Guía para talleres de escritura creativa
Red de Escritura Creativa - RELATA 2018
Ministra de Cultura
Carmen Inés Vásquez Camacho
Viceministro
David Melo Torres
Secretaria General
Claudia Isabel Victoria Niño
Directora de Artes
Guiomar Acevedo Gómez
Coordinadora Grupo de Literatura y Libro
María Orlanda Aristizábal B.
Asesor de los talleres de escritura creativa RELATA
José Zuleta Ortiz,
Programa Libertad Bajo Palabra
Grupo de Literatura y Libro
Vanessa Morales Rodríguez
Santiago Cepeda R.
Andrés F. Gómez Rangel
Nicolás Camelo Velázquez (practicante)
Investigación y contenido
Pilar Quintana
Coordinación editorial
Santiago Cepeda R.
Edición
Janeth Posada Franco
Diseño y diagramación
Carlos Diazgranados Cubillos
Fotografías
Archivo RELATA
Producción eBook
eLibros Editorial
Agradecimientos especiales a todos los directores de talleres y escritores asociados a RELATA
Primera edición, año 2018
ISBN: 978-958-753-307-1 (impreso)
ISBN: 978-958-753-306-4 (epub)
© República de Colombia, Ministerio de Cultura
© Red de Escritura Creativa, RELATA
Nota: Material impreso para distribución gratuita con fines pedagógicos y culturales. Queda estrictamente prohibida su reproducción total o parcial con ánimo de lucro, por cualquier sistema o método electrónico, sin la autorización expresa para ello.
Corregir, corregir, volver a escuchar. Leer como lee un escritor
Sobre el taller virtual de poesía o reflexiones desde Uqbar y Tlön
La enseñanza de la escritura creativa
Planeación de un taller de escritura creativa
¿Quién puede ser director de un taller de escritura creativa?
¿Qué cualidades debe tener un taller de escritura creativa?
¿Cuáles son los alcances y proyecciones de un taller de escritura creativa?
¿Cómo diseñar un taller de escritura creativa?
Información sobre los asistentes
Visitas de escritores o especialistas
Reconocimientos y distinciones al director del taller
Reconocimientos y distinciones a los participantes del taller
Actividades adicionales a las sesiones del taller
La escritura tiene la capacidad de integrar la experiencia humana porque nos permite ver el mundo, al otro y a nosotros mismos. Los Talleres de Escritura Creativa se nutren de la curiosidad de los seres humanos, que tienen una historia por contar y la disposición de querer aprender un oficio, que cuestiona la experiencia e inventa la forma en la que es representada.
Para el Ministerio de Cultura es un honor presentar la tercera versión de la Guía para Talleres de Escritura Creativa, que reúne numerosas estrategias para pensar, acompañar e implementar los procesos en este espacio académico. Con esta ruta, el Ministerio de Cultura busca promover la lectura crítica y fortalecer los procesos de formación en el país.
La guía surge de las experiencias de RELATA, Red de Escritura Creativa, que desde su creación en 2006, se ha venido consolidando como uno de los espacios de formación y difusión de escritores más importantes de Colombia, haciendo énfasis en los talleres como espacios de encuentro y reconocimiento con el otro, reflejo de la vida cotidiana desde la actividad literaria, facilitando nuevos lugares para pensar la vida, la identidad nacional y el tejido social.
RELATA es un programa promovido por el Ministerio de Cultura y cuenta con el apoyo del Banco de la República, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (INPEC), el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), bibliotecas públicas, institutos departamentales de cultura, secretarías municipales y diferentes grupos culturales, entre otros. En la actualidad, la red está conformada por 56 talleres, presentes en 24 departamentos, a los que se suman 3 virtuales y 21 presenciales desarrollados en centros penitenciarios, para un total de 80 talleres a nivel nacional.
Esta nueva versión de la guía, busca sistematizar y difundir diversas metodologías de los procesos formativos en escritura creativa, que han sido desarrollados en los talleres RELATA durante 12 años de continua actividad. En las páginas de este documento, se encuentra el saber de experimentados talleristas y escritores. Esperamos, que su contribución sea de gran utilidad para personas o grupos interesados en la escritura.
Al igual que en las dos ediciones anteriores, esta nueva versión de la guía continuará adecuándose y construyéndose para reflejar nuevas experiencias, y así mantener el diálogo en el contexto de creadores y formadores de todos los rincones de nuestro país.
Carmen Inés Vásquez Camacho
Ministra de Cultura
Encuentro Nacional RELATA 2016
José Zuleta
Creador del programa Libertad Bajo Palabra
Escribir mucho, romper mucho y no apresurarse
a publicar. Dijo Borges que le dijo su padre.
Con otras palabras han dicho lo mismo muchos otros. También se ha dicho que enseñar a escribir literatura no es posible. Que a lo sumo podemos enseñar a corregir. Que allí es donde reside el verdadero aprendizaje: en aprender a corregirse. El escritor no avanzará si se complace con facilidad. Una autoestima elevada puede ser nefasta para un escritor en su época de aprendizaje, y en cualquier época. Se puede inferir que el mejor lugar en el que puede aprender un escritor es en sus propios textos.
En los talleres que he recibido y en los que he dado, en las conversaciones con otros escritores, he confirmado que es en la lucha con nuestras torpezas de donde suelen salir textos legibles. Ariel Rivadeneira dice: “El escritor trabaja con un material rebelde: el lenguaje común, que es a la vez libertad y prisión, medio y obstáculo. Se escribe con y contra la lengua, como el escultor con la piedra”.
A ello se puede agregar que se escribe con y contra los propios prejuicios, con y contra las certezas y los gustos. En esa pugna y en esa confrontación reside en gran medida el trabajo del escritor. ¿Cómo hacer para avanzar?: riñendo con el texto, confrontándolo al leerlo a otros y escuchándolo de otros labios. Por ello insto e insisto en la corrección.
La calidad de un texto literario depende en gran parte del lector al cual se dirige ese texto. Hay una relativa equivalencia entre la elección de nuestras lecturas y el lector ideal al cual escribimos. Si nos contentamos con que un texto nos mantenga interesados hasta el final, es decir, con su aspecto argumental, probablemente leeremos muchos libros que no nos van a aportar en el sentido de la calidad literaria y en esa misma medida seremos complacientes con nuestros textos en cuanto a su calidad. Lo que trato de decir es que un lector exigente es un mejor candidato a ser escritor que un lector complaciente. Por eso es tan importante aprender a leer con todas las antenas desplegadas: las estéticas, las de coherencia y equilibrio, las irracionales y las racionales, las de la lógica y las del gusto, las de la intuición y las del rigor estético. Y saber que la literatura es pensamiento y música. Y que la calidad tiene que ver con el lenguaje, que la factura del texto está íntimamente ligada a ello. Y que la poesía ha sido esencial en la formación de los grandes narradores.
Taller RELATA en Riohacha, Guajira con Alberto Salcedo Ramos. 2018
Antonio Silvera Arenas
Director del taller virtual de poesía
Casi inmediatamente la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que anhelaba ceder. Hace diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de orden –el materialismo dialéctico, el antisemitismo, el nazismo– para embelesar a los hombres. ¿Cómo no someterse a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado?
Al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesis prematuras comprendieron que una generación no bastaba para articular un país.
[…] ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sito de otro, del que nada sabemos -salvo que es falso.
[…] una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo.
Jorge Luis Borges, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”
Lo primero a tomar en cuenta es que un taller virtual es un escenario netamente artificial, una pequeña comarca de un país en un planeta imaginario, como aquellos sitios que soñara Borges en el fantástico cuento del que he tomado las líneas iniciales de estas reflexiones. Todo ello exige una clara conciencia de invención. En mi caso, ello supuso y supone un reto permanente, pues estoy lejos de ser parte de esa generación denominada millennials, que ha venido al mundo en medio de otro, y aún otros, totalmente alternos.
En tal sentido, aun sabiendo que detrás existe un rostro real, hay que acostumbrarse a interactuar con meras imágenes que solo se manifiestan a través de instancias irreales como el foro virtual, el chat virtual, mensajes virtuales y textos que por serlo siempre han gozado de esa misma característica.
Pero, por otra parte, la impresión de incorporeidad inicial tiene a futuro sus ventajas, ya que la lectura de los textos producidos por los participantes no está mediada por su presencia física, y así se evita la alteración en el trabajo tutorial que puede sobrevenir del carisma del autor o de su particular interpretación de los textos al leerlos en voz alta, lo cual, sabemos, es una virtud que se da con frecuencia en el caso de la poesía y puede dejar en un segundo grado de importancia al texto mismo, para destacar equívocamente la voz física o el histrionismo del autor.
También tiene la ventaja de la inmediata conexión con materiales en variados formatos (entrevistas, filmes, lecturas, conferencias, pdf, e-books, audios, blogs…) para resolver inquietudes a través de la web. Algunos de dichos materiales se adjuntan a los temas tratados, pero otros surgen al fragor del chat o del texto leído y robustecen de inmediato los argumentos y las explicaciones.
Hay aún un importante aspecto que proviene de la virtualidad y es que el director se encuentra en la misma situación que los participantes: solo puede darse a conocer en forma virtual. En este sentido, un taller virtual resulta aún más exigente, ya que la condición física del director en talleres presenciales lo exonera de algunas tareas que la virtualidad no puede obviar. De entrada, esta obliga al director a manifestarse solo en estos términos, por lo menos en el desarrollo de los diferentes temas, y allí no hay lugar para los interesantes caminos abiertos por las circunstancias que se presentan durante una clase presencial.
Ello me obligó a realizar una actividad que quizá nunca se hubiera dado en un escenario real y es que ante la ausencia de un espacio físico, el taller, por una particular paradoja, debe concretarse en su totalidad, pues, precisamente, el taller virtual solo existe como tal, es decir, solo llega a serlo a partir de las distintas formas textuales que lo conforman. Como cualquier objeto virtual, un libro, por ejemplo, que solo cumple su función al ser leído, el taller virtual solo se hace tal cuando se ejecuta y, en tal sentido, es obligatorio para el director plasmar por escrito cada asunto a tratar. Así, mientras en un taller presencial puede ser suficiente la enunciación de indicaciones generales y apoyarse de lleno en los textos teóricos y propiamente literarios de los autores preexistentes, en el taller virtual, el director se ve obligado a exponer y desarrollar en detalle cuanto pretende dar a conocer a los participantes.
Ello significa pasar del terreno de la oralidad a la escritura, convertirse también, aunque siempre lo haya sido, en un tutor creador, cuyas ideas, herramientas y procedimientos deben evidenciarse siempre. Por fortuna, la experiencia previa en la elaboración de textos didácticos facilitó en mi caso esa transición, y desarrollé cada tema en tres momentos por demás típicos: la motivación, la conceptualización y, finalmente, los ejercicios que sirven para constatar qué tanto se asimila lo estudiado.
Ahora bien, en esencia, los temas a tratar en un taller virtual de poesía son los mismos que en el presencial. En esto se pueden seguir varios caminos, pero pienso que tarde o temprano terminan coincidiendo. Así pues, en términos generales, ellos son: el concepto de literatura en tanto arte y la diferencia entre el autor y su obra; el valor de la lectura, del conocimiento de los autores y las obras fundamentales para precisar el concepto de la originalidad y de sus límites; el reconocimiento de la palabra como material fundamental del trabajo del poeta y, por tanto, de sus aspectos materiales o sonoros, sintácticos, significativos y prácticos; la metáfora como el aspecto más importante de la literatura, pero no solamente su utilización como imagen específica sino como valor general de todo el texto, pues una obra literaria corre el riesgo de la puerilidad y de la intrascendencia si no propicia otros significados ajenos al, no menos fundamental, de despertar placer, de ser amena; las diferencias y coincidencias entre el relato y la lírica; el verso tradicional, el verso libre y el poema en prosa; los enunciadores y destinatarios en el poema; y los tonos o subgéneros poéticos.
Cada uno de estos temas busca un objetivo concreto. Por ejemplo, en el caso del primer tema (que denomino “El arte de la literatura”), la intención es que el participante reconozca a la literatura como lo que es: una ficción, un arte, y al autor como un artista: que no confunda la realidad del autor, de sí mismo, con la del poeta, quien es simplemente un personaje de su obra y que solo existe en ella. A la farándula le interesa el personaje y crear una leyenda del autor, que termina distrayendo de lo más importante. Esto, a mi modo de ver, es la primera cosa que un autor debe aprender para que no se crea o, en los peores casos, supere el mito romántico de la excepcionalidad esencial del poeta entre los demás seres humanos. Suelo usar, para ello, tres textos extraordinarios: “Mis lectores” del ruso Nikolai Gumiliov, “Browning resuelve ser poeta” de Jorge Luis Borges y “El hombre invisible” de Pablo Neruda. Para ilustrar el objetivo se lee este fragmento:
Yo no ofendo a mis lectores con mis neurastenias,
Ni los vejo con mi ardor espiritual,
No los canso con insinuaciones serias
Cuyo fondo no vale la pena.
Pero cuando alrededor silban las balas,
Cuando las olas rompen la borda,
Les enseño con mis versos a no temer,
A no temer y hacer lo que corresponda.
Nikolai Gumiliov, “Mis lectores”
(versión de Jorge Bustamante)
De manera similar, en los tres poemas citados, los autores plantean una distancia entre el autor real y su obra. Borges, verbigracia, pone en boca de Browning la expresión “Viviré de olvidarme”, que es lo que una persona hace cuando escribe un texto literario, ficticio, pues, aun el poema más visceral lo es. Para rematar el tema, les propongo elaborar un texto que trate de cosas que no son poéticamente convencionales y sobre las cuales quizá nunca escribirían, como el sudor, el mugre o la arepa, o que hagan tautogramas, es decir, textos que empiecen por la misma letra, lo que los obliga a exigirse más allá de sus propios intereses si quieren conseguir un resultado coherente.
Presento dos interesantes textos en torno a este ejercicio:
Somos sepultureros de nuestros propios días. Como aquellos hombres a los que nadie mira por tener los ojos llenos de lágrimas o estar viendo solo sus manos mientras ponen los ladrillos uno sobre otro, vamos sepultando en las bóvedas del sueño los cuerpos sin vida de los momentos ya pasados.
Sin embargo, tras dejar atrás las tumbas y la gente llorosa, el sepulturero cuida una planta en su casa. El durmiente tiene un sueño en el que se cumple lo que siempre ha deseado y sonríe, aunque no lo recuerde después.
Tania Espitia Becerra, “Sepultureros”,
participante del taller virtual de poesía
Y un particular tautograma con la letra y fonema a:
Habiendo amado, ¿amarás?
Acuérdate amarte antes, alma hambrienta.
Amar alienta, amar amarra.
Alegría, apego, abrazo, angustia…
¿Aun así amarás?
Antes, ahora, amanecerás
abandonada al abismo absoluto.
Mirelcy Morales, “¿Amarás aún?”,
participante del taller virtual de poesía
Otra importante lección, ligada a la de propiciar en el autor novato el hábito de las buenas lecturas y que no puedo omitir ante la calva ocasión, particularmente en el ámbito de la lírica, es la de no desdeñar a los grandes poetas de su lengua y de su entorno regional y nacional que lo han precedido en el tiempo, pues, con frecuencia, el joven autor, obnubilado por la intemporalidad característica de las traducciones, olvida que todos los textos están escritos en una lengua específica, como la que ejerce él mismo, y que está obligado a conocer lo mejor posible.
Aparte de ello, hay una serie de elementos en cuanto a la escritura propiamente dicha, que se pueden describir en general, pero que solo cobran sentido en la evaluación de un texto concreto. Estos no necesariamente deben tratarse en el programa general, de hecho suelo obviarlos, aunque hay talleristas que le dan una gran relevancia. Aquí entran en juego aspectos como la precisión expresiva, los vicios tautológicos, la verborragia, la evitación del lugar común, la puntuación y la ortografía.
Una última consideración de mi experiencia como director de un taller virtual de literatura y en particular del trabajo de RELATA es que gracias a este privilegio, como muchos que he tenido en esta ya considerable experiencia como autor y como director, he podido trascender el espacio limitado de mi entorno inmediato y, quizá, de ayudar a despejar un camino a mujeres y hombres que han interactuado conmigo en los cuatro puntos cardinales de Colombia y aun de colombianos que pergeñan sus textos más allá de nuestras virtuales fronteras.
Encuentro Nacional RELATA 2016
Enrique Winter
Creador del diplomado en Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
“El problema con enseñar poesía es quizás el contrario de otras áreas. Los estudiantes llegan creyendo que es personal y relevante, pero trato de que la vean como formal, estructural, histórica, colaborativa e ideológica. ¡Qué aguafiestas!”, apunta Charles Bernstein. La enseñanza de la escritura creativa empieza en este gesto curiosamente frío que le traduje al poeta norteamericano, porque a diferencia de lo que piensan la mayoría de quienes escriben de forma apasionada en sus ratos libres, aquello que realizan no es solo lo que sienten en lo más íntimo, sino parte de una actividad humana que responde como cualquier otra, consciente o inconscientemente, a su contexto. Lo primero que hemos de compartir entonces con los potenciales escritores es la pérdida de la ingenuidad que proviene del desconocimiento del estado del arte, dejando al mismo tiempo intacta la que nos haga sentir la maravilla de lo que no habíamos observado. Esto es, incentivarlos a adentrarse en lo que ya existe para que puedan hacer lo que aún no se ha hecho.
Quienes asisten a los talleres creen que sus textos son sumamente personales, cuando lo más probable es que estén reproduciendo la manera en que otros muy distintos a ellos han sido personales. Esta es una paradoja que he visto con reiteración en mis cursos: todos los humanos somos únicos y, puestos a escribir, solemos hacerlo de la misma manera, evocando frases que creemos más literarias que las propias. Para eso usamos palabras como vientre o abismo, que rara vez usaríamos en nuestra vida cotidiana y que, por escrito, reemplazan con vacía y abstracta grandilocuencia sensaciones más poderosas y específicas que podemos tener sobre las cosas o mejor, que sospechamos sobre ellas, porque la escritura se construye desde la duda y no desde las certezas. Qué aburrimiento más grande escribir solo de lo que ya sabemos y qué goce hacerlo para irnos dando cuenta sobre la marcha de nuestros recelos. La literatura no es relevante y eso es una bendición, porque nos da la libertad que las disciplinas relevantes no tienen, demasiado preocupadas de vender productos, cuando se trata del mercadeo, o de prescribir conductas, cuando se trata del derecho, por solo nombrar dos. La poesía y por extensión todo género literario carece de un fin fuera de sí mismo y por eso es el lugar donde todo puede suceder sin necesidad de que tenga sentido. Aquí una palabra puede seguir a otra porque suena similar, porque juntas generan una música o sencillamente porque uno se equivocó. No va a cambiar el mundo de golpe por estos juegos, pero sí, al ampliar las maneras de decir a otras distintas de las del poder, cambiará el lenguaje que haga este mundo habitable. Y por ello la falta de relevancia es profundamente política, ya que hace legibles y audibles los discursos tanto de los creativos como de los menos poderosos, muchas veces entremezclados.
Que la enseñanza de la escritura creativa sea formal y estructural nos recuerda que la sangre sin venas no sirve para nada. No se trata de constreñir la inspiración a un corsé de clasicismos sino de mostrar cómo, por su propia falta de fines y exceso de libertad, en la literatura no hay una distinción de forma y fondo, como tampoco la hay en ella entre el medio y el mensaje. El medio mismo es el mensaje, escrito en primera, segunda o tercera persona del singular o del plural, en alguno de los pasados, presentes y futuros que la lengua nos permite y en los que podamos inventarnos para el caso. En los talleres tratamos de que el texto pueda decir lo que quería aun a costa del autor que no pensó en cada una de las paradojas que se suceden al escribir. Mientras más verbos uno ponga en la frase más estática se vuelve, por ejemplo, y mientras más cercana sea la historia es probable que funcione mejor narrarla a distancia. Los poemas sobre viajes suelen ser más estables formalmente respecto de la soltura que hallamos en los poemas sobre la quietud. Asimismo, es fundamental enseñar las cualidades performativas de las palabras, enseñar que ellas pueden generar lo que dicen mientras lo dicen. La puntuación produce el carácter fragmentario o continuo, además de la velocidad de lo que sucede en el relato y las palabras, sobre todo, vibran, tienen propiedades enigmáticas gracias a sus sonidos pesados o leves, tendientes al silencio o al estruendo; pueden, además, convocar miedo o alegría sin nombrarlos, sino solo por cómo resuenan. La literatura convoca en el lector algo mayor a lo que dice justamente por lo que va callando. Se opone así, en su preferencia por la evocación, a la mera información a la cual sirven comúnmente las palabras. La literatura es, además, el arte verbal consistente en traspasar los límites de lo que nuestro idioma puede hacer; sin duda una empresa ambiciosa que no sería posible sin la colaboración de todos. Creo en los talleres literarios porque en ellos opinan los más y menos leídos, los con más y menos experiencia, diferencias que importan menos en cantidad que en calidad: como los estudiantes vienen de múltiples lugares físicos, etarios y valóricos leen cada uno un texto distinto en el mismo que se les entregó, permitiendo que el autor encuentre allí lo que ni él o ella sabía que buscaba. Los lectores de otras tradiciones denuncian los prejuicios que uno pudo naturalizar, porque los mundillos literarios son pequeños y solemos no darnos cuenta de que aquello celebrado en nuestro círculo puede ser un interesante problema en otros. Para acentuarlo me valgo también de ejercicios de traducción. Se suele creer, con admirable suspicacia, que las palabras sirven para transmitir ideologías; la enseñanza de la escritura creativa muestra que el mismo lenguaje es ideológico, que la manera en que lo usamos realza o esconde cosas del mundo en beneficio de algunos. Las palabras son así un material a través del cual se puede sentir el mundo, pero solo de maneras distorsionadas. Por eso la escritura que hace visibles las maneras de las minorías es política, aunque no denuncie directamente sus realidades; por eso es también política la que se opone a las formas en apariencia sencillas y directas del poder. Porque mucho de lo que hoy creemos tradicional no lo era diez o cien años atrás y lo que entendemos hoy no lo entendíamos antes, porque la escritura es, como todo lo humano, decía, histórica. No tenemos vuelta cuando escribimos: o confirmamos un estado de cosas o nos oponemos a él.
Apenas empecé mi maestría en escritura creativa, una compañera me dijo que se notaba en mis ojos que no había sufrido nunca. Me lo dijo de la manera casual en que los gatos usan los bigotes asegurando la anchura para pasar el resto del cuerpo. Allí donde algo me faltara, aunque fuera el sufrimiento mismo, cabía otra persona que sospeché sería ella. El procedimiento que usó conmigo no es muy distinto al del poeta Juan de Yepes, más conocido como san Juan de la Cruz, quien se vacía en Noche oscura del alma para que en ese espacio quepa un dios. Los talleres evitan la extendida confianza en contarlo todo a tal detalle que entre ellos no quepa un lector. Hay que aprender, literalmente, a dejar espacios que el lector pueda llenar con sus propias inquietudes, dejarlo salir a la aventura sin tomarlo de la mano ni creernos más inteligentes que él. Agujeros que ahondar, esas son las elipsis. Propongo una escritura que, aun en su propia abundancia, deje esos espacios. Los escritores mismos han de crear las condiciones para que su obra pueda hacerse uno donde no lo tenía. En lo que se vacía –término que titulaba el curso de doctorado que me permitieron tomar en el programa–, en lo incompleto y en el silencio, están las condiciones para la escritura porque, además, de lo que no se pudo hablar se escribe años después. Y es mejor que los talleres de escritura creativa instruyan en el arte de la observación y la paciencia, tanto para el autor como para los personajes que delinee. También que instruyan en el arte de la pérdida, primero del tiempo, luego de páginas y páginas de manuscritos que con suerte nos habrán llevado al comienzo del camino. Para ilustrarlo, comparto aquí una segunda y última anécdota de mi paso por la maestría: escribía por primera vez una novela con alguna estructura previa y no con la inspiración asignada históricamente a la poesía. Empezaba a componer la continuidad de los fragmentos narrativos antes de reunir el material ya escrito, a entrar de a poco en un inconsciente más perverso que aquel al que solía acceder. Traía apuntes para una novela en dos direcciones, una cercana a mis experiencias de viaje, que me urgía contar, y otra que era más bien la excusa para desarrollarla. Por supuesto que esta última, del libro sobre taxidermistas que leía el galán porno dentro del poema de una autora que había editado, me convocó más que el impulso inicial y a cada necesidad del relato fueron apareciendo ante mí nociones que no habría imaginado propias. Donde atropellaba perros surgían imágenes y recuerdos olvidados, en los que la realidad y la ficción eran una misma cosa. La escribí en tiempo presente, porque creo que solo pensaba de esa manera entonces, como la mayoría de los jóvenes. La primera versión de Las bolsas de basura la hice durante el taller de Diamela Eltit, pródigo en mostrarnos las implicancias simbólicas de nuestros textos, que nunca más serían inocentes. Cuando pasé mi quinta entrega y final del segundo semestre, ella concluyó ante la clase: felicito al autor, porque ya tiene su novela. Luego de una pausa, agregó: ahora le toca escribirla.
¿Es posible, entonces, enseñar a escribir? Al menos se puede desaprender a hacerlo, porque el mayor problema para un escritor no es lo que hace mal sino lo que hace bien. Aquello que nos engolosina, por el gusto mismo que nos genera vernos capaces de componerlo, asfixia el texto y hasta puede matarlo. Enseñar a escribir es también enseñar a borrar, promover la escritura automática, sin pensarla, promover ejercicios con constricciones que nos lleven más allá de donde llegaríamos solos. Y respecto de lo que nos sale peor, claro que se aprende a mejorarlo y se aprende leyendo. Es fundamental que el tutor tenga las referencias a la mano para recomendar los libros que por cercanía u oposición le propondrán nuevos dilemas al autor. La escritura es así colaborativa no solo con los presentes sino sobre todo con quienes escribieron antes de nosotros. Somos quienes nos contaron que somos, así se trate de nuestra nacionalidad, religión o género que creíamos inamovibles. Sorprende darse cuenta de que el relato precede a la identidad y que esta es casi el opuesto de nuestra propia personalidad. La identidad es justamente el colectivo del que bajo determinados puntos de vista formamos parte. Por eso también la enseñanza de la escritura creativa es el lugar para levantar alteridades, otras identidades que están en nosotros mismos o que nos son desconocidas justo porque hasta ahora ha faltado alguien que las cuente. El desafío no es fácil, porque escribir implica, a la vez, hacer un ejercicio contrario, como si no supiéramos aquello que sí sabemos, para que el lector, que es quien realmente no lo sabe, quien ni siquiera sabe quiénes somos nosotros, lo comprenda y siga pasando las páginas. Cuando leemos necesitamos entender quién habla o desde donde lo hace, por qué actúa así, por más que todo lo demás sea vago. Y si no lo sabemos, entonces el tiempo o el espacio, o quizás el tono deberían ser estables. Aprender a escribir es aprender a elegir las batallas también. Incentivo escrituras sin personajes o que los pongan en entredicho, sin tiempos o con tiempos fragmentarios, pero si se hace todo a la vez, es probable que nos alejemos demasiado de la comunicabilidad, que es uno de los dos extremos de este desafío: en la plena comunicabilidad no hay arte, en el pleno arte no hay comunicabilidad. La escritura se mueve entre medio, sin tantos recursos porque, a grandes rasgos, se escribe en pasado o en presente, en primera o en tercera persona, y sobre no más de un par o de hasta siete tramas. Escribimos sencillamente marcas negras sobre un fondo blanco y en esa misma limitación encontramos un potencial enorme.
Mis cursos introducen en los problemas de las literaturas contemporáneas, enseñándoles a los estudiantes a leer desde la perspectiva del escritor hasta que, eventualmente, se conviertan en uno. Aparte del objetivo democratizador de este conocimiento, busco darles a conocer estrategias posibles de escritura a través de los mecanismos de funcionamiento de cada género contemporáneo. Así, por ejemplo, muestro cómo la poesía precede al origen mismo del mundo, de acuerdo con el filósofo Andrés Claro, porque el Timeo de Platón o el Génesis bíblico están escritos a la manera de la poesía griega y hebrea, respectivamente, que ya existía en esa época. Enseño a entender que el romanticismo tuvo un sentido histórico al oponer el ocio al trabajo, la enfermedad a la salud, la noche al día y el amor a la producción que exigía la Revolución Industrial, motivos que, de sostenerse hoy, responderían a otros estímulos que la mera expresión de sentimientos. Luego los poetas fundaron países en el siglo xix cuando era necesario unificar determinadas características comunes a través del canto. Conocer y problematizar la condición y autonomía reflexiva del ensayo literario con su mirada tentativa, divagante y digresiva es otro ejemplo. Para la narrativa, en tanto, me parece crucial aprender a distinguir y luego a construir el efecto de realidad del que hablaba Roland Barthes a propósito de las descripciones de Gustave Flaubert, entender como artificio incluso lo que creíamos realista, porque en la realidad no estamos atentos a la vez a las palabras, los sonidos y olores de distinta entidad; aprovechando el lenguaje específico de la literatura para ir más lejos y más cerca del que nos propondría una película. Para ello pongo un énfasis en familiarizarlos con el estilo libre indirecto, que permite leer a los personajes a través de la agilidad de la narración que a veces ellos mismos se toman. No todo ha de ser explicado, más bien casi nada, para eso están las acciones de los personajes, que son las que mejor los describen. En la vida nos bastan dos o tres anécdotas sobre alguien para hacernos la figura completa en la mente; en la literatura también.
La metodología que más resultados me ha traído es la mezcla de clases teóricas con un diálogo generoso de los estudiantes al opinar sobre los textos de sus compañeros, sumada a ejercicios libres y dirigidos. Se puede ser muy exigente sin renunciar al cariño por quienes han tenido la valentía de exponer su arte a las críticas; son esas mismas críticas las que pueden formar parte del texto final. Si en algo se diferencia el arte moderno del clásico es en que muestra sus procedimientos, los andamios de un edificio que nunca se entrega del todo. Ya no pretendemos que la obra maestra esté fuera del mundo o de los procesos que llevaron a ella. En los caminos que ahora podemos revelar se hace viable un universo de sensaciones que, además, son propias de la tradición de nuestro continente y lengua, atenta a las vicisitudes de las crisis del lenguaje. Promuevo que despierten los cinco o más sentidos en el texto a través de interpretaciones, asociaciones, analogías, azares controlados, imágenes y alegorías, sobre todo de la empatía, porque la literatura tiene una importante capacidad de ponernos en el lugar del otro y de sus particulares experiencias. La enseñanza de la escritura creativa debe valorar el arrojo, necesario, pero no suficiente; valorar también la intervención cultural que genere el texto, no para homogeneizar la escritura sino, por el contrario, para acabar con la dictadura del poema lineal y redondo, del cuento que se juega todo en el final u otros lugares comunes de la disciplina que mejor puede expresar nuestra fragilidad. A medida que ofrezco talleres avanzados, los textos de los propios estudiantes adquieren preminencia.
No puedo terminar sin sumar una última paradoja a las ya expuestas. Tal como muchos otros, yo también escribo para callar; sin embargo, en los talleres me tienen hablando. Lo mismo les sucede a los estudiantes que, de pronto, se ven enfrentados a la condición intrínsecamente pública de la escritura una vez que se la pretende literaria. Recomiendo corregir borrando durante años hasta que de la verborrea adolescente quede el núcleo fundamental de las propias voces y desde ese núcleo recién comenzar a ser todo lo excesivo que se desee sin reproducir lo que ya está enteramente dicho en la cultura de la que formamos parte. Porque la literatura va del caso al todo y no al revés como la sociología u otras disciplinas. A escribir, como a hablar primero y luego a callar para volver a hablar mejor, también se aprende.
Enrique Winter en el Encuentro Nacional RELATA 2018
Armar el taller de escritura creativa es la apertura a una ilusión: la de encontrar oportunidades para compartir tiempo y esfuerzo con los arriesgados interlocutores que quieran participar en un juego en cuyas apuestas la familia, la escuela, las instituciones políticas, las iglesias e incluso algunos escritores creen que todo está perdido. Por eso precisamente hay que insistir.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
Desde sus inicios RELATA ha sido un espacio de articulación de iniciativas locales de escritura creativa, muchas de las cuales tenían una trayectoria importante en la realización de talleres literarios, con sus metodologías y enfoques particulares.
El taller nació, por allá en 1985, debido a la necesidad de tener con quien compartir el ejercicio de leer y escribir. Empezamos a jugar como lo hicieron los dadaístas y luego los surrealistas hasta inventarnos otras formas de disparar el gusto por el arte y la literatura, en medio de una región convulsionada por la violencia: buscábamos que los jóvenes, por medio de tertulias racionalizadas, rompieran con los prejuicios de toda índole.
Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia
De la misma forma, RELATA ha acogido nuevos talleres, respetando siempre la autonomía académica y creativa de los directores recién llegados.
Nuestro taller nació de una idea que tuvimos algunas personas cuando éramos miembros del grupo de amigos de la biblioteca pública, ya que muchos compartíamos el gusto por la escritura. Tuvimos a la mano un folleto de publicidad de RELATA y en el año 2012 nos dimos a la tarea de conformar el grupo. Llenamos los requisitos, conseguimos el aval, enviamos nuestra solicitud a Bogotá y la aceptaron. Desde entonces estamos trabajando en pro de la cultura y las letras.
Ángela Cajiao Meneses, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño
La labor de los talleres agrupados por RELATA incluye la lectura y la reflexión literaria, pero su razón de ser son los procesos de creación: trabajar con los participantes de manera práctica y analítica en el desarrollo y la consolidación de su potencial como escritores, sin importar el género o la forma literaria que decidan explorar.
En nuestro taller se guía a los asistentes hacia un encuentro íntimo, en el cual la soledad y el silencio no se conviertan en amenazas sino en posibilidades de crear nuevos mundos.
Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá
Para RELATA lo más importante es promover la producción literaria: despertar y rescatar las voces de las regiones y dar visibilidad a las múltiples formas de contar el país.
Mi taller tiene un componente especial este año: además de escribir por el mero placer de contar algo, busca que se cuente la tradición de los Llanos: sus mitos y leyendas. Entonces está compuesto por una primera fase de narración oral en la que invitados autóctonos –llaneros campesinos y folcloristas– cuentan sus historias, sus experiencias y su sentir.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca, Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Hay que señalar que en Colombia, en los últimos años, a la par de la consolidación y el crecimiento de RELATA, han surgido en universidades de renombre programas de escritura creativa y creación literaria: maestrías, especializaciones, diplomados y un pregrado.
Una estudiante [de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional] decía que había lidiado con muchas ironías durante los cuatro semestres de estudios; una de ellas era que los estudiantes de literatura o de otras disciplinas se burlaban de ella: ¿Ya estás lista para graduarte de escritora?, le decían, como si este hecho fuera imposible o poco serio. Sin embargo, ya no se lo dicen, por la sencilla razón de que ella tiene en su carpeta un paquete de cuentos que demuestra que tal vez sí, en efecto, ya está lista para graduarse en la Maestría, pero sobre todo, que siempre fue una escritora porque eso no es algo que se aprende: es algo que se practica.
Roberto Rubiano Vargas, “La musa y el artesano”
La existencia de estos programas de enseñanza formal constituye un avance significativo para la escritura creativa: la profesionalización del oficio del escritor.
Hoy en Estados Unidos existen más de 500 maestrías y programas de postgrado en escritura creativa, para no mencionar los centenares o miles de talleres y programas comunitarios. Podríamos decir que quizá en Estados Unidos no todos los estudiantes que se gradúan al año en estas maestrías están destinados a ser escritores importantes, pero la gran mayoría de los escritores norteamericanos importantes de la actualidad han salido de esas maestrías y talleres o los han visitado en alguna ocasión, al menos para dictar un curso. Junot Díaz, premio Pulitzer de novela 2008, es una muestra de un escritor que no solo es graduado “como escritor” de la Universidad de Cornell, sino que dicta cursos de escritura creativa en MIT.
Roberto Rubiano Vargas, “La musa y el artesano”
Para RELATA, como pionera y promotora de la escritura creativa en las regiones, esto representa un reto al que debe responder con el fortalecimiento de los programas que se dictan en sus talleres y la ratificación del valor de su trabajo para la cultura y las artes en el país. Esta guía pretende ayudar en la consolidación de los programas de escritura creativa del país, pero no es exclusiva para los talleres de RELATA. Por el contrario, se dirige a todas las personas o grupos de personas interesados en la creación de un taller de escritura creativa, sin importar si desean pertenecer o no a la red.
Antes que un curso, un taller de escritura literaria ha de entenderse como un transcurso, esto es, como un proceso de apropiación de conceptos y herramientas útiles al propósito central de escribir artísticamente, en consecuencia, no debe estar atado a una programación rígida, que para eso están la escuela y los diplomados.
Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca
Tomé aguja de crochet e hilaza para empezar a tejer una nueva obra artesanal; entrelacé palabras, sonrisas, lágrimas, personajes y levanté pilares que se tomaron de las manos y, uno a uno, formaron este taller que se mantiene vivo gracias a cada nueva historia.
Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
El director es el alma de su taller de escritura creativa.
Sugerimos bibliografía en una u otra dirección; planeamos y diseñamos ejercicios que los ayuden a vislumbrar un camino menos inseguro y que solo ellos lograrán resolver; leemos en su compañía esos cuentos de antes y de ahora que tanto nos deslumbran, les buscamos costuras, nos imaginamos a los escritores en el momento de ir perfilándolos; les decimos lo que no se debe hacer a la hora de escribir un cuento y les afectamos el estilo poniéndolos a leer malos cuentos para que entiendan los fracasos; les revisamos sus pequeños ejercicios y les subrayamos con lápiz rojo los “errores” en los que suelen incurrir; leemos con ellos entrevistas a cuentistas consagrados, poéticas viejas y nuevas del cuento, antologías asociadas por los más burdos caprichos editoriales (mujeres casadas, mujeres solas, mujeres casi solas, hombres en trenes, hombres en retretes, menores de 39 años, de 20 años, párvulos); revisamos correspondencias ajenas para ver en esas confesiones algunos votos de fe sobre el oficio.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
Su labor no se limita a coordinar el taller, el director de un taller anima la lectura y la escritura en su comunidad, apoya la gestión con entidades locales y promueve el intercambio con escritores, participantes y otros directores de talleres.
Somos un grupo literario y cultural que promueve la lectura, la escritura y otras manifestaciones culturales. Nuestro quehacer se centra actualmente en la realización de actividades de lectura y escritura dirigidas a diferentes grupos de la comunidad. También resaltamos, en recitales literarios, a cultores que han creado algún bien cultural.
Ana Isabel Gómez Arzuza, directora del Taller Pisisí Lee, Turbo, Antioquia
Se recomienda que los directores de taller sean escritores, docentes o gestores culturales procedentes de la localidad donde el taller se lleva a cabo.
En mi taller se cruzan mi experiencia como miembro de un taller de escritura en una universidad pública durante los años de formación profesional y la oportunidad que ofrece como ventana de desarrollo profesional y apertura a otros horizontes institucionales y comunitarios complementarios a mi labor actual de docente universitario.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
Un director de taller debe tener capacidad de gestión con estamentos públicos y privados, pero también gran familiaridad con el oficio del escritor, de modo que pueda orientar a los participantes, fortalecer su vocación y motivarlos para que formen una disciplina sólida de lectura y escritura.
Enseño la escritura creativa a partir de su ejercicio, quiero decir, desde lo que hago. Que un escritor pretenda enseñar a quienes comienzan parece una consecuencia natural del oficio. Un escritor enseña desde lo que sabe que escribe; quien no escribe, enseña preceptivas o lindos juegos de emoción.
Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca
El papel del director comprende:
El taller de escritura creativa supone un dominio del lenguaje escrito y de las herramientas disponibles para la construcción de textos. Es un espacio de entrenamiento, donde se exploran e investigan las posibilidades de escritura que ofrece la tradición literaria.
El taller es un espacio de diálogo, creatividad y valoración de la palabra escrita. No todos los asistentes que llegan a nuestro taller lo hacen con el objetivo de convertirse en escritores: a algunos simplemente les gusta experimentar o tienen curiosidad.
Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
Un taller de escritura creativa tiene objetivos diferentes y de mayor alcance que un curso de literatura o un taller de redacción o lectoescritura, pues busca que cada participante descubra su potencial literario.
Considero que la escritura creativa transforma una parte de las personas y a mí me interesa que los asistentes se apoderen de las herramientas, produzcan con calidad y, sobre todo, que transformen su mirada de la realidad y sean personas críticas. Sin ello no creo que sea posible escribir bien.
Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
En el taller se trabaja para aguzar la sensibilidad de los participantes y potenciar sus capacidades con el fin de que puedan dotar de sentido y resignificar su realidad. El taller no es un fin en sí mismo sino un espacio donde el asistente descubre el poder de la escritura.
En el momento de la crítica, el clima de camaradería es muy importante, pues hay circulación de emociones que se regulan mejor en un ambiente amable. En este sentido, se incentiva la afectividad positiva y se aprende a exteriorizar lo que se siente. Todos siempre quedamos en los zapatos del otro.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Para el escritor en formación el taller es una comunidad creativa, un lugar de intercambio intelectual, donde conoce, valora y aprende del trabajo de los otros y así mismo se somete a críticas y recibe aportes de sus colegas.
Ante todo, el respeto. Nadie en el taller, por más experiencia que tenga, debe sentirse superior a sus compañeros. Respeto al leer y valorar la obra del otro: no hacer crítica destructiva sino constructiva, aportarle elementos que puedan ser útiles en su proceso. Y respeto es no imponer las propias opiniones al grupo. El taller es un ejercicio de la libertad, donde cada quien desarrolla la obra que quiere sin imposiciones o limitaciones por parte del director.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
En un buen taller de escritura creativa:
Un taller de escritura creativa moderno ha de salirse de los marcos tradicionales y constituirse en un espacio en el que tengan lugar, además de lo clásico, lo popular, y lo posmoderno, lo raro y lo experimental, sin que ello suponga una camisa de fuerza, un lugar donde se recreen las tendencias y se valore aquello que es único y nuevo.
Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca
El taller lleva nueve años funcionando y ha logrado promocionar y publicar a más de sesenta escritores nuevos del Tolima. Su papel ha sido muy importante para el reconocimiento de nuestros escritores a nivel regional y nacional. El programa de estímulos regionales queda en un setenta por ciento en manos de miembros del taller. Muchos de nuestros participantes se destacan al obtener menciones, premios y reconocimientos que impactan en la comunidad al mostrar que los escritores son personas conocidas y no figuras que viven lejos del mundo real.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Es muy importante que el taller se trace unas metas que estimulen a los participantes a apuntar en una dirección: la realización de un proyecto literario.
Al concluir el programa del año, cada integrante del taller debe haber completado por lo menos un texto en cualquier género, del cual se sienta satisfecho y cuente con la suficiente corrección para considerársele publicable.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller Relata Cúcuta, Norte de Santander
Los escritores escriben porque quieren ser leídos. La publicación es el fin último de la escritura y la culminación del proceso creativo.
Un taller es lo que se escribe. El alcance lo ponen los participantes en un ejercicio escrito que se hace público, siempre que se termine. El alcance del taller es el alcance que tienen los cuentos que se escriben y su forma de hacerse públicos. A veces lo único que se proyecta es un cuento, a veces un buen cuento; a veces un libro; a veces un reconocimiento.
Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca
Para publicar, el autor tiene que dejar reposar su texto y tomar distancia de él. Solo así es capaz de verlo con nuevos ojos, corregirlo y entregar su mejor versión. Luego debe someterlo a un editor externo y permitir que este haga sugerencias, señale sus inconsistencias y lo modifique. Al final tendrá que desprenderse por completo de su texto y dar paso al lector para que este lo interprete con independencia.
La proyección de mi taller es llegar a la cúspide de la creación literaria, es decir, poder ver la obra transformada en el elemento libro, pero partiendo de un proceso donde lo que importa es el camino.
José Rafael Aguirre Sepúlveda, director del Taller Letratinta, Itagüí, Antioquia
Dentro de las metas de los actuales talleres de RELATA están:
Las metas, una vez cumplidas, permiten a los participantes dar cierre a unos procesos e iniciar otros. De este modo podrán mantenerse motivados, ser cada vez más conscientes del avance de su aprendizaje y de sus logros y, si les interesa, ampliar sus posibilidades de desempeñarse en trabajos donde la lectura y la escritura son esenciales.
Nuestro taller ha formado escritores capaces de desempeñarse en la promoción de la escritura creativa. Ellos han trabajado con el Ministerio de Cultura como directores de proyectos dirigidos a poblaciones especiales y vulnerables, como Libertad Bajo Palabra.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Hay tantos caminos como escritores.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
Se deben tener claros los datos generales del taller:
Existe una esquiva noción de la enseñanza homologada a la idea del traspaso o transmisión de información que, al final del proceso, se decanta en conocimientos. No entendemos que la escritura creativa sea, en ese sentido tradicional, un trasvase de información y fórmulas. La esencia de un taller radica en la actividad de compartir en forma multidireccional los conocimientos, las ideas y las experiencias. Un taller es un espacio para la indagación personal de gustos, intereses y maneras de entender la literatura, que se desarrolla a través de la práctica. En él se lee, se escribe, se presentan inquietudes y se resuelven con apoyo de la lectura y el comentario colectivo, que es tan solo un soporte y guía, pero no una imposición. Cada escritor toma lo que considera, si le parece que hay algo que le interesa tomar. El taller lo que puede compartir –y en ello aporta el director– es un compendio de herramientas y técnicas para que el escritor las conozca o las recuerde y las sienta disponibles a lo extenso del proceso creador.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander
Los lineamientos de un taller deben ser amplios y flexibles, de modo que fortalezcan la autonomía del director y den rienda suelta a la creatividad de los asistentes. Pero al mismo tiempo deben garantizar un cierto nivel de calidad y profundidad en el trabajo. Esto se logra a través de un programa riguroso que incluya lecturas, análisis teóricos y literarios y ejercicios prácticos.
La escritura creativa se enseña a través de la lectura. En este sentido se podría decir que la escritura es la hija legítima de la lectura. Se lee para comprender costuras, para descubrir caminos que puedan llevar a los nuevos escritores hacia su destino. Pero así mismo la escritura creativa se aprende poniendo a los asistentes del taller contra las cuerdas, proponiendo ejercicios de escritura, creaciones que tal vez no pasen de ser un borrador, pero que, sin duda, servirán para ir moldeando la mano, para ejercitar el músculo literario.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Es indispensable que cada taller tenga una justificación, un objetivo general, unos objetivos específicos, un cronograma de actividades y un programa, como se detalla a continuación:
Una de las razones por las cuales se ha insistido en el funcionamiento del taller Maniguaje durante once años es la necesidad de tener espacios culturales en una región –Caquetá– donde las prácticas letradas siguen siendo precarias y marginales.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje,
Florencia, Caquetá
En Colombia existen talleres de escritura creativa en todas las regiones: desde Nariño y la Amazonía hasta el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y desde el Pacífico y el Caribe hasta los Santanderes y los Llanos Orientales. Estos talleres alcanzan a toda clase de personas: estudiantes y profesionales, niños, adolescentes y adultos, y poblaciones especiales como indígenas, afros, adultos mayores y presidiarios.
¿Existe la literatura regional? Sí. Sobre todo si no se piensa de modo condescendiente, desde un centro que tiende a perderse en abstracciones, sino como una manera de acercarse a las particularidades, a las voces, a las imágenes, a las culturas de cada región. A mi modo de ver, entre más local –más regional– sea la literatura, más cumple con el propósito literario de llevarles noticias del mundo a los lectores. Quiero decir: cuando yo pienso en “literatura regional” pienso en la literatura, en un modo condicionado por el lugar pero un modo único de articular el mundo. Para mí, el costumbrismo no es un error, ni un pero, sino una puesta en escena de lo humano.
Ricardo Silva Romero, escritor
Los talleres no se crean en un vacío: aparecen en un lugar y un momento histórico específicos. Los contextos donde se desarrollan son determinantes, pues la escritura se nutre ampliamente de la realidad de quien escribe.
La existencia del taller, un espacio de encuentro para leer y escribir textos literarios, representa un centro de actividad para pensar diversos problemas que afectan, con mayor riesgo, a adolescentes y adultos que habitan en Florencia; en este sentido, el taller se ofrece como una oportunidad de formación, como una experiencia de encuentro donde escribir ayude a pensar, más allá del simple consumo de los bienes culturales. Los tópicos de escritura y de diálogo que afloran en el taller, con frecuencia, abordan las preocupaciones en torno al papel de la literatura –y de la función de la escritura– en una sociedad periférica del capitalismo tardío, cuyas rutinas cotidianas se transforman (de manera confusa pero acelerada); en consecuencia, el taller –hasta donde sus recursos lo permiten– pretende ser un espacio de diálogo intelectual amplio.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje,
Florencia, Caquetá
Los textos que se escriben en los talleres son un reflejo de sus sociedades, abordan las problemáticas de las regiones y las inquietudes de sus pobladores y constituyen una muestra de la gran cantidad de expresiones culturales del territorio colombiano.
Nuestro taller genera un entorno distinto en una zona de violencia y les brinda posibilidades a las personas a las que les gusta leer y escribir.
Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca
Mi taller está dirigido a jóvenes y es respaldado por adultos llaneros tradicionales. Busca explotar, como materia prima para la escritura, la riqueza cultural, de vivencias fantásticas y de diversidad de personajes que tiene la región.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Este taller en la actualidad tiene vinculados niños de la parte rural y urbana para darles voz a aquellos que tienen mucho que decir pero no habían encontrado cómo hacerlo.
Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá
Este año estamos en una zona de Bucaramanga a la que pocos quieren venir: la Biblioteca Satélite, en el norte de la ciudad, un lugar de población vulnerable, estigmatizada por la violencia, donde son muchas las ofertas negativas que llegan a sus habitantes y mínimas las ofertas culturales.
Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
RELATA enlaza una multiplicidad de espacios de exploración y creación literaria. La diversidad es una de sus mayores fortalezas y su labor de apoyo está basada justamente en la posibilidad de crear sentido desde una pluralidad de voces, que debe ser tan amplia como haga falta para contar el país. Lejos de limitarse a difundir la cultura letrada, Relata quiere seguir fortaleciendo la producción regional y descubriendo nuevas y diferentes miradas sobre el país.
Las voces de las regiones son fundamentales para aquellos lectores que viven a la caza de la experiencia humana. Es común, además, aprender por comparación. Y oír –o leer– las voces de otros lugares es tomar un atajo para entender la propia vida. En un país como Colombia, por otra parte, las voces de las regiones son además un triunfo sobre el país monolítico que se nos quiso imponer en 1886 y es una reivindicación de las diferencias y de los sobrevivientes en una nación que ha callado y ha unificado a tantos en el empeño de negar su conflicto. Creo que leer literatura es justamente oír voces irrepetibles que no se dejaron callar. Y oír voces de las regiones es recobrar la sensación de que la violencia no va a quedarse con Colombia.
Ricardo Silva Romero, escritor
Una de las razones de ser de los talleres es la de convertirse en laboratorios colectivos para la creación, investigación y circulación de textos literarios.
Nuestro grupo creó el blog https://cuentoycronicablog.wordpress.com, donde se publican algunos textos del taller, se hacen comentarios y reseñas de libros. Con esta herramienta se busca que el taller se convierta en un referente sobre la dinámica de la literatura de la ciudad y el Caribe, una idea que queremos extender con nuestros colegas de la región.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar
Con el fin de definir una justificación de su taller, el director puede hacerse las siguientes preguntas:
El taller de escritura creativa es un espacio formación, donde se fortalecen los hábitos de lectura y escritura y se refuerza la confianza en las capacidades y los proyectos creativos de los participantes.
Como mi taller está pensado para jóvenes, el objetivo principal no es ni siquiera que escriban cuentos, sino acercarlos a la literatura mediante lecturas y ejercicios de escritura. Si en medio de todo este proceso uno de los asistentes quiere dedicarse a la escritura de tiempo completo, de medio tiempo o de tiempo en tiempo está bien, y si no ocurre nada con él y no quiere escribir nunca más en su vida igualmente está bien. Si es lo primero, genial porque fue lo mismo que nos ocurrió un día a los que hoy queremos escribir.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Un taller no debe convertirse en un lugar del que dependa el escritor para mantener una producción activa. Si el taller es el único espacio o momento en el que el asistente trabaja se corre el riesgo de caer en un taller circular, donde se repite el ritual de la corrección en conjunto pero nunca se llega a resultados acabados. Por el contrario, la razón de ser del taller es que los participantes logren desarrollar un trabajo autónomo y personal.
El taller tiene una limitación de tiempo que permite desarrollar los temas y las prácticas de acuerdo con lo programado, pero, una vez termina, la escritura corre por cuenta del estudiante. El objetivo es tratar de brindar en esos límites de tiempo un recorrido amplio y suficiente para que el estudiante conozca los elementos indispensables para escribir su propia obra, y de ampliarle el panorama de lecturas y de formas de leer para que enriquezca su oficio.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
El objetivo general es el fin último del taller: el resultado más importante que espera lograrse. Debe ser uno solo, concreto, viable y evaluable.
Para formular el objetivo general el director puede hacerse preguntas como las siguientes:
El objetivo debe enunciarse de un modo claro y preciso, con verbos en infinitivo.
Aquí algunos ejemplos de objetivos generales de los talleres de RELATA:
Brindar herramientas básicas de escritura que les permitan a los participantes encontrar su propio estilo narrativo.
Libardo E. Caraballo, director del Taller Páginas de Agua, Sincelejo, Sucre
Generar un espacio de lectura y creación literaria donde los habitantes de Zarzal y la región tengan un lugar para potenciar sus competencias lectoras y escritoras.
Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca
Descubrir y desarrollar la capacidad creativa de los niños y los adolescentes en torno a la literatura como forma de vida.
Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá
Brindar elementos creativos y técnicos para la comprensión y la potenciación de las posibilidades creativas de los estudiantes en el género de novela.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Formar lectores y escritores autónomos, con criterio propio, despojados de mitos y complejos sobre el oficio de leer y escribir.
Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Bucaramanga, Santander
Resulta útil que los participantes definan un proyecto individual de creación literaria y asuman el taller como un espacio para su desarrollo. La perspectiva de entregar un producto al final del ciclo no solo es estimulante y da sentido al trabajo, sino que permite darle un cierre al proceso. Así se evitará caer en el proceso mecánico de la escritura de corrección perpetua, que puede generar una dependencia al trabajo en conjunto en lugar de alimentar la capacidad crítica del individuo creador y prepararlo para enfrentar las decisiones finales que compromete la publicación, ya sea en medios virtuales o impresos.
Nuestro taller procura mantenerse vigente mediante la publicación semestral del folleto Vigas Contra el Viento. Palabras Vivas y el reconocimiento de la comunidad lectora envigadeña. Así mismo, como grupo, participamos en eventos de carácter cultural literario en el municipio.
Édgar Trejos, director del Taller Plumaencendida,
Envigado, Antioquia
Al igual que el objetivo general, los objetivos específicos deben ser concretos, viables, evaluables y estar redactados en infinitivo, de un modo claro y preciso. Estos varían de acuerdo con la naturaleza o las características de cada taller, lo ayudan a definir y lo ubican en un lugar o tradición particulares.
Entre los talleres RELATA encontramos algunos con objetivos específicos que se refieren a la región donde se desarrollan, el género al que dan prevalencia o la población a la que se dirigen:
Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá
Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Los objetivos específicos se refieren a las metas parciales: indican lo que se pretende conseguir en las diferentes etapas de desarrollo del taller. Pueden estar basados en temáticas, herramientas del oficio o momentos del trabajo creativo. Permiten dar a las sesiones y ejercicios un hilo conductor y así mismo garantizan el avance de los proyectos de escritura. En conjunto, al ser alcanzados, los objetivos específicos ayudan a que se logre el objetivo general.
Algunas preguntas que el director del taller puede hacerse para definir sus objetivos específicos son:
Estos son otros ejemplos de objetivos específicos de los talleres de RELATA:
Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia
Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia
Ángela Cajiao Meneses, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño
Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca
Como cualquier otro programa de formación, los talleres de escritura creativa deben tener unas etapas de trabajo definidas de acuerdo con una intensidad horaria.
Al iniciar nuestro taller se realizó un cronograma de actividades que se ciñe al calendario académico de la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería; en dicho cronograma se incluyen la hora, el día y los temas a tratar. Trabajamos dos veces a la semana: los lunes y los viernes.
Sandra Irene Tapias C., directora del Taller David Sánchez Juliao, Montería, Córdoba
Por lo general los talleres de RELATA funcionan por ciclos anuales divididos en semestres y tienen una intensidad de una o dos sesiones semanales de tres o cuatro horas de duración. El número de sesiones semestrales o anuales por taller es variable: fluctúa entre trece y ochenta sesiones. En muchas ocasiones los cronogramas deben adaptarse a las necesidades o posibilidades del taller, la región y los participantes.
Una condición de contexto local que afecta el funcionamiento del taller lo representa el carácter intermitente o eventual con que asisten los miembros del taller, cuyos derroteros y permanencia en el mismo dependen de diversas variables sociodemográficas como la edad, los procesos de formación académica (educación media, educación superior, etc.), la situación laboral y las responsabilidades familiares, entre otras, que hacen que las actividades de leer y escribir literatura no sean opciones fuertes frente a las demandas de la supervivencia. Ante estas contingencias, la estrategia asumida ha sido mantener abierta la convocatoria a lo largo de todo el año
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje,
Florencia, Caquetá
El cronograma les permitirá, tanto al director como a los participantes del taller, trazarse unas metas razonables y proponer unas entregas concretas para cada etapa. Por esto deberá tener claramente establecida la siguiente información:
El programa es el documento donde se detalla el proceso pedagógico del taller y se organizan una a una las sesiones que tendrán lugar.
Mi taller tiene una consigna: talento, técnica, trabajo.
Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca
RELATA ha encauzado su trabajo en el apoyo a la educación no formal, pues este tipo de formación cuenta con las ventajas del trabajo colectivo y guiado y al mismo tiempo retiene el carácter libre, voluntario y exploratorio que las estructuras curriculares formales a menudo excluyen.
El trabajo del taller implica la búsqueda y el desarrollo personal de los gustos, los géneros, las técnicas y los recursos para escribir. Hacerlo supone respetar la sensibilidad de los escritores en formación, sus criterios estéticos y su manejo de las técnicas.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander
Al mismo tiempo, RELATA está abierta a apoyar procesos de desarrollo del oficio literario en el ámbito formal, dentro de los programas de educación superior que han abierto espacios para talleres o diplomados.
Nuestro taller es un grupo cultural de la Universidad de Córdoba que depende del Área Cultural de Bienestar Institucional y que está principalmente enfocado hacia los estudiantes. Cuando comencé a estudiar en la Universidad ingresé al grupo y desde el año 2009 lo dirijo. Suele permanecer un grupo, pero en este tiempo se ha renovado varias veces: cada semestre entran personas nuevas y egresan otras. Hoy puedo decir que el taller es más sólido al ser una mezcla de estudiantes nuevos, estudiantes avanzados e incluso egresados y personas externas, pues no hay un impedimento para que ellos lo hagan.
Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
El deseo de RELATA es constituir un entramado donde los dos tipos de formación –formal y no formal– sean posibles y convivan armoniosamente, de tal manera que las opciones de apoyo del sector literario a los escritores en formación se diversifiquen y constituyan un espectro que facilite la continuidad de sus procesos.
Mi intención es que el taller sea, para los asistentes, no solo la guía para cumplir objetivos en su formación como escritores, sino también la plataforma que los proyecte hacia el interés por la formación profesional.
Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
El trabajo con la escritura creativa implica varios aspectos clave que apuntan hacia la calidad literaria, independientemente del lugar donde se lleve a cabo, el nivel de formación de los escritores y las dinámicas específicas de cada director.
Algunos de estos aspectos clave son:
A lo largo de mi carrera, he notado que los aspirantes a escritores presentan un alarmante desconocimiento de su herramienta, es decir, del idioma. Soy riguroso en el repaso de conceptos básicos. Si la base es sólida, también lo será la obra.
Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
El taller es una excusa para leer y explorar colectivamente diferentes autores y posibilidades literarias que enriquezcan la escritura individual y contribuyan a la maduración de un estilo y una voz también individuales.
Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia
La escritura creativa se enseña con una combinación de tres componentes. Por una parte, con la lectura comparada de autores y obras de la tradición literaria universal y colombiana, que permiten valorar los caminos ya recorridos en los distintos aspectos de la técnica narrativa y en las temáticas, para, a partir de allí, concebir la obra del nuevo escritor. Por otra, con un recorrido práctico, apoyado en ejercicios puntuales, sobre los principales elementos de dicha técnica narrativa (autor, narrador, personajes, idea, tema, historia, argumento, trama, estructuras narrativas, manejo del diálogo, la descripción y la narración, entre otras). Y por último, con la propia escritura de los estudiantes, que surge tanto de los ejercicios de clase como del proyecto de largo aliento que cada uno está desarrollando.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Es conveniente que el director del taller reserve espacios para el trabajo de escritura durante las sesiones a través de ejercicios puntuales, pero, al mismo tiempo, debe asegurar el desarrollo consistente de trabajos por fuera del taller para ser luego leídos, analizados o corregidos allí de manera colectiva.
Aunque no existe una estructura fija para todas las sesiones del taller, en cada sesión se atienden tres franjas de actividad que obedecen a las siguientes tres preguntas: ¿Qué hemos leído desde la última vez que nos vimos? ¿Qué hemos escrito desde la última vez? ¿Qué conocimientos nuevos pueden apropiarse de cada sesión? El orden de las dos primeras franjas es permanente, mientras que la última franja, en muchas ocasiones, se entrelaza con la segunda. El núcleo del taller corresponde a la segunda franja, aunque, en diversas ocasiones, el desarrollo de la tercera franja ha dado lugar a ejercicios de taller, como experimentación con el lenguaje para que los asistentes exploren nuevas experiencias y posibilidades expresivas.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje,
Florencia, Caquetá
Un elemento crucial que el taller pone a funcionar en los escritores en formación es la conciencia del lector. El trabajo colectivo despliega un mundo de interpretaciones, deseos, connotaciones y conexiones que su texto suscita en quienes lo leen. El taller sirve como un primer espacio de debate donde el escritor se enfrenta con los efectos impredecibles de su texto, la crítica en su forma más espontánea y quizás más productiva y asertiva, pues proviene de sus propios colegas, de modo tal que en el proceso puede aprender a recibirla y a darla constructivamente.
En nuestro taller la clínica literaria es ejercida repartiendo a cada participante el texto en cuestión. Su autor lo lee en voz alta y luego cada quien ejerce una crítica con argumentos. Es un acto encaminado a mejorar el texto del compañero y no a aplastarlo.
José Rafael Aguirre Sepúlveda, director del Taller Letratinta, Itagüí, Antioquia
El director del taller deberá diseñar su programa sesión por sesión incluyendo, para cada una, los temas a tratar, la descripción de las actividades, el propósito de la sesión y la bibliografía, como se detalla a continuación:
Cada sesión trae su sorpresa, en especial el taller con los niños. Ellos llegan atiborrados de anécdotas, de alegría e historias para contar o leer y compartir con los demás, por eso no tengo una ruta rígida para cada sesión. Tengo el tema del día y lo voy desarrollando sin prisa, aprovechando el material que los asistentes aportan.
Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
Un buen escrito resulta del equilibrio entre dos elementos: el talento y el trabajo artesanal, meticuloso y reflexivo sobre el texto, que puede apoyarse o potenciarse en el trabajo colectivo del taller. El talento tiene mucho que ver con el uso hábil o creativo de las herramientas de que dispone el escritor y con el olfato necesario para tomar decisiones acertadas. Por esto resulta útil poner a disposición de los participantes las técnicas y herramientas literarias y de edición que le ayuden a avanzar en los procesos creativos hasta llegar a una versión final del texto.
Una sesión de taller inicia con la lectura de consejos u opiniones de autores reconocidos. Se dialoga respecto a lo leído y se continúa con un ejercicio relacionado con el elemento del cuento (personajes, narrador, etc…) que se esté trabajando. Se lee un texto en el que se represente bien dicho elemento y se hace una lectura de bases teóricas relacionada con el tema del día.
Libardo E. Caraballo, director del Taller Páginas de Agua, Sincelejo, Sucre
En el capítulo titulado “Contenidos de un taller de escritura creativa” se exponen en detalle los principales temas y recursos literarios de los que el director puede hacer uso para diseñar las sesiones de su taller.
Para todas las sesiones hay que leer un cuento de un autor consagrado y se debe cumplir con un ejercicio de escritura, de quinientas a mil palabras, a partir de un detalle que haya resultado de la discusión del relato a leer y del eje temático. Además, en cuatro sesiones hay que entregar un cuento terminado, o un avance de un cuento más extenso, que será revisado exhaustivamente por los compañeros y por el director.
Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Los talleres se conciben como un laboratorio práctico de escritura. Así que además del trabajo de escritura individual por fuera del taller, se recomienda el desarrollo permanente de ejercicios durante las sesiones.
Siempre dejamos un espacio para ejercicios de escritura, regularmente bajo premisas más o menos específicas, según el tema y tipo de búsqueda de cada sesión. Trabajamos con ejemplos y sugeridos creados por el director o tomados de textos de escritura creativa.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander
La redacción de escritos durante la sesión constituye un primer momento en el que el autor suelta la mano, explora y se vale de detonadores. Estos ejercicios estimulan la recursividad de los participantes y lo invitan a tomar riesgos, ponen a prueba su creatividad y desmitifican el oficio.
Los ejercicios de redacción se practican jugando en serio a escribir decálogos imaginarios, recetarios curiosos, cartas a personajes fantasiosos y adivinanzas inventadas que permitan ejercitarse en la construcción de metáforas.
Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia
Al mismo tiempo, estos ejercicios son útiles para abrir un espacio de intercambio entre los participantes del taller, donde tienen cabida la improvisación y el juego creativo. La dinámica de trabajo colectivo confronta a los participantes con unos lectores y puede enriquecer significativamente el desarrollo de sus escritos.
Cada texto se analiza desde las sensaciones, percepciones e indagaciones del escritor, sobre qué se cuenta o qué sucede o qué pretende el escritor con él. Luego se hace un análisis más formal desde su estructura, la disposición de las frases, los personajes, las atmósferas, etc. También se hace una revisión ortotipográfica de la que se encargan algunos participantes interesados en la edición de textos.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica Cartagena, Bolívar
En el capítulo “Contenidos de un taller de escritura creativa”, por cada uno de los temas expuestos, se proponen ejercicios prácticos, de los que puede servirse el director para usar en las sesiones de su taller.
Se lee, se escucha, se habla y algunas veces se escribe en caliente. Hay un programa que define cada sesión, una secuencia didáctica, unos apoyos, una forma de evaluación. Siempre hay un espacio para la improvisación, para salirse del guion, para la digresión. Siempre hay un objetivo claro y un referente de lectura.
Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca
El propósito de cada sesión es potestad del director, quien lo establece de acuerdo con las necesidades de su taller y la etapa de desarrollo en que se encuentre.
Se podría decir que cada sesión de taller tiene como propósito explorar un tema específico, por ejemplo, la creación de personajes. Entonces se lee un cuento, se conversa alrededor del tema y del cuento, y se compara con los textos que los estudiantes han realizado.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
El propósito de una sesión puede consistir en ejercitarse en algún género literario, explorar un tema de las teorías de la creación, practicar una determinada técnica de escritura, realizar un ejercicio puntual o corregir y editar los textos producidos.
Ahora, por ejemplo, estamos trabajando en un texto narrativo que hemos denominado “nanocrónica”, un ejercicio de observación detallada sobre una realidad específica de la urbe, para luego hacer un texto de trescientas palabras sobre ese hecho observado.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar
Uno de los insumos claves para el desarrollo de la escritura creativa en los talleres está en la lectura. El proceso creativo supone siempre un diálogo con otros: otros escritores y otros textos. De ahí que la escritura como labor creativa resulte impensable sin la exploración de autores, narrativas, géneros y discursos de otros lugares, épocas y líneas de creación.
Con lecturas de cuentos de escritores latinoamericanos como Abelardo Castillo, Quiroga, Ribeyro, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa y nuevos autores colombianos y algunos regionales se busca orientar a los chicos en la persecución de la idea de lo que es el género y la forma como se puede concebir. Lo demás es cuestión de tallerear los textos producidos y motivar el camino.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
La exploración creativa es a la vez exploración de sí y del otro: de la realidad personal y de la realidad en que el autor puede insertarse como sujeto cultural. En el proceso de formación de escritores resulta vital que se conviertan en lectores críticos, capaces de entrever los mecanismos de un texto y las herramientas escogidas para lograr los efectos estéticos. Los aciertos y desaciertos de las obras literarias permiten desarrollar una mirada crítica y, a la vez, identificar los gustos e intereses personales.
Cada sesión incluye un componente de lectura y una discusión comparada sobre la obra y el autor programado desde el inicio del taller, y digo comparada porque se aprende mucho de comparar cómo un autor realiza su oficio con relación a otros, cómo se opuso o complementó lo hecho por sus antecesores, etc., que es finalmente como el nuevo escritor concibe el oficio.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Las lecturas se realizan dentro y fuera del taller. Pueden ser de cualquier tipo –literarias o técnicas– y deben tener la intención de orientar hacia el cumplimiento del propósito de la sesión. Definir los textos que se leerán en cada etapa del proceso permite apoyar y pensar estratégicamente el desarrollo del taller.
En cuanto a la formación literaria es frecuente que la mayoría de los estudiantes lleguen con escasas lecturas o con lecturas muy escolarizadas. El taller trabaja autores a profundidad. Estos escritores son, por lo general, escritores cuya lengua materna es el español. Comenzamos leyendo autores contemporáneos y vamos trabajando hacia atrás privilegiando autores que no respondan al canon escolar. Leemos haciendo énfasis en la identificación de la técnica usada por el autor. Este es un principio propio del taller medieval que trabaja bajo el principio de modelación: se aprende de los expertos. Para poder leer como escritores nos apoyamos en el trabajo de la narratología que nos entrega conceptos como historia, relato, narración y demás.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Relata Liberatura, Ibagué, Tolima
Resulta práctico asegurarse de que la bibliografía esté disponible para los participantes en las bibliotecas locales o a través de internet. Igualmente se recomienda que el director del taller vaya configurando un acervo de textos que sirvan tanto a los procesos grupales como a los individuales en función de los proyectos que se están trabajando.
Utilizamos la colección de libros de la biblioteca de la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería, donde funciona el taller. Para el próximo semestre la Universidad ampliará la bibliografía disponible: ya se hizo un pedido de nuevos textos que estarán en la biblioteca a disposición de la comunidad universitaria.
Sandra Irene Tapias C., directora del Taller David Sánchez Juliao, Montería, Córdoba
En muchas ocasiones, ante la ausencia de librerías en Florencia, el trabajo se apoya en la bibliografía que aporta el director del taller; en otras ocasiones, en la misma perspectiva de apoyos documentales, ha sido relevante el aporte de la biblioteca del Banco de la República, por ejemplo, cuando se facilitó una “maleta” con cincuenta títulos, cuya circulación entre los miembros del taller fue un incentivo al trabajo.
Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje,
Florencia, Caquetá
En el taller usamos textos producidos por el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, los del Concurso Departamental de Cuento “La pera de oro” de Boyacá y las antologías de Relata, entre otros.
Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá
Desde luego la dinámica del trabajo requerirá textos no contemplados inicialmente en el programa y debe estar abierta a las propuestas, posibilidades y necesidades de los participantes. Sin embargo, su inclusión deberá articularse siempre con los objetivos trazados, de manera que las nuevas lecturas apoyen el proceso.
Esto es un poco azaroso. La bibliografía se va enriqueciendo a cada momento. Creo que los estudiantes deben tener unos referentes claros y que se deben construir unas mínimas guías, para quizá armar un canon. En el programa se definen los referentes para el trabajo de cada semestre, pero en cada sesión, entre todos, se sugieren lecturas y se hacen recomendaciones.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar
En el capítulo titulado “Herramientas bibliográficas” se propone un listado de lecturas literarias y técnicas, tanto impresas como en la web, que podrán servir al director para configurar la bibliografía de su taller.
Un taller de escritura creativa es como una reunión de alcohólicos anónimos.
–Hola, me llamo Jorge y quiero ser escritor.
En coro:
–¡Hola, Jorge, bienvenido! Cuéntanos tu historial.
Por supuesto, hay una diferencia notable: en las reuniones de alcohólicos anónimos uno quiere dejar un vicio, en los talleres literarios uno quiere terminar de adquirirlo.
Jorge Idárraga, participante del Taller El Cuento de Contar, Cali, Valle del Cauca
Los asistentes son el corazón de los talleres de escritura creativa. Participan de modo regular en las sesiones e intervienen activamente con sus textos, lecturas y comentarios.
Es un taller incluyente que admite a personas de múltiples orígenes y edades, no tiene filtro de selección. Pretende ser abierto. Intenta cumplir con los principios de la convención de Friburgo que dicen que las personas tienen derecho a ser formadas para la expresión artística. Está diseñado por niveles, lo que permite que los miembros avancen y mantengan proyectos. Aunque tiene espacio para la creación poética, esta no se desvincula de la narración pues poesía es todo. Está articulado por el taller de lectura y por un énfasis muy grande en leer para escribir.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller RELATA Liberatura, Ibagué, Tolima
Muchos de los talleres de RELATA están abiertos a toda la comunidad, no piden ningún requisito para participar y reúnen personas de los más diversos oficios, edades y procedencias: campesinos y profesionales, padres de familia y niños, adolescentes, jóvenes estudiantes y adultos mayores, con solo un punto en común: el gusto por la lectura y la escritura.
A nuestro juicio, la principal característica del taller es la variedad generacional y ocupacional de sus asistentes, entre los cuales se cuentan desde estudiantes universitarios hasta amas de casa. Entre las cualidades más especiales se puede anotar la integralidad del grupo, lo que ha permitido que en el interior del mismo se hayan tejido honestas relaciones de amistad. Otra cualidad muy importante es la diversidad de las voces literarias de los asistentes, siendo sus textos una expresión auténtica de cada uno.
Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia
Existen talleres dirigidos a poblaciones especiales de niños y adolescentes, adultos mayores, presidiarios o estudiantes.
Mi taller busca incorporar estudiantes universitarios y vincular a la universidad como escenario natural de la creación y la indagación. Esta es otra forma de vinculación de la universidad con la sociedad a nivel local y regional.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander
Otros talleres no se dirigen a una población específica, pero por su conformación, el lugar donde funcionan o alguna otra particularidad, atraen a cierto tipo de personas.
El taller funciona en la Universidad de Cartagena, es un taller abierto y no hace parte de ningún programa en especial, pero la mayoría de los asistentes son estudiantes de Comunicación Social o Lingüística y Literatura. Además, hay egresados de estos programas que luego de graduarse continúan en el taller.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar
Una característica notoria del taller es su conformación por profesionales de diferentes programas laborales: médicos, enfermero, bibliotecólogo, traductor, contador público, periodista, estadístico, tecnólogo en computadores, estudiante de idiomas, estudiante de bachillerato…
Édgar Trejos, director del Taller Plumaencendida,
Envigado, Antioquia
La cantidad de participantes en los talleres es variable. Algunos son muy concurridos, con treinta o cuarenta asistentes por sesión, mientras que otros atraen apenas a un puñado de personas. Muchos talleres empiezan con un grupo reducido y a medida que pasa el tiempo se nutre de participantes.
Nos citamos un grupo de cinco interesados, a la reunión asistimos inicialmente tres, luego cuatro y así se fueron sumando más y más hasta hoy, en que tenemos un promedio anual de treinta y cinco asistentes por sesión.
Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia
En algunos talleres ocurre lo contrario y el grupo inicial se reduce.
Una vez aprobado el proyecto de constitución del taller literario, por parte del Consejo Directivo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería, se procedió a la convocatoria dentro de la comunidad institucional. Inicialmente se inscribieron cuarenta y seis estudiantes de todos los programas de pregrado, y varios egresados. A la primera sesión del taller llegaron veintiséis. Sin embargo, por cuestiones de cruces entre el horario de clases de sus respectivos programas y los horarios del taller, actualmente hay dieciocho estudiantes activos. Como en el taller trabajamos dos veces a la semana, a cada sesión llegan alrededor de nueve asistentes. Así que el grupo de dieciocho se subdivide en dos grupos de nueve: unos llegan el lunes y otros el viernes.
Sandra Irene Tapias C., directora del Taller David Sánchez Juliao, Montería, Córdoba
Es recomendable que las personas que aspiran a vincularse a un taller presenten una carta en la que expliquen las razones que los motivan a hacerlo y la naturaleza del proyecto creativo que esperan realizar durante el taller. Estos son dos ejemplos de cartas de intención:
A los diez años tuve la buena fortuna de tener un gran maestro en el colegio y empecé a decir que de grande quería ser escritora. Cuando salí estudié literatura en la Javeriana, aunque pensando más en tener una carrera académica que en hacer literatura. Luego hice una maestría en España, en Estudios comparados de literatura, arte y pensamiento, de la que salí convencida de que la academia consistía en contar historias, así que prefería contarlas como narraciones literarias más que como ensayos académicos. Desde entonces he sido profesora y he editado una revista cultural que amo, pero necesito un lugar, guía y una comunidad que me ayude a contar las historias que tengo entre pecho y espalda. Porque de eso se trata la vida, de narrar.
Ana María Enciso Noguera, carta de intención, participante del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Mi vida cambió cuando recordé las palabras, las gentes, las tradiciones de mi natal Ciénaga-Magdalena leyendo Cien años de soledad. Cuando terminé de leer ese libro, un suspiro profundo fue el instrumento que me permitió canalizar todos los sentimientos que estaban guardados en mi subconsciente. No entendía cómo un libro podía hacerme sentir como si estuviera escrito solo para mí. Lo pensé mucho y empecé a identificarme con el autor, si se quiere a intentar imitarlo. A partir de ese momento, empecé a leer y leer más, a hacer cursos, a aproximarme a la literatura a través de muchas perspectivas y un cierto día empecé a aventurarme a escribir bajo el seudónimo de Leonidas Alonso. No se debe imitar a menos que el influjo sea muy fuerte, decía Horacio Quiroga, y consciente de esto, he intentado encontrar una voz y sigo en el proceso, pues me he dado cuenta de que si esa voz que surge es honesta y sincera, es probable que mis escritos lleguen a calar en lo más profundo de alguien, tal como me pasó a mí.
Jesús Manuel Paternina Durán, carta de intención, participante del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Las cartas de intención ayudan a conocer los propósitos de trabajo de cada participante, sus aspiraciones, afinidades y niveles formativos. Le sirven al director para hacer un balance del nivel del grupo y del enfoque con que deberá encararse el trabajo para que sea estimulante y productivo. Le permiten definir de entrada si será conveniente dividir el grupo en ciertas fases para hacer dinámicas específicas, reforzar habilidades o profundizar temas con algunos de ellos.
El taller de escritura creativa es el lugar ideal para los escritores en ciernes que buscan mejorar sus habilidades para la escritura literaria. Ello significa que estos deben por lo menos haber escrito algunos textos creativos, poéticos o narrativos.
Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca
No es una condición indispensable que los nuevos participantes de los talleres de escritura creativa hayan producido textos. Algunas veces se trata de personas a las que les gusta la lectura y desean probar suerte con la escritura. Sin embargo, en los talleres con más aspirantes que cupos disponibles el principal criterio de selección podrá ser la calidad de la producción literaria del aspirante y del proyecto que se proponga desarrollar en el taller. Así que también podrá pedirse que adjunten una muestra de su trabajo escrito y un texto donde presente su proyecto creativo.
El papel de los asistentes comprende:
El taller debe entenderse como un lugar de privilegio que supone en contraprestación unos compromisos que, si bien no han de constituir una camisa de fuerza, sí exigen la presencia y la voluntad expresa de los estudiantes de participar activamente en los procesos para avanzar y producir de forma constante.
Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca
Es importante que el director defina los siguientes puntos:
Taller Voces en el Esterero con Carolina Sanín en Buenaventura. 2018
Es fundamental que el taller tenga bien definidos unos criterios de evaluación que permitan saber si el trabajo realizado cumplió o no con los propósitos y de qué forma lo hizo. Estos criterios, además, harán posible que se realicen ajustes sobre la marcha, se construya un balance final y se tracen planes de acción y mejoramiento para nuevos ciclos.
Hace un par de años tomé la decisión de proponerles a los chicos dividir el grupo en dos: narrativa y poética. Si bien no considero imperativas las clasificaciones de géneros, me di cuenta de que metodológicamente podría ayudarme a avanzar mejor en la producción de cada uno. Puedo decir que así ha sido desde entonces. Se establecen dos horarios para cada grupo en la semana y el sábado nos reunimos todos en una sesión de unas cuatro horas largas. Al iniciar cada semestre los asistentes deben proponer un proyecto de escritura, por lo general, un conjunto de poemas o cuentos, y aunque se realicen otros ejercicios, el avance debe ir encaminado a la creación y reescritura de ese proyecto. Como se leen varias veces, al final del semestre todos conocemos el proceso de los textos. El criterio para evaluarlos es la calidad del avance en la reescritura, es decir, que se note que el texto mutó y que el asistente hizo uso de las herramientas ofrecidas en el taller.
Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
Así mismo, el taller debe manejar unos parámetros claros de calidad tanto en la producción como en la publicación de textos. Gracias a estos parámetros se podrán evaluar el trabajo y los procesos individuales de los asistentes.
Las sesiones de crítica son espacios para leer los trabajos de los compañeros. Estos trabajos surgen de ejercicios o de trabajo individual. Cada quince días miramos tres textos y leemos desde una perspectiva crítica. Tenemos un esquema de tres puntos básicos: 1. Manejo de la sintaxis o estructura: se buscan las estructuras propias del género, es decir, si es un cuento o una crónica y cómo el texto responde a esa tipología; miramos la propuesta estructural y cómo funciona. 2. Información: vemos si la información entregada en el texto es necesaria y suficiente para comprenderlo, si sobra o falta, si está bien estructurada, si contribuye a la tensión del cuento (dramática o emotiva); miramos verosimilitud, credibilidad y la relación con el lector. 3. Manejo del código: miramos cómo se han tratado el lenguaje, el idioma, la gramática, los registros de los personajes y, por supuesto, asuntos como la ortografía y la estructura de la frase.
Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
La evaluación de la producción de los participantes es uno de los elementos fundamentales del taller: al tratarse de un espacio de enseñanza no formal, la evaluación supone hacer una retroalimentación del trabajo realizado y, en consecuencia, permitir al participante valorar su propio proceso como escritor en formación.
En principio los interesados sienten que evaluar los textos es también evaluar al autor. Es algo sobre lo que cada año tenemos que trabajar. En el proceso de creación y en el avance del autor se consideran distintos factores: la búsqueda personal y aspiraciones de quien escribe (¿desea ser escritor?, y más que desear, trabaja y se disciplina como tal o busca solo mejorar su actual nivel, etc.). También se toman en cuenta su edad y sus características personales, el tiempo que lleva en el taller y otras variables que no son iguales en cada caso. Es decir, hago un ejercicio de valoración individual. Puede decirse que el autor no importa, que solo importa el texto y así va sucediendo a medida que ellos recorren su camino. La meta es que el texto valga y se defienda solo, sin otra consideración, y ese es el proceso que vamos cumpliendo gradualmente. Una primera evaluación la hace el colectivo con sus dudas, comentarios y sugerencias. La que corresponde al director se concentra en una revisión de aspectos técnicos, de coherencia y sentido.
Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander
Es muy importante que los participantes aprendan a identificar lo que cada texto necesita para ser sólido y contundente. Así tendrán control sobre él y conseguirán que los recursos que empleen y los efectos logrados sean fruto de decisiones conscientes y no de meros accidentes. El grupo debe aprender a actuar como el editor de los textos de los demás, para que logren ver su trabajo con nuevos ojos y puedan reconocer sus virtudes y fallos. La retroalimentación enriquece el propio producto creativo y sirve para dar mayor autonomía al trabajo individual.
Cuando un texto se pone a consideración de los estudiantes se hace con la certeza de que es un producto en proceso y está sujeto a recibir opiniones de diversos puntos de vista que permitirán mejorar tanto la técnica narrativa como la historia. En ese orden, al tallerear un cuento, se tienen presentes las lecturas hechas, los aportes narrativos dejados por los maestros del canon y las recomendaciones que antes han dado los escritores que visitaron el taller. Sin embargo, aunque el texto tenga elementos a mejorar, falle en algunos aspectos, también se destacan los aspectos positivos y se valora el acto de escribir.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Teniendo en cuenta su fuerte carácter subjetivo, la evaluación no solo debe considerar los resultados y las habilidades adquiridas, sino también los procesos, el empeño y la disciplina de cada participante para trabajar con el texto, que son en definitiva los que le permiten obtener resultados. Parte fundamental de un buen proceso es que el participante supere su desempeño inicial, afiance sus habilidades y persevere en el desarrollo de sus proyectos creativos. Desde luego, algunos proyectos desembocarán en un punto muerto, pero es importante no abandonarlos a medio camino sin haber trabajado lo suficiente en ellos o sin buscar alternativas para llevarlos a feliz término.
La evaluación, en su sentido convencional, es un tema de mucha polémica cuando se trata de la creación literaria, no solo por tratarse de un asunto absolutamente subjetivo, sino por las repercusiones negativas que puede tener una observación poco sustentada o arbitraria. Lo que procuro hacer es una valoración del proceso de cada texto narrativo, desde su concepción hasta el borrador final, y realizar observaciones de las que excluyo el criterio del gusto. Es decir, observaciones apegadas a los temas vistos en el taller y la manera como fueron asumidos o podrían mejorarse.
Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.
Hay que enfatizar que la corrección de los textos provendrá de los participantes mismos y no exclusivamente del director del taller. También que en el momento de hacer los aportes o las críticas se deben poner entre paréntesis los gustos personales.
La selección de textos en el interior del taller se realiza de la siguiente manera: el escritor lo trae impreso para cada uno de los asistentes, con el fin de que todos puedan seguir su lectura; proponemos que la primera lectura la haga el autor; la segunda la realiza cada uno; seguidamente, pasamos a una ronda de sugerencias críticas –si las hay– con el fin de que el escritor pueda enriquecer su texto. La propuesta que se le hace es que más que defender su texto procure recoger la mayor cantidad de aportes que le resulten valiosos para el enriquecimiento del mismo. El segundo paso es volver sobre el texto reescrito. En algunas ocasiones se repite el trabajo grupal, en otras se hace solo con el director. Este procedimiento se realiza con todos los textos que los participantes presentan. Empero, a la hora de proponer alguno para un premio o concurso, se tiene en cuenta la madurez narrativa o poética, la autenticidad de la voz y la ingeniosidad de la estructura.
Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia
Una retroalimentación completa del proceso al cierre del ciclo –en la que cada opinión esté debidamente sustentada–, junto con la entrega de un certificado de asistencia al taller, fomenta la constancia del trabajo de los participantes dentro y fuera del taller y les permite finalizar su experiencia formativa con una clara conciencia del progreso realizado y de los aspectos por trabajar en el futuro.
Los textos se van corrigiendo en cada sesión con ayuda de los participantes. El autor se encarga de hacer las correcciones y volver a presentar el texto hasta que quede conforme con el resultado. El mejor texto de cada sesión se publica en el blog de nuestro taller.
Johanna Marcela Rozo Enciso, directora del Taller Rayuela, Pamplona, Norte de Santander
Por otro lado, como todo proyecto institucional de impacto cultural, educativo y social que desee ser sostenible en el tiempo, RELATA trabaja en el registro y la valoración de sus acciones y experiencias. Por ello se ha elaborado una matriz que le permite observar estratégicamente su desempeño, detectar maneras de mejorar y reconocer a quienes sobresalen por sus iniciativas, empeño y producción.
La matriz, que puede ser de utilidad para los directores de taller al momento de establecer sus criterios de autoevaluación, es esta:
Criterio |
Indicador |
Calidad en la formación |
Disponer de un programa bien estructurado en su metodología, sus objetivos, sus estrategias y los resultados que espera. |
Estabilidad y trayectoria |
Contar mínimo con un año de antigüedad en el programa. Este indicador supone también lograr la estabilidad de las alianzas territoriales para el funcionamiento del taller. |
Producción y socialización |
Producción literaria permanente y de calidad verificable, que involucre procesos de edición y publicación regional del material y su socialización a nivel local. |
Gestión e innovación |
Tener proyectos de formación o divulgación innovadores, incluyentes y bien planificados. Estos proyectos deberán ser adecuadamente registrados a través de informes o documentos de divulgación, de tal manera que luego se puedan reproducir. |
Relación orgánica con la región y reconocimiento |
Haber logrado un entendimiento de un contexto específico; ejercer una influencia social y educativa sobre su población objetivo y sobre el entorno cultural, que se verifique en testimonios, reseñas de medios locales, premios o estímulos obtenidos, entre otros. |
Evaluación y autoevaluación |
Realizar procesos de seguimiento y mejoramientos fundados en el diagnóstico base de la población –previo al desarrollo de las actividades–, en la sistematización del trabajo realizado –logro de objetivos– y en la divulgación de sus resultados. |
La visita del escritor confronta a los participantes con el mundo real de la literatura, con el oficio y con las personas que viven de ese oficio. Es un baño de realidad para el participante.
Antonio García Ángel, escritor
Una de las funciones más importantes de RELATA es facilitar el intercambio entre escritores reconocidos y los directores y participantes de los talleres. Los escritores actúan como padrinos: acompañan el proceso de los directores y al mismo tiempo guían a los participantes y los nutren con su propia experiencia.
Uno de los propósitos de nuestro taller es estudiar las obras de escritores nacionales e internacionales y lograr que algunos de ellos nos visiten y compartan sus experiencias de creación.
Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca
Para el mayor aprovechamiento de las visitas de los escritores se recomienda que el director del taller busque la manera de que la experiencia del escritor sirva para entender los procesos creativos de los participantes, según la etapa en la que se encuentre el taller o el tema que se esté tratando. Por ejemplo, resulta provechoso propiciar con antelación una reflexión colectiva sobre la obra del escritor visitante.
Debe haber un periodo previo a la visita en que el director dé a conocer al invitado, los asistentes lean su obra, analicen su escritura y se planteen dudas. De igual manera el director debe conversar con el invitado, contarle del grupo, de los gustos y lo percibido en los talleres. Debe enviarle los textos que quiere que sean leídos, así el invitado tendrá bases para opinar, preparar el tema que crea más acorde y ayudar lo más al taller. Durante la visita, el director debe permitir toda la intervención crítica del invitado, incluso debe exigir, preguntar y sugerir profundidad sobre algún tema. Después de la sesión con el taller debe haber una charla director-invitado en la que se toquen las recomendaciones, los consejos literarios y, de ser posible, se programe una retroalimentación virtual que acompañe el proceso o, de ser el caso, una segunda visita.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Los escritores desarrollan talleres especiales de apoyo a los procesos locales y brindan un cierto acompañamiento al grupo, de modo tal que puedan hacer un seguimiento a los avances del mismo y enfocar su aporte según las necesidades particulares de cada uno.
Cuando un escritor nacional llega a talleres como RELATA Arauca, los asistentes hacen un esfuerzo por conocer su obra, lo que hace que amplíen sus lecturas; se exigen más en corregir los textos que quieren presentarles, lo que los ayuda a tener un nivel más crítico tanto de los textos que producen como de los que producen los compañeros; de la misma manera, el director tiene un modo propio de crecer ante estas mismas situaciones (de conocer al escritor y de tallerear los escritos), pero, además, luego de la visita, en las recomendaciones que recibe a solas, en lo que se aprende sin preguntar, de forma silenciosa, los directores ganan mucho conocimiento que les permitirá hacer crecer el taller.
Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca
Lo interesante de la experiencia de intercambio que suscitan las visitas no es solo que los participantes y directores las encuentren muy estimulantes para su trabajo y reafirmantes para su vocación de escritores –pues los autores ayudan, entre otras cosas, a desmitificar y humanizar la figura del escritor–, sino que los mismos escritores manifiestan aprender sobre su oficio y sobre el país como contexto de su producción a través de experiencias de debate que los confrontan y aportan una gran riqueza a su propia construcción de narrativas.
RELATA comenzó a ser una aliada para mí: una especie de biblioteca humana difícil de conseguir en ninguna parte, un proveedor de país, de acentos, de comidas, de preocupaciones, de nombres de gente hermosa que trabaja con las uñas en algo tan “inoficioso” como es la literatura. Y comencé también a darme cuenta de que los señoritos de la capital nos quejamos mucho, aun cuando tengamos a nuestro servicio el aparato cultural más grande del país. Y que toda esa gente de provincia vive ávida de conocimiento, como si hubieran nacido ayer. No ostentan el descreimiento capital tan duro, se la pasan consiguiendo revistas literarias, leyendo los escasos libros que poseen, intercambiando ideas, textos y vida, con la impronta de una enorme sonrisa de optimismo en el rostro. Así que mi país, después de RELATA, huele realmente a país. Huele a manglar y a selva, a sabanas costeñas y montañas cafeteras, huele a Old Parr y vallenato, a ganado llanero y a frontera, a cervezas tomadas en distintos malecones, a un país que se está haciendo, quizá por primera vez, desde su propio imaginario. Mi lectura de país es mucho más amplia gracias a esos pequeños talleres literarios a lo largo y ancho del territorio nacional. Puedo decir, por tanto, que también soy un beneficiario de RELATA.
Cristian Valencia, escritor
El papel del escritor comprende:
Para solicitar las visitas de los escritores, el director del taller puede sugerir máximo tres nombres, en orden de prioridad. Algunos autores tienen su agenda comprometida y en caso tal se extiende la invitación a otro autor. El Ministerio apoya la visita de un solo invitado por taller.
Un taller de escritura literaria ha de crear una atmósfera en la cual se puedan construir vasos comunicantes con otras expresiones artísticas que le sean afines, facilitando de esta manera su expresión, puesto que en estos tiempos de disolución de casi todo lo que creíamos sólido conviene estar atento a las nuevas manifestaciones artísticas que constituyen procesos experimentales, y literaturas expandidas, que involucran cortes bruscos con los métodos y formas tradicionales o bien proponen fusiones factibles en el hipertexto de la cultura actual.
Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca
Para elegir a sus invitados, el director deberá tener claros los siguientes puntos:
Es importante que el director del taller tenga presentes, en su hoja de vida, los logros que ha obtenido a lo largo de su carrera como escritor, docente o gestor cultural:
Es necesario que el director tenga los certificados de las distinciones obtenidas y las evidencias de las obras publicadas, si los hay.
Los directores de taller que tienen una trayectoria en RELATA deben detallar los logros obtenidos por los participantes de sus talleres:
Así mismo debe contar con los certificados de los galardones obtenidos y las evidencias de las obras publicadas.
Algunos talleres de escritura creativa realizan actividades de promoción en medios o plataformas virtuales. Otros desarrollan actividades complementarias o paralelas como tertulias literarias, programas radiales o eventos abiertos al público como ferias del libro, conversatorios o conferencias.
Nuestro taller ha encontrado en el Fondo Mixto de Cultura del departamento su más importante aliado para la realización de eventos como el Encuentro Regional de Escritores, que este año alcanzó su novena versión, con la anexión del taller Tintas de Yopo de Yopal, Casanare, con un intercambio frecuente de actividades tendientes al apoyo de la promoción, edición y divulgación de obras y autores de la Orinoquia y los escritores invitados por el Ministerio de Cultura, a través de la gestión de RELATA, lo que se constituye en un invaluable aporte al proceso de creación individual y colectivo.
Edwin Tobón González, director del Taller Guaviarí, San José del Guaviare, Guaviare
El director debe establecer si su taller contará con actividades adicionales, tales como:
Una de las mayores falencias en la implementación y el desarrollo de talleres de escritura creativa la encontramos quienes en muchos departamentos nos vemos enfrentados a la triste realidad de tener gobernantes “incultos”, que no dan ningún valor o importancia al quehacer cultural ni al género literario, lo que nos obliga a depender de convocatorias externas o de apoyos, no tan frecuentes, como el del sector privado.
Edwin Tobón González, director del Taller Guaviarí, San José del Guaviare, Guaviare
RELATA brinda soporte a los talleres asociados de varias maneras:
Algunos talleres no tienen más apoyo que el de RELATA y otros no pertenecen a ninguna red. Es así como algunos talleres se sostienen gracias al desinteresado trabajo de sus directores.
Mi taller nació por iniciativa propia, con una amiga que convocó a un grupo de personas interesadas en leer y escribir.
Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca
Algunos directores, con el fin de obtener recursos, aplican a las convocatorias que ofrecen el Ministerio de Cultura y otras instituciones.
El taller inició con un antecedente de tertulia literaria denominada El Túnel, que se fundó en 2005. Con ese proyecto obtuvimos cinco premios de Mincultura y Fundalectura. Los interesados nos reuníamos a hablar de nuestros libros favoritos y a estudiar la historia de la literatura. Ese proyecto duró cinco años. Luego, producto de la lectura, quisimos explorar la escritura y así surgió, en 2007, el taller de escritura. Iniciamos con reuniones para leer los textos y hacer críticas y también para seguir leyendo. En 2010 participamos en la convocatoria de Tertulias del Bicentenario y estuvimos dentro de los ganadores.
Johanna Marcela Rozo Enciso, directora del Taller Rayuela, Pamplona, Norte de Santander
Muchos talleres tienen lugar dentro de bibliotecas, universidades, casas de la cultura o son contratados por instituciones como el Banco de la República, cajas de compensación o secretarías municipales.
Hace algunos años el Centro de Formación de la Cooperación Española convocó a un grupo de escritores de la ciudad para conformar un taller de escritura bajo la dirección de Óscar Collazos, y tuvo como invitados a Cristina Fernández Cubas, Alfredo Bryce Echenique y Senel Paz, con quienes tuvimos sesiones durante tres meses. Luego de ese tiempo a un grupo se nos ocurrió seguir trabajando juntos. El grupo que está hoy es heredero de toda esa historia.
David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar
Algunos de los directores reciben honorarios a cambio de su trabajo o apoyos no económicos en forma de difusión en los medios, refrigerios para los participantes o el salón donde tienen lugar las reuniones.
En la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería hacía falta un espacio para desarrollar destrezas literarias, y dentro de la comunidad existen personas que gustan de la literatura y tímidamente se acercan al mundo literario con el ánimo de escribir o de ampliar sus posibilidades de lectura. Por ello se presentó ante la Vicerrectoría Académica la iniciativa de crear un taller literario, y ahí comenzó el proceso de análisis del proyecto y su viabilidad. Dentro del proceso de constitución del taller ha sido fundamental el apoyo de la directora de la biblioteca y del vicerrector académico.
Sandra Irene Tapias C., directora del Taller David Sánchez Juliao, Montería, Córdoba
En cualquier caso, el director del taller deberá decidir cómo gestionará los recursos de su taller y logrará que este sea sostenible en el tiempo.
La sostenibilidad se cimenta en la voluntad y decisión de los integrantes del taller, apegados a sus intenciones creativas.
Edwin Tobón González, director del Taller Guaviarí, San José del Guaviare, Guaviare
Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta con Arauca con Betuel Bonilla. 2018
La escritura creativa funciona a partir de la emoción y la intención. Su propósito es traducir ambas en palabras. Para hacerlo existen infinidad de métodos, quizás tantos como autores.
Cada novelista debe inventar su propia técnica, esta es la pura verdad. Toda novela digna de llamarse tal es igual que otro planeta, grande o pequeño, tiene sus propias leyes, así como su propia flora y fauna.
Francois Mauriac, “El arte de la ficción N.° 2”
Todo texto literario comienza con una idea que puede ser precisa y diáfana o abstracta y difícil de aprehender: una chispa creativa.
No sé de otros testimonios que puedan ayudar a comprender el proceso desencadenante y condicionante de un cuento breve digno de recuerdo; apelo entonces a mi propia situación de cuentista y veo a un hombre relativamente feliz y cotidiano, envuelto en las mismas pequeñeces y dentistas de todo habitante de una gran ciudad, que lee el periódico y se enamora y va al teatro y que de pronto, instantáneamente, en un viaje en el subte, en un café, en un sueño, en la oficina mientras revisa una traducción sospechosa acerca del analfabetismo en Tanzania, deja de ser él y su circunstancia y sin razón alguna, sin preaviso, sin el aura de los epilépticos, sin la crispación que precede a las grandes jaquecas, sin nada que le dé tiempo a apretar los dientes y a respirar hondo, es un cuento, una masa informe sin palabras ni caras ni principio ni fin pero ya un cuento, algo que solamente puede ser un cuento y además en seguida, inmediatamente, Tanzania puede irse al demonio porque este hombre meterá una hoja de papel en la máquina y empezará a escribir aunque sus jefes y las Naciones Unidas en pleno le caigan por las orejas, aunque su mujer lo llame porque se está enfriando la sopa, aunque ocurran cosas tremendas en el mundo y haya que escuchar las informaciones radiales o bañarse o telefonear a los amigos.
Julio Cortázar, “Del cuento breve y sus alrededores”
Esta primera chispa logra su maduración por medio de preguntas: ¿Qué quiero decir o contar?, ¿cómo quiero hacerlo?; ¿a quiénes les ocurre la historia?, ¿dónde y cuándo tiene lugar? Es importante que al inicio del proceso creativo se abra un diálogo tanto con el director como con los otros participantes del taller con el fin de que el autor pueda explorar su intuición inicial. A partir de las preguntas que se haga a sí mismo y de las preguntas que le hagan los otros, de la conversación con sus pares y las lecturas de obras similares o complementarias podrá delimitar el tema que lo ocupa, pensar sus posibles desarrollos y, poco a poco, lograr su maduración.
La escritura de un texto narrativo se asemeja a la puesta en escena de una obra de teatro, a la producción de una película, al montaje de una danza, a la pintura de un cuadro, a la toma de una fotografía y al diseño y construcción de una obra arquitectónica.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
Algunos autores, antes de sentarse a escribir, trazan un plan exhaustivo donde establecen el tono y el ritmo, las acciones principales, el narrador y los personajes. Otros, en cambio, prefieren no tener un mapa detallado sino más bien lanzarse a la aventura de escribir y utilizan como brújula el detenerse cada tanto, revisar lo hecho y replantear el rumbo que va tomando su texto. Otros escriben sin planes, mapas o brújulas y dejan que el texto mismo vaya definiendo sus derroteros, solo cuando lo completan se devuelven para ajustar las inconsistencias y atar los cabos sueltos.
Quiero decir que para escribir lo mejor que puedas te corresponde construir tu propia caja de herramientas y luego fortalecer lo suficiente los músculos para que puedas llevarla contigo. Entonces, en lugar de ver un trabajo difícil y desanimarte, tal vez agarrarás la herramienta correcta y te pondrás inmediatamente a trabajar.
Stephen King, Mientras escribo
Sea cual sea el camino que elija el participante del taller, su trayecto se debe ponderar en el trabajo grupal: con preguntas que le permitan desarrollar el texto, crearle unas reglas propias, ponerle límites y forjarlo de un modo coherente.
Con base en sus intuiciones iniciales y las exploraciones hechas en el taller, los participantes escriben un primer borrador.
Escribo, entonces, muy rápidamente, una primera versión manuscrita, “a mano alzada”, con infinidad de errores y lagunas: lo único que me importa en esta etapa es aprovechar el impulso narrativo antes de que se desgaste y, sobre todo, descubrir la estructura total del relato. Esa estructura que luego, durante meses, años incluso, rellenaré.
Leopoldo Brizuela, en “El revés de la trama. Encuesta a once narradores contemporáneos”
Algunos directores establecen criterios puntuales sobre la forma en que este primer borrador debe presentarse, por ejemplo, con una cierta extensión o un interlineado y una fuente determinadas. No es un mero capricho: en los medios editoriales se suele trabajar a doble espacio y con una fuente convencional tamaño doce. Es recomendable que los participantes de los talleres se ajusten a las exigencias del medio.
Un escritor profesional es un artesano aplicado.
Abelardo Castillo en entrevista con revista Ñ, “Ser escritor, el oficio de lo incierto”
Tanto el director como los integrantes del taller deben leer previamente los trabajos, con tiempo suficiente para hacer comentarios y recomendaciones. Durante la sesión podrán compartir y discutir sus observaciones con el autor y entregarle el texto con los comentarios por escrito para que pueda sopesarlos, con calma, en su casa.
Ya Capote insistía en la idea del escritor con la posesión de un don que trae consigo también el azote. Eso y no otra cosa es la escritura. Todos soñamos con el cuento memorable que tal vez la mayoría no consiga. Pero lo intentamos una y otra vez, y en eso se nos va nuestra vida, nuestro aliento, y a veces, muy a veces, somos felices haciéndolo.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
El autor debe seguir trabajando con base en los comentarios y sugerencias del director y sus compañeros. El desarrollo de un texto exige responderse muchas preguntas, tomar decisiones y con frecuencia desandar el camino y buscar otras posibilidades: suponer un desenlace diferente, intentar otro tipo de narrador, acrecentar las tensiones, trabajar con mayor profundidad en los personajes, darle relevancia al universo narrativo, eliminar los clichés, pulir las metáforas o ajustar las frases.
Hay que aprender a desechar. Un buen escritor no se conoce tanto por lo que publica como por lo que echa al cesto de la basura. Los demás no lo saben, pero uno sí sabe lo que echa a la basura, lo que va desechando y lo que va aprovechando. Si desecha es que va por buen camino. Para escribir uno tiene que estar convencido de que es mejor que Cervantes; si no, uno acaba siendo peor de lo que en realidad es. Hay que apuntar alto y tratar de llegar lejos. Y hay que tener criterio y, por supuesto, valor para tachar lo que haya que tachar y oír opiniones y reflexionar seriamente sobre ellas.
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
Es preciso saber identificar lo que le sobra y lo que le falta a cada texto y recordar que la escritura es un largo proceso en el cual hay que reescribir una y otra vez. Siempre es recomendable tomar distancia del texto para poder leerlo con ojos nuevos, pero al mismo tiempo hay que saber detenerse en un momento dado para evitar caer en un proceso de corrección excesiva que lo arruine. Es tanto o más grave dejar un texto sin trabajar como corregirlo en demasía.
Ahora bien, en cuanto al proceso de corrección, que, como dije, es mucho más largo que el de escritura, suele terminar por dos razones: 1) porque tengo una fecha inaplazable de entrega, o 2) por cierta forma de cansancio que quizás sea interesante analizar aquí. No se trata simplemente de agotamiento mental o físico, sino de una sensación de confusión absoluta, de haber olvidado los criterios por los que se ha corregido hasta el momento, e incluso cualquier otro código, de modo que se duda hasta de las verdades más elementales, como la corrección de que el sujeto anteceda al predicado o la existencia de la palabra “casa”. Es el momento de abandonar el texto, porque cualquier decisión que se tome resultará, por supuesto, sumamente peligrosa.
Leopoldo Brizuela, en “El revés de la trama. Encuesta a once narradores contemporáneos”
El proceso de escritura requiere de varias lecturas, distancia y paciencia para saber esperar el momento de darlo por acabado, sin prisas o presiones que afecten el tiempo natural de maduración que tiene todo texto literario.
Evan Connell dijo una vez que sabía que había concluido un cuento cuando se descubría repasándolo y quitándole comas y luego volviendo a recorrerlo y poniéndole comas en los mismos lugares. Me gusta esa manera de trabajar. Respeto ese tipo de cuidado con lo que se está haciendo. Es todo cuanto tenemos finalmente, las palabras, y es mejor que sean las apropiadas, con la puntuación en los lugares correctos para que puedan decir mejor lo que están destinadas a decir.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
Los aportes de uno o varios lectores de confianza deben continuar a lo largo del proceso, pues permitirán ver las debilidades que el autor no tiene la capacidad de detectar por sí mismo.
La cuestión estaba en que ese cuento, o el capítulo de la novela, iba a ser revisado diez veces en el transcurso del semestre antes de que Gardner quedara satisfecho con él. Era uno de sus principios fundamentales que el escritor encontrara lo que deseaba decir en el proceso de ver lo que había dicho. Creía en revisar, en una revisión interminable. Era algo muy metido en su corazón y que consideraba vital para los escritores, no importa en cuál etapa de desarrollo se encontraran. Y nunca parecía perder la paciencia en las relecturas de un cuento, aunque lo hubiera visto ya en cinco de sus encarnaciones previas.
Raymond Carver, “Taller de narrativa”
Es importante que los autores se esfuercen por entregar sus borradores finales lo más limpios posibles. Para ello deben realizar múltiples lecturas, analizando el sentido de cada frase, los giros del lenguaje y el uso del idioma con ayuda de diccionarios y otras herramientas bibliográficas especializadas.
En cuarenta años de literatura aprendí dos o tres cosas más, pero, por decirlo así, son de orden moral. Por ejemplo: corregir encarnizadamente un texto no es una tarea retórica o estilística, es un trabajo espiritual. Paul Valéry ya habló de la ética de la forma: corregir es una empresa espiritual de rectificación de uno mismo.
Abelardo Castillo, Ser escritor
Una vez hayan conseguido un manuscrito –el texto ya acabado que se entrega al editor– es imprescindible que este sea sometido a una corrección externa por parte de un especialista en el tema. El director del taller o algún compañero competente en esa área pueden asumir el reto.
Tenemos escritores tan tacaños que economizan la puntuación. Otros despilfarran las comas a manos llenas, como esparciendo semilla. El arte no es economía ni despilfarro. Es la proporción dentro de lo necesario.
Jaime Jaramillo Escobar, “¿Por qué es necesaria la buena puntuación?”
En el capítulo “Herramientas bibliográficas”, en el apartado “Para la edición y corrección de textos”, se presenta un listado de diccionarios y enlaces a sitios web especializados, que serán de utilidad a la hora de las correcciones.
Hay dos tipos de correcciones: de estilo y ortotipográfica que, si bien suelen trabajarse en simultáneo, son de índole distinta.
El trabajo de corrección de estilo está orientado a la adecuada redacción del texto, es decir, a lograr una correcta versión en el sentido gramatical, ortográfico y semántico, según las normas establecidas por la Real Academia Española y los usos heredados por la tradición literaria.
Lo que llamamos estilo sucede más allá de la gramática. “No es lo mismo decir: ahí está la ventana” que “la ventana está ahí”. En un caso se privilegia el espacio; en el otro, el objeto. Toda la sintaxis es una concepción del mundo.
Abelardo Castillo, Ser escritor
La corrección de estilo implica enmendar, sin alterar el sentido original del texto, errores de redacción.
Como su nombre lo indica, la corrección ortotipográfica busca ajustar la presentación ortográfica y tipográfica del texto a las pautas establecidas por un criterio editorial determinado.
Sirve para darle identidad y unidad al texto en sus elementos gráficos, es decir, en la forma como se presentan los títulos, los índices, las citas, los diálogos, los distintos estilos de letra (las redondas, cursivas o negritas, por ejemplo) y las bibliografías.
La corrección ortotipográfica se basa en criterios estéticos, en el estilo y el diseño propios de la editorial, y, por tanto, varían de una publicación a otra.
Dado que se escribe con la intención de ser leído por otros, se espera que el proceso se cierre con la publicación del texto en el blog del taller o en otros formatos digitales o impresos como la antología anual de RELATA.
Nadie escribió nunca un libro. Solo se escriben borradores. Un gran escritor es el que escribe el borrador más hermoso.
Abelardo Castillo, Ser escritor
La antología de RELATA busca alimentar la capacidad reflexiva y crítica de los autores, gracias al nuevo intercambio que se tiene con los lectores. Se llega a ella cuando un texto ha sido evaluado, madurado, corregido por uno o varios lectores y, sobre todo, cuando ha pasado por las manos de un editor profesional externo al taller, tal como lo hacen las obras de los autores que circulan en el gran mercado.
Toda obra literaria surge de una intuición: un recuerdo, una conversación escuchada a otros, una sensación, un sueño, una historia leída en un libro… Por lo general, ese impulso inicial está estrechamente ligado a las preocupaciones, intereses, deseos o miedos más profundos de quien escribe.
Lo que más me importa en este mundo es el proceso de la creación. ¿Qué clase de misterio es ese que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella, morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar, que al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
Para desatar el potencial creativo de los participantes, es importante que en los talleres se desarrollen ejercicios que permitan explorar las distintas fuentes de la creación literaria o detonadores: las fuerzas que echan a andar la escritura.
Alguna vez creí –mejor dicho, tuve la ilusión de creer– que iba a descubrir de pronto el misterio de la creación, el momento preciso en que surge una idea. Pero cada vez me parece más difícil que ocurra eso. Desde que comencé a impartir estos talleres he oído innumerables grabaciones, he leído innumerables conclusiones tratando de ver si descubro el momento exacto en que surge la idea. Nada. No logro saber cuándo es. Pero entretanto, me hice un adicto del trabajo en taller. Se me convirtió en un vicio esto de inventar historias colectivamente…
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
Los detonadores pueden ser experiencias o preocupaciones del escritor, pero también imágenes vistas al azar o vivencias de otras personas. Son estímulos externos que ayudan al escritor a encontrar sus más íntimas motivaciones para escribir.
Me acuerdo de una cita curiosa, creo que de Roger Fry; un niño precozmente dotado para el dibujo explicaba su método de composición diciendo: First I think and then I draw a line round my think (sic). En el caso de estos cuentos sucede exactamente lo contrario: la línea verbal que los dibujará arranca sin ningún “think” previo, hay como un enorme coágulo, un bloque total que ya es el cuento, eso es clarísimo aunque nada pueda parecer más oscuro, y precisamente ahí reside esa especie de analogía onírica de signo inverso que hay en la composición de tales cuentos, puesto que todos hemos soñado cosas meridianamente claras que, una vez despiertos, eran un coágulo informe, una masa sin sentido. ¿Se sueña despierto al escribir un cuento breve?
Julio Cortázar, “Del cuento breve y sus alrededores”
Para muchos escritores los detonadores son esenciales por cuanto les permiten superar el terror a la hoja –ahora pantalla– en blanco o dejar atrás periodos de sequía literaria. Funcionan como una carnada en la mente creativa del escritor: si se lanzan varios anzuelos es posible que la jornada rinda sus frutos.
Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. Y encontré ese tiempo un buen día, a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
A continuación se presentan algunas de las principales fuentes de la creación literaria, con sugerencias de ejercicios que sirvan de detonadores para la escritura y ejemplos de textos de grandes autores de la literatura universal o producidos en los talleres de RELATA.
La literatura de la memoria, también él lo sabía, era el último refugio de los canallas.
Umberto Eco, El péndulo de Foucault
Existe una literatura que se compone tomando como base los recuerdos y la propia experiencia: las memorias, las autobiografías, las autoficciones, la poesía evocativa, la literatura confesional… Hay quienes van más allá y afirman que toda la literatura –incluso la más imaginativa y en apariencia alejada de la realidad– parte siempre de eventos sucedidos al autor.
La raíz de todas las historias es la experiencia de quien las inventa, lo vivido es la fuente que irriga las ficciones. Esto no significa, desde luego, que una novela sea siempre una biografía disimulada de su autor; más bien que en toda ficción, aun en la de imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligada a una suma de vivencias de quien la fraguó.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
Es materia de discusión si la memoria y la propia experiencia son las fuentes de toda creación literaria. Lo que sí es cierto es que en la historia de la literatura se han fraguado grandes obras tomando como punto de partida los recuerdos.
La primera idea que yo tuve de Cien años de soledad, la primera imagen –porque yo lo primero que tengo de un libro es una imagen– es la de un viejo que lleva a un niño a conocer el hielo. […] Es la imagen de una vez que mi abuelo me llevó a conocer un dromedario en un circo. Pero, al mismo tiempo, en Aracataca, donde vivíamos nosotros, yo nunca había tenido la oportunidad de conocer el hielo. Una vez, al comisariato de la compañía bananera llegaron unos pargos congelados, y me llamó mucho la atención ver aquellos pargos que parecían piedras, y se lo pregunté a mi abuelo. Y mi abuelo, que siempre me lo explicaba todo, me dijo que parecían piedras porque estaban congelados, y yo le pregunté qué eran congelados y me dijo que los habían metido en hielo, y yo le pregunté qué era hielo, y me agarró de la mano y me llevó al comisariato, pidió que abrieran una caja de pargos congelados y yo conocí el hielo. Y claro, al tener que decidir entre el dromedario y el hielo, yo me quedé con el hielo, porque, literariamente, era mucho más sugestivo. Lo que es increíble ahora es que, de esa imagen sencillísima, partió todo Cien años de soledad.
Gabriel García Márquez, en Los orígenes del relato. Los lazos entre ficción y realidad en la obra de Gabriel García Márquez
Los recuerdos no son los hechos tal como sucedieron sino como los guardamos en la memoria: son materia transformada a través del tiempo, por las emociones y los trucos que nos juega el inconsciente. En ese sentido están más cerca de la ficción que de la realidad. Además suelen ser fragmentarios: pedazos de eventos más complejos, meras sensaciones, olores o imágenes.
Me atrevo a sostener que no hay excepciones a esta regla y que, por lo tanto, la invención químicamente pura no existe en el dominio literario. Que todas las ficciones son arquitecturas levantadas por la fantasía y la artesanía sobre ciertos hechos, personas, circunstancias, que marcaron la memoria del escritor y pusieron en movimiento su fantasía creadora, la que, a partir de aquella simiente, fue erigiendo todo un mundo, tan rico y múltiple que a veces resulta casi imposible (y a veces sin casi) reconocer en él aquel material autobiográfico que fue su rudimento, y que es, en cierta forma, el secreto nexo de toda ficción con su anverso y antípoda: la realidad real.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
Por su naturaleza, los recuerdos son materia ideal para la escritura creativa: están cargados de sentido y emociones, pero son maleables y pueden moldearse según las necesidades e intenciones del autor para dar paso a mundos imaginarios o manifestaciones poéticas originales.
Desde mucho antes de empezar a escribir, incluso desde mucho antes de pensar que iba a ser un escritor todos mis relatos han vivido en mí de manera más o menos larvada. Han sido imágenes sueltas o frases que se me han aparecido y que, muchas veces sin que mediara un trabajo consciente mío, se han ido agenciando un pasado y un futuro imaginarios, fundiéndose entre sí.
Leopoldo Brizuela, en “El revés de la trama. Encuesta a once narradores contemporáneos”
Al cubrir mis oídos con las manos
siento que se me hincha la frente,
quiero recordar los sonidos de la infancia
pero hay demasiados ruidos en mi cabeza.
Carlos Pérez Vertel, “El sonido de pisar la hierba”, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
El pantalón se le enredó en el tronco de un árbol. Sintió que se desgarraba, pero no era el momento de preocuparse por la ropa ni por el trompo que cargaba en su bolsillo. Se concentró en olvidar el dolor, imposible para él, que no tenía recuerdos, menos olvidos. Quiso gritar auxilio, pero no conocía la palabra. Regresó la mirada arriba y se le clavó una esperanza rogando que apareciera la casa, la mamita para que lo curara. Lo único que lograba era que los ojos se le llenaran de tapizado verde.
Carlos Arturo López, “Tierra mojada”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
De mi infancia recuerdo algunas tardes en un parque, un par de raspones en las rodillas, juegos con los vecinos, una herida abierta, un balonazo en la cara y varios en el estómago. Un día me aburrí de los golpes y dejé de jugar.
A los diez años conocí el campo y no me gustó, pero me siguieron mandando todos los años a la finca de mis tíos. A los once me caí de un caballo con un primo y decidí no volver a montar uno. Ese mismo año también me caí de un burro y entendí que mi lugar no era encima de un animal.
Todos los años siguientes esperaba ir al campo solo por el silencio que él ofrecía y que yo aprovechaba para encerrarme en el estudio a leer.
Carlos E. Schortborgh, “El estante de libros”, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
Los siguientes textos están basados en la memoria y pueden ayudar a sensibilizar a los participantes: “El momento más inolvidable” de Manuel Bandeira, “Escribir es llorar o una sombra en el espejo” de Vicente Aleixandre y “De cómo no he conocido a García Márquez” de Ramón Illán Bacca.
Este libro es la reconstrucción periodística de lo que él me contó, tal como fue publicada un mes después del desastre por el diario El Espectador de Bogotá.
Gabriel García Márquez, Relato de un náufrago
El nuevo periodismo, la crónica, la ficción realista y un género reciente llamado ficción verdadera están íntimamente ligados a la realidad: parten de ella o pretenden reproducirla tan exactamente que la línea que la separa de la ficción resulta difusa e incluso imperceptible.
A la gente le gustan ahora las novelas de Stephen King y de Harry Potter. No entiendo por qué inventarse algo así. La realidad es estrambótica y uno ni siquiera se la tiene que inventar.
Tom Wolfe, en “No basta con escribir solo de oídas”
Algunos autores se sirven de las técnicas de escritura empleadas por la literatura –las descripciones, las atmósferas, las metáforas– para retratar eventos sucedidos en la realidad, como lo hizo Tom Wolfe, el padre del nuevo periodismo, en sus reportajes, o Truman Capote en su novela de no ficción A sangre fría, donde narra con todos los detalles el asesinato de cuatro miembros de la familia Clutter, sucedido en 1959 en una pequeña comunidad de Kansas.
El caso es que al comenzar los años sesenta un nuevo y curioso concepto, lo bastante vivo como para inflamar los egos, había empezado a invadir los diminutos confines de la esfera profesional del reportaje. Este descubrimiento, modesto al principio, humilde, de hecho respetuoso, podríamos decir, consistiría en hacer posible un periodismo que… se leyera igual que una novela. Igual que una novela, a ver si ustedes me entienden.
Tom Wolfe, El nuevo periodismo
Otros escritores insertan dentro de sus ficciones sucesos, personas y otros elementos de la realidad para darles verosimilitud o mayor realismo, tal como John Dos Passos en su Trilogía USA, que incluye recortes de periódicos, letras de canciones y biografías de figuras políticas de principios del siglo XX.
Tengo una gran admiración por la buena Historia. Todo mi trabajo tiene cierta connotación histórica. Toma a Tres soldados. Estaba intentando registrar lo que estaba pasando. Siempre pensé que podría no ser tan buena como novela, pero que al menos sería útil como registro. Tuve esa idea cuando comencé a escribir –con La iniciación de un hombre– y la he tenido desde el principio.
John Dos Passos, en “El arte de la ficción No. 44”
Otros más crean sus ficciones a partir de eventos de la realidad que los impresionaron, conmovieron o interesaron de un modo especial: el crimen de Cayetano Gentile, ocurrido en Sucre en 1951, inspiró a Gabriel García Márquez para escribir Crónica de una muerte anunciada; Matadero cinco de Kurt Vonnegut se basa en el bombardeo a la ciudad alemana de Dresde durante la Segunda Guerra Mundial; Albert Camus usó la epidemia de cólera de la ciudad de Orán, sucedida en 1849, como insumo para su novela La peste.
Empecé a pensar en El huésped en 1994, es decir, casi diez años antes de su publicación, cuando salió a la luz el movimiento zapatista. El hecho de que un movimiento revolucionario indígena se hubiera preparado durante una década en la oscuridad más absoluta sin que la prensa, el ejército o la CIA lo supieran –o al menos se dieran por aludidos–, me impactó muchísimo. Relacioné ese fenómeno político con algo que yo sentía en mi interior, y creo que esa asociación fue el detonador de mi novela. El asunto del desdoblamiento, de la lucha con el otro que somos, es un tema muy antiguo que aparece en muchas culturas del mundo y que, como todos los arquetipos, apela a algo muy profundo de los seres humanos: tenemos terror a descubrir quiénes somos en realidad y por eso nos pasamos la vida construyéndonos máscaras, falsas personalidades, para evitar a toda costa que aparezca eso que entrevemos y que por alguna razón intuimos ominoso. Sabía que no estaba inventando nada nuevo sino reinterpretando una tradición literaria y quería dejarlo claro desde el principio mismo de la novela, rendir homenaje a todos esos Hydes a los que me vincularía a partir de ese momento.
Guadalupe Nettel, “La escritura de El huésped”
El proceso creativo no es más que la transformación de una realidad en otra cosa: una interpretación de esa realidad, una recreación, un retrato o una ficción completamente nueva.
Si un autor considera una situación histórica como una posibilidad inédita y reveladora del mundo humano, querrá describirla tal cual es. El caso es que la fidelidad a la realidad histórica es algo secundario en relación al valor de la novela. El novelista no es ni un historiador ni un profeta: es un explorador de la existencia.
Milán Kundera, “Diálogo sobre el arte de la novela”
Los ejercicios de escritura que toman como base la realidad ayudan a fomentar la exploración y estimulan la atención de los participantes sobre el potencial de su entorno inmediato como insumo de trabajo.
Titular: Un niño quería un peluche y terminó atrapado en una máquina de gancho
Serían cerca de las 10 de la mañana del pasado domingo 22 de marzo cuando la unidad de rescate del cuerpo de bomberos de la ciudad recibió una inusual llamada del Centro Comercial Plaza Menor. Un niño de 7 años había quedado atrapado dentro de una máquina de gancho.
El artefacto, que en muchas ocasiones ha despertado la ira de muchos, fue por más de una hora la prisión del niño Miguel Alfredo Benavides, a quien los bomberos lograron rescatar después de varios esfuerzos por provocar la menor cantidad de daños posibles a la estructura.
Fuentes cercanas a nuestro diario informan que el niño en cuestión es hijo de una empleada de uno de los locales de comidas del centro comercial y que, en reiteradas ocasiones, la madre dejaba al niño en la zona de juegos mientras cumplía su jornada laboral. Por otra parte, los administradores del local argumentan que solo hasta que escucharon los gritos del menor se dieron cuenta de su presencia, pues no es común la afluencia a los juegos un domingo a tan tempranas horas. Al parecer, después de gastar unas monedas en la máquina sin ningún éxito, el niño trepó hasta la parte superior de esta y entró por el orificio por donde se suministran los peluches.
Carlos E. Schortborgh, un ejercicio, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
Recordé que se había hecho costumbre que botaran al monte las llaves de los carros antes de escapar, estaríamos varadas, sin comida hasta que empezaran a circular los primeros carros en la mañana, y ese era incluso el mejor escenario. La moto seguía atrás, no aceleraba, no paraba, ese maldito reflejo. Ya conocía la rutina, nos harían sentar a un lado de la carretera, inspeccionarían el carro, luego vendría la requisa y finalmente la decisión sobre qué hacer. No llevábamos gran cosa, apenas cincuenta mil pesos. Iba a decirle a Martha que no escondiera las joyas, pero ya se las estaba poniendo de nuevo, ella sabía cuál era la forma en que por aquí suelen completar el botín cuando no hay cosas de mucho valor. Empezó a rezar, rezaba entre los dientes con un seseo desesperante.
Andrés Felipe Cuéllar Rojas, “El correr del río”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Pueden servir como inspiración la historia de una mujer que asesinó a su esposo y se las ingenió para seguir cobrando la pensión, tras cortarle el dedo índice de la mano derecha, o algunos de los textos del Decamerón de Giovanni Boccaccio.
No siempre la creación parte de situaciones lógicas o conscientes. A veces se gesta en lugares interiores profundos y es el resultado de complejos procesos emocionales.
En principio recordemos que desde el momento en que, como Poe y Chejov, [Eudora] Welty proclama el origen lírico de cada cuento, proclama también que su raíz más profunda es la emoción. El proceso de escritura podría ser resumido, para ella, en tres instancias: sentir una emoción, describirla (narrándola en forma de historia), y provocarla como efecto en el lector.
Leopoldo Brizuela, Cómo se escribe un cuento
Para muchos escritores la escritura funciona parecido a una terapia: es el espacio donde reflexionan sobre los eventos difíciles o traumáticos de sus vidas y procesan sus angustias, culpas, miedos, rabias o dolores.
Decir que la creación literaria, tal como yo la entiendo, exige el secreto, sería demasiado. Pero es verdad que, al menos en mi caso, exige la mayor intimidad, esa en donde es posible el “diálogo del yo con el yo” del que hablaba Hannah Arendt. Por eso suelo sentir que la literatura es una actividad en extinción; porque nada me parece más asediado que la intimidad de las personas.
Leopoldo Brizuela, en “El revés de la trama. Encuesta a once narradores contemporáneos”
En obras como Primero estaba el mar, El olvido que seremos y Lo que no tiene nombre, Tomas González, Héctor Abad Faciolince y Piedad Bonnett, respectivamente, escribieron sobre la muerte de un ser querido. Es muy probable que el ejercicio fuera significativo en sus procesos individuales de duelo, pero el resultado son tres obras literarias por derecho propio, cargadas de sentido y valor estético para los demás.
El escritor dotado de una “vista” verdaderamente aguda (y de un oído, un olfato, un tacto, etc., de pareja sensibilidad) aventaja al que carece de ella en que es capaz de contar su historia en términos concretos y no sólo mediante abstracciones, que, en lo que a vigor se refiere, nunca alcanzan las cotas de aquellos. En lugar de escribir: “Se encontraba fatal”, es capaz de comunicar –por medio de un ademán, una mirada o poniendo en boca del personaje determinado giro– los más sutiles matices del comportamiento de este.
John Gardner, Ser escritor
Es común que los escritores en formación, sobre todo los más jóvenes, descarguen sus emociones –el enojo o la desdicha, por ejemplo– en textos que salen con la fuerza de un torrente. Sin embargo, como con cualquier otra fuente de la creación, durante el proceso de creación las emociones deben ser trabajadas metódicamente para darles un curso, una forma y una coherencia.
Nada superaba ver las ramas de los viejos árboles de abedules que hacían sombra en la ventana de su casa. Más que el verde escarlata de sus hojas, le apasionaba ver sus sombras como suspendidas al viento y al tiempo. Se recreaba con las formas y las tonalidades, no existía para él ningún otro lenguaje. Las variaciones de luz constituían su complicada visión del entorno. La visión del mundo –de su mundo– no era posible sin las tonalidades de la luminosidad y la oscuridad absoluta. Le gustaba pintar en sombras; decía que esa combinación era la misma vida.
Ángela Cajiao Meneses, “A contraluz”, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño
Vendí las balsas, los remos,
el kit de buzo que había comprado;
las cañas de pescar, los arpones,
los chalecos salvavidas
y la ropa licrada.
También abandoné las pequeñas precauciones […]
No sé qué hacer con la nostalgia.
Sebastián Castelblanco, “Cuando no hay lágrimas”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
Treinta y dos escalones.
Tú acabas de salir del quirófano. Yo me asomo a una ventana.
La ciudad es el hueso de un durazno. Quizás. La ciudad
no es nada. Solo hay sábanas llenas de sangre.
Treinta y dos escalones.
El médico me habla en un idioma que no entiendo.
Para él, tu cuerpo es un enemigo. La ciencia también
es una herida tan lejana. Nuestro tiempo, una farmacia.
Treinta y dos escalones.
Dos o tres semanas en terapia intensiva, me dicen.
Para poder verla: póngase esta mascarilla. Póngase
estos guantes, estas botas, esta bata.
Desinféctese. Rece: ¿sabes usted rezar?
Alberto Barrera Tyszka, “Abril en Lima (1998)”
La estela de espuma marca el trayecto recorrido; saltamos como peces sobre las olas, alejándonos de la playa, hasta que el hombre avisa que hemos llegado al límite prudente. Me levanto y te sostengo en mi regazo. Observamos el oleaje, azul por doquier, intenso, extenso, profundo. El mundo parece haberse hundido bajo el mar… no podría sentirme más extraviado. Arrojo un poco de ceniza y flotas en el viento y caes en el agua y recuerdo mil momentos y arrojo otro poco y siento que me estoy vaciando junto con la urna. Siempre quisiste conocer el mundo… ahora podrás ir a Europa, Asia o los Polos, podrás ir a cualquier sitio… Algún día volveré, quizá acunado en las manos de mi hijo, y me hundiré en el océano, y tú vendrás a acompañarme. El viaje no acaba nunca. ¿Ves esos puntos blancos en el horizonte? Exacto, son gaviotas.
Jorge Polanco, “Autopista al mar”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
No volvió a tocar un pincel y amontonó los cuadros, sin mirarlos, en una especie de bodega que había bajo la escalera. Y aunque seguía siendo una persona silenciosa y afable, se le podía notar cierto desgano, cierta agresividad refrenada. Todavía andaba con muchos amigos, pero ahora se quedaba alelado mientras los otros hablaban, mirando al vacío con ojos desolados. A veces bebía demasiado y terminaba dejando su pesado corpachón colgado de la silla. Los amigos lo cargaban entonces y Lucía los veía entrar, sudando, los tragos pasmados por el esfuerzo de bajarlo del carro y subirlo hasta la alcoba. Lucía les servía un trago, les ponía un disco, conversaba un poco, los besaba en la mejilla y los echaba.
Tomás González, “Verdor”
La escritura en el periodismo tiene un límite muy firme: la realidad. Los periodistas solo pueden escribir sobre cosas que efectivamente ocurrieron, según los resultados de sus investigaciones y las informaciones que les fueron entregadas por las fuentes.
Los dramaturgos pueden inventar, pero la escritura de las obras de teatro también supone unos límites claros. Solo pueden escribir lo que es posible de ser representado en las tablas, con un número limitado de actores y escenarios.
En la escritura de guiones para televisión y cine ocurre lo mismo que en el teatro: los guionistas deben trabajar con un cierto número de personajes y locaciones y diseñar escenas y situaciones que se ajusten al presupuesto aprobado. También necesitan tener en cuenta, a la hora de crear, las posibilidades tecnológicas que el medio audiovisual permite.
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Nicanor Parra, “El hombre imaginario”
En la literatura no hay más límites que los de la imaginación del escritor. Es la más libre de las escrituras. Así como hay escritores que cuentan historias de un modo realista, con situaciones y universos muy parecidos a los de la realidad, existen autores cuyas obras se desarrollan en universos del todo ajenos y extraños o cuentan sucesos maravillosos, se articulan de formas originales o dan miradas novedosas y sorprendentes sobre los objetos de los que tratan.
Cuando era adolescente escribía muy tarde en la noche, cuando el resto de la familia se había ido a dormir. Ahora escribo muy temprano en la mañana, cuando todavía la familia no se levantó. No se trata simplemente de que, a esas horas, nadie interfiere con la creación. Sucede, quizás, que cuando escribimos dejamos de pertenecer al orden familiar, para pertenecer a una familia distinta, dispersa en el espacio, el tiempo y los diferentes lenguajes.
Leopoldo Brizuela, en “El revés de la trama. Encuesta a once narradores contemporáneos”
En La metamorfosis, una de las obras más influyentes del siglo XX, Franz Kafka hizo que una mañana su personaje se despertara, luego de un sueño intranquilo, convertido en un monstruoso insecto. Después de leerlo Gabriel García Márquez entendió que en la literatura se podía hacer cualquier cosa y esto le dio licencia para escribir historias donde un muerto siente, piensa y sufre, como en su cuento “Ojos de perro azul”, o la gente sube volando al cielo con las sábanas de la familia, como Remedios la bella en Cien años de soledad.
Las hipótesis –Novalis escribió– son redes: tú lanzas una red y encuentras algo. Veamos un ejemplo ilustre: ¿Qué pasaría si uno se despertara transformado en un escarabajo? A esta pregunta contestó Franz Kafka en La metamorfosis. En el interior de esa hipótesis todo se vuelve lógico y humano, se carga de significados abiertos a diferentes interpretaciones, el símbolo sobrevive autónomamente y son muchas las realidades a las que se adapta.
Gianni Rodari, Gramática de la fantasía
Un buen ejemplo es El hombre en el castillo, una novela de Philip K. Dick que transcurre en un universo alternativo donde Estados Unidos está ocupado por los japoneses y los nazis, luego de que estas dos potencias ganaran la Segunda Guerra Mundial.
Los planes se le sucedían en la mente mientras miraba la lámpara antigua del techo. Podía, por ejemplo, irse a vivir a los Estados de las Montañas Rocosas. Pero esas gentes tenían una cierta relación con los Estados del Pacífico y eran capaces de atender un pedido de extradición. ¿Y el Sur? Se estremeció. Oh, eso no. La posición de los hombres blancos era allí superior, pero no quería esa clase de posición.
Y, además, el Sur tenía una cantidad de lazos económicos, ideológicos, y otros poco conocidos con el Reich. Y Frank Frink era judío. Se llamaba, en verdad, Frank Fink. Había nacido en la costa este, en Nueva York, y en 1941 lo habían enganchado en el ejército de los Estados Unidos de América, poco después del colapso de Rusia. Cuando los japoneses tomaron Hawái lo habían enviado a la costa oeste. Y al terminar la guerra se encontró en territorio ocupado por el Japón. Y allí estaba todavía, quince años más tarde.
En 1947, el día de la capitulación, se había sentido bastante confundido. Odiaba a los japoneses y juró vengarse. Escondió por lo tanto las armas reglamentarias a tres metros bajo tierra, en un sótano, para el día en que él y sus compañeros se rebelaran. Sin embargo, el tiempo lo cura todo, una verdad que no había tenido en cuenta. Cuando recordaba ahora aquellos planes, los baños de sangre, la purga de los pinocs y de sus amos, creía hojear una vieja agenda de los años de bachillerato, un resumen de las aspiraciones de la adolescencia.
Philip K. Dick, El hombre en el castillo
Nací en una estupenda carpintería
pero lo divertido es lo que viene después
desde chico fui juguetón
me gustaba reírme de las urnas
me parecían demasiados solemnes
Después de pasar varios meses en el salón de ventas
gozando de una vida que me atrevo a calificar de feliz
puesto que nada turbaba la paz del recinto
donde yo me divertía a más no poder
a expensas de los demás ataúdes se comprende
–el único inconveniente era un olor espantoso a barniz–
después de varios meses repito
fui comprado por una dama vestida de luto
Nicanor Parra, “Memorias de un ataúd”
Otros textos que pueden servir para ilustrar este ejercicio son Me llamo Rojo, de Orhan Pamuk, y “El famoso cohete”, de Oscar Wilde.
Lentamente el lector se fue sumergiendo más y más en la obra. Al final de la tarde, el personaje cerró el libro y salió de la biblioteca.
Mario Ibáñez, “Simbiosis”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
La literatura no brota en el vacío ni se da de modo espontáneo: se nutre de lo que hemos leído y aprendido en otros textos. La intertextualidad es la manera en que los textos se entretejen, conectan y alimentan de otros textos.
Leer una gran novela o un gran cuento es tan hermoso como haberlos escrito. Si nunca lo sentiste, no escribas ficciones ni, por el amor de Dios, te dediques a la crítica literaria.
Abelardo Castillo, Ser escritor
La literatura adopta múltiples formas: un ensayo se inserta en medio de una novela, unas memorias se articulan por medio de cartas y un tuit se convierte en poema.
Las variantes creadas a partir de matrices o con base en ficciones anteriores deben cumplir con el requisito de las praxis creadoras, por supuesto. No basta con construir la variante o la parodia. Solo si al nuevo texto se integran los elementos propios de la praxis creadora, es decir, si se consiguen la identidad entre creación y autor, unicidad e irrepetibilidad, autonomía literaria y, por supuesto, validez estética, estaremos frente a otra nueva obra literaria.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
Un texto nunca es original en el sentido de novedoso: nunca es por completo una cosa inédita que surge sin antecedentes, sino que es, más bien, en mayor o menor grado, una reinvención hecha a partir de otros textos.
Y la originalidad no consistirá en anular o abolir un pasado para arrancar de cero, sino en prolongar una línea de puntos consecutivos con nuevas dimensiones y nuevas significaciones.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
Y Dios dijo: “borrón y cuenta nueva” y el todo regresó al génesis. Nuevos seres nacieron, hombres y mujeres, pero ya ninguno sabía lo que era el sexo: el Poderoso había arreglado que no les fuera necesario para reproducirse. Y así, los siglos corrieron y todo fue tranquilidad. Desaparecieron las guerras y la división de clases. Y daba lo mismo de qué país vinieras o qué tan oscura tuvieras la piel. En este nuevo mundo ya no había hombres que quisieran gobernar, ni mujeres que buscaran algún halago para su belleza. Todos vivían en una amable indiferencia. La nueva creación respiraba, comía y descansaba. Una tediosa paz invadía la tierra. Pero Dios habló de nuevo y dijo, mientras se le escapaba un bostezo: Esto me está dando sueño, la tercera es la vencida…
Fabián Sierra, “Reparación”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Señora:
Saeta de Fuego
Jefa de servicios internos
Mi casa
Envigado, Antioquia, noviembre
Señora Escoba:
Ayer aplasté con tus fibras una alimaña amenazante de la limpidez de mi cama cuando intentaba tomar un descanso. Y ya no pude descansar pensando en ti. En ese instante belicoso mi brazo vibró con potestad. Sentí mi fuerza multiplicada por dos o por tres. Sentí prolongado el alcance de mi soberbia y un instinto cazador sobrepasó mi calma. La barbarie y sevicia con que acribillé aquel bicho fueron superiores a mí. Con respeto acomodé en un rincón tu cuerpo letal y ya no pude apartar mis ojos temblorosos de tu poder estático. Me reproché el haber subestimado tu presencia en mi casa; la pena de asociarte a los quehaceres domésticos y dejar al uso exclusivo de las mujeres tu magnificencia me agobiaron. Ahora pienso en tus orígenes. Quizá no fue en vano tu vínculo con seres oscuros, ¿o mejor azules?, como medio de transporte. ¿Fuiste concebida como un arma secreta? ¿Un primer intento del hombre por resolver su pequeñez? ¿Un gesto desafiante ante la gravedad? ¿De dónde viene semejante poder oculto? Tal vez por eso te nombraron hechicera. Por peligrosa. Por subversiva. A lo mejor borrabas de la faz de la tierra todo aquello que olía a rancio y a podredumbre, y no es la basura la única que emana esos olores. ¡Qué gran amenaza para el orden establecido!…
Edwin Alberto Ramírez Pérez, carta narrativa, participante del Taller Plumaencendida, Envigado, Antioquia
Alí Babá encontró el tesoro en la mina donde Alicia bajó a buscar el conejo. Era tanto el oro que a Alí Babá le pareció estratégico sustraer cada semana, con mucho disimulo, el peso necesario para cargarlo él solo. Se dio grandes lujos gastando en el día lo que sacaba de noche. Pasados los años, el padre de Alí lo tomó del brazo y lo llevó compungido a la mina.
–Aquí, hijo mío, había guardado tu herencia. Los ladrones vinieron y se la llevaron.
Daniel Mauricio Montoya Álvarez, “El hijo pródigo”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Estas son algunas frases iniciales que podrán usarse para este ejercicio.
Sentado en la nariz de la piragua estaba un viejo arremangándose los pantalones remendados.
Arnoldo Palacios, Las estrellas son negras
Hoy tuve que ir a trabajar.
Roberto Rubiano Vargas, “Un día de negocios”
Ese que está ahí, sentado con la rubia. Ese es Nando Barragán.
Laura Restrepo, Leopardo al sol
Llegaba a casa los domingos, a veces ya borracha y si no, se emborrachaba ahí, con nosotros, antes del almuerzo o en la sobremesa, cuando mi papá se había ido a dormir la siesta y mi madre o yo lavábamos los platos.
María Teresa Andruetto, “Gina”
El primer auto que tuvo mi papá fue un Ford Fairlane, del año 1971, que le regaló mi abuelo cuando cumplió los quince años.
Diego Zúñiga, Camanchaca
Aquí algunos microcuentos que podrán servir para el ejercicio.
[…] Los niños entraron a la casa y destruyeron las jaulas.
La mujer encontró los cuerpos y enloqueció. Los pájaros
no regresaron.
Triunfo Arciniegas, “Pequeños cuerpos”
Preguntas clave para ampliar o desarrollar esa historia: ¿Quiénes eran los niños?, ¿de qué clase de pájaros se trataba?, ¿quién murió?, ¿por qué enloqueció la mujer?, ¿con quién vivía ella?, ¿qué relación tenía con los niños?, ¿dónde y cuándo ocurre la historia?
En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Augusto Monterroso, “La oveja negra”
Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página cincuenta o la sesenta. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.
Juan José Millás, “Carta del enamorado”
La novela Mar de Leva de Octavio Escobar Giraldo recrea Sulaco y Costaguana, países creados por Joseph Conrad, en una historia contemporánea.
Los puestos de venta callejera asfixiaban las entradas de las casas, algunas con aleros, columnas, balcones y ornamentos que hablaban de un pasado glorioso, lo que obligaba a los peatones a descender a la calzada, bajo el implacable sol del mediodía. Muchos de los vehículos exhibían un adhesivo en el que el perfil de la Virgen María acompañaba una camándula; en otros una silueta masculina sodomizaba un equino. En un parque triangular, presidido por la estatua del general Montero, un mármol enorme festejaba su victoria en la batalla de Río Seco. A la superficie amarillenta la ensuciaban trazos rápidos de pintura roja: “Si el hambre es ley, rebelión es justicia”.
Octavio Escobar Giraldo, Mar de leva
La literatura también se apoya, conecta y alimenta de otras artes: la música, el cine, la pintura, la escultura, la danza, la fotografía, las nuevas tecnologías…
El otro día, hojeando una revista Life, encontré una foto enorme. Es una foto del entierro de Hirohíto. En ella aparece la nueva emperatriz, la esposa, de Akihito. Está lloviendo. Al fondo, fuera de foco, se ven los guardias con impermeables blancos, y más al fondo la multitud con paraguas, periódicos y trapos en la cabeza; y en el centro de la foto, en un segundo plano, la emperatriz sola, muy delgada, totalmente vestida de negro, con un velo negro y un paraguas negro. Vi aquella foto maravillosa y lo primero que me vino al corazón fue que allí había una historia. Una historia que, por supuesto, no es la de la muerte del emperador –la que está contando la foto– sino otra: una historia de media hora. Se me quedó esa idea en la cabeza y ha seguido ahí, dando vueltas. Ya eliminé el fondo, ya descarté por completo los guardias vestidos de blanco, la gente… Por un momento me quedé únicamente con la imagen de la emperatriz bajo la lluvia, pero muy pronto la descarté también. Y entonces lo único que me quedó fue el paraguas. Estoy absolutamente convencido de que en ese paraguas hay una historia.
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
La pieza musical La consagración de la primavera de Igor Stravinsky inspiró la novela homónima de Alejo Carpentier; el cuento “Siestas” de Julio Cortázar surge a partir del cuadro “La siesta” de Paul Delvaux; en el último siglo son múltiples los ejemplos donde la literatura toma del cine nuevos modos de narrar, estilos y miradas.
Un novelista nunca sabe en qué momento aprende lo necesario para escribir un texto. Cuando un novelista habla de historias imposibles, de temas que se le resisten, en el fondo está hablando de carencias: no ha encontrado el método, o la parte del método –la herramienta, la estrategia– necesaria para contar esa historia como merece ser contada. Luego, un día, vuelve a intentarlo, y lo logra. Lo que ha pasado es indefinible: una lectura o a veces varias, o incluso un fenómeno extraliterario (una sinfonía que por fin entiende, un edificio cuya simetría es reveladora), le da la clave.
Juan Gabriel Vásquez, “El camino de Costaguana (A propósito de Historia secreta de Costaguana)”
Cuando se alienta el uso de detonadores de escritura tomados de otras artes se fomenta la exploración artística y se estimula la atención de los escritores sobre el potencial de las otras artes como insumo de trabajo.
Como ejemplo está la novela Bonsái de Alejandro Zambra, que surgió luego de que el autor viera, en el diario, la fotografía de un árbol cubierto por una tela transparente, que pertenecía a la serie “Wrapped Trees” de los artistas Christo y Jeanne Claude. Bonsái comienza así:
Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura.
Alejandro Zambra, Bonsái
La poesía no tiene fines prácticos ni usos en la realidad, pero es conciencia y espejo del mundo, memoria de nuestras emociones, conocimiento propio, de la naturaleza y de los demás. La poesía es casi un ejercicio espiritual.
Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal.
Octavio Paz, El arco y la lira
La materia prima de la poesía son las emociones. Con la escritura y la palabra como herramientas, el poeta crea belleza y transmite sentimientos o sensaciones. Necesariamente es un ser con una sensibilidad especial que le permite captar instantes y experiencias vitales para reproducirlos de un modo único y transformarlos en obras de arte.
Si hay algo interesante para los poetas –y para los que no lo son– es descubrir que hay otros poetas que hablan un lenguaje distinto al suyo, un modo diferente de decir, un estilo, una intencionalidad, alusiones y sentidos que no dependen de la lengua, sino de ese grado de perplejidad que encierra y libera de modo permanente al poeta, permitiéndole construir, desde el acto poético, toda una obra.
Miguel Iriarte y Tallulah Flores, “Entre seres sensibles la poesía no muere”
El poeta –en realidad, todo escritor– debe tener los sentidos dispuestos para ver el mundo con ojos de niño, ser capaz de presentar lo obvio como si fuera nuevo, mostrar lo trascendente en lo que parece banal, desvelar los misterios que encierran las cosas que lo rodean y comprender lo que otros no pueden.
Debe tener el suficiente amor propio como para que la desigualdad no le reste firmeza, el suficiente calor humano e interés por los demás, y el suficiente deseo de ser justo, como para no desdeñar a quienes son diferentes; y, finalmente, debe tener, creo yo, la suficiente fe en la bondad de la vida como para estar dispuesto no solo a tolerar que el mundo esté hecho de diferencias, conflictos y oposiciones, sino a congratularse por ello.
John Gardner, Ser escritor
Tradicionalmente se diferenciaba a los poemas de las demás obras literarias porque estos hacían uso de la métrica, es decir, se componían con determinadas medidas y estructuras, según cierto número de versos, rimas y estrofas. En los últimos tiempos, sin embargo, existen poemas de verso libre que prescinden de la métrica e incluso la rechazan por completo.
Y así es: no todo poema –o para ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes del metro– contiene poesía. Pero esas obras métricas ¿son verdaderos poemas o artefactos artísticos, didácticos o retóricos? Un soneto no es un poema, sino una forma literaria, excepto cuando ese mecanismo retórico –estrofas, metros y rimas– ha sido tocado por la poesía. Hay máquinas de rimar pero no de poetizar. Por otra parte, hay poesía sin poemas; paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas.
Octavio Paz, El arco y la lira
Entonces, ¿qué es un poema?
Un poema es una obra. La poesía se polariza, se congrega y aísla en un producto humano: cuadro, canción, tragedia. Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida. Solo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente. Es lícito preguntar al poema por el ser de la poesía si deja de concebirse a este como una forma capaz de llenarse con cualquier contenido. El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía. Forma y substancia son lo mismo.
Octavio Paz, El arco y la lira
En un artículo titulado “¿Qué es un poema?”, el poeta, editor y profesor de escritura creativa Mark Yakich intenta hacer una definición más prosaica del poema, según una serie de características, que se resumen a continuación:
Gorrión resignado
bajo gigante aguacero.
Sabe
que la tormenta pasará.
No sabe si su llama interna
se apague antes.
Temblamos.
Hermínsul Jiménez, “Resistencia (Écfrasis)”, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.
Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuranza.
Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.
Álvaro Mutis, “Un bel morir”
Ha de ser limpia y brillante,
como una hoja de afeitar
hundida en una copa de vino.
Alberto Barrera Tyszka, “Poética”
Encerrada me tienen en la Prosa–
Como cuando era Niña
Y me metían en el Armario–
Porque me querían “quieta”
¡Quieta! Si se hubieran asomado–
A mi cerebro, hubieran visto –tanto movimiento–
Más les valdría haber condenado a un Pájaro
Por Alta Traición –al Calabozo–
Emily Dickinson, “613”
he tratado de escribir un poema de amor
pero los poemas nunca dicen lo que uno quiere decir
o puede que digan exactamente lo que uno quiere decir
y lo que no sabemos es qué es lo que tratamos de decir
Frank Báez, “Variaciones acerca de un poema de amor”
Las piedras son mucho más lentas que los animales. Las plantas sueltan más olor cuando la lluvia cae. Las golondrinas cuando llega el invierno vuelan hasta el verano. A las palomas les gusta el maíz y las migas de pan. Las lluvias vienen del agua que el sol evapora. Los hombres que vienen de lejos traen maletas. Los peces cuando nadan juntos forman un cardumen. Las orugas se vuelven mariposas dentro de las crisálidas. Los dedos de los pies evitan que uno se caiga. Los sabios se quedan en silencio cuando los otros hablan. Las máquinas de hacer nada no están dañadas. Las colas de los monos sirven como brazos. Las colas de los perros sirven como risas. Las vacas comen dos veces la misma comida. Las páginas fueron escritas para ser leídas. Los árboles pueden vivir más tiempo que la gente. Los elefantes y los delfines tienen buena memoria. Las palabras pueden ser usadas de muchas maneras. Los fósforos solo pueden ser usados una vez. Los vidrios cuando están bien limpios casi no se ven.
Arnaldo Antunes, “Todos”
Guillaume Apollinaire, “Poemas a Lou”
Apenas desviamos los ojos de lo poético para fijarlos en el poema, nos asombra la multitud de formas que asume ese ser que pensábamos único. ¿Cómo asir la poesía si cada poema se ostenta como algo diferente e irreducible?
Octavio Paz, El arco y la lira
Tomar un objeto prosaico, algo que parezca poco poético (un computador, una llanta, un zancudo) y escribir un poema sobre él.
¿Qué pensará el zancudo
cuando agarrado de la pared
se queda observando
el murmullo
de nuestros cuerpos?
¿Y en qué idioma nos hablará
cuando se lanza a la aventura
de tocar a la puerta de nuestros oídos?
Álex Duván Cardozo Gómez, “Zancudo”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Elegir un objeto llamativo (una máscara, una pluma, un libro) y escribir un poema en primera persona explicando qué y cómo es el objeto y cuál es su utilidad.
La imagen, dirán algunos, está muy cerca de la descripción, viene a ser casi lo mismo. Pero eso no es del todo cierto. Indudablemente la descripción, en la mayoría de los casos, se vale de la imagen para su total eficacia. Pero pensemos en imágenes que en sí mismas proponen todo lo contrario: estrechar al mínimo la cantidad de palabras usadas para proyectar a un ser humano, un animal, un objeto, o un sentimiento, hacia el mayor significado posible. La imagen lo que hace es condensar la descripción para ahorrarse el trámite del detalle minucioso.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
La materia sobre la que se construyen los poemas es la imagen: una palabra, un conjunto de palabras o una composición verbal que representa una idea, expresa una emoción, evoca una sensación o suena armoniosamente en los oídos y provoca algo en el lector.
Cuando llevamos leídas cinco palabras de la primera página de una buena novela, nos olvidamos de que estamos leyendo palabras impresas en una página y comenzamos a ver imágenes: un perro husmeando entre cubos de basura, un avión volando en círculo sobre las montañas de Alaska, una señora mayor lamiendo furtivamente su servilleta en una fiesta… Nos deslizamos en un sueño y olvidamos la habitación en que nos encontramos o que es hora de comer o de ir al trabajo.
John Gardner, Ser escritor
Las imágenes son recursos tanto de la narrativa como de la poesía. En la vida los enunciados son efectivos para comunicarnos. Si decimos “María está deprimida” muy seguramente nuestro interlocutor entenderá a qué nos referimos. Sin embargo, en la literatura las imágenes tienen más fuerza que los enunciados. “María lleva cuatro días sin levantarse de la cama ni abrir las cortinas” le permite al lector darse una idea concreta –clara y visual– de lo que le está pasando al personaje.
Cuanto más abstracto es un escrito, menos vívido es el sueño a que da lugar en la mente del lector. Hay mil maneras de estar triste, feliz, aburrido o malhumorado, y el adjetivo abstracto no dice casi nada. El ademán preciso, sin embargo, refleja con toda exactitud el único sentimiento que corresponde al momento. A esto es a lo que se refieren los profesores de literatura cuando dicen que hay que “mostrar” en lugar de “decir”. A esto y a nada más, habría que añadir. Los buenos escritores pueden “decir” casi todo lo que tiene lugar en la ficción que escriben, salvo los sentimientos de los personajes.
John Gardner, Ser escritor
Entre más precisas sean las imágenes mayor será su poder comunicativo. Los lugares comunes y las frases hechas se convirtieron en tales justamente porque logran ilustrar con toda exactitud: “ojos como luceros”, “negro como el ébano” o “más raro que un perro a cuadros”. Sin embargo los escritores y los poetas deben evadir los clichés y buscar que sus imágenes, además de precisas, resulten originales.
En la puerta un ratón se cruzó con una palabra, rápida, violenta, como un pez en la agonía del anzuelo. Él la tomó de los cabellos y la atrajo hacia su pecho, era una palabra suave, diría hasta tierna, sino fuera por los ojos asustados, los labios desleídos de oscuridad. Le acarició los cabellos olorosos a trigo, como si fuera una de sus hijas. La palabra, más serena, le sonrió, con una risa tan fina como huellas de ratón de arena. Conmovido, la dejó ir. Dejó marchar la palabra que, en un futuro, ante la furia de un gato, le salvaría la vida.
Daniel Mauricio Montoya, “XV”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Se achica el hilo del tiempo
y yo corro sobre él sin perecer esta vez.
La lucha por corresponder el lenguaje con mi cuerpo
ha sido borrada por mi muerte.
Francisco Bárcenas, “Tiempo”, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
Sueño y salvación de muchos
objetivo del conformista, cárcel del cobarde.
Has vuelto tu mirada a mí todas las noches
y he dormido observando tus estrellas colgantes del color
del pasto.
Eres un cielo, inquilino de otro cielo
que da la espalda a la luz, la lluvia, el viento,
perfecto testigo de miradas insomnes
solución nocturna de conciencias perturbadas
¿Cuántos arboles residen en ti?
Culminación de esfuerzos, he contado y he lanzado preguntas
pero como es sabido
tu llano rostro no emite respuestas.
Margareth Albonis, “El techo”, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
La poesía adopta muchas formas que dependen de factores como el lugar o la época donde se produjo, la extensión y disposición de los versos, rimas y estrofas, los temas que aborda, el tratamiento que le da a esos temas o el público al que se dirige.
Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor intensidad, toda la poesía. Por tanto, la lectura de un solo poema nos revelará con mayor certeza que cualquier investigación histórica o filológica qué es la poesía. Pero la experiencia del poema –su recreación a través de la lectura o la recitación– también ostenta una desconcertante pluralidad y heterogeneidad.
Octavio Paz, El arco y la lira
La poesía lírica se escribía para ser cantada junto a la lira u otro instrumento de cuerda y expresa sentimientos profundos o reflexiones graves. La poesía épica es narrativa y cuenta grandes gestas de dioses y hombres como en la Ilíada o la Eneida. La poesía teatral o escénica es la que se presenta en el teatro como las tragedias, las comedias o los dramas del teatro clásico.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado
da dolor,
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Jorge Manrique, “Coplas por la muerte de su padre” (poesía lírica)
Los sonetos se originaron en Sicilia y luego se difundieron por Italia y otros países europeos. Se caracterizan por tener catorce versos endecasílabos, es decir, de once sílabas cada uno, con rima constante, distribuidos en dos cuartetos o estrofas de cuatro versos y dos tercetos o estrofas de tres versos.
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.
Sor Juana Inés de la Cruz, soneto
Los romances son de origen español y surgieron de la mano de los juglares. Tienen un número indefinido de versos octosílabos, es decir, de ocho sílabas cada uno, con rima asonante en los versos pares y rima libre en los versos impares.
Servía en Orán al Rey
Un español con dos lanzas,
Y con el alma y la vida
A una gallarda africana,
Tan noble como hermosa,
Tan amante como amada,
Con quien estaba una noche
Cuando tocaron al arma.
Trescientos Zenetes eran
Deste rebato la causa;
Que los rayos de la luna
Descubrieron las adargas;
Las adargas avisaron
A las mudas atalayas,
Las atalayas los fuegos,
Los fuegos a las campanas;
Y ellas al enamorado,
Que en los brazos de su dama
Oyó el militar estruendo
De las trompas y las cajas.
Espuelas de honor le pican
Y freno de amor le para;
No salir es cobardía,
Ingratitud es dejarla.
Del cuello pendiente ella,
Viéndole tomar la espada,
Con lágrimas y suspiros
Le dice aquestas palabras:
“Salid al campo, Señor,
Bañen mis ojos la cama;
Que ella me será también,
Sin vos, campo de batalla.
”Vestíos y salid apriesa,
Que el general os aguarda;
Yo os hago a vos mucha sobra
Y vos a él mucha falta.
”Bien podéis salir desnudo
Pues mi llanto no os ablanda;
Que tenéis de acero el pecho
Y no habéis menester armas”.
Viendo el español brioso
Cuánto le detiene y habla,
Le dice así: “Mi señora,
Tan dulce como enojada,
”Porque con honra y amor
Yo me quede, cumpla y vaya,
Vaya a los moros el cuerpo,
Y quede con vos el alma.
”Concededme, dueña mía,
Licencia para que salga
Al rebato en vuestro nombre,
Y en vuestro nombre combata”.
Luis de Góngora, romance
Encuentro Nacional RELATA 2018 - FILBO
Los haikus son poemas japoneses muy cortos, de diecisiete sílabas, repartidos en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente.
Al sentirme enfermo durante el viaje
mis sueños vagaron
sobre un campo de yerba seca
Matsuo Basho, haiku
En los caligramas los versos tienen una disposición topográfica y arman una figura relativa al tema del poema. En el acróstico se toma la letra inicial, media o final de los versos para formar una palabra que se lee verticalmente.
Feroz sin consuelo y sañuda dama
Remedia el trabajo a nadie creedero
A quien le siguió martirio tan fiero
No seas león o reyna pues t’ ama:
Cien males se doblan cada ora en que pene
Y en ti de tal guisa beldad, pues se asienta
No seas cruel en assi dar afrenta
Al que por te amar ya vida no tiene
Luis de Tovar, acróstico
En este acróstico, escrito en el siglo xiv, se encuentran nueve nombres de mujeres, resaltados en negrita: Eloysa, Joana, Guiomar, Leonor, Blanca, Isabel, Elena, Marya y Francyna.
El himno y la oda se tratan sobre sentimientos positivos, de alegría y celebración. La elegía y la sátira, en cambio, abordan sentimientos negativos: la primera, de tristeza y lamentación, y la segunda, de burla, desprecio o indignación.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Francisco de Quevedo, “A una nariz” (poema satírico)
Hay poesía intimista y poesía social; poemas con un lenguaje refinado y poemas que se apropian del habla cotidiana. La poesía moderna se aleja intencionadamente de la rima y el metro y favorece el verso libre. Se distingue de la prosa porque conserva la disposición de las líneas propias del verso y utiliza los espacios en blanco para crear silencios y cortes que dan énfasis y potencian los sentidos.
Te joden, tu mamá y papá
quizá no es su intención, pero lo hacen
te llenan con sus defectos
y añaden algún extra, solo para ti
Philip Larkin, “Sea este el verso”
Agitada entre deseos caí prisionera,
en mis noches desenfreno pasión genuina,
nace en mi piel como una enredadera
y en mi cuerpo desbordas humedad albina.
Nanezda Estefanía Olarte Mejía, “Poesía orgásmica neom”, participante del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
Tengo un lápiz de dos puntas, una para rascarme los ojos,
otra para decir las últimas palabras.
palabras que no escribo y el título está guardado en el haz de la mente.
Sigo pensando en la ciega noche de mariposas…
Quiero decir algo importante; que estoy aquí aunque digan que no existo.
Daniel Sanmartín, “Ciega noche de mariposas”, participante del Taller Letratinta, Itagüí, Antioquia
En este mundo agonizante
el amor no tiene guerra con el odio
el odio no tiene guerra con la alegría
el hombre no conoce al hombre
el hombre no se conoce a él mismo
la guerra no conoce al mundo
Olga Liliana Toro Pineda, “Poema responsorial”, participante del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia
Caminas por el bosque
Miras el reloj. Ha llegado la hora
Estás sola con tus miedos y tu dolor
¿Cuál es la niña que coge las flores
y no ve dolores?
Carmen Alicia Pérez Gómez, “La inocencia de la bestia”, participante del Taller Raúl Gómez Jattin, Cereté, Córdoba
El ritmo es la cadencia del poema: la armonía, el compás y la velocidad de movimiento que juntas logran las palabras que lo componen, es decir, su musicalidad.
En el fondo de todo fenómeno verbal hay un ritmo. Las palabras se juntan y separan atendiendo a ciertos principios rítmicos. Si el lenguaje es un continuo vaivén de frases y asociaciones verbales regido por un ritmo secreto, la reproducción de ese ritmo nos dará poder sobre las palabras. El dinamismo del lenguaje lleva al poeta a crear su universo verbal utilizando las mismas fuerzas de atracción y repulsión. El poeta crea por analogía. Su modelo es el ritmo que mueve a todo idioma. El ritmo es un imán. Al reproducirlo –por medio de metros, rimas, aliteraciones, paronomasias y otros procedimientos– convoca las palabras. A la esterilidad sucede un estado de abundancia verbal; abiertas las esclusas interiores, las frases brotan como chorros o surtidores. Lo difícil, dice Gabriela Mistral, no es encontrar rimas sino evitar su abundancia. La creación poética consiste, en buena parte, en esta voluntaria utilización del ritmo como agente de seducción.
Octavio Paz, El arco y la lira
Una palabra sola no puede producir la musicalidad del poema. El ritmo es una cadena que se va armando eslabón tras eslabón gracias a los sonidos, la extensión, la división silábica y las cualidades de cada una de las palabras, pero también gracias a los silencios y las pausas impuestos por los signos de puntuación.
Aunque el poema no es hechizo ni conjuro, a la manera de ensalmos y sortilegios el poeta despierta las fuerzas secretas del idioma. El poeta encanta al lenguaje por medio del ritmo. Una imagen suscita a otra. Así, la función predominante del ritmo distingue al poema de todas las otras formas literarias. El poema es un conjunto de frases, un orden verbal, fundado en el ritmo.
Octavio Paz, El arco y la lira
Contento contemplando cúpula catedral, Cándido Cabrera casó con Catalina. Convidaron camaradas, cantaron coros celestiales, cenaron cordero con cúrcuma, consumieron cerveza, café, coca, canelazo; compraron cuatro cabras, cinco cochinos, cuarenta carneros. Criaron conejos, canes, canarios, cosecharon calabazas, coles, cerezas, ciruelas, claveles; construyeron cabaña con cañas.
Nubia Gómez Rueda, tautograma, participante del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander
Primero la carretera
luego el muro, luego la puerta.
Primero la puerta,
luego la macana, luego la fuerza.
Primero la fuerza
luego la carne, luego la biblioteca.
Primero la biblioteca,
después la mentira, después la palabra.
Eder Giovanni Cervera Martínez, “Matrioshka”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
La mayoría de escritores coincide en que su labor creativa implica tanto su constante ejercicio como el aprendizaje, desarrollo y dominio de técnicas literarias.
Dicho de otra manera, el escritor procede abiertamente, evoluciona en la cuerda floja, sin red. Y también es generoso en el sentido de que, a pesar de su dominio de las técnicas narrativas, sólo recurre a las que convienen a la historia: es, literalmente, servidor de esta y no un doncel que utiliza la historia como mera excusa para alardear. Aunque esto no quiere decir que el escritor no conceda importancia a la realización. Las técnicas que emplea porque la historia lo exige las emplea con brillantez. Trabaja totalmente al servicio de la historia, pero con elegancia.
John Gardner, El arte de la ficción
Es necesario poner a disposición de los asistentes a los talleres los recursos con los que cada día trabaja un escritor: las herramientas que le permitirán dominar el lenguaje y construir su obra del modo más adecuado posible de acuerdo con sus intenciones y lo que desea transmitir al lector.
No debe confundirse la posibilidad de un código general y permanente, con la posibilidad de leyes. Tal vez la Poética y la Retórica de Aristóteles no sean posibles; pero las leyes existen; escribir es, continuamente, descubrirlas o fracasar. Si estudiamos la sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la literatura va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo estos exigen una continua transformación de la literatura. Pedimos leyes para el cuento fantástico; pero ya veremos que no hay un tipo, sino muchos, de cuentos fantásticos. Habrá que indagar las leyes generales para cada tipo de cuento y las leyes especiales para cada cuento. El escritor deberá, pues, considerar su trabajo como un problema que puede resolverse, en parte, por las leyes generales y preestablecidas, y, en parte, por leyes especiales que él debe descubrir y acatar.
Adolfo Bioy Casares, “Prólogo a Antología de la literatura fantástica”
A continuación se presenta una serie de técnicas y recursos que serán de utilidad tanto para los directores, a la hora de diseñar las sesiones, como para los escritores en formación:
Se aprende en la escuela primaria: las historias tienen un principio, un desarrollo y un final o, para decirlo de un modo un poco más técnico, constan de planteamiento, nudo y desenlace. Esa es la estructura narrativa: las partes que conforman la historia y hacen posible que se cuente.
Si haces que la gente se ría o llore con pequeñas marcas negras en hojas de papel blanco, ¿qué es eso sino una broma de mal gusto? Todas las grandes historias son grandes bromas pesadas en las que las personas caen en una y otra vez.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.° 64”
Algunas obras experimentales tienen como principio violar los modos tradicionales de contar historias: bombardean la estructura, plantean una historia y luego cuentan otra o no cuentan ninguna, se enrarecen tanto que al lector le queda difícil saber qué le están contando, o no tienen un final.
Hace unos meses, en el New York Times Books Review, John Barth decía que, hace diez años, la gran mayoría de los estudiantes que participaban en sus seminarios de literatura estaban altamente interesados en la “innovación formal”, y eso, hasta no hace mucho, era objeto de atención. Se lamentaba Barth, en su artículo, porque en los ochenta han sido muchos los escritores entregados a la creación de novelas ligeras y hasta “pop”. Argüía que el experimentalismo debe hacerse siempre en los márgenes, en paralelo con las concepciones más libres. Por mi parte, debo confesar que me ataca un poco los nervios oír hablar de “innovaciones formales” en la narración. Muy a menudo, la “experimentación” no es más que un pretexto para la falta de imaginación, para la vacuidad absoluta. Muy a menudo no es más que una licencia que se toma el autor para alienar –y maltratar, incluso– a sus lectores. Esa escritura, con harta frecuencia, nos despoja de cualquier noticia acerca del mundo; se limita a describir una desierta tierra de nadie, en la que pululan lagartos sobre algunas dunas, pero en la que no hay gente; una tierra sin habitar por algún ser humano reconocible; un lugar que quizá sólo resulte interesante para un puñado de especializadísimos científicos.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
Si descontamos estas obras muy experimentales, es posible afirmar que la estructura está presente en todas las obras narrativas y dramáticas: la encontramos en las novelas del siglo xviii y las contemporáneas, las películas de cine y las telenovelas, las obras de teatro y las historias para niños, el cuento que nos echó una vecina o las parábolas de la Biblia.
Cuando excluyes la trama, cuando excluyes que alguien quiera algo, se excluye al lector, lo que es una cosa mezquina para hacer. También puedes excluir al lector al no decirle de inmediato dónde se lleva a cabo la historia, y quiénes son las personas.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.° 64”
Luego de estudiar obras clásicas y contemporáneas, el escritor Georges Polti identificó –siguiendo al dramaturgo Carlo Gozzi– treinta y seis situaciones dramáticas, esto es, treinta y seis argumentos posibles para contar historias: el personaje comete un crimen y es castigado, el personaje es perseguido por un crimen que no cometió, el personaje le hace daño a otro, el personaje se sacrifica, dos personajes se enamoran y, sin saberlo, rompen un tabú, dos personajes se enamoran y enfrentan grandes obstáculos para vivir su amor… Gabriel García Márquez fue más lejos y afirmó que no hay treinta y seis situaciones dramáticas sino solo tres: la Vida, el Amor y la Muerte, y que todas las demás caben ahí.
Le garantizo que ningún diseño de historia moderna, ni siquiera una que no tenga argumento, le dará al lector genuina satisfacción, a menos que uno de esos argumentos anticuados se introduzca de contrabando en alguna parte. Yo no alabo los argumentos como representaciones precisas de la vida, sino como formas de mantener a los lectores leyendo.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.° 64”
Una buena forma de garantizar una estructura sólida es, antes de empezar a escribir, pensar qué queremos que ocurra en la historia y proponer por lo menos tres acciones narrativas que puedan servir de planteamiento, nudo y desenlace.
No se debe dar lugar al lector para que se llene de pereza en la lectura, debemos “someterlo” de entrada a nuestro capricho, ganarlo en una primera batalla para que esté de nuestro lado en ese mundo que acabamos de construir, domeñarle su propio ritmo vital.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
El planteamiento funciona como una introducción: en él se le da a entender al lector de qué se tratará la historia y se presentan los personajes, el universo narrativo y las demás circunstancias de la normalidad de esa historia.
Aquí por ejemplo, tenemos una historia bastante común: un joven sobrio, trabajador, y bastante aburrido, conoce a la mujer de sus sueños. Ella es bellísima, brillante, apasionada y bondadosa, y lo más maravilloso es que lo ama. Piensan casarse y en la víspera de su matrimonio sus amigos le organizan una despedida de soltero en la cual lo vacilan, lo emborrachan y lo arrastran a un prostíbulo para la última burla. Allí entra en un cuarto… para encontrarse cara a cara con su novia.
¿Dónde se torna interesante la historia? ¿Dónde comienza la trama?
Puede comenzar, si deseas, con los antepasados del joven que vinieron en el Mayflower, pero si lo haces, será una historia muy larga, y es probable que cerremos el libro a mediados del siglo xix. Puedes comenzar con la primera vez que él conoce a esta extraordinaria mujer, pero aun así debes cubrir por lo menos varias semanas, probablemente meses, en unas pocas páginas, y eso significa que debes resumir, omitir y generalizar, pero te será difícil mantener la verosimilitud y también nuestra atención. ¿Comenzar en la despedida de soltero? Eso está mejor. Si lo haces así, tendrás que informarnos, de alguna manera, todo lo que ha pasado antes, ya sea a través del diálogo o a través de los recuerdos del joven, pero tienes solamente una noche de acción para cubrir, y llegaremos al conflicto rápidamente.
Janet Burroway, “La forma y la estructura de la trama. La torre y la red”
Dentro de una historia, la normalidad puede ser algo extraño o terrible: como que los juguetes, cuando la gente no los mira, tienen vida propia, al estilo de la película Toy Story, o la pobreza de Raskólnikov en Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski. Aunque por fuera del universo de la historia esas circunstancias resulten extraordinarias o impresionantes, en la historia no lo son: hacen parte de su realidad.
El avión de guerra israelí vuela sobre Gaza. El niño palestino toma una caja de cartón como cámara, una bolsa plástica como chaleco y una olla de aluminio como casco y juega a ser un reportero de guerra que informa sobre las ruinas de su casa. El avión suelta un misil. Los ojos del niño se humedecen al reportar la desaparición de sus hermanos y la muerte de sus padres, mientras intenta registrar en su cámara improvisada la luz que cruza a gran velocidad la noche. Deja caer la caja. Aprieta los ojos, empuña las manos y pide un deseo.
Juan Andrés Romero, “Primavera árabe”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Sugerencias de frases iniciales:
A este hombre lo abandonó su sombra.
Desde ese día la he visto pasar desnuda bajo las aguas del tranquilo río.
El hombre cantaba en el fondo del patio, mientras la ciudad se llenaba de ruidos.
La atrajo hacia su cuerpo desnudo y percibió una sombra de odio.
Esa canción de nuevo, y ella tan ajena a este amor.
El nudo de una historia comienza cuando se rompe la normalidad: cuando ocurre un suceso que cambia el curso de los acontecimientos y descoloca al personaje.
El trabajo del escritor es escenificar confrontaciones, para que los personajes digan cosas sorprendentes y reveladoras, y educar y entretenernos a todos nosotros. Si un escritor no puede o no va a hacer eso debe retirarse del oficio.
Kurt Vonnegut, en “The Art of Fiction N.° 64”
El evento que rompe la normalidad y desencadena la historia se llama detonante. Una buena forma de construir el detonante es mediante la introducción de un conflicto o problema. El personaje tiene un deseo o una necesidad, pero hay una circunstancia que le impide cumplir ese deseo o necesidad: tiene hambre, como el viejo pescador de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, pero está sala’o y hace ochenta y cuatro días no agarra un pez.
Cuando enseñaba escritura creativa, me gustaba decirles a los estudiantes que hicieran que sus personajes quisieran algo de inmediato, incluso si era solo un vaso de agua. Los personajes paralizados por la falta de sentido de la vida moderna todavía tienen que beber agua de vez en cuando. Uno de mis estudiantes escribió una historia sobre una monja que tenía un pedazo de hilo dental atrapado entre sus molares inferiores izquierdos, y que no podía sacarlo en todo el día. Me pareció que era maravilloso. La historia se trataba de cuestiones mucho más importantes que la seda dental, pero lo que mantuvo a los lectores leyendo fue la ansiedad sobre cuándo se quitaría finalmente el hilo dental. Nadie podía leer esa historia sin hurgarse la boca con un dedo.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.° 64”
Otra manera de introducir el detonante en la historia es mediante la aparición de una anomalía. El personaje está tranquilo viviendo su vida y lo único que quiere es continuar así, pero de repente ocurre un suceso que le trastoca todo: amanece convertido en un monstruoso insecto, como en La metamorfosis de Franz Kafka, o un ente innominado empieza a apoderarse de su vivienda como en el cuento Casa tomada de Julio Cortázar. Es justo aclarar que la anomalía no es necesariamente un evento fantástico. Puede ser un suceso realista, pero perturbador o dramático para la vida del personaje, como un terremoto o la muerte de un ser querido.
En la mejor ficción narrativa, la trama no es una sucesión de sorpresas, sino una sucesión cada vez más emocionante de descubrimientos, o de momentos de comprensión. Uno de los errores más habituales de los escritores nóveles (de los que entienden que escribir novela es contar historias) es creer que la fuerza del relato radica en la información que se retiene, es decir, en que el escritor consiga tener al lector siempre en sus manos, para descargarle el golpe definitivo cuando menos se lo espera. La ficción avara es aquella en la que el autor se niega a tratar al lector de igual a igual.
John Gardner, El arte de la ficción
A partir de la introducción del detonante, la historia seguirá su curso y se complejizará hasta llegar al final. La tarea del escritor –menos que solucionarla– es complicar la historia: impedir que el personaje alcance sus deseos, hacer que su vida sea difícil. En ese sentido el mayor villano de la historia es siempre su autor.
Puede darse el caso de que lleguemos a un callejón sin salida. Por suerte, todos llevamos dentro una especie de pequeño argentino que nos va diciendo lo que tenemos que hacer. Y digo por suerte porque hay muchos métodos para escribir guiones pero la verdad es que ninguno sirve: cada historia trae consigo su propia técnica. Para el guionista lo importante es poder descubrirla.
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
Aquí algunas sugerencias: un filipichín refinado se ve obligado a vivir en un barrio popular; un hombre machista se despierta en el cuerpo de una mujer; una madre pierde a sus hijos; un joven libre y desordenado debe prestar el servicio militar.
No lo podía creer. Ella, que siempre había pensado que era imposible enamorarse dos veces en la vida, estaba allí, extasiada, boquiabierta, casi sin aliento: aquel hombre sencillo, normal, sin ningún atributo físico más allá del de poseer todas sus extremidades, le había dado la mano para que ella pudiera bajarse del andén.
Ramiro Saldaña, “Enamorada II”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
Camilo García llegó por la mañana al Aeropuerto Internacional de Réikiavik. Había planeado el viaje de sus sueños desde hacía dos años pero, mientras pasaba por el control de equipaje, un oficial le informó que, debido a una nueva legislación, las pastillas para tratar su trastorno de ansiedad eran ilegales en ese país.
Carlos E. Schortborgh, un ejercicio, participante del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba
El desenlace es el final de la historia: el evento donde el conflicto se cierra y soluciona o, si continúa, donde de algún modo se convierte en la nueva normalidad de la vida del personaje.
El principio primero y fundamental es que la finalidad de todo relato de misterio, o un relato de cualquier clase o cualquier otro misterio, no es la oscuridad, sino la luz. La novela está escrita para llegar al momento en que el lector comprenda, no simplemente para los muchos momentos preliminares en que no comprende.
G. K. Chesterton, “Cómo escribir una historia de detectives”
Los finales pueden ser cerrados o abiertos. En el final cerrado la trama queda resuelta: las preguntas que se abrieron obtienen una respuesta y el lector entiende claramente lo que ocurrió. En el final abierto las preguntas se quedan sin contestación y el texto no le dice al lector lo que ocurrió, sino que lo deja en libertad de interpretar los eventos como mejor le parezca.
En casi toda buena novela, la forma básica –casi ineludiblemente– de la trama es: un personaje central quiere algo, lo persigue a pesar de la oposición que encuentra (en la que, quizá, se incluyan sus propias dudas) y gana, pierde o se inhibe.
John Gardner, El arte de la ficción
El lobo gime, ella también. Caperucita se levanta y lo mira: “¡Esperaba más después de tanto cuento!”.
Mauricio Delgado Miranda, minicuento, participante del Taller Rayuela, Pamplona, Norte de Santander
La historia es una sucesión de hechos que se conectan causalmente: es un hilo cronológico lineal. El relato, por su parte, es el orden en que el autor decide presentar los hechos para lograr un determinado efecto narrativo o imprimir un ritmo o un estilo particular. La historia es lo que el autor nos cuenta: el qué. El relato es la manera en que lo cuenta: el cómo.
El objetivo de la técnica es hacer del relato una experiencia emocional también para el lector; si esto no sucede, el relato no cumplió su objetivo.
Leon Surmelian, “El argumento: el desafío del caos (I)”
La historia comienza en el episodio que sucedió primero y sigue en orden cronológico hasta llegar al final. El relato, en cambio, puede dar saltos en el tiempo: empezar en el final y devolverse al principio o a cualquier otro punto de la historia; ir al futuro de la historia y regresar al presente.
El principio, el medio y el fin son formas mentales del narrador –revisadas mentalmente por el lector– gracias a las cuales el cuento comienza por llamar la atención sobre un punto interesante, mantiene despierta la curiosidad y satisface la expectativa. Lo que llama la atención del lector es un principio en el orden narrativo. “Este cuento principia bien, tiene un principio que me agarra”, pensamos. Pero ese principio narrativo no es necesariamente el principio de una acción. Puede ser, por ejemplo, el suicidio que pone fin a una vida muy activa. En este caso, el principio de la narración es el final de la acción y, por el contrario, solamente al final de la narración vemos cómo principian las acciones que han de llevar al suicidio. En todos esos casos la secuencia narrativa, por ilógica que sea, funciona con un principio, un medio y un fin.
Enrique Anderson Imbert, “Acción, trama”
A veces la historia y el relato coinciden, como en El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, que comienza por el principio de la historia, la llegada del viejo de un día de pesca en el que no agarró nada, y termina con el viejo unos días después volviendo de otra jornada de pesca en la que sí agarró un pez, pero lo perdió. Otras veces el relato se presenta de un modo diferente al orden de la historia, como en El túnel, de Ernesto Sábato, donde la primera frase anticipa el final.
Mi nombre es Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne.
Ernesto Sábado, El túnel
Luego de esta frase, el relato va al principio de los acontecimientos hasta desembocar en el desenlace (el asesinato de María Iribarne, la cárcel para Juan Pablo Castel), que en el relato funciona como punto de partida.
Entonces se dirá, ¿por qué hablar de principio, medio y fin, puesto que no cumplen una función específica? Ah, es que sí la cumplen, solo que no es una función lógica sino artística. Con esos términos me refiero a una sucesión, no de hechos, sino de tensiones y distensiones, de problemas y soluciones, de desequilibrios y equilibrios.
Enrique Anderson Imbert, “Acción, trama”
Otro caso ilustre donde historia y relato no se corresponden es el de Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, cuyo relato comienza por la mitad de la historia.
El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba obispo.
Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada
De ahí en adelante el relato sigue dando saltos en el tiempo para dar cuenta de una historia que sucedió en el siguiente orden cronológico: Ángela es despojada de su virginidad; se casa con Bayardo San Román; este la devuelve porque no es virgen; Ángela acusa a Santiago Nasar de ser el responsable; los hermanos de Ángela matan a Santiago Nasar; pasado un tiempo Ángela y Bayardo se reconcilian; muchos años después un amigo de Santiago Nasar –el narrador– vuelve al pueblo donde sucedieron los hechos para investigarlos y contarnos la historia.
Lo que realmente ocurrió es más probable, y el orden verdadero de los incidentes puede ser correcto, pero por lo general el escritor toma los sucesos azarosos e inconexos de la vida y los organiza en una secuencia ordenada para crear un todo significativo.
Leon Surmelian, “El argumento: el desafío del caos (I)”
El relato es uno de los recursos más importantes con los que el autor cuenta para hacer que la historia tenga un carácter propio. Un buen argumento, en general, exige del lector un trabajo interpretativo y suele provocarlo intelectual o emotivamente.
Como un relato no es una transcripción exacta de la vida –ni siquiera refleja la vida, aunque sí la expresa– el escritor solo puede dar una versión idealizada de la realidad en su propio lenguaje. Tenemos que reconocer las limitaciones del lenguaje, pero la imaginación del lector viene en ayuda del escritor; y ese lector –no hay ni que decirlo– está dispuesto a ser engañado. Sin esta disposición por parte del lector, no puede haber argumento posible.
Leon Surmelian, “El argumento: el desafío del caos (I)”
Es importante que el escritor planee con cuidado la estructura que tendrá su relato, buscando que esta potencie la historia. Puede optar por ocultar algunas partes y de ese modo generar tensiones, sorprender o inquietar al lector; puede dejar abierta la historia para incitar al lector a barajar hipótesis sobre la trama; puede abrir con el evento climático para que el interés del lector no recaiga en lo que va a pasar sino en cómo fue posible que ocurriera.
Escribir en orden cronológico las acciones principales de una historia acordada entre todos los participantes y luego ensayar varios comienzos.
Los diferentes comienzos pueden ser: con la mujer en la cárcel; con la mujer asesinando a su esposo e hijo; con la niña en su infancia feliz; cuando se casa; cuando tiene el hijo; y así.
El atardecer trágico y dolorido del 14 de noviembre de 1985 Adrián Canario, deslizándose desde una escalera de cuerdas de algún helicóptero de la Cruz Roja Internacional, se dejó caer sobre el cementerio de lodo y, entre cadáveres, empalizadas, reses muertas y un infierno de objetos innominados, descubrió, de pronto, sobre lo que en algún tiempo fue el techo de una casa, una muñeca de trapo deforme y regordeta a la que alguna vez una niña tiernamente llamaba Marilú.
Margeris Campo Peñaloza, “Marilú”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Los primeros que cayeron en manos del Pibe fueron los mayores. A ellos terminaron por llamarlos en el barrio Los Pibes. El Pibe tenía la mejor bicicleta de la ciudad. Decía que la había traído de Estados Unidos en uno de los tantos viajes que hizo, que debió pagar mucho dinero, porque la había comprado en dólares, y que cualquier pieza que se dañara debía encargarla exclusivamente a uno de sus primos que vivían en New York. La bicicleta era de aluminio, los pedales, la cabrilla, los frenos y las ruedas eran de un color fucsia cromado. Era una maravilla porque no pesaba nada. En cambio, las nuestras eran de hierro colado, algunas con estilo unisex como decían nuestros papás, porque debíamos compartirlas con nuestras hermanas.
Ricardo A. Arias Penagos, “El Pibe”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
En la base de todas las historias están las acciones narrativas: los hechos que la conforman. Sin acciones –si no están pasando cosas– no hay historia. Un texto sin acciones narrativas puede ser un ensayo, una reflexión, una columna de opinión o un poema, pero no es un cuento o una novela.
Contar una historia no significa otra cosa que poner en palabras las acciones que realiza un personaje determinado. Escribir una historia es, básicamente, un oficio en el que nada tiene más importancia que el hecho de hilar acciones.
Leopoldo Brizuela, Cómo se escribe un cuento
La narración es el arte de encadenar una acciones con otras. De esta manera se construyen la historia y el relato. Podemos, en teoría, tener una buena historia, pero no basta con eso. Es necesario saber contarla bien, de modo que el lector se la crea, que le resulte interesante, lo emocione y le genere la necesidad de seguir leyendo.
Escribimos para que se nos lea. Y se nos leerá si conseguimos ganarnos, atraer la atención del lector.
Gonzalo Martín Vivaldi, “La narración y su técnica”
A continuación se presentan algunos recursos que el escritor deberá tener en cuenta para lograr una buena historia, al momento de componer su narración.
Una misma historia puede tener registros muy variados. El cuento de un hombre que pretende crear a otro hombre ha sido contado de diversas maneras: a modo de novela para niños como en Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi; a modo de relato de terror como en Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary Shelley; a modo de cuento corto y filosófico como en “Las ruinas circulares”, de Jorge Luis Borges; o a modo de historia fantástica como en la película El joven manos de tijera, de Tim Burton.
Por eso, cuando hablamos del tono en el texto, nos remitimos a una especie de estado de ánimo en el texto. Así como se habla de la coloración de los sonidos, también se alude a unos estados de ánimo conforme a la gravedad o agudeza de los mismos.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
El tono es el registro del texto: la actitud o emoción con la que el narrador presenta lo que dice, y así el tono de un texto puede ser triste, sombrío, sarcástico, serio, solemne, divertido, aterrador, en fin, existen tantas posibilidades de tonos como formas de ser o voces humanas.
El tono de “do” es grave u oscuro porque el sonido lo encarna; el tono sombrío de un texto, o el festivo, o el apesadumbrado, o el displicente, o el optimista, o el airado, etc., ¿cómo se produce? Son muchas las causas que producen ese efecto. Desde el colorido del texto –manejo de una adjetivación, de un léxico, de un sistema de combinaciones de palabras o frases, muchas veces intuitivas– hasta el uso convenido, previamente, de los tiempos verbales (un tiempo presente no tiene el poder evocador de un copretérito), de las clases o perspectivas del narrador (un omnisciente facilita más la escogencia de los tonos que uno participante), la arquitectura de la obra, la dimensión espacio-temporal, el manejo prolijo o escueto de la descripción y la narración, el uso o eliminación de los diálogos, la visión de mundo del narrador, etc. Desde la primera frase de la obra, el escritor le imprime al texto un ritmo y un tono.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
No siempre los escritores saben cuál es el tono adecuado de su obra. Mario Vargas Llosa cuenta que quiso escribir su novela Pantaleón y las visitadoras en un registro serio y realista, pero no lograba darle forma ni avanzaba hasta que descubrió que el tono que mejor le iba era el humorístico. Entonces pudo completarla.
Uno no puede equivocarse nunca al insinuar el género. El espectador tiene que saber de entrada si lo que está viendo es un drama o una comedia.
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
El director del taller puede ayudar a guiar a los participantes en la escogencia del tono más apropiado para sus ideas germinales. A veces la elección del tono depende de la personalidad del autor, otras veces de sus intenciones y lo que desea comunicarle a los lectores. Dos preguntas que pueden ayudarle a dar con el tono que mejor le viene a su texto son: ¿Cuál es el posible lector de su historia? ¿Qué desea comunicarle o hacerle sentir?
No dejaba de verla. Casi me da torticulis amorositis, una extraña enfermedad que se adquiere por el chismoseo constante y la curiosidad. “¿Cómo se llamará, tiene novio? Claro que tiene novio, o muchos pretendientes. Es hermosa, su vida ya está arreglada. Lo tiene todo. Mírate, mujer, eres cuerpo y alma. ¿Vino sola? Es de mi edad estoy seguro. ¿Le gusta el jazz, el perreo intenso de Handel y Shostakovich? ¿Bailará como baila un girasol cuando encuentra el sol? Dios, tiene celular y no está como zombie tecleando. Dios, gracias por este día. Mi mejor jueves de Semana Santa”, pensé, mientras la torticulis amorositis me punzaba el cuello y el alma.
César Augusto García Arias, “Tobogán de amor”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
Una historia es un mundo particular que obedece a unas reglas y tiene una coherencia interna. De no ser así no resultará verosímil, creíble, para los lectores.
La literatura es un tablero de ajedrez en que uno explica al lector, desde el comienzo, cómo va a mover la fichas. Una vez que empieza el juego, no se pueden cambiar las reglas que uno mismo impuso.
Gabriel García Márquez, en “Comadreo literario de cuatro horas con García Márquez”
La verosimilitud es un atributo que deben tener tanto los relatos de ficción como los de no ficción y tanto los realistas como los fantásticos. Los mundos descritos en el papel deben siempre sostenerse por sí mismos, sus elementos deben concordar y responder a una lógica convincente, sean sacados de la realidad como Relato de un náufrago o inventados como Cien años de soledad, ambos de Gabriel García Márquez, tengan los mismos atributos de nuestro mundo como El Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, u ocurran en lugares maravillosos como El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.
Verás: para describir lo que son los ladrones de caballos en setecientas líneas debo hablar y pensar todo el tiempo en su tono y sentir su espíritu.
Antón Chéjov, “La técnica del cuento”
Se habla de un pacto que se establece entre el escritor y su lector: quien escribe propone unas convenciones mediante las cuales desarrolla su relato, y quien lee decide si las acepta o no. Establecido este acuerdo tácito, se convalida el mundo propuesto en un escrito. Es aquí cuando la verosimilitud resulta definitiva, puesto que de ella depende, en buena parte, la eficacia de dicha narración.
De lo que llevo dicho pareciera desprenderse que la ficción es una fabulación gratuita, una prestidigitación sin trascendencia. Todo lo contrario: por delirante que sea, hunde sus raíces en la experiencia humana, de la que se nutre y a la que alimenta.
Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras
Para lograr la verosimilitud de su relato, en muchos casos –si no en todos– es necesario que el autor investigue sobre los hechos o contextos a los que se refiere: haga una observación cuidadosa para construir a sus personajes, narrar hechos pasados o tratar los diversos temas con propiedad y conocimiento. Cuanta más información tenga el escritor sobre los eventos que narra, los personajes, el tiempo y el lugar de su narración más probable será que el lector se conecte con ella.
La verosimilitud de una historia (su poder de persuasión) no depende exclusivamente de la coherencia del estilo con que está referida –no menos importante es el rol que desempeña la técnica narrativa–, pero, sin ella, o no existe o se reduce al mínimo.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
El escritor, en realidad, no escribe solamente cuando se sienta en su escritorio. Lo hace todo el tiempo, porque su escritura pasa por un cuidadoso ejercicio de observación y lectura del mundo: de cómo se ve, se siente, se habla, se transforma y se dota de sentido. Para el escritor, el mundo es una materia de trabajo que debe registrar constantemente y llevar consigo a su escritorio para, allí, a punta de ensayo y error, de trabajo artesanal, poder forjar un mundo nuevo tan sólido y completo como el externo.
Yo repaso todas las noches fracciones de repertorios infinitos, de conocimientos y de melodías verbales. Soy un taller continuo, un telar que repite esos diseños ajenos que vienen como los rollos que el telar interpreta con la velocidad de las lanzaderas que van de un lado a otro… a eso podría comparar mi alma, incluso mi propia función cerebral; a veces creo que ya me quemé, de tanto que he gastado el cerebro en repasar, en idear, en rechazar.
Juan José Arreola, “El arrebato amoroso”
En un taller de escritura creativa pueden proponerse ejercicios orientados a estimular la atención de los participantes y su capacidad de leer los entornos para luego saber recrearlos narrativamente.
No toda la información que el autor tiene para narrar su historia debe aparecer en ella. En realidad gran parte puede quedar por fuera. Sin embargo, tenerla a mano le sirve para hallar el mejor modo de crear una atmósfera, definir el tipo de personajes que se adecuan a ella o hace falta incluir, percatarse cuando alguno sobra o estorba, y manejar las voces del relato, los diálogos y el tipo de juegos de lenguaje que son pertinentes.
Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.
Ernest Hemingway, Muerte en la tarde
Cada elemento que se incluya en un cuento, novela o poema debe jugar un papel y tener un sentido. Para saber cuándo sobra un elemento que se ha incluido basta con quitarlo y verificar si el relato cambia sustancialmente, si se sostiene o, por el contrario, cojea sin él.
Uno nunca debe poner un rifle cargado en el escenario si no se va a usar. Está mal hacer promesas que no piensas cumplir.
Antón Chéjov, “Carta a Aleksandr Semiónovich Lázarev”
Mucha de la información que se incluyó en las etapas iniciales de la creación puede luego resultar obvia o superflua. Su eliminación contribuirá a darle frescura y dinamismo al texto, hará más fluida la lectura y la despojará de datos innecesarios y lugares comunes.
Primera versión: Un hombre no identificado, al parecer joven, que se cubría el rostro con un capuchón y portaba una pistola, realizó un atraco en las dependencias de la sucursal del banco X, ubicada en la calle Y, de la que consiguió llevarse un botín que asciende a un total de dos millones de pesetas.
Versión depurada: Un encapuchado se llevó a punta de pistola dos millones de pesetas de la sucursal del banco X en la calle Y.
Daniel Cassany, La cocina de la escritura
En el taller, con los comentarios del director y los participantes, el escritor aprenderá a depurar los textos, a juzgar si la prosa resulta recargada y a determinar las escenas superfluas o meramente efectistas.
Primera versión: Las drogas son sustancias que, si bien antes algunas de ellas se utilizaban para curar, hoy en día, además de ser utilizadas por la medicina, sirven para que algunos individuos, ya sea por vía intravenosa, en pastillas, esnifando o de cualquier otra manera que ellos saben, les produzca, una vez han entrado en la circulación sanguínea y llegan al cerebro, un estado de excitación especial.
Versión depurada: Si bien antes las drogas se utilizaban para curar, hoy en día las ingieren algunos individuos, ya sea por vía intravenosa, en pastillas, esnifando o de cualquier otra manera, para conseguir una excitación especial cuando la sustancia lega al cerebro a través de la sangre.
Daniel Cassany, La cocina de la escritura
Después de la muerte de mi padre, transcurrido el período de luto, comencé a concurrir a algunos bailes. En el pueblo había un restaurante que se llamaba Fantoli, tenía un gran salón y allí se bailaba por la tarde. La orquesta estaba arriba, en un palco. Cuando la reunión era nocturna me acompañaba Elsa. Generalmente iba con dos amigos, Lucia y Carla. Pasaban a buscarme, perdíamos algunos minutos frente al espejo y después partíamos con paso rápido por la calle ancha. Cada vez era una aventura y cuando llegábamos nos sentábamos en las sillas ubicadas alrededor del salón y esperábamos, divertidas, impacientes e ilusionadas. Teníamos nuestro lenguaje secreto, nos entendíamos con las miradas, conteníamos la risa y nos poníamos muy serias cuando algún muchacho se nos acercaba. Había pasado mucho tiempo desde aquellas primeras lecciones en la hostería y ahora me animaba a cualquier ritmo: vals, polka, pasodoble. Deslizarse, girar alrededor del salón iluminado, dejarse llevar por la música, eran sensaciones placenteras y nuevas, era un vértigo. También la cercanía del cuerpo del desconocido de turno, las preguntas y las respuestas convencionales, los silencios, eran descubrimientos.
Antonio Dal Masetto, Oscuramente fuerte es la vida
Las historias, desde el comienzo y a medida que se desarrollan, plantean unas preguntas: ¿Podrá el héroe alcanzar lo que quiere? ¿Obtendrá el amor de la chica? ¿Conseguirá llegar a su destino? ¿Se salvará de la amenaza que se cierne sobre él? ¿Triunfará sobre el antagonista? ¿Resolverá el caso que investiga?
Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay solamente un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas.
Julio Cortázar, “Algunos aspectos del cuento”
La tensión narrativa es un recurso del que el escritor se sirve para plantear una o varias preguntas que, desde las primeras líneas, sirvan de anzuelo para atrapar al lector, y luego retrasar las respuestas, de modo que el lector se mantenga interesado hasta el final.
Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir.
Me gusta hacerlo así cuando siento que una nueva historia me amenaza. Y siento que de esa propia amenaza puede surgir el texto. En ella se contiene la tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están como dormidas y prestas a despertar; e incluso la sensación de que no puede surgir de ello una historia. Pues esa tensión es parte fundamental de la historia, en tanto que las palabras convenientemente unidas pueden irla desvelando, cobrando forma en el cuento. Y también son importantes las cosas que dejamos fuera, pues aun desechándolas siguen implícitas en la narración, en ese espacio bruñido (y a veces fragmentario e inestable) que es sustrato de todas las cosas.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
Generar tensiones dentro de un texto no es nada fácil. Para conseguirlo el escritor necesita oficio, práctica y cierta sensibilidad y agudeza que le permitan saber qué informaciones debe guardarse y cuáles debe entregar y qué momento es el preciso para hacerlo: es el arte de dosificar las informaciones.
Yo trato de mantener el amor profundo fuera de mis historias porque, una vez que este tema en particular surge, es casi imposible hablar de otra cosa. Los lectores no quieren oír hablar de otra cosa. Se enloquecen por el amor. Si un amante en una historia consigue el amor verdadero ese es el final de la historia, incluso si la Tercera Guerra Mundial está a punto de comenzar y el cielo está negro de platillos voladores.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.º 64”
Una vez el héroe de la historia alcanza lo que quiere, sea el amor o llegar a su destino, vencer la amenaza, derrotar al antagonista o resolver el caso, la historia termina. En el taller, el director y los demás participantes podrán guiar al escritor para que logre generar tensiones y mantener la expectativa y el interés de los lectores en su historia.
En este caso una madre amamanta a su hija mientras es presa del dolor:
Indecisa, tomó a la criatura entre sus brazos, la contempló y al cabo de unos segundos pensó que era demasiado frágil e inocente como para negarle su leche. Posando la boquita de su hija sobre el pezón, se llevó una mano al seno para presionar y obligar la salida del líquido.
Un dolor punzante la petrificó, algo en su interior empezó a abrir camino, a romperla, a separar sus fibras. Las primeras gotas emergieron con dificultad, acompañadas de un exquisito olor a nata. La criatura se precipitó para atraparlas y apretó su boca con fuerza y desesperación contra el orificio por donde brotaba el líquido que su madre le proporcionaba.
Un vapor caliente recorrió la espina dorsal de Augusta cuando sintió la potente succión de la niñita. Asustada, y obnubilada por el dolor, cerró los ojos y trató de recobrar la tranquilidad pensando que aquello era señal de salud. Con cada succión el dolor era más intenso y el olor más hostigante.
Mónica del Pilar Álvarez, “Augusta”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Era media noche cuando de repente se sintió una especie de temblor en el lago; la balsa en la que vivíamos comenzó a moverse y el río empezó a hacer olas, los gramalotes y los árboles se movían de lado a lado, en ese momento empezó a hacer mucha brisa. Se sentía un ambiente muy extraño; las aves gritaban; los grillos hacían sonidos, y lo mismo hacía el resto de los animales que había en el lago. Esto era una señal de que algo iba a pasar: el agua del lago empezó a burbujear como si fuera una olla hirviendo.
Alfonso Guerra, “La madre del lago y el río Amazonas”, participante del Taller en el Establecimiento Penitenciario de Leticia, Amazonas
La lectura funciona secuencialmente: los párrafos, como unidades de sentido, se suceden unos a otros en un orden determinado. A través de esta secuencia lineal se van entregando, una por una, en un orden preciso, las piezas de un rompecabezas. El diseño de cada una de estas piezas debe ser tal que sea posible ordenarlas y que en el dibujo final no falte ni sobre ninguna.
La trama organiza los incidentes y episodios de manera que satisfagan estéticamente la expectativa del lector. Evita digresiones, cabos sueltos, flojeras y vaguedades. Es una hábil selección de detalles significativos.
Enrique Anderson Imbert, “Acción, trama”
Los amarres son la forma en que el autor entrega las piezas del rompecabezas: la forma en que hila el relato de modo que la historia avance párrafo a párrafo, dé rodeos, construya el nudo o se imbrique, pero fluya, y que finalmente cierre de un modo contundente.
Me gustaría, para que habláramos de este último procedimiento, los “vasos comunicantes” (después le explicaré en qué sentido hay que tomar lo de último), que releyéramos juntos uno de los más memorables episodios de Madame Bovary. Me refiero a los “comicios agrícolas” (Capítulo VIII de la segunda parte), una escena en la que, en verdad, tienen lugar dos (y hasta tres) sucesos diferentes, que, narrados de una manera trenzada, van recíprocamente contaminándose y en cierto modo modificándose. Debido a esa conformación, los distintos sucesos, articulados en un sistema de vasos comunicantes, intercambian vivencias y se establece entre ellos una interacción gracias a la cual los episodios se funden en una unidad que hace de ellos algo distinto de meras anécdotas yuxtapuestas. Hay vasos comunicantes cuando la unidad es algo más que la suma de las partes integradas en ese episodio, como ocurre durante los “comicios agrícolas”.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
Javier Cercas, en su novela Soldados de Salamina, utiliza los amarres con maestría. El relato base se desprende de una anécdota de la guerra civil española, según la cual Rafael Sánchez Mazas, fundador e ideólogo del partido que llevó a Franco al poder, salva su vida gracias a la inesperada clemencia de un soldado anónimo. En el capítulo primero –de tres– ocurre la génesis de la novela misma: el narrador personaje –que es el mismo Javier Cercas– conversa sobre aquel incidente con un hijo de Sánchez Mazas y este le refiere la historia.
“Mi padre contaba que el miliciano se quedó mirándole unos segundos y que luego, sin dejar de mirarle, gritó: “Por aquí no hay nadie”, dio media vuelta y se fue”. ¿Por qué le salvó la vida?, ¿por qué no lo delató?, ¿en qué estaba pensando aquel republicano?
Javier Cercas, Soldados de Salamina
A partir de esas preguntas el narrador decide investigar ese momento específico de la historia para escribir un relato basado en la realidad. El lector lo sigue –lo tiene que seguir– puesto que desde estas primeras páginas el amarre está funcionando. El capítulo segundo, escrito en tercera persona, es una biografía del protagonista que, desde luego, se centra en aquel momento.
Sánchez Mazas mira al soldado que lo va a matar o va a entregarlo, aguarda la descarga que ha de acabar con él. Pero la descarga no llega…
Javier Cercas, Soldados de Salamina
¿Quién es, o quién era, ese soldado perdonavidas? Esa es la pregunta que intenta resolver el último capítulo, que sigue los sones del pasodoble “Suspiros de España”, una referencia musical que también funciona como amarre, pues es la única pista que se tiene para dar con el miliciano. Todo indica que se trata de un veterano llamado Miralles, que estuvo en el lugar, la hora y la fecha de aquel suceso, a quien Sánchez Mazas recuerda tarareando “Suspiros de España” y que otros personajes también relacionan con ese pasodoble. En las últimas páginas, cuando la novela se precipita hacia el cierre y parece que las piezas del rompecabezas encajan, el narrador personaje hace la pregunta obligada:
Casi como un ruego, pregunté:
–Era usted, ¿no?
Tras un momento de vacilación, Miralles sonrió ampliamente, afectuosamente, mostrando apenas su doble hilera de dientes desvencijados. Su respuesta fue:
–No.
Javier Cercas, Soldados de Salamina
Así, el libro propone un final abierto y no se tiene certeza de si aquel veterano fue o no quien salvó a Sánchez Mazas, pero a estas alturas ya no interesa. Cercas hace en su novela un acercamiento a la historia de España, la guerra, el entramado social, el poder, el oficio del escritor y, esencialmente, a la condición humana. El lector lo acompaña en esa travesía gracias a los amarres.
La trama es dinámica. Tiene un propósito porque el personaje que está entramado en ella se encamina a un fin. Ese personaje, sea que luche con otro personaje o consigo mismo, con las fuerzas de la naturaleza o de la sociedad, con el azar o con la fatalidad, nos interesa porque queremos saber cómo su lucha ha de terminar. Un problema nos hace esperar la solución; una pregunta, la respuesta; una tensión, la distensión; un misterio, la revelación; un conflicto, el reposo; un nudo, el desenlace que nos satisface o nos sorprende. La trama es indispensable.
Enrique Anderson Imbert, “Acción, trama”
El final es decisivo para que el efecto de integración narrativa tenga lugar. Pero las últimas tres líneas son tan decisivas como las primeras tres: en ellas se juega el autor tanto el inicio de la tensión como su clímax final.
Un cuento comienza con el título y termina con el punto final, pero lo importante es que tanto el principio como el final sean satisfactorios: esto es, abran y cierren la curiosidad. En otras palabras, lo que importa no es el esquema extra-artístico que va de la Causa al Efecto sino el esquema artístico que va de la Solicitud a la Satisfacción.
Enrique Anderson Imbert, “Acción, trama”
El título, por su parte, debe ser una manera de aportar a la construcción y a la significación del relato. Debe servir para crear expectativa, y saber jugar –en pocas y muy precisas palabras– con su sentido de fondo, arrojar luz sobre él o sobre un motivo específico que el autor quiera resaltar.
El título de una obra narrativa podría ser gratuito y caprichoso si con ello se cifrara una razón oculta que redundara en beneficio de la obra; de lo contrario, debe responder siempre a una causa o razón literaria contemplada implícitamente en la obra.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
En la novela de Javier Cercas el título alude a la famosa batalla de Salamina que tuvo lugar en el año 480 a. C., en la que la flota ateniense vence a la persa. Así se establece una sugerente relación metafórica entre ese hecho histórico y el argumento desarrollado en la novela.
Yo creo que es mejor que el autor intervenga lo menos posible en su obra.
Jorge Luis Borges, “Así escribo mis cuentos”
El autor es quien inventa y escribe la historia: la persona detrás del entramado de la ficción, el ser humano sentado frente al computador. El narrador es quien la cuenta: un personaje creado por el autor para relatar los hechos de la historia.
El primer problema que debe resolver el autor de una novela es el siguiente: “¿Quién va a contar la historia?”.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
El narrador en primera persona es más fácilmente identificado como personaje puesto que vive dentro de la historia y tiene presencia en esa realidad lo mismo que los demás personajes. Es tal vez el más claro y sencillo de armar, pues –a menos que posea el don de la telepatía o la ubicuidad– tiene los mismos atributos que la gente de la vida real y, como nosotros, solo puede contar lo que presencia, le cuentan o supone y no puede sino interpretar los eventos de acuerdo con su subjetividad.
Me gustaría que habláramos hoy del narrador, el personaje más importante de todas las novelas (sin ninguna excepción) y del que, en cierta forma, dependen todos los demás. Pero, ante todo, conviene disipar un malentendido muy frecuente que consiste en identificar al narrador, a quien cuenta la historia, con el autor, el que la escribe. Este es un gravísimo error, que cometen incluso muchos novelistas, que, por haber decidido narrar sus historias en primera persona y utilizando deliberadamente su propia biografía como tema, creen ser los narradores de sus ficciones. Se equivocan. Un narrador es un ser hecho de palabras, no de carne y hueso como suelen ser los autores; aquel vive solo en función de la novela que cuenta y mientras la cuenta (los confines de la ficción son los de su existencia), en tanto que el autor tiene una vida más rica y diversa, que antecede y sigue a la escritura de esa novela, y que ni siquiera mientras la está escribiendo absorbe totalmente su vivir.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
A diferencia del narrador en primera persona, los narradores en tercera persona están afuera de la historia y no intervienen en los hechos. Sin embargo, aun cuando no tengan presencia en la realidad de la historia y sean inmateriales e invisibles para los otros personajes, también se construyen como personajes, pues poseen unas características y atributos propios.
El narrador es siempre un personaje inventado, un ser de ficción, al igual que los otros, aquellos a los que él “cuenta”, pero más importante que ellos, pues de la manera como actúa –mostrándose u ocultándose, demorándose o precipitándose, siendo explícito o elusivo, gárrulo o sobrio, juguetón o serio– depende que estos nos persuadan de su verdad o nos disuadan de ella y nos parezcan títeres o caricaturas. La conducta del narrador es determinante para la coherencia interna de una historia, la que, a su vez, es factor esencial de su poder persuasivo.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
Hay narradores en tercera persona que lo saben todo como Dios. Otros tienen la facultad de leer los pensamientos de uno de los personajes, y respecto de los demás solo pueden suponer lo que piensan y sienten a partir de sus gestos y palabras, como hacemos nosotros, la gente del mundo real. Otros narradores registran los hechos que ocurren ante ellos, desapasionadamente, sin hacer juicios ni interpretaciones, del modo como lo haría una cámara de seguridad. Otros tienen emociones y opiniones, están de parte de unos u otros personajes y asumen una actitud definida sobre los hechos que narran.
El mejor cuento de Hemingway es “La corta y feliz vida de Francis Macomber”, y es quizás uno de los mejores cuentos del mundo, pero es un cuento que tiene un error imperdonable en un principiante: Hemingway nos dice qué piensa Macomber, qué piensa Wilson, qué piensa la mujer, qué piensa el león, qué piensa el búfalo, y al final nos hace una trampa: dice que no sabe si la mujer lo mató deliberadamente o por accidente.
Gabriel García Márquez, en “Comadreo literario de cuatro horas con García Márquez”
Aunque es menos común, en los textos literarios también se emplea el narrador en segunda persona: ese que se dirige a otro personaje, como lo hacemos en las cartas. Cualquiera que sea el narrador, una vez ha sido establecido, el escritor debe someterse a él: dejar que sea él quien cuente la historia de acuerdo con sus posibilidades y siguiendo sus propias reglas.
Ahora, más que la clasificación, el escritor debe tener presente la posición que ocupará el narrador durante el desarrollo de la historia (algo parecido a la marcación de los espacios para los personajes en una puesta teatral), si dentro o fuera de la historia, si vivo o muerto, si solo o acompañado en la narración, si cederá o no la palabra a otro narrador, si habrá uno o varios narradores. Desconocer estos factores puede ocasionar el derrumbe de la novela o del cuento, o conducirnos a incoherencias o a inconsistencias de la narración.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
Llega el sábado, mi hermana dijo que vendría. Le encargué jabón, una cobija y por supuesto el dinero. Me dirijo hacia la reja, al otro lado están las visitas. Veo a mi hermana atravesar el pasillo. La requisan. Una de las guardias le asigna una mesa. Maritza pasa por mi lado. No olvides lo de las cajetillas, murmura. Se hace en un rincón al lado de los guardias. Abren la puerta y me dejan pasar a la sala de visitas. Nos abrazamos y le doy un beso en la frente. Qué gusto verte, sólo ha pasado una semana y mira lo delgada que estás. Pero no te quedes ahí parada, me dice. Siéntate. Nos tomamos de las manos. ¿Cómo está tomando mamá todo esto? ¿Sí ha hablado de mí? Qué te digo, está bien, los primeros días lloró un poco, luego dejó de mencionarte. Aprieto sus manos. Me lo esperaba, ella es una mujer fuerte, respiro hondo para controlar los sollozos, no te preocupes, le digo, ya pasará, con el tiempo será más fácil.
Luisa Fernanda Pérez Bernal, “Costumbre”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Taller Nautilus en Tuluá. 2018
¿Cuándo lo había visto desnudo por última vez?
–Casi no era una pregunta, usted estaba saliendo de la cabina, ajustándose el sostén del bikini mientras buscaba la silueta de su hijo que la esperaba al borde del mar, y entonces eso en plena distracción, la pregunta pero una pregunta sin verdadera voluntad de respuesta, más bien una carencia bruscamente asumida: el cuerpo infantil de Roberto en la ducha, un masaje en la rodilla lastimada, imágenes que no habían vuelto desde vaya a saber cuándo, en todo caso meses y meses desde la última vez que lo había visto desnudo; más de un año, el tiempo para que Roberto luchara contra el rubor cada vez que al hablar le salía un gallo, el final de la confianza, del refugio fácil entre sus brazos cuando algo dolía o apenaba; otro cumpleaños, los quince, ya siete meses atrás, y entonces la llave en la puerta del baño, las buenas noches con el piyama puesto a solas en el dormitorio, apenas si cediendo de tanto en tanto a una costumbre de salto al pescuezo, de violento cariño y besos húmedos, mamá, mamá querida, Denise querida, mamá o Denise según el humor y la hora, vos el cachorro, vos Roberto el cachorrito de Denise, tendido en la playa mirando las algas que dibujaban el límite de la marea, levantando un poco la cabeza para mirarla a usted que venía desde las cabinas, apretando el cigarrillo entre los labios como una afirmación mientras la mirabas.
Julio Cortázar, “Usted se tendió a tu lado”
Ocurrió en Los Cedros, una vereda alejada de la zona urbana, donde un niño de ocho años vivió una pesadilla que nunca imaginó le fuera a suceder.
Un día, como era de costumbre, su madre le encargó buscar leña. El niño, obedeciendo la orden, tomó su machete, un costal, su anzuelo y se marchó por la bananera en busca de troncos.
Ferney Montoya, “Relato fantasma”, participante del taller en el Establecimiento Penitenciario de Apartadó, Antioquia
El narrador, bien sea en primera, segunda o tercera persona, siempre elige un lugar o un punto en el tiempo donde se ubica para contar la historia, y al mismo tiempo centra su interés en ciertos eventos o personajes. Eso es la focalización: el punto de vista que adopta el narrador respecto de los hechos, el universo y los personajes que narra.
El narrador, en relación con la historia que cuenta, genera problemas de información y de verosimilitud dentro de la misma. Si el narrador está dentro de la historia –si forma parte de ella–, su saber e información se limitan a su propio ser y a los que reciba de sus compañeros (personajes) de la historia. Y si está por fuera de la historia, su información será total o medianamente ilimitada, y la verosimilitud dependerá de la coherencia de dichas relaciones.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
El narrador puede ser el personaje a los cincuenta o setenta años, pero nos cuenta la historia desde el punto de vista del niño que fue a los diez años. Sucede en muchas historias donde se relatan en primera persona los hechos de la infancia. En Las cenizas de Ángela, de Frank McCourt, por ejemplo, el narrador tiene los recursos lingüísticos y el vocabulario de un adulto, pero ve las cosas a través de su mirada de niño.
La posición del autor o del narrador puede implicar distancia en el tiempo o en el espacio, o ambas. Cuando un cuento comienza: “Hace mucho tiempo y en un lugar muy distante”, nos transportamos instantáneamente por un tono que reconocemos propio de los cuentos de hadas, la fantasía y la tierra de nunca jamás. Cada vez que tú (o tu narrador) comiences diciendo que los hechos que nos cuentas ocurrieron en el pasado lejano, te distanciarás de nosotros, haciendo la promesa oculta de que los hechos tendrán un final, pues “ya han ocurrido”.
Janet Burroway, “La forma y la estructura de la trama. La torre y la red”
Esta clasificación bimembre (dentro-fuera de la historia) se extiende, en ambas ramas, a una amplia gama de variantes con resultados diferentes: desde el narrador externo (omnisciente) que lo sabe absolutamente todo, hasta aquel que maneja un todo a la medida de los demás personajes (omnisciente limitado), pasando por un todo limitado a su único yo (narrador presencial).
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
El narrador puede cambiar la focalización. Hacer tránsito de la focalización externa, donde todo lo ve, oye y sabe, a la focalización interna, donde solo ve, oye y sabe lo de un personaje. Puede ocurrir lo contrario: virar de focalización interna a externa. Puede, si es un narrador externo y está focalizado en un personaje, cambiar a otro, como en Ana Karenina, de León Tolstoi, donde el narrador acompaña a un personaje durante uno o dos capítulos, y luego sigue a otro personaje, mostrando todo desde este nuevo punto de vista.
El narrador, según donde esté ubicado en relación con la narración, maneja una arquitectura de sonidos y de voces, a la cual se debe y pertenece. No puede salirse de los ejes predeterminados por sus propias coordenadas. Si actúa dentro de la historia, no puede, por ejemplo, ver más de lo que alcanzan sus ojos ni puede ser ubicuo. Y si está por fuera, debe manejar con destreza la magia de la omnipresencia.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
El escritor –así como debe tener claro quién es su narrador y conocerlo como a un personaje– debe también definir cuidadosamente el punto de vista de su narrador: cómo, en dónde o en cuál personaje se focalizará. Las preguntas presentadas a continuación le podrán ayudar a delimitarlo y entenderlo:
Se veía tan lindo, tan tierno entre el humo. Acostado, pálido, quieto…
Cómo no enamorarse de su figura cuando cerraba los ojos, cuando no se movía. Así, sencillo, calmado, rígido y despeinado.
Soy pálida. A veces me siento tan blanca como la bruma que se posa en la montaña. También soy fría, no es que tenga un carácter seco, sino que mi piel es helada. Pero no siempre fue así.
Juan Esteban Quintero, “Bruma”, participante del Taller Voces del Majuy, Cota, Cundinamarca
Los viajantes que circulaban por la autopista entre Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí en Santander (Colombia) presenciaron algo inusual el 24 de mayo de 1994. Vieron a un grupo de personas detenidas a lo largo de ese tramo de carretera de treinta y nueve kilómetros. Al día siguiente, el pastor Roberto Martínez, de la iglesia de los doce apóstoles, explicó la razón por la cual estas personas se habían reunido allí. Habían estado esperando el cortejo fúnebre que transportó el cuerpo del presidente de su iglesia, Nacho Vidal, al cementerio de su pueblo natal tras el servicio fúnebre celebrado en Barranca.
Rito Antonio Veloza Ballesteros, “El misterio de un hombre común”, participante del taller en el Establecimiento Penitenciario de Cómbita, Boyacá
Los personajes no existen para hablar por el escritor, para que digan las cosas que a él le gustaría decir. Tampoco están dentro de la historia para que el escritor pueda jugar con ellos como con una marioneta. Los personajes –para que resulten verosímiles y conmovedores– deben tener una existencia propia e independiente de la del escritor.
El personaje es la vida de la novela. El ambiente existe sólo para que el personaje tenga un entorno en el que moverse, algo que ayude a definirlo. El argumento existe para que el personaje pueda descubrir algo de sí mismo, y, en el proceso, revelar al lector cómo es él realmente: el argumento obliga al personaje a decidir y a actuar, lo transforma de estética construcción en ser humano vivo que toma decisiones y paga las consecuencias u obtiene recompensas.
John Gardner, “Sobre la trama de una novela”
El escritor debe procurar conocer muy bien a sus personajes, el temperamento de cada uno, sus pensamientos, su historia personal, sus vínculos con los demás personajes, su lugar en la historia. La descripción física de un personaje es apenas el boceto del mismo, permite visualizarlo, pero debe estar en correspondencia y enriquecerse con el perfil psicológico del mismo. Una buena descripción externa de un personaje debe saber delatar hábilmente su temperamento.
Iba tan miserablemente vestido, que nadie en su lugar, ni siquiera un viejo vagabundo, se habría atrevido a salir a la calle en pleno día con semejantes andrajos. Bien es verdad que este espectáculo era corriente en el barrio en que nuestro joven habitaba.
La vecindad del Mercado Central, la multitud de obreros y artesanos amontonados en aquellos callejones y callejuelas del centro de Petersburgo ponían en el cuadro tintes tan singulares, que ni la figura más chocante podía llamar a nadie la atención.
Por otra parte, se había apoderado de aquel hombre un desprecio tan feroz hacia todo, que, a pesar de su altivez natural un tanto ingenua, exhibía sus harapos sin rubor alguno. Otra cosa habría sido si se hubiese encontrado con alguna persona conocida o algún viejo camarada, cosa que procuraba evitar.
Sin embargo, se detuvo en seco y se llevó nerviosamente la mano al sombrero cuando un borracho al que transportaban, no se sabe adónde ni por qué, en una carreta vacía que arrastraban al trote dos grandes caballos, le dijo a voz en grito:
–¡Eh, tú, sombrerero alemán!
Era un sombrero de copa alta, circular, descolorido por el uso, agujereado, cubierto de manchas, de bordes desgastados y lleno de abolladuras. Sin embargo, no era la vergüenza, sino otro sentimiento, muy parecido al terror, lo que se había apoderado del joven.
–Lo sabía –murmuró en su turbación–, lo presentía. Nada hay peor que esto. Una nadería, una insignificancia, puede malograr todo el negocio. Sí, este sombrero llama la atención; es tan ridículo, que atrae las miradas. El que va vestido con estos pingajos necesita una gorra, por vieja que sea; no esta cosa tan horrible. Nadie lleva un sombrero como este. Se me distingue a una versta a la redonda. Te recordarán. Esto es lo importante: se acordarán de él, andando el tiempo, y será una pista… Lo cierto es que hay que llamar la atención lo menos posible. Los pequeños detalles… Ahí está el quid. Eso es lo que acaba por perderle a uno…
Fiódor Dostoievski, Crimen y castigo
En el primer capítulo de Crimen y castigo, del que los anteriores párrafos constituyen apenas una breve muestra, además de introducirnos en la historia y el universo narrativo, Dostoievski se dedica a construir su personaje Raskólnikov. Así el lector aprende que es un estudiante pobre, vive en una zona marginal de la ciudad, se viste de modo miserable y está paranoico y algo trastornado. Las descripciones e informaciones del personaje que Dostoievski elige incluir en estas primeras páginas no son gratuitas: no están ahí para que se luzca con su prosa ni para llenar páginas. Si Dostoievski nos presenta a su personaje de esa manera –pobre, marginal, paranoico y trastornado– es porque esos son sus rasgos principales y determinantes: son los que lo llevarán a que asesine a la usurera y a su hermana y, de este modo, se ponga en marcha la historia.
La caracterización es un arte complejo y esquivo y no puede reducirse a reglas exactas o a una exposición comprensible. Cuanto más hablamos de ello, más nos parece que dejamos algo fuera, y esto es necesariamente así, pues la personalidad humana es aún un misterio, sujeta a fuerzas oscuras, es un universo en sí misma, y nosotros somos unos extraños aun para nosotros mismos.
Leon Surmelian, “Los personajes en la ficción”
Así como no hace falta que el autor cuente todos los detalles que planeó para su trama, tampoco es necesario que todo lo que conoce de su personaje se haga visible o se explique. Lo que sí es indispensable es que defina muy bien sus motivaciones –lo que hace que sus personajes actúen del modo en que lo hacen– y los hilos que unen cada elemento de la trama. A veces basta con delinear a los personajes en vez de describirlos exhaustivamente y siempre es más efectivo mostrarlos a través de sus acciones –las cosas que hacen y dicen– que a través de las descripciones.
Como escritor, puede ser que tengas el tipo de imaginación afortunada y fácil, a partir de la cual los personajes nacen completamente maduros, con todos sus gestos, historias y pasiones. O puede ser que necesites explorar a fin de explotar las posibilidades, diseñando gradualmente a tus personajes y haciéndoles cobrar vida.
Janet Burroway, “Los personajes: caracterización. Primera parte”
Los personajes no son entes inmutables. Al igual que los escritores que los inventan se enfrentan a todo tipo de contingencias y cambian con las cosas que les suceden como a nosotros nos cambian los eventos de la vida. Al comienzo de la novela Todo un hombre, de Tom Wolfe, a través de unas cuantas líneas, el lector se forma una idea de quién es el protagonista: un hacendado rico, imponente y soberbio.
Charlie Croker, a lomos de su caballo andador de Tennessee preferido, echó hacia atrás los hombros para asegurarse de que iba bien erguido sobre la silla e inspiró con fuerza… Ahhh, justo lo que necesitaba… Le encantaba la forma en que subía y bajaba el musculoso pecho bajo la camisa caqui e imaginaba que todos los participantes de la partida de caza se daban cuenta de la corpulencia de su físico. Todo el mundo; no solo los siete invitados, sino también los seis mozos negros y su joven esposa, que montaba tras él junto a los troncos de mulas manchegas que tiraban de la calesa y el vagón de los perros. Por si acaso, sacó también los mayores músculos de la espalda, los dorsales anchos, en una versión a lo Charlie Croker del exhibicionismo de un pavo real. Serena, su esposa, solo tenía veintiocho años; él, en cambio, acababa de cumplir los sesenta, era calvo y una ringlera de rizos canosos le cubría los lados y la parte de atrás de la cabeza. Rara vez dejaba pasar la oportunidad de recordarle a su esposa lo recio de la cuerda –no, era un auténtico cable– que lo mantenía conectado a la vigorosa vitalidad animal de su juventud.
Tom Wolfe, Todo un hombre
En contraste, esta es la descripción de Charlie Croker hacia el final de la novela, cuando la fortuna ha dejado de sonreírle:
En ese momento, Charlie, con sus ciento cinco kilos, estaba cabizbajo, con la espalda encorvada, en una silla de ruedas, mientras dos camilleros luchaban por subirlo por una rampa a una furgoneta alquilada, proporcionada por SaveWay Ambulance Service. Serena y el Genio permanecían de pie con expresiones que a Charlie le recordaban a los portadores de féretros. A pesar de los coágulos, la infección, la fiebre, la hemorragia, la flexión incompleta y otras afecciones patológicas, volvía a casa.
Tom Wolfe, Todo un hombre
Se podría afirmar que la historia de Todo un hombre consiste en los acontecimientos que median entre ambas descripciones, la justificación de dicho contraste.
Si los valores de la situación en la vida del personaje se mantienen inalterados desde el final de una escena –o capítulo– hasta el final de la siguiente, será porque no está ocurriendo nada que resulte importante.
Robert McKee, El guion
Las historias son, ante todo, el trayecto de un personaje desde un estado, una normalidad, una forma de estar en el mundo, de ser o percibir la realidad, hacia otro estado, a través de una serie de acontecimientos que hacen que esa transformación le resulte natural al lector.
Los personajes logrados son gente en tensión, si no siempre gente en acción. La tensión es una forma de conflicto. La vitalidad de los personajes de Dostoievski puede explicarse parcialmente por el hecho de que están en extrema tensión, y él los mantiene tensos e inquietos hasta el final.
Leon Surmelian, “Los personajes en la ficción”
Un ejercicio que funciona para estar seguro de que la escena, capítulo o fragmento resulta pertinente es preguntarse si en realidad aporta algo significativo a la historia o si el personaje sufrió una transformación. Si la respuesta es no dos veces, posiblemente sobra.
Cuando los personajes se muestran a través de una acción, se requiere poca o ninguna explicación del autor, pues el argumento revela al personaje. Se le permite al lector formar su propia opinión sobre ellos, juzgándolos por lo que hacen, dicen, piensan y sienten, o por lo que otros dicen o piensan sobre ellos.
Leon Surmelian, “Los personajes en la ficción”
Como el personaje está ligado a la acción, la trama de la historia se construye a partir de las acciones que el personaje lleva a cabo. Es importante recordar que en la narrativa se muestra mas no se explica. Es muy distinto decir “María estaba tan enojada con su novio, ya no podía más. Realmente estaba furiosa” a decir “María apretó los puños, se dio media vuelta y, antes de dar un portazo, gritó: ‘!Fuera, no quiero verte nunca más!’”.
No había mucha gente en el Gimnasio esa mañana. Solo Coco, el instructor, y dos fanáticos de las pesas, el Negro Humilla y Perico Sarmiento, tres montañas de músculos equivalentes a los de diez hombres normales. Debían de haber llegado no hacía mucho tiempo, estaban todavía calentando:
–Pero si ahí viene la cigüeña –le estrechó la mano Coco.
–¿Todavía en pie, a pesar de los siglos? –le hizo adiós el Negro Humilla.
Perico se limitó a chasquear la lengua y a levantar dos dedos, en el característico saludo que había importado de Texas. Al doctor Quinteros le agradaba esa informalidad, las confianzas que se tomaban con él sus compañeros de Gimnasio, como si el hecho de verse desnudos y de sudar juntos los nivelara en una fraternidad donde desaparecían las diferencias de edad y posición. Les contestó que si necesitaban sus servicios estaba a sus órdenes, que a los primeros mareos o antojos corrieran a su consultorio donde tenía listo el guante de jebe para auscultarles la intimidad.
Mario Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor
Personaje: el doctor Quinteros; edad: viejo; profesión: médico ginecoobstetra; rasgo de personalidad: jovial, campechano.
Sentimiento: la envidia
El coordinador puso el bombón en un platillo que estaba sobre el escritorio y donde seguramente le habían llevado un pocillo de tinto. Nos acomodó dos sillas, se sentó, guardó unos papeles en la gaveta, corrió el computador portátil hacia una esquina de la mesa, después nos miró a los ojos, primero a Jennifer, luego a mí. En el fondo, eso me molestó; mi amiga siempre se robaba las primeras miradas.
Daniel Mauricio Montoya, “J.J.”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Era el hombre más desconfiado del mundo. Un día cualquiera, en un descuido, sintió una certera puñalada en el corazón propinada por su propia sombra.
Julio César Torres Meridieta, “Revelación”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
El autor le da voz a su narrador para que sea él quien cuente la historia, y el narrador, en algunas ocasiones, cuando reproduce diálogos o pensamientos de los personajes, se la cede a ellos para que nos entreguen su propia versión.
Existen formas de locura que hacen a la gente escuchar voces en contra de su voluntad, pero como escritores nos invitamos a nosotros mismos a escuchar voces sin perder nuestra conexión con la realidad o nuestro derecho a mantener el control. El truco de escribir un buen diálogo es escuchar la voz. La cuestión es: ¿Qué dirá ella o él? La respuesta se encuentra del todo en el lenguaje. La elección del lenguaje revela contenido, personaje, conflicto y tipo.
Janet Burroway, “Los personajes: caracterización. Segunda parte”
Es inevitable que en un escrito el autor exprese opiniones e ideas suyas, pero siempre debe tener claro qué corresponde a su propia voz, qué a la del narrador y qué a la de sus personajes. Esto supone, entre otras cosas, evitar adjudicarle al narrador sus juicios personales cuando ellos no concuerdan con lo desarrollado en el relato o con el carácter del personaje.
Es lógico que si has de crear voces para crear diálogos, harías bien en empezar por los monólogos, creando voces una por una. Puedes llevar una especie de diario donde experimentes con diversos patrones de habla que ofrezcan distintas características. Algunas personas hablan de un modo telegráfico, en oraciones breves que carecen de varias estructuras discursivas. Otras emplean una elocuencia enrevesada, o ritmos tediosos con frases calificativas. Otras van a millón sin una sola pausa hasta que se quedan sin aliento. Otros son medidos, lacónicos y pasan trabajo hasta para formar una oración.
Janet Burroway, “Los personajes: caracterización. Segunda parte”
La creación de las voces de los personajes y la escritura de diálogos son procesos que requieren pericia y habilidad técnica, pues quien escribe debe despojarse de su yo más arraigado, su vocabulario, estilo y valores personales, para dejar que sean los personajes quienes hablen. Es una tarea de desdoblamiento.
Confía en tu “oído interior” y usa el diario para ensayar voces interesantes. La escritura libre es fundamental para escribir diálogos ya que es la forma de composición más cercana al habla. No hay tiempo para reflexionar o editar. Cualquier consideración, corrección o mentís debe hacerse parte del proceso y del texto.
Janet Burroway, “Los personajes: caracterización. Segunda parte”
La construcción de los personajes puede también realizarse a través de sus voces, ya sea que ellas hagan parte de la narración –cuando hay múltiples narradores– o de los diálogos y pensamientos. En cualquier caso, el escritor debe saber bien cuál es el tono y el timbre de cada voz, cómo es su modo de hablar o su jerga, si la hay, y cómo hacer para que los parlamentos narren. La polifonía consiste en saber poner en juego esa variedad de voces para dotar de verosimilitud al relato.
Si escuchamos a escondidas cualquier conversación mantenida en una cafetería nos daremos cuenta de inmediato de que nunca mostraríamos semejante sensiblería en una pantalla. Las conversaciones reales están llenas de pausas incómodas, de malas elecciones de palabras y expresiones, de frases sin acabar, de repeticiones sin sentido; rara vez se plasma una idea o se consigue cerrar frases.
Robert McKee, El guion
El diálogo entre dos personajes de ficción no reproduce exactamente el habla cotidiana: siempre es una depuración. Sin embargo no puede sonar artificial ni acartonado, debe dar la impresión de que se trata de una charla corriente y los personajes tienen que hablar según les corresponda. Un habitante de calle no puede exhibir un lenguaje culto y engolado y así mismo un universitario debe usar la jerga de los universitarios de su tiempo y región.
No debemos utilizar, por ejemplo: “El señor Antonio Elósegui, jefe de contabilidad de la empresa JASA Industria, S.A., ubicada en el Paseo de Gracia de Barcelona, que fue ascendido a ese puesto hace seis años, tras haberse graduado cum laude en la Escuela Empresarial de la Universidad de Harvard, fue arrestado esta mañana y acusado por las autoridades de apropiación indebida de los fondos de pensiones de la empresa y de fraude en sus esfuerzos por ocultar las pérdidas”. Lo podemos pulir: “¿Te acuerdas de Toni Elósegui? ¿El de contabilidad de JASA? Pues le han pillado. Ha metido el puño hasta el fondo. Como se graduó de Harvard, seguro que sabía cómo robar y que no le cazaran”.
Robert McKee, El guion
El reconocido profesor y conferencista Robert McKee, en su libro “El guion”, dedica un extenso capítulo a los diálogos. En él da consejos y recomendaciones que deben tenerse en cuenta al momento de poner a hablar a los personajes. Aunque su texto se dirige a guionistas, tiene también utilidad para los escritores de literatura. A continuación se presenta un decálogo adaptado libremente a partir de ese capítulo, que se titula “El diálogo”:
Son muchas las posibilidades y maneras de estructurar y acotar el diálogo en un buen cuento. La tradición nos ha revelado múltiples formas de ejecutar estas interlocuciones. Van desde el modelo más clásico de la interlocución abierta con presencia de narrador, hasta la interlocución cerrada con presencia de este. En el intermedio existe un número inmenso de formas de hacerlo. La elección, tanto de uso como de su acopio teórico, tendrá que ver, entonces, con el estilo del autor; pero, y esto es lo más importante, con los requerimientos que el mismo cuento le haga a la historia, con la manera en que los interlocutores deseen asomarse a la superficie del cuento.
Betuel Bonilla, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila
Aquí se ofrecen algunas de las posibilidades creativas de que dispone el escritor para construir las voces y los diálogos en su relato:
Me apoyo en la fachada de cada casa, para avanzar. Lo descubro de pronto, es el clamor, congelado; no estoy solo en la calle: regresan las voces compactadas, me vuelvo en derredor, son voces que se tuercen y se retuercen ni muy cerca ni muy lejos.
Evelio Rosero, Los ejércitos
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones –que yo castigaré a su debido tiempo– son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas –cuyo número es infinito– están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera.
Jorge Luis Borges, “La casa de Asterión”
Y después de unos instantes, Arlene dijo:
–A lo mejor vuelven –y acto seguido se quedó asombrada de lo que había dicho.
–Es posible –dijo Bill–. Dámela.
Raymond Carver, “Vecinos”
El hombre dijo, Está lloviendo, y luego, Quién es usted. No soy de aquí, Anda buscando comida, Sí, llevamos cuatro días sin comer nada. Y cómo sabe que son cuatro días. Es un cálculo, Está sola, Estoy con mi marido y unos compañeros, Cuántos son, Siete en total, Si están pensando en quedarse con nosotros, quíteselo de la cabeza.
José Saramago, Ensayo sobre la ceguera
Más que la matriz que se utilice, lo importante es que al momento de introducir los diálogos se guarde coherencia a lo largo del texto y se permita una lectura fluida de los diálogos, de manera que el lector pueda reconocer cada una de las voces entretejidas en el relato. En el taller, a través de lecturas y ejercicios, se pueden probar las diferentes posibilidades para la creación de voces narrativas y diálogos.
¡Sí, claro!, usted la conoció. La gente decía que yo me parecía mucho a ella. Alta, blanca, trozuda, cacheticolorada. Parecía un roble. No le daba ni una gripa. Y no se estaba quieta. Siempre tenía que estar haciendo algo. Ella decía que estarse quieta la desesperaba. “A eso vine a este mundo: a moverme”, decía y comenzaba a hacer las cosas que siempre hizo desde muy joven y de las cuales nunca se quejaba. Porque ella nunca se quejaba. Cocinaba. Lavaba. Planchaba. Barría. Trapeaba. Volvía y cocinaba. Volvía y barría. Y así todo el tiempo. Parecía una hormiguita.
Ramiro Saldaña, “Sala de espera”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
La falda: Me has deseado siempre, no puedes negarlo. Mi rojo perenne le sentaría bien, demasiado bien a tus negros labios, eso piensas. Querrías inmovilizarme en un rincón oscuro y colocarme contra la pared, indefensa, para levantarme la piel, presa de furiosa ansiedad buscando el secreto de mi alma entre las piernas con descarada irreverencia.
La noche: Señora, no quisiera defraudarla, pero lo que usted está pensando jamás sucederá. Conozco bien sus vuelos ligeros, cuesta arriba siempre de las rodillas de la vida. No preciso acercarme a sus giros descarriados, usted misma, por sus propios medios, vendrá a buscarme cuando el deseo y la lujuria que la acompañan sin remedio sean insoportables. Sucederá sin duda, puedo esperar.
Édgar Trejos, “Negación de la vida”, director del Taller Plumaencendida, Envigado, Antioquia
Wilson tenía el ceño fruncido y movía compulsivamente una pierna. Afuera ya empezaban a encender las primeras luces de los almacenes. El tráfico, el ruido, llenaba las calles.
–Quiero hijos como pa’ armar un equipo de fútbol –dijo.
Rafael volvió a escupir:
–Más bien dígame la hora.
–¿Otra vez? Tranquilícese. Usted es el único conocido que se afana de verdad por ir a trabajar.
–Ya sé que a usted eso no lo afana.
–Lo que pasa es que no mantengo dándole vueltas al asunto.
Rafael suspiró impaciente. El cigarrillo en su mano era apenas una colilla encendida. Cayó en la cuenta y, de un capirotazo, lo arrojó a la calle y terminó de tomar su bebida. Observó el envase vacío, lo agarró, despegó la etiqueta y la pegó en la mesa. Miró por un instante hacia el televisor. Ahora presentaban una telenovela.
Frank Mauricio Durán, “A las seis”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Toda historia sucede en algún lugar y en algún tiempo, y esto, el espacio y el tiempo narrativo, se denomina el universo o cronotopo.
Crear un mundo que solo existe en el lenguaje, pero que debe sostenerse como se sostiene el mundo real; construir un como si, como quien construye un puente colgante entre dos orillas, y tener esa mezcla de paciencia e irresponsabilidad que tienen los niños cuando juegan, para localizarlo y poblarlo y habitarlo hasta las últimas consecuencias.
Yolanda Reyes, “Leer y jugar, coser y cantar: Apuntes de mi diario de campo en Renata”
El espacio narrativo es el lugar donde se desarrollan las acciones: ¿Es rural o urbano?, ¿abierto o cerrado?, ¿real o imaginario?, ¿realista o fantástico? Por ejemplo, en Sin remedio, Antonio Caballero retrata la Bogotá de los años setenta de modo realista.
Pero ya iba dejando la parte populosa de la carrera Trece. ¿Por qué no había caminado rumbo al norte? Pero ¿cómo volver? Más adelante se levantaban casas cerradas de familia de un estilo vagamente holandés, acaso tirolés, colegios, prostíbulos con nombre de colegio.
Antonio Caballero, Sin remedio
Por su parte, Ray Bradbury, en Crónicas marcianas, narra en tono elegíaco la conquista humana del planeta rojo, un espacio narrativo fantástico.
En su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena.
Ray Bradbury, Crónicas marcianas
El director del taller debe procurar que el escritor en formación encuentre el espacio narrativo que se ajuste a la historia que desea narrar, motivándolo a que pruebe diferentes espacios, ya que la tendencia inicial es la de narrar según el espacio real en el que sucedieron los hechos o la anécdota que dio origen al texto. Esto no es necesariamente un error, mientras cobre vida en las páginas y resulte verosímil dentro de la historia.
El escritor es mucho más que un arquitecto, pues además de diseñar y construir casas, barrios, pueblos, ciudades, continentes y hasta mundos completos, debe inventarse los tiempos reales y psicológicos por los que transita la historia, reproducir las épocas, los ambientes y los climas.
El fracaso en crear una atmósfera, una sensación de dónde o cuándo ocurre la historia, siempre nos deja aburridos o confundidos. Pero un mundo fantástico creado con intensidad impone nuevas fronteras a nuestra mente. Había una vez, hace muchos años, en un lejano lugar, un sueño, infierno, cielo, urdimbre temporal, hueco negro, y el subconsciente, todos han sido escenarios de ficciones excelentes. El espacio exterior es un escenario excelente precisamente porque su frontera física es el límite más externo de nuestro mundo conocido. Obviamente, esto no libera al escritor de la necesidad de darle al espacio exterior sus propias características, atmósferas, y lógica.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
Una de las funciones importantes de un director de taller es la de aportar elementos de contexto para que las historias forjadas por los escritores en formación correspondan de manera coherente con la época de cada relato y con el tiempo de la historia y de los personajes.
A esta primera modificación –la que imprimen las palabras a los hechos– se entrevera una segunda, no menos radical: la del tiempo. La vida real fluye y no se detiene, es inconmensurable, un caos en el que cada historia se mezcla con todas las historias y por lo mismo no empieza ni termina jamás. La vida de la ficción es un simulacro en el que aquel vertiginoso desorden se vuelve orden: organización, causa y efecto, fin y principio. La soberanía de una novela no resulta sólo del lenguaje en que está escrita. También, de su sistema temporal, de la manera como discurre en ella la existencia: cuándo se detiene, cuándo se acelera y cuál es la perspectiva cronológica del narrador para describir ese tiempo inventado. Si entre las palabras y los hechos hay una distancia, entre el tiempo real y el de una ficción hay siempre un abismo. El tiempo novelesco es un artificio fabricado para conseguir ciertos efectos psicológicos.
Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras
El tiempo narrativo es el tiempo de la narración: sigue las principales líneas de la acción estableciendo de manera clara el momento particular en que suceden los hechos y los lapsos que transcurren. Un día en la vida de Iván Denísovich, de Alexander Solzhenitsyn, por ejemplo, como su nombre lo explica, narra los hechos ocurridos al personaje, un prisionero en el Gulag soviético, durante un día, desde que se despierta hasta que se va a la cama.
A las cinco de la mañana, como siempre, resonó el toque de diana: un golpe dado con un martillo en un carril de la barraca central. El interrumpido sonido penetró débilmente a través de la ventana cubierta con dos dedos de hielo y enmudeció pronto; hacía frío, y en la guardia se les pasaron las ganas de tocar más veces.
Alexander Solzhenitsyn, Un día en la vida de Iván Denísovich
El tiempo histórico hace referencia a la época en la que se desarrolla lo narrado. En Ursúa, de William Ospina, se recrea la conquista de América y el lenguaje del narrador, las formas de hablar de los personajes, su vestuario y maneras de ver el mundo están determinadas por ese momento histórico: el siglo xvi.
Conozco el misterio de las esferas de piedra enterradas en las selvas de Castilla de Oro, el origen de las cabezas gigantes que tienen musgo en las pupilas… Sé de los doscientos cuarenta españoles que remontaron los montes nevados y cruzaron los riscos de hielo llevando cuatro mil indios con fardos y dos mil llamas cargadas de herramientas, dos mil cerdos de hocico argollado, para ir a buscar el País de la Canela.
William Ospina, Ursúa
Por otro lado, si leemos a Andrés Caicedo, de manera vertiginosa nos adentramos en los años sesenta del siglo XX.
A un hombrecito le gusta el cine y llega y funda un cine-club, y lo primero que hace es programar un ciclo larguísimo de películas de vampiros, desde Murnau y Dreyer hasta Fisher y ese film que vio hace poco de Dan Curtis. Al principio hay mucha acogida y todo: el teatro se llena. Pero semana tras semana va bajando la audiencia. Como se sabe, el público cineclubista está compuesto en su mayoría por gente despistada.
Andrés Caicedo, “Destinitos fatales”
El tiempo atmosférico hace referencia a las circunstancias del clima y el entorno que puedan ser determinantes para un relato, por ejemplo, si es de día o de noche, si llueve o el clima está seco, si hay luna llena o menguante.
Entonces, al tiempo que volábamos, el cochero se inclinó hacia adelante y, a cada lado, los pasajeros, apoyándose sobre las ventanillas del coche, escudriñaron ansiosamente la oscuridad. Era evidente que se esperaba que sucediera algo raro, pero aunque le pregunté a cada uno de los pasajeros, ninguno me dio la menor explicación. Este estado de ánimo duró algún tiempo, y al final vimos cómo el desfiladero se abría hacia el lado oriental. Sobre nosotros pendían oscuras y tenebrosas nubes, y el aire se encontraba pesado, cargado con la opresiva sensación del trueno. Parecía como si la cordillera separara dos atmósferas, y que ahora hubiésemos entrado en la tormentosa. Yo mismo me puse a buscar el vehículo que debía llevarme a la residencia del conde.
Bram Stoker, Drácula
El tiempo psicológico es el que alude a los personajes en circunstancias específicas. Para un personaje el encuentro con el ser amado le puede hacer sentir que el tiempo vuela, una tortura resulta mucho más larga que lo que toma objetivamente o determinados hechos traumáticos hacen que en su mente vuelva una y otra vez a ese tiempo y así se altere el orden cronológico.
En la narrativa, la relación esencial con el tiempo es la del tiempo fabular, el tiempo en que transcurre la historia. Es posible escribir una historia que requiere veinte minutos de lectura y cubre alrededor de veinte minutos de acción (Jean Paul Sartre realizó experimentos sobre este realismo temporal), pero nadie ha sugerido esa correspondencia como un requerimiento de la ficción. Algunas veces el período relatado se condensa, a veces se dilata. La historia del mundo hasta hoy puede contarse en una frase; cuatro segundos de crisis pueden llenar un capítulo.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
Lo más importante es que el mundo ficcional que encierran las páginas de un libro respete ciertas normas –las que propone el escritor–. Así el tiempo y el lugar se corresponderán desde el principio con la historia. Cuanto menos genérico sea el cronotopo, cuanto más se acerque a un espacio y tiempo únicos, cuidadosamente dispuesto para dar una clara impronta al relato, tanto mejor.
Tomaron asiento en una banca antigua de granito jaspeado, en una esquina del parque, junto a un ciprés de copa alargada y follaje lustroso, y cuyas raíces habían desbordado la superficie del suelo desportillando las baldosas a su paso sinuoso. Ellos llevaban en una mochila de lona una botella de aguardiente.
Oswaldo Obando Andrade, “El presente sin futuro”, participante del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño
Yo también nací en esta ciudad; también he vivido en sus calles polvorientas, bajo el sinnúmero de palos de pomo y de mango; en tarde después de la escuela donde no faltaban los picados de balón a son de agua del vecino; de los domingos en Charco Azul, o el dedito, el primer puente y todos esos bañaderos que circundan nuestra ciudad. Eso fue hace veinte años. Ahora, cada vez que paso por el puente de La Perdiz o el puente Doroteo de Pupiales en el raicero o “puente torcido”, no me queda más que la nostalgia de lo que hoy día son. Se han convertido en los bajantes de aguas negras de la ciudad.
Julio César Torres Meridieta, “Lo que nos queda… lo que dejamos”, participante del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá
La atmósfera está relacionada con el escenario, es decir, con el espacio donde sucede la historia. Sin embargo atmósfera y escenario no son sinónimos. El escenario es el lugar donde tiene lugar la acción narrativa. La atmósfera es el ambiente que se respira en el escenario durante la acción narrativa: las cualidades y efectos que envuelven al lugar y a los personajes.
Nuestra relación con el espacio, el tiempo y el clima, así como con las ropas y otros objetos, está cargada de una emoción más o menos sutil, más o menos profunda. Está llena de juicios suaves o ásperos, y cambia según lo que nos sucede.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
Un lugar puede verse de modos muy diferentes dependiendo de la forma en que es descrito y las palabras que el escritor elija para narrarlo. La atmósfera depende de las intenciones del escritor, de las emociones que pretende que vivan sus personajes y las que quiere generar en el lector.
En ciertos espacios siempre estás atrapado, entras en ellos por algún motivo inevitable y escapas tan pronto como te es posible. Otros espacios te invitan a instalarte en ellos, acomodarte, o fiestar; algunos paisajes elevan tu espíritu, otros te deprimen. El clima frío puede darte energía y vigor, u obstruir tu cabeza y confundirte, agitarte. Puedes describirte a ti mismo como un ser nocturno o mañanero; la casa que amaste de pequeño, precisamente porque una vez fuiste feliz allí, ahora te hace pensar acerca de lo que se pierde y de la muerte.
Todas estas emociones pueden ser usadas o exaltadas (inventadas), para lograr un efecto dramático en la ficción.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
En las historias de terror y suspenso, por ejemplo, la creación de atmósferas es muy importante para generar el miedo y la angustia. Con el fin de lograr estas atmósferas, los escritores echan mano de elementos como la oscuridad, los rayos y los truenos o el crujir de las pisadas sobre la madera.
De la misma manera que el ritmo de tu prosa debe trabajar a favor y no en contra de tu intención, el espacio y tiempo narrativos deben hacerlo con respecto a tu intención principal.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
La atmósfera de una escena no necesariamente se refiere al clima que tiene lugar en ella, pero los elementos climáticos pueden ayudar a construirla. Una lluvia menuda cayendo sobre el personaje que camina por la ciudad puede hablarnos de su estado de ánimo; el calor que agobia al personaje en un cuarto pequeño permite crear un ambiente sofocante; una ventisca que azota las ventanas y dobla los árboles sirve para resaltar el estado de ofuscación de una pareja que pelea.
Parte de la atmósfera de toda escena o historia es su escenario, que incluye la locación, el período temporal, el clima, y la hora del día. También parte de la atmósfera es su tono, una postura asumida por la voz narrativa que puede ser descrita en términos de cualidad –siniestra, jocosa, formal, solemne, o retorcida–. Las dos facetas de la atmósfera, el escenario y el tono, usualmente están mezcladas indisolublemente en el efecto final: una atmósfera siniestra puede ser lograda en parte por la sintaxis, el ritmo, y el uso de ciertas palabras; y en parte por la elección de la noche, la humedad, y un paisaje desolado.
Janet Burroway, “El lugar y el tiempo en la ficción”
Normalmente se habría bajado en el Museo del Oro, pero lo hizo enfrente de San Victorino. Le parecía que algunas personas reparaban en su pie descalzo y lo miraban con curiosidad, que disimulaban como quien teme despertar la ira de un loco. Lo más probable era que en medio de la multitud y la luz exigua de las seis nadie lo notara, pero Jorge se sentía avergonzado, bajaba la cabeza, trataba de caminar como si tuviera ambos zapatos. Su pie palpaba con asco puchos, bolitas de chicle, papeles y mugre. Bajó las escaleras y caminó hasta los cajeros, uno de Bancolombia y otro del BBVA, metió su tarjeta débito y sacó dinero. Se le acercó un vendedor que llevaba unas bolas traslúcidas de colores y le canturreó “Son ambientadores, son fragancias, para el baño, sólo mil pesos” y se quedó mirando hacia el piso. Fue el primero en manifestar verdadera sorpresa. Jorge echó a andar. Atravesó los torniquetes y subió hasta la barahúnda de transeúntes y vendedores que abarrotaba las aceras de San Victorino. Los pregones de uno y otro comerciante, repetidos al infinito, se trenzaban como letanías. Controles para todo tipo de televisor se lo encontramos lleve los cargadores los manos libres vea lleve el perro a diez a diez cinco pares por siete mil le tengo la última innovación para los hongos y los sabañones leo la fortuna y hago rezos… En el piso había plásticos extendidos en los que ofrecían zapatos, Jorge se acuclilló frente a uno de ellos. El vendedor, un moreno de cara tosca y manos quizá demasiado pequeñas, se quedó mirando su pie descalzo y le dijo “A la orden, patroncito”. Jorge preguntó cuánto costaban. “A treinta el que le guste, patrón, pero aquí hay posibilidad de negociar. ¿Cuál se va a probar? Le tenemos nai, puma, adidas, ribú…”.
Antonio García Ángel, Declive
Una llanura inmensa y fresca me refugiaba, sentía cómo el paisaje de aquel lugar serenaba mis sentidos y me relajaba. Justo cuando estaba acariciando un hermoso turpial sonó la alarma, desperté, la dejé sonar varias veces, miré la hora en el celular, faltaban 20 minutos para la salida del bus, hacía mucho frío, eran las dos de la madrugada, a lo lejos se escuchaba el canto de un gallo, al mismo tiempo que me acompañaba en el despertar, me hacía sentir cierta pereza. El terminal quedaba a cinco cuadras de mi casa, empecé a sentir desespero, me levanté, me vestí muy rápido.
Ángela Pabón Cajiao, Incertidumbre, ¿cuento o novela?, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño
El 11 de noviembre de 1985 una lluvia de ceniza empezó a cubrir los tejados de las casas, las hojas de los árboles y las estrechas calles del Líbano, frío y apacible poblado del norte tolimense.
[…] Con esas reiteradas lluvias cenicientas llegaron también los temblores, apenas perceptibles en la noche, y una especie de roncos gemidos, como de viejo asmático, que parecían venir con el viento de las cumbres heladas del nevado del Ruiz, al otro lado de las montañas. Manuel Canario entonces empezó a sentir miedo.
Margeris Campo Peñaloza, “Marilú”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Describir es el arte de hacer que los demás vean lo que está en nuestra imaginación. Hay escritores que llenan párrafos y hasta páginas enteras con descripciones de lugares y personajes. Otros, en cambio, son precisos y efectivos y no necesitan más que unas pocas líneas para armar sus universos narrativos.
La buena literatura impregna a ciertas ciudades y las recubre con una pátina de mitología y de imágenes más resistente al paso de los años que su arquitectura y su historia. Cuando conocí Dublín, a mediados de los sesenta, me sentí traicionado: esa ciudad alegre y simpática, de gentes exuberantes que me atajaban en medio de la calle para preguntarme de dónde venía y me invitaban a tomar cerveza, no se parecía mucho a la de los libros de Joyce. Un amigo se resignó a servirme de guía tras los pasos de Leopold Bloom, en esas veinticuatro horas prolijas del Ulises; se conservaban los nombres de las calles, muchos locales y direcciones, y, sin embargo, aquello no tenía la densidad, la sordidez ni la metafísica grisura del Dublín de la novela. ¿Habían sido alguna vez, ambas, la misma ciudad? En verdad, no lo fueron nunca. Porque Joyce, aunque tuvo la manía flaubertiana de la documentación y (él, que era la falta de escrúpulos personificada en todo lo que no fuera escribir) llevó el escrúpulo descriptor de su ciudad a extremos tan puntillosos como averiguar por cartas, desde Trieste y Zúrich, qué flores y qué árboles eran aquellos que, en aquella precisa esquina…, no describió la ciudad de sus ficciones: la inventó. Y lo hizo con tanto arte y fuerza persuasiva que esa ciudad de fantasía, nostalgia, rencor y (sobre todo) de palabras que es la suya acaba por tener, en la memoria de sus lectores, una vigencia que supera en dramatismo y color a la antiquísima urbe de carne y hueso –de piedra y arcilla, más bien– que le sirvió de modelo.
Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras
Para Honoré de Balzac, uno de los más importantes representantes del realismo del siglo xix, era muy importante plasmar con gran detalle la sociedad de su tiempo y por esto escribía extensas descripciones de las casas y las habitaciones, la fisonomía de los personajes y sus modos de desenvolverse en el mundo.
Esta pieza se encuentra en todo su esplendor en el momento en que, hacia las siete de la mañana, el gato de la señora Vauquer, precediendo a su ama, salta sobre los aparadores, olfatea en ellos la leche contenida en varias gamellas cubiertas con platos y deja oír su ronroneo matinal. Al punto aparece la viuda, engalanada con su gorro de tul bajo el que pende un moño postizo mal colocado; anda arrastrando sus zapatillas gesticulantes. Su rostro envejecido y adiposo, de en medio del cual sale una nariz de pico de loro, sus manos gordezuelas, su cuerpo rechoncho como el de una rata de iglesia y su busto demasiado abundante y que oscila están en armonía con esta habitación que rezuma la desgracia, donde se agazapa la especulación y cuyo aire cálidamente fétido respira la señora Vauquer sin sentir repugnancia. Su rostro fresco como una primera helada de otoño, sus ojos arrugados, cuya expresión pasa de la sonrisa prescrita a las bailarinas al ceño amargo de usurero; en suma, toda su persona explica la pensión, de igual modo que la pensión implica su persona. No hay prisión sin cómitre; no podríais imaginaros a la una sin el otro. La gordura descolorida de esta mujercilla es el producto de tal vida, así como el tifus es la consecuencia de las emanaciones de un hospital. Su zagalejo de punto de lana, que asoma por debajo de su falda hecha de un vestido viejo y cuya guata se escapa por las hendiduras de la tela agrietada, es cifra y resumen del salón, del comedor y del jardincillo, anuncia la cocina y hace presentir los huéspedes. Cuando ella se encuentra allí, el espectáculo es completo. La señora Vauquer, que frisa en los cincuenta años, se parece a todas las mujeres que han tenido desgracias. Tiene los ojos vidriosos y el aire inocente de una celestina que se enfurruña para hacerse pagar aún más caro; aunque, por otra parte, esté dispuesta a todo para aliviar su suerte: a entregar a Georges o Pichegru si pudiesen todavía ser entregados. Sin embargo, es buena mujer en el fondo, según dicen sus pupilos, que la creen sin fortuna al oírla gemir y toser como ellos. ¿Qué había sido del señor Vauquer? Jamás daba explicación alguna acerca del difunto. ¿Cómo había perdido su fortuna? “En sucesos desgraciados”, contestaba. Se había conducido mal con ella y no le había dejado más que los ojos para llorar, aquella casa para vivir y el derecho de no compadecer ningún infortunio, porque, como decía ella, había sufrido ya todo cuanto es posible sufrir. Al oír corretear a su ama, la gruesa Sylvie, la cocinera, se apresuraba a servir el almuerzo de los huéspedes internos.
Honoré de Balzac, Papá Goriot
Ernest Hemingway, autor también realista, pero del siglo xx, se caracterizó por la economía narrativa. Él empezó su carrera como escritor de cuentos y tal vez esta circunstancia determinó que aprendiera a podar el lenguaje y contar más con menos palabras. Su prosa es simple y evita la sintaxis complicada y así sus descripciones son breves y puntuales. Sin embargo, del mismo modo que Balzac, logra ofrecer un complejo retrato de la realidad.
El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.
Ernest Hemingway, El viejo y el mar
¿Cuál es entonces la extensión adecuada de una descripción? No hay una única respuesta para esta pregunta. Todo depende de las intenciones del escritor y las necesidades de la historia. Para saber si las descripciones incluidas en un texto son necesarias el escritor puede preguntarse: ¿Sirven para algo? ¿Ayudan a construir el universo o el personaje? ¿Le dan al lector una información importante? ¿Le aportan algo a la historia?
InfoPlus funcionaba en el noveno piso de la Torre América, una mole color óxido que se levantaba entre un parqueadero de siete niveles y un lóbrego edificio de oficinas. Atravesó el detector de metales, saludó al guardia y a la señorita de la recepción, deslizó su carnet por una banda magnética y el dedo índice en un escáner, dio vuelta al torniquete y tras unos pasos inseguros se detuvo en medio de los cuatro ascensores.
Antonio García Ángel, Declive
El hombre ingresa decidido al edificio. Ha sido marcado con un número en el brazo y lleva consigo una talega: algo de ropa, panes, implementos para el aseo personal. Ha soportado una fila de tres horas desde la madrugada y no habla con nadie. Su semblante pétreo repele a los curiosos. Tiene aquel frunce en el entrecejo que más parece una cicatriz y la barba canosa teñida por el tabaco. A las siete de la mañana, ha logrado entrar. Conducido por un guardia llega al patio número tres. El guardia se retira. El hombre recorre con la mirada el lugar: murallas altas, grises, manchadas por el moho. Alambres de púas enredados en las almenas. Guardias apostados en las torres de vigilancia. Rejas por todas partes. Finalmente ve a Jimmy sentado en el locutorio y sus ojos se llenan de lágrimas; viste un uniforme gris y lleva puesto un gorro pasamontañas. Su rostro acusa una gran ausencia, una tristeza sin proporciones. Está rapado, tiene una barba incipiente, las uñas un poco crecidas. Está más flaco. Siente que el corazón se le arruga, que cada vertiente de sus venas se hiela de pura tristeza. Se le puede ver en la cara.
Frank Mauricio Durán, “Un trago en la mañana”, participante del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima
Así como distinguimos a las personas por su forma de hablar o reír, a los autores los distinguimos por su manera de narrar. El estilo es la manera como el escritor se expresa al escribir: el sello de su personalidad literaria.
Tal cosa es consustancial al estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
El estilo es consustancial al escritor: viene dado por naturaleza y es inseparable de él. Hay tantos estilos como escritores y no hay un buen ni un mal estilo. Tampoco estilos que sean mejores o más deseables que otros.
Son muchos los escritores que poseen un buen montón de talento; no conozco a escritor alguno que no lo tenga. Pero la única manera posible de contemplar las cosas, la única contemplación exacta, la única forma de expresar aquello que se ha visto, requiere algo más. El mundo según Garp es, por supuesto, el resultado de una visión maravillosa en consonancia con John Irving. También hay un mundo en consonancia con Flannery O’Connor, y otro con William Faulkner, y otro con Ernest Hemingway. Hay mundos en consonancia con Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robinson, William Kittredge, Barry Hannah, Ursula K. Le Guin… Cualquier gran escritor, o simplemente buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especificidad.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
Alessandro Baricco, cuyo estilo es contenido y minimalista, escribió una obra tan admirable como Seda. Así mismo, José Saramago, que es desbordado y excesivo, escribió libros igualmente maravillosos que le merecieron el Premio Nobel de Literatura.
Aunque su padre hubiera imaginado para él un brillante porvenir en el ejército, Hervé Joncour había terminado por ganarse la vida con un oficio insólito, al cual no le era extraña, por singular ironía, una característica tan amable que traicionaba una vaga entonación femenina.
Para vivir; Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda.
Corría el año de 1861. Flaubert estaba escribiendo Salambó, la iluminación eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra de la cual no vería el fin.
Hervé Joncour tenía 32 años.
Compraba y vendía.
Gusanos de seda.
Alessandro Baricco, Seda
Habrá, por supuesto, lectores que prefieran a Baricco por su estilo contenido y, así mismo, lectores que prefieran a Saramago por lo contrario. Los gustos personales de los lectores no determinan la validez del estilo de uno u otro. Todos los estilos son válidos.
La decisión de don José apareció dos días después. En general no se dice que una decisión se nos aparece, las personas son tan celosas de su identidad, por vaga que sea, y de su autoridad, por poca que tengan, que prefieren dar a entender que reflexionaron antes de dar el último paso, que ponderaron los pros y los contras, que sopesaron las posibilidades y las alternativas, y que, al cabo de un intenso trabajo mental, tomaron finalmente la decisión. Hay que decir que estas cosas nunca ocurren así. A nadie se le pasa por la cabeza la idea de comer sin sentir suficiente apetito y el apetito no depende de la voluntad de cada uno, se forma por sí mismo, resulta de objetivas necesidades del cuerpo, es un problema físico-químico cuya solución, de un modo más o menos satisfactorio, será encontrada en el contenido del plato. Incluso un acto tan simple como es el de bajar a la calle a comprar el periódico presupone no sólo un suficiente deseo de recibir información, que, aclarémoslo, siendo deseo, es necesariamente apetito, efecto de actividades físico-químicas específicas del cuerpo, aunque de diferente naturaleza, como presupone también, ese acto rutinario, por ejemplo, la certeza, o la convicción, o la esperanza, no conscientes, de que el vehículo de distribución no se atrasó o de que el puesto de venta de los periódicos no está cerrado por enfermedad o ausencia voluntaria del propietario. Además, si persistiésemos en afirmar que somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones tendríamos que comenzar dilucidando, discerniendo, distinguiendo, quién es, en nosotros, aquel que tomó la decisión y quién es el que después la cumplirá, operaciones imposibles donde las hay. En rigor, no tomamos decisiones, son las decisiones las que nos toman a nosotros. La prueba la encontramos en que nos pasamos la vida ejecutando sucesivamente los más diversos actos, sin que cada uno vaya precedido de un período de reflexión, de valoración, de cálculo, al final del cual y sólo entonces, nos declararíamos en condiciones de decidir si iremos a almorzar, a comprar el periódico o a buscar a la mujer desconocida.
Por estas razones, don José aunque fuese sometido al más intenso de los interrogatorios no sabría decir cómo y por qué tomó la decisión, oigamos la explicación que daría, Sólo sé que era la noche del miércoles, estaba en casa, de tan cansado que me encontraba ni quise cenar, todavía sentía la cabeza dándome vueltas por haber pasado todo el santo día encima de aquella escalera, el jefe debería comprender que ya no tengo edad para esas acrobacias, que no soy ningún muchacho, aparte del padecimiento, Qué padecimiento, Sufro de mareos, vértigos, atracción del abismo, o como se llame, Nunca se quejó, No me gusta quejarme, Es bonito por su parte, continúe, Estaba pensando meterme en la cama, miento, ya me había quitado los zapatos, cuando de repente tomé la decisión, Si tomó la decisión, sabe por qué la tomó, Creo que no la tomé yo, que fue ella quien me tomó a mí, Las personas normales toman decisiones, no son tomadas por ellas, Hasta la noche del miércoles, también yo pensaba así, Qué sucedió la noche del miércoles, Esto que le estoy contando, tenía la ficha de la mujer desconocida sobre la mesilla, me puse a mirarla como si fuese la primera vez, Pero ya la había mirado antes, Desde el lunes, en casa, no hacía otra cosa, Estaba madurando la decisión, O ella a mí, Venga, venga, no vuelva otra vez con ésas, Me calcé de nuevo los zapatos, me puse la chaqueta y la gabardina y salí, ni me acordé de la corbata, Qué hora era, Sobre las diez y media, Adónde fue después, A la calle donde nació la mujer desconocida, Con qué intención, Quería ver el sitio, el edificio, la casa, Finalmente está reconociendo que hubo una decisión y que, como debe ser, fue usted quien la tomó, No señor, simplemente tuve consciencia de ella, Para escribiente no hay duda de que sabe argumentar, En general no se repara en los escribientes, no se les hace justicia, Prosiga, El edificio estaba allí, había luz en las ventanas, Se refiere a la casa de la mujer, Sí, Qué hizo a continuación, Me quedé allí unos minutos, Mirando, Sí señor, mirando, Sólo mirando, Sí señor, sólo mirando, Y después, Después, nada más, No llamó a la puerta, no subió, no hizo preguntas, Vaya idea, ni siquiera se me pasó tal cosa por la cabeza, a esas horas de la noche, Qué hora era, Entonces serían ya las once y media, Fue a pie, Sí señor, Y cómo volvió, También a pie, O sea que no tiene testigos, Qué testigos, La persona que lo hubiera atendido en la puerta…
José Saramago, Todos los nombres
Algunos escritores en formación imitan el estilo de los escritores a los que admiran. Es muy común, por ejemplo, encontrar entre los escritores jóvenes a imitadores de Charles Bukowski o Gabriel García Márquez. Estas imitaciones pueden servir para soltar la mano o explorar diferentes posibilidades literarias. Sin embargo los escritores deben reencontrar sus formas auténticas de escritura y adoptar un estilo propio.
No importa nada que un estilo sea correcto o incorrecto; importa que sea eficaz, adecuado a su cometido, que es insuflar una ilusión de vida –de verdad– a las historias que cuenta. Hay novelistas que escribieron correctísimamente, de acuerdo a los cánones gramaticales y estilísticos imperantes en su época, como Cervantes, Stendhal, Dickens, García Márquez, y otros, no menos grandes, que violentaron aquellos cánones, cometiendo toda clase de atropellos gramaticales y cuyo estilo está lleno de incorrecciones desde el punto de vista académico, lo que no les impidió ser buenos o incluso excelentes novelistas, como Balzac, Joyce, Pío Baroja, Céline, Cortázar y Lezama Lima. Azorín, que era un extraordinario prosista y pese a ello un aburridísimo novelista, escribió en su colección de textos sobre Madrid: “Escribe prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y no vale nada esa prosa sin las alcamonías de la gracia, la intención feliz, la ironía, el desdén o el sarcasmo”. Es una observación exacta: por sí misma, la corrección estilística no presupone nada sobre el acierto o desacierto con que se escribe una ficción.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
¿Cómo un escritor logra encontrar su estilo propio? Un gran consejo consiste en no hacer nada especial al respecto y dejar que la escritura fluya con naturalidad. El estilo está ahí, basta con dejarlo salir. Es como cuando caminamos: no somos conscientes del modo en que lo hacemos hasta que alguien nos llama la atención sobre el tema, entonces adoptamos cierta postura para parecer más derechos o resultar elegantes y así terminamos por impostar nuestra manera de caminar. Del mismo modo, con la escritura, habría que evitar ser consciente de ella y simplemente escribir.
Siempre habrá en una ficción o un poema logrados un elemento o dimensión que el análisis crítico racional no logra apresar. Porque la crítica es un ejercicio de la razón y de la inteligencia, y en la creación literaria, además de estos factores, intervienen, y a veces de manera determinante, la intuición, la sensibilidad, la adivinación, incluso el azar, que escapan siempre a las redes de la más fina malla de la investigación crítica. Por eso, nadie puede enseñar a otro a crear; a lo más, a escribir y leer. El resto, se lo enseña uno a sí mismo tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar.
Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y de que se ponga a escribir novelas de una vez.
Mucha suerte.
Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista
Taller Triade Literario con Pablo Montoya en Itagüí. 2018
En el capítulo “Bibliografía” se encuentran los títulos que se usaron para armar y actualizar esta guía. El listado incluye numerosos libros, textos y entrevistas sobre teoría y creación literaria, así como las obras literarias (novelas, cuentos, poemas, crónicas y obras de teatro) que ilustran la teoría y los ejercicios propuestos en la guía. Esta bibliografía es una herramienta que pueden usar, para ampliar sus lecturas, tanto los directores de los talleres como los escritores en formación.
A continuación se presenta una lista de sitios web que ofrecen recursos para escritores: diccionarios, consultas para la corrección de textos literarios y sobre creación literaria, bibliotecas virtuales e información de interés sobre programas de formación, convocatorias, concursos y eventos.
Diccionario de la lengua española
Diccionario panhispánico de dudas
Nuevo diccionario histórico del español
Fundéu BBVA - Fundación del español urgente
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Biblioteca Virtual Banrepcultural
libruruklik: Biblioteca Digital Vasca
Encuentro Nacional RELATA 2018
La Red de Escritura Creativa -RELATA- nació en el año 2006, fruto de una investigación realizada por la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, respecto a las prácticas literarias que se llevaban a cabo en las diferentes regiones del país. En esta experiencia se determinó que existía una fuerte tradición de tertulias literarias en cafés, bibliotecas, parques y otros sitios, lugares en donde se reunían personas a leer, escribir o simplemente a comentar libros.
Para acoger esta experiencia y dar vida a la política pública de fomento a la lectura y la escritura, se creó la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa -Renata-, proyecto en el cual se acogieron diversos procesos de lectura y escritura, entre tertulias y talleres y que más tarde evolucionó hasta convertirse en la Red de Escritura Creativa -RELATA-, programa promovido por la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, desde el Grupo de Literatura y Libro, con el objetivo de diseñar e implementar estrategias para estimular la lectura crítica y la cualificación de la producción literaria en las diversas regiones de Colombia, impulsando además la integración, circulación y difusión de nuevos autores. Los talleres buscan reflejar la diversidad étnica, cultural y geográfica del país, y sus programas construyen las bases del oficio del escritor. Los directores son escritores y gestores con experiencia y trayectoria de varios años en el liderazgo de talleres. La Red, en tanto red, no hace parte del Ministerio, pero se reconoce como la organización que agrupa los talleres de escritura que reciben apoyos del Programa de fortalecimiento a talleres de escritura creativa para consolidar los procesos de lectura y escritura en todo el país, y funciona de manera preferencial, aunque no exclusiva, en bibliotecas; sus integrantes son personas que quieren aprender el ejercicio de la escritura literaria. Al ser una red de talleres de escritura creativa, encuentra su fortaleza en los niveles de comunicación y colaboración existentes entre sus asociados. Por esta razón, los servicios que ofrece son estrategias para estimular y consolidar la producción, circulación, divulgación e investigación de la práctica de la escritura creativa a nivel nacional. Los beneficios son:
Apoyo a la gestión. Mediante el fortalecimiento de la organización y sostenibilidad de los talleres, a través de alianzas con diversas entidades del orden local: Banco de la República, universidades, secretarías e institutos de cultura y cajas de compensación, entre otras. RELATA cuenta con un equipo de coordinación a nivel nacional que tiene como misión promover la concertación y evaluación de las políticas del programa e implementar los servicios que ofrece a los talleres asociados.
Apoyo a la formación. A través de encuentros nacionales y regionales que fortalecen el proceso de formación de los directores, así como visitas de escritores asociados y expertos del sector literario, que tienen el propósito de socializar experiencias en el oficio de la escritura y acompañar los procesos creativos de los participantes de los talleres.
Encuentros de la red. Son espacios en los que los directores de los talleres tienen la oportunidad de intercambiar experiencias, métodos de enseñanza, ejercicios y lecturas en torno al tema de la escritura creativa. También son jornadas de capacitación en temas de interés: técnicas de escritura, edición y publicación de textos, gestión de recursos en las regiones, apropiación de TIC, entre otros. De esta manera los encuentros fortalecen el proceso de formación de los directores, quienes a su vez replican la experiencia en su región.
Visitas de escritores o expertos. Los escritores visitantes son autores reconocidos por la calidad de sus obras, invitados a los talleres de la red con el propósito de socializar su experiencia en el oficio y brindar herramientas que fortalezcan la escritura creativa en las regiones. Para ello, proponen lecturas y ejercicios, proveen de nuevos elementos conceptuales al director, acompañan los procesos creativos de los participantes y en lo posible realizan una conferencia en lugar público sobre su obra o sobre las novedades literarias. Los expertos son personas que, si bien no son escritores, hacen parte de la cadena de circulación del libro: editores, ilustradores, correctores de estilo, diagramadores, impresores, diseñadores, libreros y expertos en pedagogía y didáctica con reconocida trayectoria en su campo que pueden aportar a las necesidades y al programa de cada taller.
Visitas de seguimiento. El Grupo de Literatura y Libro del Ministerio de Cultura lleva a cabo visitas de seguimiento y evaluación con el ánimo de fortalecer los procesos de cada taller en términos metodológicos, además de conocer las condiciones de trabajo de los asistentes y los medios utilizados por los directores. A partir de las visitas se desarrollan informes de la situación del taller que servirán como insumo para las mejoras o acciones pertinentes a desarrollar, apoyando la consolidación y cualificación de los talleres. Las visitas se aprovechan para gestionar recursos o alianzas y para buscar mejoras y continuidad de funcionamiento de los talleres o la formalización de los mismos.
Producción y circulación de publicaciones. RELATA edita una antología anual con los mejores trabajos producidos en los talleres, como una memoria del proceso y un reconocimiento a las creaciones de los asistentes. Tiene circulación nacional y es un importante incentivo para los participantes así como un reconocimiento al desempeño de su oficio y un termómetro de los logros de la red. Adicional a la Antología RELATA, el Grupo de Literatura publica Fugas de tinta, memoria anual de los mejores textos de los talleres de escritura creativa realizados en los establecimientos penitenciarios en el marco del programa Libertad Bajo Palabra.
Plataforma de información. El micrositio de RELATA en la página web del Ministerio de Cultura sirve de punto de enlace, circulación, comunicación y caja de herramientas a los talleres que conforman la red. El Grupo de Literatura se encarga de coordinar las redes sociales de RELATA, de acuerdo con la información suministrada por los directores de talleres, con miras a convertirse en una herramienta útil de trabajo tanto para directores como para los participantes.
Talleres virtuales. Desde 2016 se ofrecen talleres en esta modalidad para atender regiones apartadas, personas en el exterior o aquellas que prefieren el aprendizaje virtual.
Estímulos. Cada año, directores y participantes participan en el Concurso RELATA, que premia los mejores textos producidos en los talleres de la red. Los textos ganadores son publicados en la Antología RELATA.
Libertad Bajo Palabra. RELATA también apoya la gestión de talleres de escritura creativa dirigidos a poblaciones con necesidades especiales en contextos particulares, que asumen estrategias metodológicas distintas para alcanzar los objetivos consignados en la Red.
En este contexto, en 2007 se creó el programa Libertad Bajo Palabra, proyecto que busca ofrecer a la población carcelaria de Colombia la oportunidad de encontrar en la literatura una herramienta para reconstruirse de manera creativa, dar a conocer la dimensión y la importancia de la literatura dentro del contexto de todas las artes y hacer posible que los internos e internas escriban y encuentren en la escritura una herramienta para pensarse, confrontarse y rehabilitarse.
A partir de una serie de sesiones de trabajo del Comité Asesor de RELATA en 2008, se llegó a una definición de la escritura creativa que enlaza varios conceptos claves para la red:
“La escritura creativa se plantea como la voluntad de expresar una realidad, una emoción, un mundo propio a partir del lenguaje. El deseo y la voluntad aparecen como imprescindibles en esta búsqueda de expresión personal, de exploración de la realidad a través de una voz propia que expresa los intereses estéticos del autor, el estilo personal de su escritura y la sensibilidad que manifiesta en la elección de sus temas”[1].
Los miembros del comité remarcaban así el hecho de que la escritura creativa se nutre ampliamente de la realidad de quien escribe y va más allá de la necesidad de comunicar, pues ante todo propone la exploración del lenguaje desde y a través de la experiencia literaria. Esa exploración no solo tiene en cuenta el sentido de las palabras, sino sus resonancias estéticas, sociales y culturales. El taller de escritura creativa supone un dominio del lenguaje escrito y de las herramientas disponibles para la construcción de relatos, pero tiene objetivos diferentes y de mayor alcance que un taller de redacción o de lectoescritura, pues se proyecta hacia la construcción de la voz propia de cada participante. Allí se trabaja para aguzar la mirada de los participantes sobre su realidad y potenciar la capacidad de dotarla de sentido resignificándola. Planteada esta aproximación a su objeto central de trabajo, los miembros del comité definieron algunos aspectos del enfoque general de la labor de fomento de la escritura creativa que hacen los talleres de RELATA. Estos aspectos involucran, como primera medida, consideraciones sobre el tipo de trabajo con la palabra y la memoria que se da según el trasfondo social y cultural de los escritores y las diferentes comunidades beneficiarias del programa. Por otro lado, abordaron algunas concepciones pedagógicas asociadas a lo literario, los requerimientos o retos del oficio mismo de la escritura y la importancia del trabajo creativo apoyado en el intercambio, para, finalmente, hacer algunas observaciones relativas al desarrollo del sector literario nacional y la profesionalización del escritor. Preservación y reinvención de la palabra pensada como una red que enlaza una multiplicidad de espacios de exploración y creación con la palabra, RELATA es un proyecto que, lejos de limitarse a difundir la cultura letrada tradicional, fortalece la producción regional y da visibilidad a sus formas propias de contar el país. Quizá lo primero que haya que señalar para describir el enfoque general del programa es la noción de cultura que adopta y contribuye a potenciar a nivel nacional: una concepción dinámica que la entiende como ente vivo, multiforme, en permanente cambio y resignificación. Vista de este modo, la cultura integra tanto la memoria y las tradiciones como las posibilidades de su reinvención en el presente y su transformación creativa desde la pluralidad de actores, narrativas y concepciones comprendidas en el territorio, y lo que no es menos importante, la conciencia de que esa memoria se enriquece con las concepciones procedentes de las dinámicas de intercambio cultural y las formas de expresión contemporáneas. Parte de ello es la posibilidad de insertar las narrativas propias en el contexto de la literatura universal contemporánea y estar en condiciones de entablar un diálogo con ella, inscribirse en un panorama mundial y tener validez en él independientemente de tendencias, temas y colores locales. Desde este punto de vista, la memoria es un “acto de creación de sentido” y un diálogo en el tiempo entre grupos y entre individuos[2]. Rescatarla y permitir que se enriquezca y se difunda supone buscar los medios para dar a los ciudadanos la palabra; es decir, supone llevar el concepto de reconocimiento más allá de la representación de identidades, y hacia iniciativas y espacios que les den voz para empoderarlos culturalmente. Dentro de esta concepción de la cultura, memoria y creación se entrelazan en la necesidad de preservar las narrativas y cualificar la formación artística, fomentando por un lado la experimentación y la investigación, y por el otro el registro y la preservación de los repertorios que constituyen el patrimonio simbólico de las regiones y las comunidades. La labor de apoyo que RELATA realiza al campo literario nacional está basada justamente en la posibilidad de crear sentido desde una pluralidad de voces, que debe ser tan amplia como haga falta para permitir contar el país.
La proliferación constante de grupos, talleres y programas de formación en escritura creativa (formal e informal) que ha tenido lugar en los últimos diez años en Colombia da buena cuenta del creciente interés de la población nacional por la escritura. La actividad de los talleres de la red RELATA en diversas regiones y Municipios ha sido un actor destacado en este proceso.
Cada año el Ministerio apoya un promedio de setenta talleres de escritura creativa (cincuenta y tres del RELATA y diecisiete de Libertad Bajo Palabra), beneficiando aproximadamente a dos mil colombianos. Aunque los directores de taller buscan siempre la calidad literaria de los textos producidos y el desarrollo de una palabra que se proyecte de manera creativa, en muchos casos la dimensión personal con los relatos de las historias de vida, su expresión a través de la experiencia del texto, y de los espacios de encuentro y debate, pone en funcionamiento procesos de reconocimiento y de reconciliación, de transformación personal y social, de discusión sobre la identidad y la memoria, en suma, de fortalecimiento del tejido social de las comunidades, proyectando la acción de los talleres en planos distintos de la formación artística propiamente dicha. Ahora bien, este nivel de impacto paralelo o indirecto no sustituye ni desplaza el objetivo central de la cualificación de la producción literaria, ni debe implicar procesos formativos condescendientes o menos valiosos. Se espera que el trabajo personal que los talleres propicien o faciliten en los participantes sirva, antes bien, para enriquecer los procesos simbólicos que tienen lugar en su creación literaria y para dar peso a sus producciones mediante el uso de recursos narrativos cada vez más sólidos.
[1] Ministerio de Cultura, Relata y la escritura creativa, p. 15
[2] Sobre esta definición de la memoria, ver PDC, pp. 30, 45 y ss.
Encuentro Nacional RELATA 2017 - FILBO
Nodo |
Ciudad/Municipio |
Taller |
Director |
Caribe oriente (15) |
Providencia y Santa Catalina Islas |
Taller de escritura creativa en la Vieja Providencia |
MIGUEL PENILLA SUÁREZ |
Barranquilla |
Caminantes Creativos |
ADRIANA ROSAS CONSUEGRA |
|
Barranquilla |
Taller Literario "José Félix Fuenmayor" |
ANTONIO JOSÉ SILVERA ARENAS |
|
Barranquilla |
Maskeletras |
ÁLVARO GARCÍA BURGOS |
|
Cartagena |
CUENTO Y CRÓNICA CARTAGENA |
DAVID LARA RAMOS |
|
Pelaya |
Taller La voz propia |
EGUIS PALMA ESQUIVEL |
|
Valledupar |
“José Manuel Arango” RELATA Valledupar |
LUIS ALBERTO MURGAS GUERRA |
|
Cereté |
Raúl Gómez Jattin |
MAYRA ALEJANDRA IZQUIERDO LÓPEZ |
|
Montería |
Taller David Sánchez Juliao |
SANDRA IRENE TAPIAS CORCHO |
|
Montería |
Grupo Literario "Manuel Zapata Olivella" |
IRINA HENRÍQUEZ VERGARA |
|
Riohacha |
RELATA Guajira |
VICTOR ALFREDO BRAVO MENDOZA |
|
Cúcuta |
RELATA Cúcuta |
NORWELL CALDERÓN ROJAS |
|
Pamplona |
Rayuela |
JOHANNA MARCELA ROZO ENCISO |
|
Bucaramanga |
Bucaramanga Lee, escribe y cuenta |
LAURA MARGARITA MEDINA MURILLO |
|
Bucaramanga |
RELATA-UIS |
ÓSCAR HUMBERTO MEJÍA BLANCO |
|
Barrancabermeja |
LetrArte |
URIEL NAVARRO URBINA |
|
Sincelejo |
Páginas de Agua |
LIBARDO ENRIQUE CARABALLO BLANCO |
|
Centro (15) |
Arauca |
Arauca Lee, Escribe y Cuenta |
NELSON PÉREZ MEDINA |
Jericó |
Taller Fernando Soto Aparicio (FERSOAP) |
OVER DE JESÚS CORDOBA RENTERIA |
|
Florencia |
Maniguaje |
HERMÍNSUL JIMÉNEZ MAECHA |
|
Bogotá |
Taller de poesía Ciudad de Bogotá, Los Impresentables |
RODOLFO RAMÍREZ SOTO |
|
Fusagasugá |
Manuel María Aya Díaz |
FÉLIX MAURICIO MOLINA LEGUIZAMO |
|
Cota |
Taller Voces del Majuy |
VÍCTOR MANUEL MEJÍA ÁNGEL |
|
Bogotá |
Taller Distrital de Crónica |
JULIÁN ISAZA NIÑO |
|
Bogotá |
Taller Distrital de Cuento |
JUAN FERNANDO HINCAPIÉ MONTOYA |
|
Bogotá |
Taller Distrital de Novela |
ÓSCAR GODOY BARBOSA |
|
Bogotá |
Taller Distrital de Poesía |
HENRY GÓMEZ |
|
Bogotá |
Taller Universitario de Poesía Ulrika |
RAFAEL DEL CASTILLO |
|
Chía |
Taller de Narrativa La Tinaja |
SANTIAGO PÉREZ JIMÉNEZ |
|
San José del Guaviare |
Taller Pemanente de Escritores Guaviari |
EDWIN TOBÓN GONZÁLEZ |
|
Neiva |
RELATA Huila José Eustasio Rivera |
BETUEL BONILLA ROJAS |
|
Ibagué |
RELATA-Liberatura |
MARTHA ELIZABETH FAJARDO VALBUENA |
|
Sur Occidente (24) |
Apartadó |
Taller de Escritores Urabá Escribe |
JUAN CARMELO MARTÍNEZ RESTREPO (JUAN MARES) |
Envigado |
Plumaencendida |
EDGAR TREJOS |
|
Itagüí |
Letratinta |
J. RAFAEL AGUIRRE SEPÚLVEDA |
|
Itagüí |
Taller Triade literario |
NELSON AUGUSTO RIVERA |
|
Medellín |
Taller de poesía y creación literaria |
JAIME JARAMILLO ESCOBAR |
|
Medellín |
Taller de creación literaria comedal |
LUIS FERNANDO MACÍAS ZULUAGA |
|
Medellín |
Taller de poesía MECA |
RAÚL HENAO |
|
Turbo |
Tertulia Literaria y cultural Pisisí lee. |
ANA ISABEL GÓMEZ ARZUZA |
|
Manizales |
Taller Permanente de Dramaturgia |
CARLOS ALBERTO MOLANO MONSALVE |
|
Popayán |
Taller Permanente de Formación Literaria |
FELIPE GARCÍA QUINTERO |
|
Quibdó |
En la Onda de RELATA Quibdó |
FABIO MAGDALENO ASPRILLA MORENO |
|
Samaniego |
José Pabón Cajiao |
ÁNGELA CAJIAO MENESES |
|
Armenia |
Taller de lectura y escritura creativa Café y letras RELATA Quindío |
CARLOS FERNANDO GUTIÉRREZ TRUJILLO |
|
Pereira |
La Caza de las Palabras |
JOHN JAIRO CARVAJAL BERNAL |
|
Pereira |
La Poesía es un viaje |
GIOVANNY GÓMEZ GIL |
|
Santa Rosa de Cabal |
Taller de escritura Amilkar U |
DUVÁN DARÍO CANO BOTERO |
|
Buenaventura |
Voces en el Estero |
EUGENIO DE JESÚS GÓMEZ BORRERO |
|
Cali |
Taller Biblioteca de la Universidad Santiago de Cali (USC) |
HAROLD KREMER |
|
Cali |
Écheme el cuento |
ALBERTO RODRÍGUEZ CASTRO |
|
Cali |
El cuento de contar |
JOSÉ ZULETA RUIZ |
|
Cali |
Palabra mayor |
ALBERTO RODRÍGUEZ CASTRO |
|
Cali |
Taller de escritura creativa San José |
MARÍA DEL MAR BURGOS ECHEVERRY |
|
Tuluá |
Taller Nautilus |
WALTER MONDRAGÓN LÓPEZ |
|
Zarzal |
Taller Ítaca |
JHON WALTER TORRES MEZA |
|
Virtuales (3) |
Virtual |
Taller RELATA Virtual de Cuento Relata |
JULIANA MUÑOZ TORO |
Virtual |
Taller RELATA Virtual de Poesía Relata |
ANTONIO SILVERA |
|
Virtual |
Taller RELATA Virtual de Crónica Relata |
DAVID LARA RAMOS |
Listado de talleres Libertad bajo palabra 2018 |
||||
Apoyado por |
Departamento |
Municipio |
Centro penitenciario |
Director del taller |
Mincultura |
Amazonas |
Leticia |
EPMSC Leticia |
Víctor Andrés León Castiblanco |
Mincultura |
Antioquia |
Medellín |
Complejo COPED de Pedregal Mujeres |
José Rafael Aguirre Sepúlveda |
Mincultura |
Antioquía |
Envigado |
Cárcel Municipal de Envigado |
Andrés Delgado |
Mincultura |
Arauca |
Arauca |
EPMSC Arauca |
Nelson Pérez |
Mincultura |
Atlántico |
Barranquilla |
EPMSC Modelo Barranquilla |
Antonio Silvera |
Mincultura |
Bolívar |
Cartagena |
EPMSC Cartagena La Ternera |
David Lara Ramos |
Mincultura |
Cesar |
Valledupar |
EPAMSCAS Valledupar |
Luis Alberto Murgas |
Mincultura |
Huila |
Neiva |
EPMSC Neiva |
Betuel Bonilla Rojas |
Mincultura |
Risaralda |
Pereira |
EPMSC Pereira |
Gustavo Adolfo Acosta Guevara |
Mincultura |
Santander |
Bucaramanga |
EPMSC Bucaramanga La Modelo |
Jesús Antonio Álvarez |
INPEC |
Antioquia |
Apartadó |
EPMSC Apartadó |
José Danis Morelos |
INPEC |
Cundinamarca |
Bogotá |
RM-Bogotá |
Víctor Manuel Mejía |
INPEC |
Cundinamarca |
Bogotá |
EC Modelo Bogotá |
Víctor Manuel Mejía |
INPEC |
Cundinamarca |
Bogotá |
COMEB-Bogotá |
Víctor Manuel Mejía |
INPEC |
Boyacá |
Combita |
EPAMSCAS combita |
Camilo Igua Torres |
INPEC |
Caquetá |
Florencia |
EPMSC Florencia |
Ramiro Octavio Saldaña Fonseca |
INPEC |
Meta |
Villavicencio |
EPMSC-RM Villavicencio |
Camilo Igua Torres |
INPEC |
Norte de Santander |
Cúcuta |
EPMSC Cúcuta |
Johanna Marcela Rozo |
INPEC |
Tolima |
Ibagué |
COIBA-Ibagué |
Eder Giovanni Cervera Martínez |
INPEC |
Valle del Cauca |
Buenaventura |
EPMSC Buenaventura |
Jefferson Perea Madrid |
INPEC |
Risaralda |
Palmira |
EPMSC Palmira |
Walter Mondragón |
Conversatorio Relatos de región. Encuentro RELATA 2017
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Taller Palabra Mayor con Nahum Montt en Cali. 2018
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En un taller de escritura creativa, la teoría y la práctica se unen con el propósito de dar vida a textos literarios de calidad. El método es sencillo: aprender haciendo. Aprender a leer leyendo, aprender a escribir escribiendo, aprender a releer y a reescribir volviendo a lo antes leído y escrito. El saber y el hacer despiertan así la predisposición para crear. En el taller, el escritor dispone su afán creador y le da forma conjugando la observación atenta de la realidad, la experiencia literaria, el ejercicio de la imaginación y la exploración del lenguaje vivo. La Red de Taller de Escritura –RELATA-, tiene como propósito estimular y vigorizar la producción, circulación, divulgación e investigación de la práctica de la escritura creativa a nivel nacional. El impacto del programa ha sido tal que otras agrupaciones y entendidas lo han replicado, multiplicando y diversificando así el efecto de un programa que encuentra su mayor virtud en su dinamismo, su capacidad de cambio y resignificación. Desde su conformación, en 2006, la red ha fortalecido la colaboración y comunicación entre sus asociados. Sus logros y su permanencia se deben a la incansable labor de escritores y formadores de diferentes municipios y ciudades del país, quienes, animados por su vocación, dan vida a los talleres a pesar de las dificultades y contratiempos que conlleva la esforzada tarea de acompañar a otros en la aventura de la escritura.
Esta guía, que es un documento en constante proceso de construcción, retoma y actualiza las versiones publicadas en los años 2009 y 2010. De esta manera se da continuidad al propósito de sistematizar y difundir metodologías y contenidos desarrollados a lo largo de estos años. Con ella esperamos ofrecer a todos los interesados en liderar procesos de formación en escritura creativa una herramienta útil, fruto de la experiencia de los coordinadores, escritores asociados, directores y asistentes a los talleres de RELATA.
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