de pistoleros, mis armas eran piedras con las que atacaba a mis rivales, cuando los veía descalabrados sentía alegría, no sentía miedo.
Otras veces me iba para el parque, me montaba en los columpios y esperaba la hora de llegar a casa, me preparaba psicológicamente, sabía que mi madre me daría una paliza como siempre lo hacía, para mí se convirtió en una rutina, una más o una menos, ¿qué más me podía pasar?
Mi primera relación sexual
Claudia era una mujer hermosa, con un cuerpazo súper lindo y una cabellera negra que le cubría hasta la cintura, su piel canela le hacía juego con su mirada pues sus ojos eran verdes y brillantes, además tenía una forma agradable para contar sus cosas.
Yo me sentía entusiasmado al escuchar su historia, así que opté por desnudar mi alma y compartir mi historia también de vida, mientras cenábamos. Se nos pasó tan rápido el tiempo que cuando observé el reloj ya era muy tarde, y su hermana Isabel tenía que madrugar para ir a estudiar. Así las cosas, Claudia empezó alistar una cama para yo dormir; en la sala se encontraba un viejo sofá, así que me trajo unas cobijas. Isabel se me acercó, me dio un abrazo y me dio un beso cariñosamente en la mejilla diciendo «hasta mañana negrito».
Me sentía súper feliz por todas las atenciones y el cariño que acababa de expresar Isabel, me hizo recordar a mi hermana Rosa, pues siempre pensaba en ella y lo que estuviera pasando con su vida en casa de mi madre, pues a pesar de haber pasado varios años, nunca la olvidaba, aquella hermana que desde niño amaba, por aquellas travesuras y los malos tratos de nuestra mamá, pues fue la única persona que sentía que me amaba en esa época de niño.
En la casa de mi amiga Claudia venteaba mucho, se sentía la brisa, se encontraba ubicada en una loma del barrio Guacamayas, además esa noche en casa de mi amiga nunca la olvidaré, pues me marcó en lo personal y en lo sentimental.
Estando ya acostado y a punto de dormirme, Claudia se levantó al baño y se me acercó, me preguntó que si estaba bien o sentía frío, la verdad me quedé sin habla pues lo que estaba viendo mis ojos aún con el reflejo de la luz que entraba por un ventanal que daba a la calle era súper hermoso, algo que nunca había visto en mi vida, por unos segundos creí que estaba soñando, ella estaba semidesnuda, la cubría tan sólo una blusa. Pero Claudia se acercó y me tocó y me dijo en voz baja «que no hiciera ruido» y me invitó a su habitación. Yo ni corto ni perezoso me levanté y acompañé a mi amiga a su cuarto, la verdad hacía mucho frío y estaba incómodo en el sofá. Ya acostado en la cama de mi amiga, me arropé con las cobijas, y ella me abrazó fuertemente, yo sentí su calor y de su cuerpo transpiraba un delicioso olor que me hizo suspirar, era algo mágico sentir sus manos tocando mi cuerpo, fue en un par de segundos cuando nos empezamos a besar.
Yo sentía sus labios carnudos y su lengua que me ahogaba, pues sentía que quería enlazarla con la mía. Es que la verdad yo no sabía besar con esa pasión desenfrenada con la que ella lo hacía, pues sólo había tenido una novia en el tiempo que estudié en el colegio San Antonio, cómo no recordarlo, mi amor platónico Andrea, sí lo más fuerte que tuvimos fue unos besos simples y un roce de mi mano en una de sus piernas, pues ese día se puso de mal genio, quiso terminar nuestra relación y después de ese episodio sólo cogidita de manos. Así que yo me sentí atrapado con aquellas caricias de Claudia, y sus besos, pero ella se dio media vuelta y se subió encima de mí, empezó a meter su lengua en mis orejas, me besó todo mi cuerpo, desde el cuello hasta lo infinito. Entrelazamos nuestras manos con mucha fuerza y ella me pedía que la tocara, que no aguantaba más. Pero la verdad no me atrevía, lo único que se me ocurrió preguntarle fue que si me daba permiso y fue cuando ella me puso mis manos en sus senos y me empezó a chupar los dedos de mis manos y que le acariciara el cuerpo con delicadeza como si estuviera pintando un cuadro como de arriba hacia abajo. Al tocar sus senos, sentí un corrientazo por todo mi cuerpo, la sensación era indescriptible, su piel morena y su cuerpo hacían que sintiera pulsaciones de placer, y así que con la ayuda de mi amiga me quité toda mi ropa. En todo lo demás ella fue mi maestra.
Esa noche fue súper mágico, por primera vez en mi vida sentí unas caricias apasionadas y descubrí algo de mi cuerpo que no sabía ni cómo utilizar, para tener una relación sexual y como complacer a mi pareja.
Lo que agradezco a mi madre
Para mi madre fui lo peor de su vida, pero tengo que reconocerle algo: me enseñó a lavar mi ropa y a cocinar, a punta de golpes palabras de odio hacia mí, aprendí a hacer un arroz y un tinto. Los viernes yo me apoderaba del lavadero, cogía mis camisas y ropa interior, mientras mi madre por un ventanal que daba al patio me gritaba: «Hola hijueputa, no tire tanta agua, refriegue bien o si quiere voy y le ayudo, ya sabe cómo». Solo con esas palabras yo temblaba y lloraba. Varias veces revisó mi ropa y por cada prenda que quedara mal lavada me daba un palazo, por lo cual varias veces tuvo que comprar escoba. Para esa época se usaba un jabón en bola grande de marca «Los 3 elefantes» y un detergente en polvo de bolsa amarilla, «TOP».
Lo que recuerdo de mi padre
Mi padre fue una buena persona, nunca decía nada, el poco tiempo que compartí con él y lo vi en casa, pues por su trabajo no tenía tiempo, era muy detallista, sí así lo puedo decir, compraba para todos juguetes y cada uno venía marcado con nuestros nombres.
Él nunca tuvo el mando en su propia casa, pues la que mandaba era mi madre quien tomaba las decisiones, él sólo obedecía para no tener confrontaciones. Nunca se puso los pantalones, como se dice, lo que dijera mi madre se hacía, él nunca opinaba, para todos los familiares era un buen padre cumplidor de sus deberes.
QUINDÍO
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO DE MEDIANA
SEGURIDAD Y CARCELARIO DE ARMENIA
Alonso Malpica
Director del taller
El Ángel Caído
(Seudónimo)
Este libro va dirigido a las personas que han fracasado en el amor, en el trabajo, tienen sueños frustrados y amores imposibles platónicos, diría un filósofo, mi intención en este libro es contar una historia fría que le puede pasar a cualquier persona que lucha por vencer sus temores y realizar sus aspiraciones y poder decirle al lector que en el infierno también se ríe y en el cielo también se llora.
Mi nombre es Andrés Camacho Muñoz. Nací el 30 de enero del 95. Tengo 27 años, de los cuales llevo 2 años y 7 meses en prisión. Nací en Armenia, Quindío, me crio mi señora abuela pues mi madre se fue para otro país en busca de un mejor futuro. Fui criado en varias partes como en Apartadó, Antioquia y en parte del Valle. Estudié licenciatura en educación física en la Universidad del Quindío, la cual quedó inconclusa, actualmente me encuentro recluido en la cárcel San Bernardo, pagando una condena de 9 años.
Varios de mis errores fueron jugar con los sentimientos de algunas mujeres: Katherin, Laura, Wendy, Emely, Juliana. Reconozco que hice mal con ellas, tal vez hubo más, pero estas son las más presentes, ahora soy yo el que rogaría por el amor de una de ellas.
Hay una mujer que me ilusionó y nunca me dio importancia, solo me usaba, su razón la desconozco, pienso que le llegué a gustar por atracción física pues ambos éramos muy jóvenes y orgullosos, pero nos lo llegamos a confesar sutilmente. Además, ambos hicimos cosas que solo se hacen si hay atracción. Los dos en nuestros cinco sentidos y uso de razón traicionamos a alguien a quien queríamos, con ella compartía una amistad y una complicidad. Me gustaría saber por qué seguíamos con ello y por qué aún condenado a nueve años de prisión quiere hablar conmigo ¿Será que se quiere despedir? No quería saber la verdad que aún piensa que desconoce, o reírse. Ahora es profesional y yo un perdedor, antes era un buen ejemplo, ahora la mayoría de personas me repudian, mis visitas no son ni el 1% de la gente que decía quererme o familiares cercanos. Podría nombrar a todas las visitas sin aburrir: mi abuela, mi prima, mi tía y mi parcero, el único que de verdad viene de corazón, Alejo, de resto nadie, pero para ser sincero no me hace falta nadie más, mi tiempo para salir se acorta, pero es eterna la espera, el diario vivir de una prisión se vuelve monótono y tedioso, la comunicación con mis familiares es un asco, solo me gustaría ver a mi amor imposible, mi obsesión ya que ella es una mujer que nunca podré tener, me gustaría nombrarla pero solo su nombre es un desdén para mí, aun así ha pasado tiempo y ya debe tener hijos esposo o algo así.
Desde el colegio estaba tragado de esa niña tanto que nunca me gustaron los tatuajes por fobia a las agujas y aun así pensé en tatuarme su rostro, así de loco estoy por ella jajaja nunca voy a superar esa hembra.
Todo ser humano comete errores, la diferencia está en que tan grande es el error pues juzgamos y nos juzgan. Mi dilema con la «Divina Comedia» es que mi Beatriz sí es inalcanzable por este error tan grande, pero aún, como Dante, tengo la esperanza de salir de los nueve círculos del infierno y que ella me esté esperando al final.
La obsesión de un hombre o el amor hacia alguien dicen que es algo pasajero, pero en algunos casos perdura por mucho tiempo, como en el Principito de Antoine de Saint-Exupéry, dice que las personas como la rosa que él poseía son especiales por los lazos que se establezcan, por el lado del tiempo que se les dedica.
Mi madre es mi apoyo moral, sentimental y económico, no asimila que estoy aquí y por el pecado que estoy expiando, pero sigue brindándome el amor maternal que sin duda es el amor verdadero. Este cuento no tiene un final pues aún se está escribiendo la historia, ya se dice por estos lugares que la fe es la incertidumbre de lo que no podemos controlar.
Posdata: Sé que era un cuento, pero presenté un fragmento de mi libro. Parecerá vago pero se encuentra en la prosa coloquial y cruda de una novedosa forma de relatar. Un día a día de pensamientos, recuerdos, y de la virtud del ser humano para seguir adelante.
Jhan Carlos Jiménez Arango
Quédate a mi lado mujer, por qué te fuiste, no ves que mi corazón sufre porque sin ti no puedo respirar y mi corazón no late lo mismo sin ti; por qué eres tan mala conmigo, yo sé que no te puedo superar ni tampoco olvidar, aun así, el día que el destino nos separó, fue por algo, pero quiero que sepas que no he vuelto a ser el mismo desde que te fuiste, te voy a estar esperando para el día que regreses mujer.
Porque mis labios no son lo mismo cada día que pasan sin ti, soy el hombre más aburrido, pero quiero que sepas que acá estaré pase lo que pase, voy a seguir siendo el mismo, tú misma lo sabes, nunca pienses que voy a cambiar; por el contrario, aquí estaré con mis brazos abiertos solo para ti mujer.
Porque yo sé que a tu lado voy a ser feliz, solo a tu lado, nunca cambies conmigo te lo pido por favor, te lo pido mujer hermosa y bella como la flor de loto, la más hermosa.
Mario Alexander López Mesías
Estar acá me sirvió para darme cuenta de lo importante que es el manejo del tiempo en nuestras vidas; el poder compartir con nuestros seres queridos, nuestros padres, nuestras madres, es en este lugar donde logras entender lo que significa la palabras Amistad y Lealtad.
Estar acá me sirvió para darme cuenta de que a pesar de estar privado de la libertad he podido ayudar a otras personas a través del descuento que tengo, demostrando que también se puede organizar nuestra vida por medio de la resocialización, compartiendo conocimientos y experiencias, con el fin de dejar atrás los malos hábitos y salir adelante, con el ánimo de ser mejor amigo, hijo y esposo.
Estar acá me sirvió para acercarme más a Dios, enriquecer más mi espiritualidad, ya que me da la fortaleza necesaria y la paciencia suficiente para esperar mi pronto retorno a la sociedad.
Estar acá me permitió conocer que las palabras se las lleva el viento, lo que en realidad cuenta son tus actos y tu criterio como persona, a no creerle cuentos a todo el mundo, que en realidad existe el engaño, la mentira, la falsedad y la hipocresía.
Estar acá me permitió conocer lo que es en realidad el valor del dinero; lo duro que es tener que depender en algunas ocasiones de algún amigo, o familiar que te pueda ayudar, para poder comprar los elementos básicos de aseo. Ya que por estar privado de la libertad, no tengo la posibilidad de generar ingresos ni de tener un trabajo digno.
Estar acá me hizo darme cuenta que la mujer que alguna vez amé, tan pronto caí en prisión y quedé sin un peso, se marchó hacia otro país, sin importarle nada, que toda esa linda relación que aparentemente teníamos, solo fue una falsa realidad, comprada con dinero, lujos y viajes, que al final es evaporado por la cruda realidad.
Estar acá me hizo comprender que el dinero no lo es todo en la vida, que lo más importante para salir adelante es estar en paz con Dios, tener una excelente relación familiar, ser buen vecino, no dejarse llevar por ofertas tentadoras de hacer algún tipo de trabajo que sea de origen ilegal, que por último te llevan al engaño, terminando tras las rejas, por ir detrás de un sueño falso.
SAN ANDRÉS
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO DE MEDIANA
SEGURIDAD Y CARCELARIO DE SAN ANDRÉS
Sandra Milena Pulido Cuervo
Directora del taller
Herson Newman
San Andrés. 18 de noviembre de 2021
Llegó el huracán Iota mientras que estuve hospitalizado, debido a un 506 que alarmó a los médicos de la diabetes. Días después trajeron a mi hija desde Providencia y me contó que todo se acabó y ella me mostró, desde su celular, fotos del desastre, de las tres casas que tanto logré sacar adelante; toda la vecindad sin techos, tanques de agua dañados, postes, cables en el piso, destrucción.
Lloré por lo material, pero me di cuenta que Dios te da todo y te quita todo. Me mostró como el agua del mar llegó tierra adentro, las cercas caídas, todo el trabajo en la vecindad acabado, carros y motos volteados… estuve muy triste.
Sin embargo, esto me hizo pensar que es mejor comer bien y beber de todo. Que el trabajo que haces mientras estás vivo es importante, pero más lo es estar cerca a tus personas amadas. Ya que el pensar que no hay de dónde vendrá el subsistir no es importante, porque la familia está perdida… no sabemos dónde están mi esposa ni mis hijos varones y a medida que encontraban a las personas que sobrevivían y que traían al hospital en San Andrés, todos mojados y golpeados, se acababa la esperanza porque a ellos no los habían traído.
Tuve luego la oportunidad de ver el desastre en el noticiero. Más tiempo esperando para ver a mis familiares. Al final de esa semana, cuando volvió mi hija, me comenta que tampoco ha sabido nada sobre su mamá y sus hermanos. Otros diez días pasaron cuando una enfermera del hospital me dijo que encontró a mi esposa y a mi suegra atrapadas en un baño de la casa, la cual quedó destruída porque voló por los aires, pero que están bien. Esto me dio esperanzas; sin embargo, no hubo comunicación alguna con Providencia, debido al oleaje no podían ir barcos, la pista área estaba en desorden y tampoco había vuelos.
Pasados otros 15 días me confirmaron que mi hijo mayor se encontraba en Punta Rocosa, donde la familia de su novia logró superar la situación. Mi hija me dice que encontraron a una de sus primas, que se salvó porque estaba debajo de una camioneta en el barro. Pero tampoco sabe nada de mis otros hijos.
Mi preocupación ya no era igual, sigo triste por el desastre que vivía la gente de Providencia. Ya no tengo nada, ni las casas que eran mi sustento mediante las rentas, ni la lancha con las que pescaba, ni la moto con la que me transportaba; todo se fue al mar. La pequeña finca también, todo se perdió; todos los frutales, naranjos, tamarindos, cocoteros, aguacates y hasta los palos de mango, todo se vino al piso.
Hubo mucha solidaridad, pero las personas que trajeron a limpiar la isla y a ayudar, se llevaron hasta los cables de la corriente de mi casa y los tanques que estaban en el patio para el agua; llegaron a acabar con lo que el huracán no se llevó.
Después de dos semanas, a mi salida del hospital pude ver aún mucha basura en las calles, árboles secos, y el olor de algas y arenque. Llegué a un lugar conocido como la roca, comí y dormí en ese lugar, la cueva en la roca, el infierno, así se sentía este lugar.
Sin embargo, digo gracias a Dios, seguimos con vida. Pasaron ya casi otros siete meses y nunca tuve más encuentro con Vivian, Jhohey y Jhewe, mi familia, con la que creo que algún día puedo volver a reunirme.
Leidy Orejuela
Vivía en Jumbo, Valle, cuando conocí al padre de mi hija menor. Hizo de todo para enamorarme y me prometió tantas cosas que caí y me enamoré de él.
Al principio todo fue hermoso. Vivimos momentos espectaculares, inolvidables, viví todos los placeres del amor. Pero como no todo es color de rosa, llegaron los peores momentos de mi relación y mi hogar empezó a decaer. Luego perdí mi trabajo, tuve que vender mi moto y todo se vino abajo.
Se acerca la graduación de mi hijo mayor, el cual nunca tuvo un padre, la responsabilidad era toda mía; no tenía apoyo de nadie. Como siempre, yo la mamá luchona, trabajando aquí, vendiendo allá; pero nada alcanzaba para reunir la plata del grado de Iván. No sé si lo que voy a decir es buen o malo, pero la verdad no me arrepiento de lo que hice porque por mis hijos lo haría todo.
Caí en el «trabajo» de «mula» como se conoce en el bajo mundo. No es algo de lo que me sienta orgullosa; pero gracias a este trabajo se pudo graduar mi hijo. Desde ese momento empecé a comprar lo que más podía para mis hijos, y durante cinco años no les faltó nada.
Así como en el amor, en ese trabajo nada es eterno y todo lo que sube, baja. Tuve un accidente y recuperándome, los ahorros no dieron para mucho, se acabaron. Volvió la escasez, en la cama de un hospital, pensando qué voy a hacer… se acerca el pago del arriendo y la nevera está vacía y sin palabras para mi hija mejor, quien me pedía comida… no veía otra opción que retomar aquel antiguo «trabajo».
No tenía opción, debía volver a trabajar en aquello y entonces, lo hice, me fui a trabajar. Nada salió como esperaba. Realicé aquel viaje de trabajo y hace 5 meses caí; ya no en el amor, ahora me encuentro recluida, privada de la libertad.
Ahora solo pienso en que no estoy con mis hijos, pero para ellos soy la mejor mamá poque desde el día que los tuve, he dado el todo por el todo por ellos. Hasta el día de hoy lo he hecho así y no me arrepiento, pero les pido perdón porque su heroína los ha tenido que dejar solos. Aquí sigo, yo, mi propia heroína, a la espera de mi libertad, a su lado.
Valentina Quintero
Las fotografías, las imágenes, los grafitis me teletransportan a recuerdos más buenos que malos.
La mayoría me sacan sonrisas y evocan olores, según sea la imagen que vague por mi cabeza. Unas huelen a mi capital, ciudad de donde provengo, sucia y contaminada; pero me siento en casa.
Estas imágenes siempre van ligadas a la mayoría los sonidos y es increíble como tenemos la capacidad de volver al tiempo sin ningún instrumento hecho por el ser humano.
¿Las imágenes? Para mí es fácil fantasear con ellas, vagar, vagar y vagar; me traen sensaciones de alegría, dolor, sonrisas, lágrimas.
En este encierro, las imágenes son una de las cosas más comunes en las que divagamos hasta quedar dormidas.
Gina Pachón
Qué tristeza, hasta nostalgia siento con solo pensar el rumbo de una mala decisión.
Como duele todo, hasta respirar este aire de encierro, sin ninguna opción de salida por el momento.
Donde los días son abrumadores, no hay opción de sentir tranquilidad.
Donde tu propio pensamiento se siente desesperado, inquieto. ¡Qué lugar para doler, y hasta despertar duele!
Pero cuando tienes más de dos razones para sobrevivir, en este lugar tu mente retoma fuerzas y tu corazón se llena de motivación. Solo al recordar sus rostros, solo con eso basta para pensar en salir y estar con ellos.
Sobrevivo en este lugar porque no hay mejor motivación que mis hijos.
SANTANDER
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA CON ALTA
Y MEDIANA SEGURIDAD DE GIRÓN
Andrés Gómez
Director del taller
Matt Scott
(Seudónimo)
Hoy es 3 de marzo, aunque te conocí un 14 de febrero, el calendario es piadoso ante esta hazaña porque me permite recordarte.
Hoy presumo de ser Einstein, porque puedo jugar con tantos números en mi mente, es decir las matemáticas no son mi fuerte pero sí lo eres tú.
Me demore 159 días exactos para lograr que tus palpitaciones se acelerarán y tomasen un compás profundo cuando nuestras almas se unían y la química se desbordaba, a veces me pregunto qué hubiese pasado pensado de todo esto Baldor.
Tu mente es perfecta porque gozas de una memoria única que te permite siempre recordar incluso hasta el más breve pasaje de la literatura de Julio Verne o de Paulo Coelho, y jamás pasas por alto el 26 de ese mes cada año, el cual te hace recordar que nací y que sigo viviendo.
“Tus detalles son arte, tú más (+)»
Espero serte útil por la eternidad o al menos 53 años más, en realidad me doy por bien servido con cualquier segundo, solo si tú estás. Hay tanto para sumar y muy poco para restar, es más fácil multiplicar que pensar en dividir.
Por eso no necesito símbolos, jeroglíficos o una lengua muerta para gritar al este o al oeste, al norte o al sur, o inclusive al universo que quiero vivir en ti, infinitamente.
Santiago Márquez Charriz
Camilo era un hombre del común, tenía un trabajo tan aburrido y estresante como él. Aquello le había hecho perder el respeto e interés de su mujer; sus hijos disfrutaban más a su padrastro o embelesarse con un influencer que los desconoce, que a él, su propio padre. La vida miserable de Camilo lo arrojaba al yoga, el sexo desmedido, las apuestas, largas sesiones de spa y el alcohol.
No fue improbable que en una de sus borracheras decidiera apostar todo al cero verde de la ruleta, tampoco era la primera vez que lo hacía desde que Amanda, una camarera del casino, se sentaba en sus piernas. Cuando ganó, Amanda gritó más fuerte que el propio Camilo. El éxtasis duró una noche. 12:00: Camilo regresaba instintivamente a su casa, su exesposa solía llamarlo a esa hora para que retornara, no había perdido la costumbre. A las 12:35 ya estaba en la sala, era casi un ritual.
Esta vez Camilo tenía los bolsillos llenos de dinero, y las cuentas bancarias rebosantes. Decidió desnudarse y tenderse en el piso frío de su apartamento. Pensaba en no volver a trabajar, en recuperar a su esposa, y en abrir un restaurante para la Élite de su ciudad. Quería rodearse de gente nueva que le cambiará la vida. Fue tal el sentimiento de realización y la seguridad con que lo sintió que la vida le empezó a parecerle insípida, ya no le atraían sus hijos ni su ex esposa. Por eso, dicen sus vecinos, abrió la llave del gas al tope y encendió un cigarrillo.
Constantino Barajas Arias
Estoy con todos mis compañeros de prisión detrás de la cárcel, he logrado subir por un muro hasta alcanzar una especie de ventana pequeña, que da a la calle, esta es una vía central.
Me dicen algunos ¿qué ves?, yo describo lo que alcanzó a ver, les cuento que veo una cafetería donde departe una pareja, toman café y una torta muy provocativa, ellos se provocan pues hace tiempo que no probamos algo así. Veo también que pasan algunos carros, Pasa un Willys, después un Chevrolet, un Renault 9 y muchos más autos, vi también como algunas motos pasan.
También puedo ver el parqueadero de buses y allí espera una dama muy linda, tal vez se sienta observada pues mira a los lados muchas veces. Todos los transeúntes que pasan visten trajes coloridos, otros visten formalmente, algunos llevan zapatos de plataforma con la punta redonda y pantalones bota campana, esto estaba muy de moda en 1978 para el año en que estamos; también pasan algunos niños uniformados, hay un colegio muy cerca de aquí.
Se oyen a lo lejos algunas sirenas de ambulancia, algunas campanas. Todo esto les cuento a mis compañeros, pero no los escucho a ellos hacer sus comentarios como siempre lo hacen, vuelvo a mirar a dónde estaban, pero sólo veo a un guardia enojado y sosteniendo un garrote.
—Bájate infeliz eso está prohibido—
SANTANDER
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA CON MEDIANA
SEGURIDAD DE BUCARAMANGA
Brenda Díaz
Directora del taller
Carlos Julio Parra
Cuando me preguntas que si te amo te respondo no….
No te amo porque sencillamente te idolatro
Hermoso ser miro tus ojos de miel que endulzan
mi vida con tu mirar
Tu boca jugosa que invita a gozar con el aliento
de tu alegría, evoca instante de placer
Tus mejillas rojitas adornan tu carita angelical
Dando un ambiente natural a todo el lugar donde
estás, con ese cuerpo moldeado por Miguel Ángel
En sus venus quedó muy pequeño al contemplar
tan escultural modelo que la madre naturaleza
Creo contigo bella princesa.
Bendigo a ese ser que permitió que tu nacieras para
que alegres mi vida con solo tenerte a mi lado
Ahora solo quiero que comprendas que no te quiero
simplemente te idolatro bella y preciosa Señorita.
Danilo Vargas
Todo empezó con una persona llamada Dilan, que se enamoró de una persona con muchos pretendientes a la que todo el mundo la quería conquistar. Pero él también estaba detrás de esa persona, él se enamoró sin querer, pues al solo verla la vida le cambió, su alma volvió a suspirar y su corazón volvió a latir a más de mil, solo con verla…
Él quería todo con ella, la amaba en secreto, ella no lo sabía pero si lo presentía. Dilan nada le decía, por la pena que tenía y el miedo al rechazo, pues no quería volver a decaer en los pasos del desamor, no quería decirle nada porque él sentía que no le iba poner atención. Hasta que la vio con otro personaje y el corazón se le rompió.
Pero él la perdió por no decirle nada, así que tuvo que aguantar el dolor, por no tener el coraje y el valor para confesarle el amor que sentía por ella. Y sus lágrimas caían por una mala decisión que tomó.
¡Ah! esta fue la historia de un desamor que terminó con un dolor, pues todo terminó y el muchacho preso terminó y con lágrimas quedó por tomar un error…
Cristian Valbuena
Había una vez una bella reina llamada Ana, de unos pueblos donde se trabaja la minería artesanal de oro, se cultivan productos como la mora, tomate, cebolla y la comida típica son las almojábanas, un pedazo de queso, caldito de papa, un vaso de café con leche y una arepa y pan. Estos son los alimentos más utilizados por los residentes de Surata, California de vetas.
Son pueblitos con muchas riquezas naturales y minerales del más conocido como el páramo de Santurbán, un sector más reconocido a nivel nacional por las grandes licitaciones presentadas por la multinacional Mínesa s.a.s., que quieren tener la autorización para perforar la tierra de este páramo realizando una decantación.
Por esta razón se han venido presentando una cantidad de protestas en la ciudad de Bucaramanga por parte de la gente de estos pueblos, ya que al concederle esa licitación a esa multinacional se pone en riesgo y peligro la vida de muchas personas, debido a que los residentes de Bucaramanga utilizan para alimentarse el agua nacida de este páramo. Para nadie es un secreto que allí se encuentra la reserva de oro más grande de nuestro país, por estudios de suelo. Pero al decantar el páramo se inundaría de contaminación de mercurio y cianuro el agua que llega a Bucaramanga y correríamos el mayor peligro de toda la historia.
Gracias al apoyo de todas las personas de estos pueblos se logró que el Estado reconozca que el agua es nuestra fuente de vida y el páramo de Santurbán será un sitio turístico a nivel nacional, ya que cuenta con miles de ejemplares de árboles plantas y animales.
Viva el agua, la fuente de vida de todos nosotros como seres humanos, Dios los bendiga.
Luis Alejandro Rivera
El hombre de la gabardina, alto, un poco jorobado por la edad y los años sobre su espalda, camina paso por paso hacia el buzón fuera de su casa llevando un sobre para depositar.
Lentamente abre el buzón blanco adornado con la figura que representa a la empresa de correos del pueblo. Desde la puerta de mi casa veo cómo deja caer el sobre dentro y mientras lo deja también deja salir una sonrisa y una mirada de amor. En el sobre se adivina dibujada la silueta de un balón, y al estar envuelto en papel de regalo supe inmediatamente que cualquier niño en el mundo cuando reciba ese sobre también sonreirá y tal vez piense en el hombre de la gabardina.
TOLIMA
CÁRCEL Y PENITENCIARÍA DE MEDIANA
SEGURIDAD DEL ESPINAL
William González
Director del taller
Pedro Infante
Era el año 1993, el muchacho con tal solo 16 años, oriundo de Bogotá, salió un 26 de diciembre aproximadamente a las 11:30 de la mañana. Todo porque tenía cita en El Rodadero con una linda chica llamada Alejandra. Qué lugar más perfecto que una de las playas turísticas más bellas de Santa Marta. Allí los hippies de más de una ciudad se reunían para departir unos buenos momentos y fumarse unos buenos bareticos. Todo esto era lo que tenían planeado. Al salir de Bogotá el muchacho iba acompañado por una linda chica llamada Viviana y un artesano que tenía 17 años.
Iban haciendo escala por más de un pueblito. En cierto momento llegaron a un pueblito llamado Villa de Leyva y los 3 jóvenes decidieron ir a las siete periqueras, llamadas así porque son siete muy lindas cascadas. Duraron dos días completos de solo sexo, drogas y rockanrol; cuando salieron de allí emprendieron su marcha hacia su destino. Siguieron caminando y caminando, llegaron a Bucaramanga, caminaron y caminaron, y empezaron a sumergirse en Aguachica.
De un momento a otro, una camioneta negra empezó a subir y a bajar en repetidas ocasiones, los tres jóvenes empezaron a sentir temor, presentían que algo iba a suceder. Efectivamente los de la camioneta los interceptaron en el camino, los abordaron y los condujeron a cierto espacio dentro del monte. Los cuatro tipos que los condujeron hacia ese lugar les dijeron que descargaran sus mochilas de artesanos, ellos muy atemorizados hicieron caso, porque no entendían lo que en el momento les sucedía, ya que los muchachos estaban vestidos de civil. Sintieron aún más temor cuando vieron que de la madre naturaleza salieron varios sujetos vestidos con uniformes o trajes militares fuertemente armados, haciéndose llamar Grupo AUC —Autodefensas Unidas de Colombia—.
Al hacerles una requisa, preguntándoles a los muchachos que sí habían visto a los patiamarrados, ellos en su inocencia, respondieron: No sabemos qué es eso. Uno de ellos, en un tono brusco, les dijo: No se hagan los bobos, hijueputas. Y les apuntó con un arma larga, y pronunció el tipo: Estos son guerrillos. Los muchachos empezaron a implorar y así el grupo de las autodefensas respetó sus vidas. Duraron un día y una noche secuestrados por el grupo, cuando terminó su calvario los mismo cuatro que los habían secuestrado desde un principio los sacaron a la vía principal, como tenían armas y uniformes pararon una flota y le dijeron al chofer que los dirigiera a la ciudad de Bogotá. Y así los muchachos no pudieron llegar a la cita el 31 de diciembre de 1993, llegaron a la ciudad de Bogotá, tipo 06:30 de la tarde y así terminó el calvario y recobraron su libertad.
Yerson González
Entre sonrisas y pensamientos, solo pienso en triunfo por momentos. Cómo sacar la inteligencia que embarga mi corazón abierto, entrando en todos mis aposentos, radiando la buena vibra que contagia a todo ser de carne y hueso.
Deseo de vivir, aunque está enfermo, soñando despierto como la luz del firmamento, al amanecer en un barco en mar abierto, concordando estos versos transmitiendo la energía que relaja al cerebro, pasividad como la de los guerreros, que ante la batalla son serenos, condenado a ocho años, parecen ser eternos, con estudio y buen comportamiento puedo vencer este infierno, torpe, miserable, lleno de todos los males, aun la mentalidad del carcelario, a lo bueno lo llaman malo; cada día triunfa más el fracaso.
El éxito es extraño. Es una burla, lo tratan de raro; la trampa, el engaño, son aplaudidos. Hasta con nombre son alabados, se hacen llamar pirañas, creyendo ser un ejército de soldados. A los humildes los tratan de sano; y muchos son instrumentados, personas que nunca han probado drogas, han sido obligados. Al probar les han gustado, hoy son vidas perdidas, hasta el fondo han llegado, degenerados, derrotados y agobiados. Que sufrimiento tan grande la familia ha experimentado, muchos copados por tráfico de drogas, incitando peleas y esto conlleva a no redimir pena.
Muchas barreras, se pierde la esperanza de estar afuera, la desesperanza reina, es otra vida perdida en las rejas, la vista refleja tristeza, la familia no le contesta, se siente desanimado, no habiendo motivación que despierte el ánimo doblegado. No teniendo otra opción, la vida no le interesa; se convierte en piedra de tropiezo para quien solo atraviesa.
Para llamar la atención se cortan, se enfrentan a la pelca, queriendo morirse ya que su vida es tristeza, esto se vive a diario, consecuencia del fracaso, es lo mas bajo. Hogar miserable para los fracasados, quien sale es inteligente, el éxito te ha llegado.
Carlos Rico
La libertad es una palabra tan compleja y fácil de definir, y como acción es tan frágil que en cualquier momento se puede perder. Pienso yo, que ya estoy afuera porque perdí mi libertad un día de junio de 2018.
Siendo un lunes a las 3:45 de la tarde, yo estaba trabajando; empezaba la semana y, como todos los días, salí de mi casa a las 8:45 de la mañana, me dirigí a mi trabajo en el norte de Bogotá, en uno de esos buses de Transmilenio. Como es normal en la ciudad los trancones y la cantidad de gente en los articulados hacía que viajáramos como sardinas mal empacadas; cada uno pendiente de que no lo roben y no quedarse dormido sino puede coger un puesto en el transmi y no pasarse de la estación que le toca bajarse. Y por fin llegué al lugar que me tocaba bajarme un poco tarde pero listo a trabajar, me cambié, alisté el material y me dispuse a trabajar.
Pero no todo saldría bien. En medio del trabajo discutí con un compañero de trabajo por unas herramientas que eran mías, yo no le puse cuidado y me puse a trabajar en pintura. Llego la hora del almuerzo y mi compañero no quiso dejar eso así y a la hora del almuerzo volvió por lo mismo, por una brocha y una espátula seguimos con el conflicto.
Yo estaba un poco de malgenio, porque no había podido sacar un estuco valenciano que necesitaban urgente en el apartamento 501. Yo seguí en mi trabajo después del almuerzo, estaba en el apartamento trabajando y mi compañero fue allá a seguir en lo mismo, se le subieron los ánimos y pasamos de las palabras a las manos que desencadenaron una lucha de golpes de lado y lado, él me sacó sangre de mi cara, yo me enceguecí al ver mi cara ensangrentada, me llené de ira y de cólera y lo ataqué tirándole polvo en la cara. Al tiempo me le tiré encima y nos enfrascamos en una lucha del más fuerte entre los dos. Por desgracia no nos fijamos que había una ventana abierta en el apartamento en donde estábamos y en un momento yo me solté de él y lo empujé. El resultado, aquel compañero de trabajo salió por la ventana y cayó al parqueadero de la obra donde había escombros. Al caer de espalda, se desnuco y murió.
Yo terminé preso, pagando una condena de 100 meses o sea 8 años y 4 meses de prisión. Todo por no tener un poco de tolerancia y control entre dos personas. Y a la larga solo eran unas palabras, que me cambiaron la vida en un instante, una vida perdida y otra en una cárcel.
Moraleja: Seamos un poquito tolerantes con los demás y pensemos un poquito antes de actuar, porque la libertad es muy bella y aún más linda es la vida.
Yonis Grarzón
Hace mucho tiempo nació en la ciudad de Santa Marta, en 1995, un niño al que nombraron David que creció junto a su madre porque su padre al nacer lo abandonó. Él lucho al lado de su madre, pero desafortunadamente creció en un barrio donde había mucha delincuencia, drogas y malas amistades.
David cogió la vida de la delincuencia porque para él el estudio no sirvió, llegó a ser un criminal reconocido en el bajo mundo, tuvo mujeres y estuvo de muchas rumbas, pero se sentía vacío. Conoció a una mujer de la cual se enamoró mucho, entrego todo por ella, pensaba que ella iba a ser el amor de su vida. Después de un tiempo desafortunadamente, cayó en una cárcel y fue condenado a 15 años de prisión, y su afortunado amor así empezó a terminar.
Había muchas peleas y discusiones de parte y parte, ya no era lo mismo. Y así fue como David se dio cuenta de que había quedado solo por su mala cabeza, sin amigos, sin familia y sin mujer. Porque desafortunadamente la cárcel es un lugar donde te mueres sin perder la vida, donde, aunque estés vivo todo el mundo te olvida menos la madre.
Pasaron cinco meses, y ya la mujer que David tanto amó se había marchado con otro hombre. David quedó con el corazón hecho pedazos y juró nunca volverse a enamorar. Pasó el tiempo y lo trasladaron de cárcel para el departamento del Tolima, a un pueblito pequeño pero con una cárcel grande y terapia. David seguía decepcionado de la vida, sin oportunidad de conseguir un nuevo amor.
Él se echó a las drogas, no copiaba de nada, porque nada le importaba, estaba enceguecido por la droga. Pero lo bueno en David es que él creía en Dios y en una nueva oportunidad. A la cárcel donde él estaba llegó un comandante que abrió un patio donde no había cuchillos, peleas, drogas; era un patio para rehabilitarse. David vio que en ese patio podía tener un cambio y decidió irse para allá.
Desde ese entonces la vida de David cambió, recupero a su familia, y dejó las drogas, comenzó a estudiar y a hacer nuevas amistades. Ahí fue donde conoció un amigo llamado José que tenía una pareja sentimental en la cárcel de mujeres de Bogotá. A David le pareció muy curiosa la relación de su amigo y como veía que había un amor verdadero entre ellos dos, decidió pedirle que le presentara una amiga, y José le dijo que le iba a decir a su mujer.
Pasaron los días y un 20 de julio, día de la independencia, José llama a la mujer, y ella le dice que una amiga de ella quiere hablar con David. Al acto el compañero llevó a David y lo puso a hablar con una linda mujer llamada Channy. Desde ese entonces la vida de David cambió, aunque la verdad estaba nervioso y no sabía que decirle a esa mujer.
Después de unos días, David notó que Channy era una mujer muy interesante, humilde y con un gran corazón. David comenzó a enamorarla y a decirle cosas muy lindas. Hasta poeta se volvió y su primer poema para Channy fue este:
«Aunque la vida te de mil y un motivos para renunciar, Dios te dará mil motivos para avanzar. Porque con personas como tú, el mundo es diferente; la diferencia es que como tú eres única, haces que mi mundo sea maravilloso. Lo mejor es que existiendo tantas personas en el mundo, tú seas la mujer que mi corazón ha decidido amar y querer. Solo te puedo decir que no me diste ninguna razón ni motivo para que mi corazón se fijara en ti. Porque al conocerte mis sentimientos crecieron, sin poderlos detener. Y ahora no hago más que pensar en ti, mi reina».
Aww, Channy susurró. Apenas ella escuchó ese poema quedó impactada porque Channy al igual que David tenía un gran vacío en su corazón, también había sido lastimada y no pensaba que un hombre tan tierno y amoroso llegaría a su vida, y menos en una prisión. Channy comenzó a tenerle un gran cariño a David, por lo tierno que él era con ella. Hasta que decidieron darse una oportunidad. Él le cantaba una canción que hizo que creciera más el amor que ella sentía por él. La canción decía que David se sentía grande por Channy, que aunque él lo intentará no hubiera podido sin ella, y ahora toda su felicidad era gracias a ella.
Esa linda y bella mujer de la ciudad de Bogotá cambió la vida de David. Y lo más importante es que los dos volvieron a creer en el amor a pesar de que los dos estaban privados de su libertad. Ahora son una gran pareja, llena de metas, proyectos, con ganas de salir adelante, juntos piensan salir en libertad para así formar un lindo y hermoso hogar. Y así comenzó la historia «un amor entre rejas». Una mujer que tuvo sus errores, pero esos errores le ayudaron a ver la vida de otra forma. Channy y David están en la espera de salir en libertad y demostrarle al mundo y a ellos que sí se puede lograr lo que uno quiere en la vida. Y con este poema dedicado a su gran amor Channy, David se despide desde una celda, en la cárcel del Tolima:
«A pesar de los muros que nos separan, mi mente siempre estará contigo. No te sientas sola, sabes que puedes contar conmigo; incondicionalmente te pienso mucho. Y no hallo la hora de tenerte cerca de mí, así sea por unos instantes… Te quiero mucho».
VALLE
ESTABLECIMIENTO PENITENCIARIO DE MEDIANA
SEGURIDAD Y CARCELARIO DE CARTAGO
Claudia Mejía
Directora del taller
Ricardo Pérez Gamboa
Cuando el cielo se nubla
Y empapado de tristeza
Amenaza aguacero
Basta una mirada tuya
Para que salga el sol
Con sus rayos de acero
Y a tu mirar aparezca
El arco iris tratando
De plagiar tu belleza
Y todas las aves
Abran sus picos
Y entonen la Marsellesa
Tú eres la hostia sagrada
Que borra de mi corazón
Toda mancha
Eres la Dulcinea
De Don Quijote de la Mancha
Si todos los suicidas
Hubieran tenido la oportunidad
De verte
Hubieran preferido seguir viviendo
Para de nuevo mirarte
Dichoso y grande sea aquel
Que tu corazón abriga
Pero tengo igual dicha que él
Al tenerte Alexandra como
Una gran amiga.
Chennier Humberto García
Hace muchos años, cuando tenía la edad de 16 años, conocí a una joven llamada Liliana en su cumpleaños de los 15 que le celebraron sus padres con una fiesta en la cual terminamos de novios. Su mamá que era profesora en una escuela en una vereda de Cali llamada Peñas Blancas, a la cual me invitaron a veranear. Yo gustoso me dirigí a esta vereda, llegué en la última línea de las 5:00 p.m. Me bajé en la fonda y me dirigí hacia la vivienda contigua a la escuelita y me recibieron con mucha alegría Liliana y sus padres. Departimos muchas palabras mientras su mamá hacía la comida, posteriormente entrada la noche nos acostamos y habrían pasado unos diez minutos cuando sentí que algo extraño se posó en mi estómago, intente quitármelo pero no pude. Me sentí paralizado de una extraña forma, quise llamar en ese momento a la profesora pero se me durmió la lengua, entonces comencé a orar mentalmente y de inmediato esta extraña cosa se movió y atravesó un chorro de luz que entraba por un roto de la teja de zinc, porque esa noche había luna. Cuando me pasó todo esto pude hablar y contarle a la profesora lo sucedido y ella me dijo que había sido una bruja, la cual era una vecina de la vereda que acostumbraba a asustar a los visitantes nuevos.
Eberto Fernando Rosero Rosero
Un relato desde mi niñez. Cuando terminé de estudiar la primaria mi padre y mi madre me enviaron a hacer el curso de catequesis para mi primera comunión. En ese tiempo el padre Diomedes Constain, párroco de nuestro bello municipio Consacan, Nariño, nos dictó el curso de catequesis los fines de semana. Al finalizar el curso, el padre Diomedes realizó una rifa, el premio era una sorpresa y estaba empacado, nadie sabía lo que había adentro, nos repartió a cada un papelito con un número y fui el ganador con el número 15, que nunca se me va a borrar de mi mente. Al destapar con mis compañeros lo que me había ganado en la rifa, nos dimos cuenta de que era un marranito de barro junto con una imagen de Nuestra Señora del Tránsito, patrona de nuestro municipio, Consacá. Qué alegría mirar ese marranito que en ese entonces me había ganado, pero yo pensaba que era un adorno y el padre junto con mis compañeros se pegaron la gran carcajada y me explicaron que era una alcancía. El padre sonriente me abrazó y me dijo que en el trascurso de mi vida, cuando consiguiera algún peso, nunca me gastara todo, que siempre dejara algo para ahorrar, que me podría servir en un futuro, más ahora que íbamos a recibir el sacramento de la comunión, que no me gastara todo lo que me llevaran las personas, que dejara una parte para ahorrar en el marranito. En ese momento me despedí del padre y mis compañeros y me fui feliz para mi casa, y al llegar mi madre estaba barriendo afuera en la calle y me miró que yo venía y salió corriendo a encontrarme porque miró que traía algo entre mis brazos. Entramos con mi madre a la casa pero al momentico llegó mi padre y salí a ayudarle a descargar las bestias. Mi padre tenía dos caballos, el tonto y el fósforo le ayudé a descargar los costales que traían frijol y maíz, los entramos al corredor y nos dirigimos al comedor. Mi madre nos sirvió café con arepa y cuando estábamos tomando café mi padre miró lo que había empacado en la mesa y pregunto qué es eso y mi madre y yo le contamos que era un premio de una rifa que hizo el padre en el curso de catequesis.
Desde ese entonces aprendí el verdadero significado de ahorrar. Estudie el primer año en secundaria y me salí de estudiar porque en vacaciones me iba con mi padre a ayudarle a las labores del campo como la siembra de maíz, frijol, yuca y caña de azúcar panelera. Cuando mi padre terminaba de trabajar en su propiedad me iba ayudarle a mi primo José Camilo Torres, allí trabajaban procesando panela, siempre ayudaba a pasar bagazo para la combustión de la hornilla, otras veces a amontonar caña o a moler, y muchas veces a empacar panela. Por todo eso que le colaboraba a mi primo él siempre me pagaba algo de dinero los fines de semana. Fue así como le cojí amor al trabajo y aprendí a hacer todo el proceso para hacer panela. El trapiche era de mi primo José Camilo Torres y mi tía Chola, a los pocos meses me contrataron para que me quedara trabajando de continua con ellos, así duré trabajando como alrededor de 18 años y mis ingresos cada día eran más altos hasta que llegué a tener los ahorros suficientes en mi alcancía para poder comprarme mi primer camión para el transporte de caña. De lunes a viernes, que laboran los trapiches, acarreábamos caña y los fines de semana me dedicaba a transportar la panela y comercializarla para todos los municipios cercanos a mi departamento, como Tumaco y Putumayo. Al principio era un problema para el transporte debido a que todas las vías eran destapadas, en pocas palabras eran unas trochas. En la vía que conduce de Pasto al Putumayo hay un punto llamado La Naríz del Diablo y carro que se accidenta en ese abismo solo lo pueden sacar en fotografías. En ese entonces no podían sacar ningún carro que se fuera a ese abismo y siempre que se pasa por ese abismo se siente un escalofrío en todo el cuerpo. Así me convertí en un excelente conductor, me desplazaba por todo el departamento de Nariño y así que conocí a la madre de mis hijos.
Mi primo José Camilo y mi tía Chola me llamaron a la sala para charlar y fue allí donde me felicitaron diciéndome estas palabras que nunca voy a borrar de mi mente: «Las recomendaciones no se las da nadie a uno, que uno mismo se las da». Por eso que tomaron la decisión de heredarme toda la empresa y la finca en donación, para que así el resto de la familia no pudiera montarme pleito.
Entonces fue tanta la envidia de un familiar que me involucró en un problema judicial. Fue así como mi historia como reo empieza.
Lo más duro que me ha pasado fue la llegada a la cárcel judicial de Pasto, eso cambió mi vida totalmente ya que siendo una persona inocente fui puesto tras de rejas, lo que me trajo innumerables inconvenientes a mi vida personal como fueron el rechazo y la discriminación de la gente. Mis primeros 7 meses los viví en esta cárcel, lo que me llevó a relacionarme con personas de toda clase social y a conocer un mundo que me era ajeno. Era un mundo diferente donde el más fuerte reina. Estos primeros 7 meses se convirtieron en un calvario para mí. Afortunadamente desde muy pequeño he estado en los caminos del Señor y él siempre ha puesto personas en mi vida para guiarme en el camino. Todos los fines de semana empecé a participar activamente de la Santa Eucaristía, ganándome la confianza del capellán. Hasta que una madrugada del 14 de diciembre del 2019 siendo aproximadamente las dos de la mañana, comenzó un nuevo capítulo en mi vida. Me llegaba el traslado a otra cárcel, me dieron 15 minutos para alistar mis cosas, no podía llevar muchas, solo era permitido llevar dos mudas de ropa y útiles de aseo. Esa noticia me cayó como un baldado de agua fría, se me secó la saliva de la garganta y no sabía qué hacer. Mis compañeros de celda se encontraban muy tristes por mi partida, me abrazaron y con los ojos llorosos me dijeron estas palabras: «Tranquilo Rosero mi Dios lo pone a prueba y solo el sabe por qué lo trasladan». Salimos 50 personas de esta cárcel, a los primeros 10 los dejaron en la cárcel de alta seguridad de Popayán, más conocida como la Roca, de ahí nos dirigimos a la cárcel de Tuluá, donde dejaron 20 compañeros, tres de los cuales eran conocidos que me habían acompañado en mis primeros meses de detención, el compañero wachi cosa, el conejo y la ardilla. Eran más o menos las cinco de la tarde cuando llegamos a la cárcel de Cartago, Valle, éramos los 20 veinte restantes. Ahí terminaba este viaje.
Nos bajaron del bus y para adentro. Nos volvieron a requisar y nos entregaron a cada uno una colchoneta y una caja de icopor con alimento y un jugo en bolsa. Lo primero que hicimos fue sentarnos a comer en el suelo ya que veníamos con un hambre que reventaba tripa porque en el transcurso del viaje la guardia no nos brindó nada ni para beber. La guardia de este establecimiento, muy amables, nos dieron espera para que comiéramos tranquilamente y luego nos destinaron a los alojamientos correspondientes a cada uno y corrimos con tan mala suerte que no había cupos en las celdas y nos tocó dormir en los pasillos donde las noches eran aún más frías que en las mismas celdas. Así duramos por un tiempo aproximado de un mes. Al mermar el accionamiento nos iban asignando celda a uno por uno, a mí me tocó la celda 1B del patio 2, así fue como conocí nuevas amistades porque a los que veníamos de Nariño nos tocó en diferentes patios. Al patio 2 entré con mi compañero Cuero Quiñonez, Niño Grande, Manuelito y Martínez ,ellos habían sido compañeros del patio 3 de la cárcel judicial de Pasto.
Bueno, y el tiempo fue pasando y me dio demasiado duro porque me han alejado de mi familia y para colmo de mi mala fortuna, entró la pandemia del Covid 19. En esta cárcel se enfermó más de la mitad del patio, varios compañeros estuvieron en la UCI y otros en aislamiento preventivo. Dándole gracias a Dios estoy vivo de milagro para poder contar esta historia que viví en carne propia, pero mi Dios es grande y sabe cómo hace las cosas porque yo soy muy aferrado a él.
Todos los días le soy devoto y hago el Santo Rosario acompañado de otros compañeros. El capellán al darse cuenta que soy tan devoto me postuló para ser el encargado en el patio de la parte religiosa y así fui nombrado líder espiritual del patio 2. Tengo la responsabilidad de desarrollar los trabajos espirituales, como las cartas entre hermanos. Por ese motivo, al ser uno de los líderes espirituales, fui seleccionado para tomar un curso llamado Libertad bajo palabra, el cual me ha ayudado y motivado a escribir un pequeño relato de mi vida.
Este curso me ha enseñado mucho, por lo cual mi mente está ocupada y me he dedicado a hacer bolsos, correas, manillas, atrapa sueños y loros; todas estas artesanías las fabrico en hilo wayuu. Le doy gracias a mi amigo Juan Carlos, que me enseñó a tejer a mano; cuando tengo grandes cantidades de trabajos hechos, le pido el favor a su señora esposa de enviarlas por encomienda para mi casa.
Y mi suerte así fue cambiando. Cuando la encomienda llegó a mi casa mis hijas estaban destapando el paquete donde la señora Amanda Estrada, una de las personas que pertenece a la Asociación de Artesanos del municipio de Consaca, Nariño. Mis hijas le mostraron mi trabajo y ella quedó encantada, entonces ella exhibió más de la mitad del trabajo que había enviado.
Dándole gracias a Dios mi trabajo dio fruto. Me hacen tantos encargos que le he compartido trabajo a mis amigos para poder cumplir con la demanda.
Para mí todo esto son bendiciones. Este es un mensaje para todos mis compañeros PPL de todo nuestro país: Es muy cierto que estamos presos pero no tenemos las manos ni los pies amarrados para demostrar que nosotros mismos con nuestros propios esfuerzos podemos salir adelante y hacer algo mientras permanezcamos encerrados. Nuestro trabajo pueden servir para costear nuestros propios gastos de productos de aseo o mecato y no tener que molestar ni preocupar a nuestras familias, más aún observando la crisis económica que está viviendo nuestro país.
Mensaje: Compañeros y compañeras, nunca es tarde para comenzar, estoy seguro que desde cualquier cárcel de nuestro país podemos crear nuestras propias ideas y hacer nuestros propios trabajos, para mí esto apenas es un comienzo y estoy seguro que con la ayuda de Dios vendrán muchas cosas buenas y llegaremos muy lejos compañeros privados de la libertad. Dios los bendiga y me bendiga a mí también.
Este mensaje se los dejo con amor desde Cartago, Valle. 24/10/2022
Yulián Fernando Villa Guzmán
Hola, mi nombre es Yulián Fernando Villa Guzmán, les quiero compartir una pequeña historia de mi vida militar, por lo que estuve y sobreviví en los 4 años que estuve en la vida militar desde el año 2012 hasta el año 2016.Todo empezó cuando llevaba 2 años de ser soldado profesional.
El 6 de abril de 2014 era un hermoso domingo rodeado de campos verdes y una hermosa quebrada.
Era un domingo soleado donde se respiraba aire puro del campo.
Ese día el sargento Segundo Pérez, comandante del pelotón, le ordena al cabo primero Cáceres que tomara 5 solados para que fueran hacer un POE (punto de observación y escucha) a más de 3 kilómetros de distancia del pelotón.
Nos fuimos a cumplir la orden del sargento. El cabo me escogió a mí y a otros 4 soldados para que lo acompañáramos. Alistamos todo el armamento. Siempre, como tradición, hacíamos una pequeña oración, después de la oración cogimos camino y nos encontramos una escuela que se llama sede el Aguililla de la vereda Aguililla, ubicada en el departamento del Caquetá.
Pasamos por el lado de esa escuela, más abajo había un campesino cortando el pasto y también había mucho ganado y eso no se nos hizo nada sospechoso, seguimos hasta una quebrada y nos devolvimos. Fue un gran error devolvernos por el mismo camino. Cuando íbamos subiendo de nuevo para la escuela, a la mitad de la montaña vimos que el ganado se asustó de una forma muy rara, miramos hacia la escuela y vimos unas 3 personas vestidas de ropa negra, cosa que se nos hizo muy sospechosa y extraña. Llegamos a la escuela y nos prendieron a bala con ráfagas de ametralladora M60. El compañero que llevaba 8 años sirviéndole al ejército, quien en vida se llamaba Joel Duarte Duarte, estaba al lado mío, era un excelente compañero, tenía un hijo de 6 años de edad y cuando hablaba con él por celular le decía el rey de la casa, cosa que nunca se me va a olvidar.
Lastimosamente él recibió un disparo en el cuello que lo dejó sin vida de inmediato, después que vi eso comencé a disparar hacia donde me estaban atacando, luego escuché una detonación de granada de mano, que me dejó herido en la pierna izquierda y la rodilla derecha. Gracias a Dios las heridas eran muy leves, con poco sangrado.
Escuchaba muchos disparos que venían hacia mí y por encima de mí escuchaba como silbaban las balas cuando pasaban, también escuchaba gritos de mujeres que decían ahí, ahí están, vamos y los matamos. Al escuchar que ya venían por mi tome el MGL (lanza granadas múltiple) comencé a detonar sobre ellos y solo escuchaba los estallidos y los gritos de las mujeres que decían corran corran todavía está vivo.
Yo me levanté y corrí hacia donde estaba el cabo. Ahí sostuvimos el enfrentamiento como unos 40 minutos mientras llegaba el apoyo del resto del pelotón. Cuando se estaba acercando el resto del pelotón fueron heridos otros tres solados.
Ese día para mí fue un día triste y a la vez milagroso porque a pesar de todo lo que pasó, y que no tenía donde atrincherarme, sentí el poder de Dios como si me hubiera colocado un escudo y a pesar de que estaba herido me dio fuerzas para levantarme y correr. Hoy en día digo que Dios me dio otra oportunidad de vida, que a pesar de estar donde esté no tengo que bajar la cabeza para seguir adelante.
Hoy en día agradezco mucho a este programa de Libertad bajo palabra por escuchar mi historia y dejarme la enseñanza de ser gran persona cada día. Para resocializarme y expresarme mucho mejor con las personas. Muchas gracias por su atención, los felicito por tan gran programa.
VALLE
COMPLEJO CARCELARIO Y PENITENCIARIO
CON ALTA Y MEDIA SEGURIDAD DE JAMUNDÍ
Miguel Rosso
Director del taller
Mi distancia
(Seudónimo)
Fue un 2 de septiembre de 2021 a las 8 de la noche aproximadamente cuando mi vida dio un giro totalmente, solo por el hecho de buscar un ingreso extra para afrontar el paso de la pandemia ya que en ese tiempo estaba ya terminando.
Ese día para mi memoria ha sido uno de los peores días de mi vida ya que el ser esposado y tirado al piso y encerrado entre esos barrotes no se lo deseo a nadie.
El primer día de encierro fue algo muy fuerte y difícil de afrontar ya que era un lugar distinto y lleno de personas, a rebosar los cuartos, por así decirlo. Anterior a todo me colocaron una chapa o un alias, por así decirlo, de ambulancia o emergencia, ya que llegué uniformado de conductor de ambulancia, que era mi trabajo. Llegué a una estación de policía de Cali que se llama San Nicolás. Los primeros meses fueron llenos de martirios y sufrimientos porque mi hijo estaba de meses de nacido y me preocupaba que algo le podría faltar. Afortunadamente la mamá ha estado al pendiente de él en todo momento mientras he estado acá adentro y es un agradecimiento muy grande que tengo hacia ella; sé que es el rol que se debe cumplir, y lo ha hecho de una manera espectacular. Asombrado me quedo en afrontar mi situación, en esos momentos estábamos juntos en una relación estable pero con el tiempo, por decisiones nos dejamos, aunque siempre nos hemos mantenido al contacto a pesar de todo, al igual que con mi familia que ha sentido un gran dolor porque estoy en este lugar, pero sé que en algún momento se los recompensaré de alguna u otra forma.
Sé que cometí un error, pero retractarme no puedo, debo aprender de esto, siempre tuve ese pensamiento desde un principio, que mi Dios me había colocado para aprender y reflexionar sobre lo que había hecho cada día, y así ha sido y será. Mientras escribo este texto sigo detenido, pero sé que no me queda mucho en este lugar de aprendizaje. Ya pronto estaré con mi familia y con mi hijo, a quien tengo muchas ansias de ver.
Ya no estoy en la estación, porque a los 10 meses y medio de haber estado detenido me trasladaron a la cárcel de Jamundí, Valle del Cauca o como le dicen por acá, que apenas vas entrando te gritan bienvenido a Jumanji donde nadie quiere a nadie.
Aquí he conocido muchas personas que se han ganado mi respeto y que aún sigo conociendo, entre ellas está Alex, una persona que a pesar de su condena siempre está dispuesto a que siempre es un nuevo día para aprender.
Aquí estoy descontando mi tiempo. Al llegar a este complejo carcelario, al mes y medio de mi estadía me dieron el descuento como monitor (enseñar a las otras personas privadas de libertad) y con ello obtendría mi reducción de tiempo.
En este tiempo que he estado aquí, he conocido a grandes personas como Jaime, un barranquillero. Su historia no solo me ha conmovido, sino que me ha gustado. Jaime mantiene una alegría y una buena energía a pesar de su proceso, siempre le digo que pida unas frías para el calor, o sea unas cervezas, solo es risas. Al igual que a Quiroz, mi compañero de celda y también compañero de descuento, es monitor al igual que yo. Él es una persona que siempre agradece a Dios todos los días tanto por las mañanas como por las noches y tiene una motivación que a pesar de lo que le pueda pasar en este lugar siempre está con la frente en alto; él dice que yo soy el hijo de Jaime ya que siempre lo mantengo jodiendo, como dice él. Son grandes personas. Si me pongo a nombrar más y más, y si continúo hablando de ellos no terminaría este texto. Lo esencial de cada uno es que siempre aprendo de ellos y de mis otros compañeros, no solo de lo malo sino de lo bueno.
Sé que cuando salga de este lugar serán muy buenos amigos conmigo al igual que yo con ellos. Este encierro a pesar de todo enseña muchas cosas, pero no me arrepiento ya que saldré para un nuevo día y muy mejorado, tanto que mi pensamiento de épocas pasadas ha cambiado muchísimo y no es porque esté encerrado, no, solo que estoy viendo la vida desde otra perspectiva y la quiero aprovechar de la mejor manera.
Solo les digo que delinquir no paga a pesar de todas las historias, cuentos y buenos momentos que se pueden pasar estando en el bandidaje, pero este encierro no se lo deseo a nadie. Solo has el bien sin mirar a quien.
Willis
(Seudónimo)
Era el día tan oscuro y tenebroso, como densa oscuridad,
al presagiar en mi alma, que perecería detrás de la muralla,
con ímpetu mortal, nubarrones negros se erguían más allá,
mi corazón en febril y aterrado estado latía con gran intensidad.
Mi alma entenebrecida se confundía, en infame gesta.
inclemente y despiadado el destino cruel, en contra mía está,
toda mi vida y sueños se desboronaban y deshacían sin piedad,
sentía que mi ser era condenado y abandonado de la deidad.
¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí? en agonía me preguntaba,
y a mi mente perpleja y atónita, ninguna respuesta llegaba;
en incesante y acelerado estado, precipitado mi corazón,
se estremecía y palidecía, desbordado en trepidante desazón.
No esperaba que algo así aterrador me aconteciera,
pues me creía bueno e inocente, ¡y eso no lo merecía!,
ciego y necio no me daba cuenta, que mi alma pendenciera,
con el creador supremo estaba en completa indecencia.
En su herencia y legado al mundo, obtuve la respuesta,
misterios revelados y promesas del omnipotente llegaron,
en sus cálidos y tiernos brazos, fui· recibido y consolado,
y comprendí que su voluntad eterna era ser adorado,
y en su decisión soberana absoluta y manifiesta,
... ser parte de su pueblo de los que escogió y anhelaron.
Jhon Jairo Velásquez García
Una mañana mi tío Carlos llego a nuestra finca «el Pomo» ubicada en un pueblo llamado Yarumal. Nuestra finca es muy grande, la casa está construida en madera, rodeada por unos hermosos jardines con variedad de muchas flores exóticas y fragantes. Se cultivan gran variedad de productos frutales, hay un buen hato de ganado y para mí lo más llamativo es su río llamado La Miel, el agua pura y cristalina que rodea la finca, junto al clima que es muy fresco. La llegada de mi tío era para invitarnos a mis hermanos y a mí a su casa en la ciudad de Medellín a donde en esos días había llegado un circo muy reconocido, el de los Hermanos Gasca.
El mismo día, mis hermanos Orlando, Verto y yo junto a mi tío salimos a la estación del tren y partimos hacia la ciudad de Medellín a las 11:30 a.m.. El tren era muy pequeño, solo tenía ocho vagones y el recorrido duró una hora y media. Pasamos por varios pueblos muy hermosos, como Andalucía, Santafé de Antioquia, El Peñón y Marinilla, pueblos pequeños, se podía disfrutar de sus casas, cultivos, las ganaderías y las aves. Mientras viajábamos en el tren vendían helados, dulces, en fin, muchas cosas más y viajaban personas de diferentes lugares, que también querían conocer el circo.
Cuando llegamos a Medellín, quedé impactado al ver una ciudad tan grande y hermosa, mi tío Carlos nos llevó a su casa, nos brindó el almuerzo a lo paisa muy rico, descansamos un rato y al llegar las horas de la noche nos dirigimos hacia donde estaba ubicado el circo que era muy grande, compró las boletas y allí miré muchos animales como los elefantes, leones, tigres, cebras, osos. En mí no cabía tanta felicidad de poder ver tan de cerca y cuando inició la función de los payasos de corbatas de colores todo era muy espectacular, la alegría de niños y adultos.
Como todo, después de la alegría viene la tristeza y eso pasó cuando terminó la función para nunca olvidar. Salimos a recorrer algunas calles de la ciudad, llegamos a un parque donde había una fuente muy iluminada rodeada de bancas y puestos de ventas de comida, mi tío compró crispetas con un rico asado, luego nos dirigimos a su casa y al otro día con mucha felicidad le dimos las gracias a mi tío por tan hermoso regalo y le dijimos que ese día quedaría marcado en nuestras vidas, la fecha en que fuimos, el 13 de mayo de 1969. Regresamos a la finca muy emocionados de haber estado frente a frente con un sueño hecho realidad.
Orson Willis Enriquez
A la memoria de un viejo amigo y su hija.
Hace un año aproximadamente, estuvimos en unas vacaciones con mi familia en la isla Gorgona, parte abandonada de una cárcel antigua de jurisdicción en el Valle del Cauca, costa pacífica de Colombia, hermosos paisajes olvidados, playas extensas y llenas de gaviotas.
En esos parajes entre los árboles inmensos y la playa, me encontré una cría abandonada de gaviota, era gris con torneados blancos, estaba muy débil, no podría decirles porque estaba sola y debilucha. Lo cierto es que me encariñé con ella y la crié. Pasados 5 años volví a la isla, para devolverla a su hábitat natural, ya la gaviota era completamente negra, con un fuerte pico largo. Muy diferente a la mayoría de las gaviotas, que son grises, blancas y con moteados negros.
Me quedé un tiempo en la isla, hasta que la gaviota decidió unirse a las demás compañeras, emprendiendo un viaje migratorio largo, a las islas Margaritas, norte de Venezuela, playas hermosas, de lindos paisajes y variedad de aves, pelicanos, garzas, un mar caribe azul extenso, parte del océano Atlántico.
Las gaviotas partieron en la mañana de la isla, en ese viaje buscaban un nuevo lugar donde aparearse, se notaba en sus graznidos que eran de alegría, pues lo desconocido y nuevo eran los anhelos por cumplir.
Sus graznidos cada vez más altos, como alto era su vuelo, una armonía perfecta con las demás, una punta de flecha que formaban se divisaba a lo lejos en el cielo.
Tras ese camino largo, pasaron por climas diversos, unas veces cálidos con suaves brisas, frescas y agradables, otras con lluvias tormentosas y fuertes vientos.
En uno de esos días fríos, nublados, el cielo oscureció y millones de gotas heladas caían sobre los hermosos plumajes, que brillaban por segundos por los rayos simultáneos.
Mi gaviota negra se asustó, era su primera vez, más que el dolor de esos cientos de golpecitos en sus alas, en su cuerpo, era su temor de no llegar.
Comenzó a desconcertarse, a perder equilibrio y coordinación con las demás. De un momento a otro no resistió, perdió el control saliendo de la bandada, cayó cerrando sus alas y ojitos, por un instante se olvidó de todo, en su caída oyó un graznido extraño, abrió sus ojos, luego sus alas, vio que otra gaviota aleteaba su cuerpo, la impulsaba hacia arriba, con otro duro alón que recibió, se motivó y sintió alegría que otro se preocupara por ella. Como una estrella fugaz, se elevó rápido, poco a poco alcanzó la bandada, formándose en la punta de flecha.
En el ocaso del día, llegaron a las islas Margarita, donde se observaban lindos pedazos de tierra, rodeados de vegetación verde viche y verde oscuro, con líneas de ríos cristalinos que desembocan en el mar.
Llegaron a una playa bella y homogénea de fina arena, poblada de miles de gaviotas paradas sobre piedras altas en los bordes de las entradas del mar…Era un nuevo comienzo.
Mi gaviota negra, esbelta, firme, muy atenta, quedó allí mirando el sol, que se escondía al final del mar, esperando el mañana de un nuevo día.
Yo quedé pensando en otro final, pues para mí, fue muy triste algo que es muy natural.
Antioquia Complejo Carcelario y Penitenciario de Medellín – Pedregal – Mujeres / Hernán Gómez, Director de taller
Cárcel y Penitenciaria de Media Seguridad Puerto Triunfo / Diego Armando Sierra, Director de taller
Cárcel y Penitenciaria de Media Seguridad de Bello / Yoana Pinzón, Directora de taller
Cárcel y Penitenciaria con Alta y Media Seguridad La Paz – Itagüí / Sandra Fúquene, Directora de taller
Atlántico Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Barranquilla / Andrea Paola Romero, Directora de taller
Bolívar Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Cartagena / Catalina Wilches, Directora de taller
Boyacá Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Santa Rosa de Viterbo / Andrey Porras, Director de taller
Caldas Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Manizales / Johana Barragán, Directora de taller
Cárcel y Penitenciaria con Alta y Media Seguridad de La Dorada La Dorada / William Cifuentes, Director de taller
Cauca Cárcel y Penitenciaria con Alta y Media Seguridad de Popayán / Lady Marcela Bastida, Directora de taller
Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Bolívar / Lina Moncada, Directora de taller
Cesar Cárcel y Penitenciaria con Alta y Media Seguridad de Valledupar / Aurora Venegas Hernández, Directora de taller
Establecimiento Penitenciario de mediana Seguridad y Carcelario de Aguachica / Mary Elen Niño, Directora de taller
Cundinamarca Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Fusagasugá / Aseneth Pardo, Directora de taller
Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Girardot / Daniel Cruz, Director de taller
Quindio Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Armenia / Alonso Malpica, Director de taller
San Andrés y Providencia Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario San Andrés / Sandra Milena Pulido, Directora de taller
Santander Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Bucaramanga / Brenda Díaz, Directora de taller
Cárcel y Penitenciaria con Alta y Media Seguridad de Girón / Andrés Gómez, Director de taller
Tolima Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Espinal / William González, Director de taller
Valle del Cauca Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario Cartago / Claudia Mejía, Directora de taller
Complejo Carcelario y Penitenciario con Alta y Media Seguridad de Jamundí / Miguel Rosso, Director de taller